Salmo 68 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
El lamento de Cristo
1*Al maestro de coro. Por el tono de “Los lirios”. De David.
2*¡Sálvame,
oh Dios!
porque las aguas me han llegado al cuello.
3Estoy
sumergido en lo hondo del fango,
y no hay donde hacer pie;
he caído en aguas profundas
y me arrastra la corriente.
4Me
he cansado de llamar,
mi garganta ha enronquecido,
han desfallecido mis ojos
esperando a mi Dios.
5*Más
que los cabellos de mi cabeza
son los que sin causa me odian.
Son demasiado poderosos para mis fuerzas
los que injustamente me hostilizan,
y tengo que devolver
lo que no he robado.
6*Tú,
oh Dios, conoces mi insensatez
y mis pecados no te están ocultos.
7*No
sean confundidos por mi causa
los que esperan en Ti,
oh Señor, Yahvé de los ejércitos.
Que no se avergüencen de mí
quienes te buscan, oh Dios de Israel.
8*Es
por tu causa si he sufrido oprobio
y mi rostro se ha cubierto de confusión.
9*He
venido a ser un extraño
para mis hermanos;
los hijos de mi madre no me conocen,
10*porque
me devora el celo de tu casa,
y los baldones de los que te ultrajan
cayeron sobre mí.
11*Me
afligí con ayuno,
y se me convirtió en vituperio.
12Me
vestí de cilicio,
y vine a ser la fábula de ellos.
13*Murmuran
contra mí
los que se sientan a la puerta,
y los bebedores me hacen coplas.
14*Mas
yo dirijo a Ti mi oración, oh Yahvé,
en tiempo favorable, oh Dios,
escúchame según la grandeza de tu bondad,
según la fidelidad de tu socorro.
15*Sácame
del lodo, no sea que me sumerja.
Líbrame de los que me odian
y de la hondura de las aguas.
16No
me arrastre la corriente de las aguas,
ni me trague el abismo,
ni el pozo cierre sobre mí su boca.
17Escúchame,
Yahvé,
porque tu gracia es benigna;
mírame con la abundancia
de tu misericordia;
18no
escondas tu rostro a tu siervo,
escúchame pronto
porque estoy en angustias.
19Acércate
a mi alma y rescátala;
por causa de mis enemigos, líbrame.
20Bien
conoces Tú mi afrenta,
mi confusión y mi ignominia;
a tu vista están todos los que me atribulan.
21*El
oprobio me ha quebrantado
el corazón y titubeo;
esperé que alguien se compadeciera
de mí, y no lo hubo;
y que alguno me consolara,
mas no le hallé.
22*Por
comida me ofrecieron hiel;
y para mi sed me dieron a beber vinagre.
23*Conviértaseles
su mesa en lazo
y su holocausto en tropiezo.
24*Obscurézcanse
sus ojos
para que no vean;
y encorva siempre sus espaldas.
25Vierte
sobre ellos tu indignación,
y alcánceles el ardor de tu ira.
26*Devastada
quede su casa,
y no haya quien habite en sus tiendas.
27*Por
cuanto persiguieron
a aquel que Tú heriste,
aumentaron el dolor de aquel
que Tú llagaste.
28Añádeles
iniquidad a su iniquidad,
y no acierten con tu justicia.
29*Sean
borrados del libro de la vida,
y no estén escritos con los justos.
30Yo
soy miserable y doliente,
mas tu auxilio, oh Dios,
me defenderá.
31*Alabaré
el nombre de Dios en un cántico,
le ensalzaré en un himno de gratitud;
32y
agradará a Yahvé más que un toro,
más que un novillo con sus cuernos y pezuñas.
33Vedlo,
oh humildes, y alegraos,
y reviva el corazón
de los que buscáis a Dios.
34Porque
Yahvé escucha a los pobres,
y no desprecia a sus cautivos.
35Alábenlo
los cielos y la tierra,
los mares y cuanto en ellos se mueve.
36*Porque
Dios salvará a Sión,
y reedificará las ciudades de Judá;
y habitarán allí,
y tomarán posesión de ella.
37La
heredarán
los descendientes de sus siervos,
y morarán en ella los que aman su Nombre.
*
1. Sobre el sentido del epígrafe véase nota al
Salmo 4, 1. Se trata de un Salmo profético
paralelo al Salmo 21. Ambos se cumplieron al pie
de la letra en cuanto se referían a la Pasión de
Cristo, a la cual suele aplicarse el Salmo en
sentido literal. Algunos lo hacen en sentido
típico, pero, aunque ello nada les restaría de
su valor como profecía mesiánica, parece difícil
aplicar aún a David todos los detalles que tan
perfectamente se ajustan a Cristo, odiado sin
causa (versículo 5 y Juan 15, 25); devorado por
el celo de su Padre (versículo 10 a y Juan 2,
17); sufriendo en sí los ultrajes dirigidos a
Dios (versículo 10 b y Romanos 15, 3);
recibiendo el ofrecimiento de vino con hiel
(versículo 22a y Mateo 27, 34); abrevándose de
vinagre (versículo 22 b y Mateo 27, 48; Marcos
15, 23; Lucas 23, 36; Juan 19, 29), y sobre
cuyos enemigos recaerán las imprecaciones de
este Salmo (versículo 23 s. y Hechos 1, 16 y 20;
Romanos 11, 7-10).
*
2.
¡Sálvame! Así como el
Miserere
(Salmo 50) expresa la contrición de David, este
otro expresa algo que pareciera imposible: la
contrición de Jesús, “hecho pecado” por amor
nuestro (versículo 6) y mostrándonos en sus
palabras el espíritu con que el pecador debe
dirigirse al Padre: espíritu de amor filial,
confianza y pequeñez.
*
5.
Devolver lo que no he robado: Locución
proverbial que en boca de Cristo adquiere un
sentido infinitamente sublime, inmensamente
desgarrador y dichoso a un tiempo, puesto que en
ella se encierra todo el misterio de la
Redención, tal como lo contemplamos en Salmo 39,
13 y nota. “Es Cristo, dice San Atanasio, quien
tomó sobre sí nuestros pecados y padeció por
nosotros tormentos indecibles.” Cf. Salmo 87, 8;
Isaías 53, 4 ss.; Gálatas 2, 20; I Pedro 2,
21-24; I Juan 3. 5, etc.
*
6. He aquí donde el Salmo va más allá del
sentido típico y se nos muestra literal y
exclusivamente propio del Señor Jesús, porque en
nadie sino en Él se explicaría la aparente
contradicción entre este versículo y la Víctima
inocente del versículo 5. Jesús llama suyos
nuestros pecados (véase Ezequiel 4, 4 y nota) y
los presenta en dos palabras, pues sabe que el
Padre ya los conoce. ¡Cuán fácil es orar
sabiendo esto! (véase lo que dice Jesús en Mateo
6, 7 ss.). Algunos explican este pasaje como si
su sentido fuera: “me acusan de locura e
iniquidad, mas Tú sabes, Señor, si he cometido
nada que sea insensato o malo”. Pero ello
quitaría, como hemos visto, lo más sustancial de
la Pasión del Hijo de Dios, hecho Él mismo, en
lugar nuestro, “pecado” (II Corintios 5, 21) y
“maldición” (Gálatas 3, 12; Deuteronomio 21,
23).
*
7 ss. Jesús pide que las almas rectas no se
escandalicen al verlo aparecer como derrotado,
fracasado y hasta con un aspecto físico tan
diferente de su serena belleza de otros días.
Véase Salmo 21, 7 s.; Isaías 53, 2 ss.; Salmo
44, 3. Quiere mostrarnos cuán grande es el
peligro que corremos de escandalizarnos de Él.
Véase Mateo 11, 6 y nota; 13, 21 y 57; 24, 10;
26, 33; Marcos 14, 27; Lucas 7, 23; Juan 16, 1
ss.; Romanos 9, 33: I Pedro 2, 8.
*
8. Por tu
causa, esto es, por llevar hasta el fin Tu
voluntad de salvar a los hombres, que Tú
quisiste realizar por mi predicación (Juan 6,
38-40; cf. Salmo 39, 7 y nota), pero que Israel,
movido por Satanás, rechazó hasta llevarme a
esta muerte que Yo acepté libérrimo y sin que
nadie me la impusiera (Juan 10, 18), como el
pastor que pone su vida por las ovejas en manos
del lobo (Juan 10, 11-12).
*
9. Es éste un capítulo importante de la
persecución sufrida por Jesús y anunciada a sus
verdaderos discípulos: el alejamiento de amigos
y parientes. Cf. Job 19, 13 y 19; Salmo 30, 12;
Isaías 53, 3; Miqueas 7, 6; Mateo 10, 36; Lucas
4, 24; 12, 51 ss.; Juan 1, 11; 7, 5; 16, 1 ss.,
etc.
*
10. Me
devora el celo de tu casa: Este texto, que
los discípulos aplicaron a Jesús cuando vieron
su santa indignación por arrojar a los
mercaderes del Templo (Juan 2, 17), forma la
primera antífona del Oficio de Tinieblas en la
Semana Santa.
Los
baldones... cayeron sobre mí: porque miraba
como propios los intereses de su amado Padre.
Tal ha de ser la suerte de los discípulos: como
la del Maestro (Juan 15, 20). “El que vive en el
mundo como en su elemento y encuentra que todo
va muy bien y saca ventajas de ostentar su fe,
será fácilmente querido y respetado, mas no será
por cierto discípulo de Cristo.” Cf. 1 Juan 4,
4; Lucas 6, 26; I Corintios 4, 13; I Timoteo 6,
5, etc. Es el honor más grande para un
cristiano: ser perseguido por los que rechazan o
traicionan a Dios. Cf. Mateo 5, 10 ss.; Lucas 6,
22 s.; Hechos 5, 41; II Timoteo 3, 13; I Pedro
4, 15 s.
*
11 s. Los mismos bienes que hacía se los tomaban
a mal (cf. Lucas 5, 21; Juan 6, 52 y 60; 8, 48
ss., etc.), y no sólo se burlaban de Él hasta
los borrachos (versículo 13): también le
abofeteaban los criados (Juan 18, 22) y le
escupían los soldados (Marcos 14, 65; 15, 19),
como lo había anunciado Él mismo (Marcos 10, 34;
Lucas 18, 32). Y Él ¿qué hacía entretanto?
Dirigir en silencio su oración a Dios (versículo
14). ¡Qué discurso habría podido pronunciar
Jesús arengando a las multitudes cuando lo
sacaron como Ecce Homo a los balcones de Pilato!
(Juan 19, 5). ¡Qué argumentos para demostrar la
iniquidad de esos ataques y la injusticia legal
de todo su proceso! ¡Con qué augusta majestad no
habría podido el divino Pontífice decirles quién
era Él y quiénes eran ellos, los que lo
atacaban! ¡Con qué facilidad no habría podido
confundirlos, y con qué facilidad destruirlos,
enviándoles “más de doce legiones de ángeles”!
(Mateo 26, 53). “Pero Jesús callaba”:
Jesus
autem tacebat (ibíd. 63). Él era el cordero
que guarda silencio (Isaías 53, 7) y que ruega
por los transgresores (ibíd. 12), y en forma
idéntica nos envió a nosotros, sus discípulos
“como corderos entre lobos” (Mateo 10, 16) para
ser “odiados de todos” (ibíd. versículo 22), y
no por nuestros defectos, sino precisamente “a
causa de su Nombre” (ibíd.). y para que demos
ejemplo de no resistir a los malos (Mateo 5, 39)
y roguemos por los que nos persiguen (ibíd.
versículo 44); porque no es el discípulo más que
el maestro (Juan 15, 18-20). Pues los que
tenemos su Palabra no somos del mundo, así como
Él no es del mundo (Juan 17, 14). He aquí el
camino que Jesús nos muestra: soportar en
silencio los ataques, sin sorprendernos de ser
vituperados por el Nombre de Cristo (I Pedro 4,
12) y de que el mundo nos odie, como enseñó el
discípulo amado (I Juan 3, 13), y sin
defendernos pretendiendo que defendemos con ello
la causa de Dios. Ese silencio de Jesús lo
anunció Isaías con palabras que repite el
Evangelio, diciendo: “No se oirá su voz en las
plazas” (Mateo 12, 20; Isaías 42, 3). Así
entresacados por Él del mundo (Juan 15, 19),
excluido y apartado nuestro nombre como
pernicioso por causa del Hijo del Hombre, no
somos vigorosos sino débiles (Apocalipsis 3, 8),
para que la fe no se funde en sabiduría de
hombres, sino en una fuerza divina (I Corintios
2, 5); somos hechos necios para ser sabios
(ibíd. 3, 18); hechos basura del mundo a ejemplo
de Cristo (ibíd. 4, 13), pues Él elige a los
necios y débiles para confundir a los sabios y
fuertes (ibíd. 1, 27), porque la necedad de Dios
es más sabia que los hombres y la debilidad de
Dios más fuerte que los hombres (ibíd. 1, 25).
Es, pues, en esta doctrina de la cruz, que es
necedad para los que se pierden, donde está
nuestra fuerza (ibíd. 1, 18). Sólo por ese
camino prometió el triunfo no temporal pero sí
eterno; no ahora (Mateo 24, 9 ss.; Lucas 18, 8;
Apocalipsis 13, 7) pero sí cuando venga Él
(Lucas 22, 28-30; Apocalipsis 19, 11 ss.), que
ha vencido al mundo (Juan 16, 33).
*
13. A la
puerta de la ciudad solían reunirse los
ciudadanos y los ociosos para discutir los
asuntos comunes y comunicarse las noticias.
También los ancianos se sentaban allí para
juzgar los crímenes. Cf. versículo 5; Salmos 24,
19; 34, 19; y Juan 15, 25.
*
14. Tiempo
favorable: Es la expresión de Isaías 49, 8.
Cf. Isaías 61, 1 s.; Lucas 4, 16 ss. y notas.
*
15 ss. Dirige aquí al Padre la oración
dolorosísima que anuncia en el versículo 14. Es
una súplica apremiante. hecha con la humildad y
confianza filial de un débil niño (como son las
de Job [véase Job, caps. 6 y 7]), es decir, muy
ajena al estoicismo pagano, que cifra la virtud
en soportar orgullosamente el dolor. Igual
enseñanza de su infancia espiritual nos da Jesús
en Getsemaní (Mateo 26, 39).
*
21.
Titubeo: ¡Qué abismo infinito de humildad y
anonadamiento en esta queja que parece la de un
débil y es de Aquel por quien y para quien
fueron hechas todas las cosas! Cf. Salmo 21, 12.
Este versículo, tomado de la Vulgata, que dice:
improperios y miseria aguardó mi corazón,
forma el Ofertorio de la Misa del Sagrado
Corazón de Jesús. Cf. Isaías 53, 3-5.
*
22. Estas expresiones
hiel y vinagre, que para David son meras metáforas, se verificaron
literalmente en Cristo moribundo (Mateo 27, 34 y
48).
*
23. Cristo era el sumo bien para Israel: la mesa
y el manjar listo para el banquete (cf. Mateo
22, 4 y Lucas 14, 17). Despreciado, Él fue para
la mayoría de su pueblo ocasión de ruina según
lo anunciara Simeón (Lucas 2, 34) y el que era
la roca de salvación fue piedra de tropiezo. Cf.
Salmo 117, 22; Mateo 21, 42; Isaías 8, 14; 28,
16; I Pedro 2, 6.
*
24. “No
vean”: Esta ceguera (cf. versículo 28), que
el Espíritu Santo sanciona aquí como una sanción
divina por boca del salmista, hizo llorar al
Señor sobre Jerusalén porque no había conocido
su visita (Lucas 19, 41-44), permanece aún sobre
Israel rebelde, impidiéndole entender el Antiguo
Testamento (II Corintios 3, 14) y será también,
según revela San Pablo, la que pierda a todos
los que han de perecer con el Anticristo, a los
cuales “por no haber aceptado el amor de la
verdad para salvarse, les enviará Dios poderes
de ensaño para que crean a la mentira” (II
Tesalonicenses 2, 10 s. y nota).
*
26. Jesús lo cita en Mateo 23, 38. Véase allí la
nota. Cf. Hechos 1, 20.
*
27. Cf. Salmo 39, 7 ss. y 13 y notas.
*
29. Sobre el Libro de la vida véase Salmo 55, 9;
Filipenses 4, 3; Apocalipsis 3, 5; 20, 15; 22,
19.
*
31 s. Aquí, lo mismo que al final del Salmo 21,
admiramos la sublimidad del Corazón de Jesús
que, en medio de sus tormentos indecibles, alaba
al Padre por haberle permitido el gozo de
padecerlos por nosotros (cf. Juan 10, 17): y se
regocija de los frutos que su Redención
producirá para la gloria del Padre, la cual no
solamente consiste en la salvación de los
llamados por Él (Juan 6, 37-40; 17, 2 y nota)
sino también en la alabanza de su bondad
(versículo 31 7 35; Salmo 135, 1 ss. y nota)
reconocida por todos (Ef. 1, 6, 12, 14; 2, 7).
Esto le es más agradable que cualquier
holocausto (versículo 32; cf. Salmo 49, 23) y se
cumplirá un día universalmente (versículo 35;
cf. Salmos 71, 11 y 19; 95, 11; 148, 14; 149, 6
ss.; Isaías 49, 13, etc.).
*
36 s. Sorprendería esta promesa después de la
tremenda imprecación precedente, si no hubiera
mediado el perdón que Cristo mismo imploró desde
la Cruz (Lucas 23. 34). Son muy frecuentes en la
Escritura los casos en que Dios perdona a los
pecadores y aun declara que se arrepiente de las
calamidades que había anunciado para su pueblo
(cf. Salmo 105, 45; Jeremías 26, 3, 13, 19; 3, 1
ss.; Ezequiel cap. 16; Oseas cap. 2, etc.). Por
eso, dice Santo Tomás, las profecías
conminatorias no siempre se cumplen, porque
llevan como implícita la condición de no mediar
el arrepentimiento. Sobre la contrición de
Israel, Véase Ezequiel 11, 19 s.; Zacarías 12,
10 y notas. Iguales promesas que las de este
Salmo vemos en Salmos 21, 27-32; 50, 20 s.; 101,
17, etc., y quizá se habrían cumplido ya para
Israel si en el tiempo que le fue concedido
durante la predicación apostólica hubiese
escuchado el mensaje evangélico que les
anunciaba en Cristo resucitado el cumplimiento
de todo lo prometido por los profetas (Hechos 3,
19 ss. y notas. Cf. Hebreos 8, 4 y nota). “Según
algunos comentadores, estos tres versículos
(35-37) serían mucho más recientes que el resto
del Salmo y no habrían sido compuestos sino en
tiempo del cautiverio de Babilonia. No vemos,
sin embargo, en ellos ningún detalle que no
pudiese provenir del mismo David” (Fillion). En
cuanto al Salmo entero, el P. Callan observa que
“si tiene una notable semejanza con Jeremías,
ello no prueba sino que fue conocido por el
doloroso profeta y usado por él”. Cf. Jeremías
4, 10; 9, 15; 10, 13; 15, 15; 23, 15; 24, 9; 38,
6; Lamentaciones 1, 1 y 9; 3, 14 y 63, etc.
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