Salmo 21 |
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Elí, Elí, “lemá sabactani?” (Profecía sobre la Pasión de
Cristo)
1*Al maestro de coro. Por el pronto socorro. Salmo de David.
2*Dios
mío, Dios mío,
¿por qué me has abandonado?
Los gritos de mis pecados
alejan de mí el socorro.
3*Dios
mío, clamo de día, y no respondes;
de noche también, y no te cuidas de mí.
4*Y
Tú, sin embargo,
estás en tu santa morada,
¡oh gloria de Israel!
5En
Ti esperaron nuestros padres;
esperaron, y los libraste.
6A
Ti clamaron, y fueron salvados;
en Ti confiaron,
y no quedaron confundidos.
7*Pero
es que yo soy gusano,
y no hombre,
oprobio de los hombres
y desecho de la plebe.
8Cuantos
me ven se mofan de mí,
tuercen los labios y menean la cabeza:
9*
“Confió en Yahvé: que Él lo salve;
líbrelo, ya que en Él se complace.”
10Sí,
Tú eres mi sostén
desde el seno materno,
mi refugio desde los pechos de mi madre.
11A
Ti fui entregado
desde mi nacimiento;
desde el vientre de mi madre
Tú eres mi Dios.
12*No
estés lejos de mí,
porque la tribulación está cerca,
porque no hay quien socorra.
13*Me
veo rodeado de muchos toros;
los fuertes de Basan me cercan;
14abren
contra mí sus bocas,
cual león rapaz y rugiente.
15*Soy
como agua derramada,
todos mis huesos se han descoyuntado;
mi corazón, como cera,
se diluye en mis entrañas.
16Mi
garganta se ha secado como una teja;
mi lengua se pega a mi paladar,
me has reducido al polvo de la muerte.
17*Porque
me han rodeado muchos perros:
una caterva de malvados me encierra;
han perforado mis manos y mis pies;
18puedo
contar todos mis huesos.
Entretanto, ellos miran,
y al verme se alegran.
19*Se
reparten mis vestidos,
y sobre mi túnica echan suertes.
20*Mas
Tú, Yahvé, no estés lejos de mí;
sostén mío, apresúrate a socorrerme.
21Libra
mi alma de la espada,
mi vida del poder del perro.
22*Sálvame
de la boca del león;
de entre las astas de los bisontes escúchame.
23*Anunciaré
tu Nombre a mis hermanos,
y proclamaré tu alabanza
en medio de la asamblea.
24Los
que teméis a Yahvé alabadle,
glorificadle, vosotros todos, linaje de Israel.
25Pues
no despreció ni desatendió
la miseria del miserable;
no escondió de él su rostro,
y cuando imploró su auxilio, le escuchó.
26*Para
Ti será mi alabanza en la gran asamblea,
cumpliré mis votos
en presencia de los que te temen.
27*Los
pobres comerán y se hartarán,
alabarán a Yahvé los que le buscan.
Sus corazones vivirán para siempre.
28*Recordándolo,
volverán a Yahvé
todos los confines de la tierra;
y todas las naciones de los gentiles
se postrarán ante su faz.
29*Porque
de Yahvé es el reino,
y Él mismo gobernará a las naciones.
30*A
Él solo adorarán
todos los que duermen
bajo la tierra;
ante Él se encorvará
todo el que desciende al polvo,
y no tiene ya vida en sí.
31*Mi
descendencia le servirá a Él
y hablará de Yahvé a la edad venidera.
32*Anunciará
su justicia
a un pueblo que ha de nacer:
“Estas cosas ha hecho Yahvé.”
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1. El título
por el
pronto socorro parecería indicar el
contenido del Salmo. Según otras variantes,
suele decirse que estaba destinado para el
sacrificio matutino o que el título es, como en
otros Salmos, la indicación técnica del modo de
cantarlo, según la tonada de “la cierva
perseguida”. Sobre el carácter profético y
mesiánico de esté Salmo no cabe duda alguna, ya
que Jesús en persona pronunció desde la Cruz las
palabras con que empieza (Mateo 27, 46; Marc.
15, 34) y los Evangelios ven cumplido en su
Pasión el versículo 19 (Mateo 27, 35; Juan 19,
23-24). Es perfecta la consonancia de los
sufrimientos descritos aquí con la historia de
la Pasión del Redentor y el anuncio final de su
triunfo. Compárese todavía el versículo 8 con
Mateo 27, 29-43 y Marcos 15, 29-32; el versículo
9 con Mateo 27, 43; el versículo 16 con Juan 19,
28; el versículo 17 con Mateo 27, 31. San
Agustín dice que “la Pasión de Cristo aparece
luminosa como en un Evangelio en este Salmo que
más parece una historia que un vaticinio”.
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2 ss. El segundo hemistiquio es texto incierto.
Preferimos conservar el de los LXX y de la
Vulgata, que coincide con el sentido del
versículo 7 según el cual el Mesías toma sobre
sí nuestros pecados llamándolos Suyos.
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3. Y no te
cuidas de mí: así también Zorell. Según
otros: Y no hay descanso para mí.
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4 ss. Tú
estás, etc.: Es decir, no es que estés
ausente o no me oigas. Si no me atiendes como
atiendes a los otros (versículo 5 s.) es porque
yo no lo merezco.
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7 ss. Este pasaje, paralelo de Isaías 53, 1-9,
nos muestra el aspecto más hondo de los dolores
de Jesús, el abismo infinito de la abyección que
quiso tomar en favor nuestro. “Se hizo pecado”,
según la voluntad del Padre (II Corintios 5, 21)
y, al hacerlo, revistiéndose de nuestra
inmundicia para que fuésemos partícipes de su
santidad, mereció y afrontó el repudio de ese
Padre que tenía en Él todas sus complacencias.
Él mismo nos hizo saber que su Padre lo había
abandonado, y aquí justifica ese abandono
diciendo que así debe ser tratado Él a causa de
sus pecados, que son los nuestros (cf. Salmo 68,
6; Ezequiel 4, 4 ss. y notas). Si meditamos
esto, creeremos mejor en el amor con que somos
amados y comprenderemos algo de la Pasión del
alma de Cristo y de su sudor de sangre en
Getsemaní, cuando vio que todo se perdería para
aquellos que se empeñasen en rechazar su
amistad. Porque si a tanto precio nos adquiere
en la Cruz, es “para que le permitamos ser
nuestro amigo”.
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9. Cf. Mateo 27, 41-43.
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12. ¿Puede haber una lección tan indeciblemente
penetrante como esta actitud indefensa, de
infantil debilidad, que Él nos muestra aquí
delante del Padre? Cf. Salmo 68, 21 y nota.
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13 s. “Los
fuertes toros” y el león representan la
ferocidad y saña de los enemigos, y de aquel
populacho que el Viernes Santo, movido por los
pontífices, bramó: ¡Crucifícale! ¡Crucifícale!
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15 ss. Es la descripción viva de la Pasión del
Salvador: sus fuerzas se agotan; son
desarticulados todos sus huesos (Juan 19, 36),
su vida se deshace como la cera y el corazón
deja de latir. Son nuestros pecados los que lo
impelieron a entregarse por nosotros a los
verdugos: tal es el significado de la frase con
que lo retrató el Bautista: el Cordero de Dios
que lleva los pecados del mundo (Juan 1, 29;
véase Levítico 16, 8). Pero consolémonos
sabiendo que un día el Cordero triunfará también
como León de Judá (cf. versículo 29 ss.;
Apocalipsis 5, 5), y digámosle desde ahora, con
la Liturgia: ¡Ven, oh Rey, ven, Señor Jesús!
(Lucas 19, 38; Apocalipsis 22, 20).
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17. Imagen tomada del Oriente, donde los perros
y buitres comen los cadáveres de los animales no
enterrados. Tan consumida está la vida del Señor
que los perros ya lo rodean para lanzarse sobre
su cadáver.
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19. La coincidencia de esta profecía con la
historia no puede ser más exacta. Véase Juan 19,
23 s.
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20. A esto aludiría el título del Salmo:
Por el
pronto socorro.
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22.
Escúchame: Algunos vierten:
me has
escuchado. Terminaría así la súplica de
Jesús con una certeza de triunfo que lo llevaría
a formular en el versículo 23 la promesa que
cumplirá apenas resucitado, enviando a Magdalena
a encontrar
a mis
hermanos y anunciarles que Dios es “mi Padre
y vuestro Padre, mi Dios y vuestro Dios” (Juan
20, 17).
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23 ss. En esta segunda parte del Salmo, se
describe el fruto de la Pasión (23-32): I. Él
pueblo de Israel dará gracias a Dios y lo
alabará por la redención concedida (23-27); II.
Todas las naciones adorarán al verdadero Dios
(28-30); III. El Mesías mismo vivirá y anunciará
la gloria de Dios (31-32) (Salterio Romano). Los
dos versículos siguientes contienen la alabanza
anunciada en el 23. “Ya habéis oído, dice San
Agustín, cuánto padeció y cuánto rogó...
Escuchad ahora por qué padeció tanto:
“Anunciaré tu Nombre a mis hermanos” (cf. Hebreos 2, 12). El mismo
Jesús nos enseña esto en su Oración al Padre,
diciendo que Él se sacrifica para que sus
discípulos seamos verdaderamente santificados
por la verdad del Evangelio (Juan 17, 17) y que
ha consumado su obra dándonos a conocer al Padre
(ibíd. versículo 4 y 6), porque en ese
conocimiento consiste la vida eterna (ibíd. 3).
Por lo cual dará a conocer más y más ese Nombre
paternal de Dios, es decir, ese amor paterno con
que nos mira, a fin de que, creyendo en ese
amor, que es el Espíritu Santo, lo recibamos en
toda su plenitud, (ibíd. 26) y lleguemos a ser
uno con Jesús y con el Padre (ibíd. 11, 21, 22)
“hasta consumarnos en la unidad” (ibíd. 24).
Los que
teméis a Yahvé: ¿Cómo temerle, siendo Él tan
bueno? Es que no se trata del miedo servil sino
del santo temor filial, que nace del amor y
temblaría ante la idea de ofender o disgustar a
un Padre que no vaciló en darnos su Hijo (véase
Salmo 110, 10 y nota).
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26. Mi
alabanza: La ofrecida en el versículo 23.
Nótese que es el Mesías quien habla.
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27. Se
hartarán: Alude a la Ley mosaica según la
cual, en los sacrificios que se hacían en acción
de gracias, el oferente distribuía una parte de
la víctima a los pobres, celebrando con ellos un
banquete.
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28 ss. Como en Salmo 68, 11-37 y en Isaías 53,
10-12, después de anunciar claramente la Pasión
que para redimirnos habría de padecer el Verbo
hecho Hombre, se predicen aquí sus glorias
posteriores. (I Pedro 1, 11), o sea su triunfo
universal en la tierra con la conversión de
Israel (Salmo 121, 4; Romanos 11, 25 ss.) y
también de todas las naciones gentiles (Salmo
101, 16 s.), previa la derrota del Anticristo
(Apocalipsis 19, 11 ss.), y el encierro de
Satanás (Apocalipsis 20, 1-3) tal como pedimos
cada día al fin de la Misa al rogar “por la
libertad y exaltación” de la santa Iglesia y
para que el Arcángel San Miguel reduzca al
abismo “a Satanás y los otros espíritus malignos
que andan por el mundo”. Esta es la época en que
habrá, dice Santo Tomás, doble motivo de gozo, y
que todas las creaturas esperan, según San
Pablo, como en dolores de parto (Romanos 8,
19-22). Lejano parece tanto gozo en nuestros
aciagos días, pero mayor es el motivo para
esperarlo si puede servirnos de consuelo al
presente: “No es Dios como el hombre para que
mienta… ni mude... Habiendo hablado ¿no cumplirá
su palabra? (Números 23, 19). No podrá, pues,
impedirlo la tristeza de este siglo malo
(Gálatas 1, 4) en que Cristo anunció persecución
a sus discípulos (Juan 15, 18 ss.; 16, 1 ss.) y
enseñó que la cizaña estará mezclada con el
trigo (Mateo 13, 24 s.).
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29. Cf. Salmos 2; 46; 71; 95-98; 109. etc.
*
30. No sólo los vivos sino también los muertos y
las generaciones aún por nacer (versículo 31 s.)
reconocerán y adorarán al verdadero Dios. Cf. I
Pedro 3, 19 (Vaccari).
*
31. Cf. Salmo 44, 18 y nota.
*
32. Cf. Salmos 47, 14; 101, 19.
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