Salmo 90 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Premio de la confianza
1*Tú
que te abrigas
en el retiro del Altísimo,
y descansas a la sombra
del Omnipotente,
2di
a Yahvé:
“¡Refugio mío y fortaleza mía,
mi Dios, en quien confío!”
3Porque
Él te librará
del lazo de los cazadores
y de la peste mortífera.
4*Con
sus plumas te cubrirá,
y tendrás refugio bajo sus alas;
su fidelidad es escudo y broquel.
5*No
temerás los terrores de la noche,
ni las saetas disparadas de día,
6ni
la pestilencia que vaga en las tinieblas,
ni el estrago que en pleno día devasta.
7*Aunque
mil caigan junto a ti
y diez mil a tu diestra,
tú no serás alcanzado.
8Antes
bien, con tus propios ojos contemplarás,
y verás la retribución de los pecadores.
9*Pues
dijiste a Yahvé:
“Tú eres mi refugio”,
hiciste del Altísimo tu defensa.
10No
te llegará el mal
ni plaga alguna se aproximará a tu tienda.
11*Pues
Él te ha encomendado a sus ángeles,
para que te guarden en todos tus caminos.
12Ellos
te llevarán en sus manos,
no sea que lastimes tu pie contra una piedra.
13*Caminarás
sobre el áspid y el basilisco;
hollarás al león y al dragón.
14*
“Por cuanto él se entregó a Mí,
Yo lo preservaré;
lo pondré en alto
porque conoció mi Nombre.
15*Me
invocará, y le escucharé;
estaré con él en la tribulación,
lo sacaré y lo honraré.
16Lo
saciaré de larga vida,
y le haré ver mi salvación.”
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1 ss. Es este Salmo “el himno triunfal de la
confianza en Dios” (Vaccari). Su tema es la
protección que Dios otorga a los que tienen
puesta en Él su esperanza (véase Salmo 32, 22).
La Iglesia lo pone en las Completas del Domingo.
El Salterio Romano usa, como Vaccari, el
vocativo:
Tú, que te abrigas, en concordancia con el
versículo 3. Muchos otros (Rembold, Calès,
Crampón, Ubach, etc.) mantienen como LXX y
Vulgata la tercera persona:
El que se
acoge... descansará. En realidad el hebreo
no tiene ni una ni otra forma sino que empieza
refiriéndose (como si fuese un título) al que se
aloja en lo secreto del Altísimo como para pasar
la noche en la tienda del Omnipotente (Schaddai,
como en Salmo 67, 15), y luego sigue en
primera persona:
Digo a
Yahvé, etc. De ahí que algunos propongan
para todo la primera persona:
Habitando…
digo, etc.
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4. Lo que aquí se dice del Padre celestial lo
dice también Jesús de sí mismo en Mateo 23, 27.
Su
fidelidad: La enseñanza sobre esa lealtad de
Dios, indefectible y protectora (cf. Salmos 24,
10; 88, 15 y nota), es aplicable también a la
verdad de Dios, la cual nos defiende como un
escudo (así la versión de los LXX), tanto de
nosotros mismos cuanto de Satanás y del mundo,
contra las tremendas seducciones del error. Cf.
Salmos 26, 1; 111, 7; Proverbios 3, 3; 20, 28 y
Juan 8, 32; 14, 6; 17, 3 y 17; Efesios 4, 14; II
Tesalonicenses 2, 10 y notas.
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5 s. Es decir que para él tanto da el que los
enemigos sean visibles u ocultos.
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7. Lo que Dios nos ofrece aquí es, como podemos
observar, un verdadero privilegio, de ésos que
Él se complace en prodigar a sus amigos íntimos
(cf. Salmo 24, 14; Éxodo 35, 31; Mateo 6, 33;
Juan 14, 23, etc.), sin que nadie pueda pedirle
cuenta de sus preferencias (Mateo 20, 13;
Romanos 9, 15; Santiago 4, 12, etc.).
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9. Pues
dijiste: Así también Crampón, Calès,
Rembold, etc. Es el acto de confianza que se
hizo en el versículo 2. Tal es la única
condición de tantos beneficios (versículos 1 s.
y 14).
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11. En Mateo 4, 6 y Lucas 4, 10 el diablo aplica
esta promesa al Mesías, pero ella, como se ve
por el contexto, es para todos los que confían
en Dios (cf. versículos 2, 9 y 14) y contiene la
consoladora noticia de los Ángeles de la guarda.
Sobre la misión de estos amigos celestiales,
véase Hebreos 1, 14; Judit 13, 20; Tobías 8, 3;
12, 12; Lucas 16, 22; Hechos 12, 15; Mateo 18,
10; Génesis 48, 16; Salmo 67, 18 y nota.
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13. Jesús hizo a sus discípulos igual anuncio
(Marcos 16, 18; Lucas 10, 19), que se cumplió al
pie de la letra durante los tiempos apostólicos
(cf. Hechos 28, 6; Hebreos 8, 4 y nota), con
toda clase de milagros (Hechos 3, 1 ss.; 5,
12-16; 19, 12; 20, 9-12; 28, 6 y 8). La
Escritura deja de hablar de ellos y de los
carismas visibles desde que San Pablo declara
solemnemente el fin de su misión entre los
judíos (Hechos 28, 28) y empieza a explayar a
los gentiles el “misterio escondido” de la
Iglesia (Efesios 3, 9; Colosenses 1, 26). Cf.
Filipenses 2, 27; I Timoteo 5, 23; II Timoteo 4,
20, donde el gran apóstol y taumaturgo no hace
ya intento alguno de milagro, ni en adelante se
menciona en el Nuevo Testamento ningún otro suyo
ni de los demás apóstoles.
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14. Toma la palabra el mismo Dios para
confirmar, como en el versículo 9, que la
confianza en Él (y su conocimiento, del cual
proviene esa confianza) es lo que nos asegura
estos privilegios (cf. Salmos 9, 11; 35, 11; 32,
22). Notemos que conocer a Dios es conocer sus
pensamientos, no sólo su existencia. Para lo
primero Él nos da su Palabra, donde nos muestra
su corazón, su Espíritu, su voluntad, su amor,
sus hechos, sus promesas (cf. Salmo 91, 6 y
nota). Para lo segundo basta la naturaleza. Cf.
versículo 7 y nota.
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15. “Cuando te vieres atribulado, dice el Doctor
de Hipona, no temas, ni quieras pensar que Dios
no está contigo. Ten fe, y Dios estará contigo
en aquella hora de prueba… Dormía Cristo en la
nave y los hombres estaban a punto de perecer.
Si Él parece dormido para ti, es que en tu pecho
la fe está dormida; porque Cristo vive en ti por
la fe” (Efesios 3, 17).
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