Iglesia Remanente

Salmo 57

       

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Salmo 57 (58)

Hay un Dios que juzga a los jueces

1*Al maestro de coro. Sobre el tono de “No destruyas”. De David. Miktam.

2* ¿Es verdad que habláis justicia,

oh dioses?

¿Es verdad que juzgáis con rectitud

a los hijos de los hombres?

3*No, en vuestro corazón

os mueve la iniquidad,

y vuestras manos venden al peso

la violencia sobre la tierra.

 

4*Los prevaricadores se extraviaron

desde el seno materno;

desde el vientre

se descarriaron los impostores.

5*Hay en ellos veneno

como en la serpiente,

como en el áspid sordo

que tapa sus oídos,

6para que no oiga

la voz de los encantadores,

del mago que sabiamente hechiza.

 

7Oh Dios, quiebra sus dientes

en su misma boca;

rompe las muelas de los leones, oh Yahvé.

8*Disípense como agua derramada;

marchítense

como la verdura de la hierba.

9*Pasen como el caracol que se deshace;

como aborto de mujer,

que no ve el sol.

 

10*Antes que vuestro fuego dé espinas verdes

caliente vuestras ollas,

arrebátelo todo un torbellino.

11*El justo se gozará al ver la venganza;

lavará sus pies en la sangre del impío.

12Y los hombres dirán:

“En verdad hay un premio para el justo;

en verdad hay un Dios

que juzga en la tierra.”



* 1 ss. Acerca del epígrafe véase Salmo 56, 1 y nota. En este Salmo impetuoso y sarcástico el poeta apostrofa, como en el Salmo 81, a los magistrados inicuos, y les anuncia, como dice Ubach, “la alegría que sentirá el justo el día en que se haga manifiesta, con su duro castigo, la existencia de un Dios que hace justicia en la tierra”.

* 2. Que habláis justicia: Que la dictáis en vuestros fallos. Dioses (cf. Salmo 81, 1 y 6), es decir, jueces, gobernantes, “grandes dignatarios del estado teocrático de Israel, que eran como los representantes de Dios ante el pueblo”. La expresión hijos de los hombres, según consenso casi unánime, está en acusativo más bien que en vocativo.

* 3. El versículo es fuertemente irónico. Venden al peso: Con la balanza que debiera servir para la justicia. Sobre la tierra: o en el país. Sobre la iniquidad de los jueces cf. Isaías 1, 23; 5, 23.

* 4. Desde el seno materno: No solamente como todo hombre, que nace y es concebido en pecado (Salmo 50, 7), pues eso es para Dios un motivo más de hacerles misericordia (Génesis 8, 21; Sabiduría 12, 10 ss.), sino como quien siguió desde el principio un mal camino del cual es difícil apartarse, según enseñan los Libros sapienciales. Cf. Eclesiastés 1, 15. Véase también Eclesiástico 1, 16 y nota.

* 5 s. La comparación con esa clase de áspides sordos voluntarios, “según lo refiere cándidamente San Agustín” (Calès), hace resaltar la astucia de los jueces parciales que falsean la justicia y no quieren escuchar la razón. Cf. Salmo 35, 4. Es el pecado que Jesús increpa mil veces a los fariseos. Cf. Juan 3, 19 ss.; 12, 37-50; 15, 22 ss.; Salmo 139, 4; Proverbios 21, 13; Eclesiástico 12, 13; Jeremías 8, 17.

* 8. El segundo hemistiquio se traduce de muy diversas maneras: sean abatidas las flechas de su arco (Manresa), que no pueden lanzar más que dardos despuntados (Nácar-Colunga), si lanzan sus saetas sean como sin punta (Sánchez Ruiz), sean cortados como el heno que se pisotea (Rembold). etc.

* 9. Era creencia popular que el caracol se derretía al arrastrarse, hasta consumirse en su baba.

* 10. Es quizá un refrán popular que significa: antes que vuestra malicia tome grandes proporciones o que hayáis ejecutado vuestros planes, os destruya Dios como el viento arrebata y derrama los fuegos y ollas improvisados en el desierto.

* 11 s. El justo se alegrará viendo la justicia divina sobre los jueces injustos, como una maravillosa novedad que por fin le muestra el orden divino establecido sobre la tierra. Es ésta una idea muy frecuente en las profecías (cf. Salmo 9 a, 17; 67, 24; 149, 6-9; Isaías 11, 3 ss.; Jeremías 23, 5, etc.), en contraste con el frecuente triunfo actual de la iniquidad que también nos muestra intensamente el salmista (Salmo 36, 48, 72, 93, etc.). Cf. Salmo 58, 1 y nota. El mal que pesa sobre el impío no alegra al justo como un mal, dice Santo Tomás, sino en cuanto es un triunfo de Dios. Cf. Salmo 108, 1 y nota. En la sangre: Apocalipsis 14, 20.