| Salmo 134 | 
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						Alabanza de Israel a su Dios
						
						1*¡HalIelú 
						Yah! 
						
						Alabad el Nombre de Yahvé; 
						
						alabadle vosotros, ciervos de Yahvé, 
						
						2los 
						que estáis en la casa de Yahvé, 
						
						en los atrios del Templo de nuestro Dios. 
						
						3Alabad 
						a Yah 
						
						porque es un Señor bueno; 
						
						cantad salmos a su Nombre, 
						
						porque es suave. 
						
						4Porque 
						Yah se eligió a Jacob, 
						
						a Israel como su bien propio. 
						 
						
						5Porque 
						yo sé esto: 
						
						que Yahvé es grande, 
						
						y que nuestro Señor es más 
						
						que todas las divinidades. 
						
						6*Todo 
						cuanto Yahvé quiere lo hace 
						
						en el cielo y en la tierra, 
						
						en el mar y en todos los abismos. 
						
						7*Él 
						trae las nubes 
						
						desde el extremo de la tierra, 
						
						hace la lluvia con los relámpagos, 
						
						saca los vientos de sus depósitos. 
						 
						
						8*Él 
						hirió a los primogénitos de Egipto, 
						
						desde el hombre hasta el ganado. 
						
						9*Envió 
						signos y prodigios 
						
						a ti, oh Egipto. 
						
						contra Faraón y contra todos sus vasallos. 
						
						10*Hirió 
						a muchas naciones, 
						
						y mató a reyes poderosos: 
						
						11* 
						a Sehón, rey de los amorreos; 
						
						y a Og, rey de Basan, 
						
						y a todos los reyes de Canaán. 
						
						12Y 
						dio en herencia la tierra de ellos, 
						
						en herencia a Israel, su pueblo. 
						
						13*Yahvé 
						es tu Nombre para siempre; 
						
						Yahvé, tu memorial 
						
						de generación en generación; 
						
						14pues 
						Yahvé protege a su pueblo 
						
						y tiene compasión de sus siervos. 
						
						15*Los 
						ídolos de los gentiles son plata y oro, 
						
						hechuras de manos de hombre: 
						
						16tienen 
						boca y no hablan; 
						
						tienen ojos y no ven; 
						
						17tienen 
						orejas y no oyen, 
						
						y no hay aliento en su boca. 
						
						18*Semejantes 
						a ellos son quienes los hacen, 
						
						quienquiera confía en ellos. 
						 
						
						19*Casa 
						de Israel, bendecid a Yahvé; 
						
						casa de Aarón, bendecid a Yahvé. 
						
						20Casa 
						de Leví, bendecid a Yahvé, 
						
						los que adoráis a Yahvé, bendecid a Yahvé. 
						
						21*Bendito 
						sea Yahvé desde Sión, 
						
						el que mora en Jerusalén.  
								
								
								
								
								* 
								1 ss. Empieza la parte más litúrgica del 
								Salterio, destinada sobre todo a la alabanza. 
								Como el Salmo anterior, este himno invita a los 
								sacerdotes y levitas a alabar a Yahvé ante todo 
								por ser Él quien es, por su bondad y suavidad, y 
								su superioridad infinita y exclusiva sobre todos 
								los seres (cf. Romanos 16, 27 y nota), no 
								obstante lo cual se dignó elegir al pueblo como 
								un bien preciado (cf. Juan 10, 29 y nota); luego 
								por las obras prodigiosas de su mano creadora, Y 
								en fin por las maravillas que hizo en favor de 
								su pueblo escogido, cuyos intereses no vacila en 
								sobreponer a los de las naciones (versículo 6 y 
								nota). Cf. Salmo 104, 44, etc. 
								
								
								
								
								* 
								6. Hace las cosas que quiere, no sólo con 
								omnipotencia sobre la naturaleza (versículos 
								6-7), sino también con absoluta libertad moral, 
								concediendo al pueblo amado los privilegios 
								(versículos 4, 12, 14, 19 ss.) y destruyendo a 
								otros en favor de aquél (versículos 8 ss.), sin 
								que nadie pueda pretender juzgarlo ni someterlo 
								a ley alguna, puesto que el divino beneplácito 
								es, en sí mismo, el supremo fundamento de toda 
								moral (cf. Salmo 147, 9; Mateo 19, 16 ss. y 
								notas). 
								
								
								
								
								* 
								7. Es decir, como una ostentación de su 
								omnipotencia (versículo 6), parece que Él con el 
								fuego hiciese agua, pues saca la lluvia de los 
								relámpagos.
								“Sus 
								depósitos”: Cf. Job 38, 22. La mitología 
								griega tenía un concepto bastante parecido sobre 
								el misterio de la formación de los vientos (cf. 
								Virgilio, La Eneida 1, 55-67). 
								
								
								
								
								* 
								8. Cf. Éxodo 12, 29. 
								
								
								
								
								* 
								9. Cf. Éxodo capítulos 7 y 8; 9, 15; 16, 11. 
								
								
								
								
								* 
								10. Cf. Deuteronomio 4, 38; 7, 1; H, 23; Josías 
								24, 8 ss. 
								
								
								
								
								* 
								11. Los reyes
								Sehón 
								y Og 
								fueron vencidos por los israelitas bajo Moisés 
								(Números 21, 20-34; Deuteronomio 2, 30). 
								
								
								
								
								* 
								13 s. Como observa Fillion, es esto un eco de 
								Éxodo 3, 14-15, donde Dios se revela con el 
								nombre de Yahvé (El que es, el Eterno) y anuncia 
								que con ese nombre se hará memoria de Él en 
								todas las generaciones (cf. allí nuestra nota). 
								Según esto, también ahora honra a Dios ese 
								sagrado Nombre revelado como propio de Él y por 
								eso aún lo usamos para alabarlo en los Salmos. 
								Yahvé es Aquel a quien Jesús llama a un tiempo 
								Padre suyo y Dios de Israel (Juan 8, 54), 
								titulándolo “Padre Santo” (Juan 17, 6 y 11) y 
								revelándonos que es Padre suyo y nuestro y Dios 
								suyo y nuestro (Juan 20, 17) y que su Nombre 
								debe ser tratado santamente (Lucas 11, 2) porque 
								es un Nombre Santo (Lucas 1, 49).
								Tiene 
								compasión (versículo 14): Otras versiones 
								leen 
								tendrá, abarcando así las promesas futuras. 
								
								
								
								
								* 
								15 ss. Como en Salmo 113 b, 4-8, insiste contra 
								esas hechuras que en nada pueden asemejarse a lo 
								divino (Hechos 17, 29) y cuyo culto idolátrico 
								se prohíbe a Israel desde el primer mandamiento 
								del Decálogo (Éxodo 20, 4), dando como razón que 
								Dios tiene celos de ellas (Deuteronomio 4, 
								15-24). Cf. Salmo 148, 13. 
								
								
								
								
								* 
								18. “Su nada es el símbolo del fin que tendrán 
								sus autores y sus adoradores” (Calès). Cf. I 
								Corintios 3, 15. 
								
								
								
								
								* 
								19 s. Como observa Páramo, esta invitación 
								abarca también a los prosélitos:
								los que 
								adoráis a Yahvé. Se nota así el contraste 
								con los que dan culto a los ídolos (versículos 
								15 y 18). 
								
								
								
								
								* 
								21. Desde 
								Sión: “El culto de Yahvé, con Jerusalén por 
								punto de partida y por centro, irá ganando paso 
								a paso al universo todo entero” (Fillion). Cf. 
								Salmos 64, 2; 131, 13 s. y notas. 
 
 
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