Salmo 146 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Dios bendice al que cree en su bondad
1*¡Hallelú
Yah!
Alabad a Yahvé porque es bueno;
salmodiad al Dios nuestro
porque es amable;
bien le está a Él la alabanza.
2*Es
Yahvé quien reconstruye a Jerusalén,
y congrega a los dispersos de Israel;
3*Él
quien sana a los de corazón llagado,
y venda sus heridas;
4Él
quien fija el número de las estrellas,
y a cada una llama por su nombre.
5*Grande
es nuestro Señor,
poderoso en fuerza;
y su sabiduría no tiene medida.
6Yahvé
levanta a los humildes,
y abaja hasta la tierra a los impíos.
7Ensalzad
a Yahvé con acciones de gracias,
cantad al son de la cítara
salmos a nuestro Dios,
8que
cubre el cielo de nubes,
y prepara la lluvia para la tierra;
que en los montes hace brotar hierba,
y plantas para servir al hombre;
9*que
da su alimento a los ganados,
y a las crías de los cuervos que pían.
10*Él
no se deleita en el vigor del caballo,
ni le agradan los músculos del hombre.
11*La
complacencia de Yahvé
está en los que le temen,
los que se fían en su bondad.
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1. Este cántico que el nuevo Salterio Romano
titula “Alabanzas de Dios poderoso y sabio
restaurador de Israel” es, según el hebreo, un
solo Salmo con el siguiente (cf. Salmo 147, 1 y
nota). El Salterio Romano mantiene, como las
versiones, la separación de dos, pero numerando
corridamente los versículos como en un solo
poema.
“Porque es bueno… porque es amable”: Muchos
corrigen el hebreo por razones métricas o
prefieren otras versiones que dicen: “porque es
bueno cantarle himnos”. Como oración actual
preferimos el hebreo (así también el Salterio
Romano, y otros) por su coincidencia con Salmo
135, 1 ss. La alabanza de Dios por excedencia es
la que se funda en su bondad y amabilidad y
equivale al anhelo expresado en el Padrenuestro:
Santificado sea tu Nombre (Lucas 11, 2) y en el
Magníficat: Santo es su nombre (Lucas 1, 49). Lo
que se nos pide es ante todo la alabanza en
espíritu y en verdad (Juan 4, 23 s.), como
enseña Jesús en Mateo 6, 5 s.; 15, 8, etc., y el
canto de los Salmos “en nuestros corazones”
(Colosenses 3, 16). Sin embargo debe observarse
que la intención del Salmo tiene un carácter
triunfal que señalan todos los expositores (cf.
versículo 2 y nota) y que parece más propio de
los Salmos proféticos (cf. Salmo 147, 2 s.) que
de la precaria situación postexílica (cf. Salmo
84, 1 y nota).
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2. “Alusión manifiesta a la restauración de
Jerusalén y a la vuelta de los israelitas del
destierro” (Páramo). Gramática señala el
paralelismo con Salmos 50, 20; 101, 17 y con
Deuteronomio 30, 3; Isaías 11, 12; 27, 13; 56, 8
y Ezequiel 39, 28. Puede verse asimismo Salmo
68, 36; Ezequiel 36, 28 ss.
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3 ss. El salmista alaba en Dios primeramente la
bondad (cf. Isaías 61, 1); después (versículo 4
s.) el poder y la sabiduría (cf. Génesis 15, 5;
Isaías 40, 26; Bar. 3, 35), y finalmente
(versículo 6) la justicia de su juicio (cf.
Salmos 71, 2ss.; 145, 7 y nota; Isaías 61, 2ss.;
Lucas 1, 51-55).
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5. No
tiene medida: San Agustín, contra las
pretensiones analíticas, harto humanas, de la
gnosis que reforma a su medida el misterio de
Dios (I Corintios 2, 7), poniéndole y quitándole
según parezca razonable con arreglo a nuestra
naturaleza (Colosenses 2, 8), exclama: “Callen
las voces humanas; sosiegue el humano
pensamiento; no sondees lo incomprensible para
comprenderlo sino para participar de él.” Es que
“ante el misterio de Dios se desvanece, tanto el
intelectualismo filosófico de la razón como el
sentimentalismo romántico de la fantasía, que
son del hombre natural o «psíquico» (I Corintios
2, 14) y sólo sirve el espíritu, que es del
orden sobrenatural (I Corintios 2, 10). San
Pablo enseña que podemos llegar a saber separar
lo que es del «alma» y lo que es del «espíritu»
—suma aspiración de todo esfuerzo
psicoanalítico— mediante la eficacia de la
Palabra de Dios, porque sólo ella, que es «viva
y eficaz», penetra en nuestro ser más hondamente
«que cualquier espada de dos filos»” (Hebreos 4,
12). Cf. Salmos 91, 6; 147, 9 y notas;
Eclesiástico 24, 23 ss.; II Juan 9.
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9. Cf. Salmos 83, 4; 103, 27 ss.; 144, 15 s.;
Job 38, 41; Mateo 6, 26, etc. Lejos de olvidarse
de lo pequeño, como los hombres, Dios parece
ostentar la más sorprendente predilección hacia
todo lo que es tenido por insignificante (cf.
Salmo 112, 6 ss.). Y lo mismo se dice de la
sabiduría (Proverbios 9, 4). Es ésta ciertamente
una de las cosas que nos hacen a Dios más
incomprensible y paradójico a nuestra vista
mientras no lleguemos, por un contacto
permanente con el Evangelio, a aprender el total
menosprecio de los “valores” mundanos. Jesús lo
proclama de un modo llamativo en Lucas 16, 15,
el texto que ha sido llamado “tumba del
humanismo”. Conclusión: que Él es inefablemente
bondadoso con nuestras miserias, implacablemente
riguroso con la menor suficiencia por parte del
hombre. Cf. Salmo 144, 19; Juan 2, 24 y notas.
“¡Feliz de usted que es miserable y se siente
miserable! Si fuera «virtuoso» o «importante» no
sería elegido del Dios de la compasión. La
cuestión es aprender a no sorprendernos en
nuestro amor propio al encontrarnos miserables.
Eso se aprende en la Escritura, pues ella nos
enseña que todos lo somos, con la diferencia de
que muchos no lo confiesan por soberbia y otros
no lo saben por falta de conocimiento de la
Revelación” (de una carta de dirección
espiritual).
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10. Consecuente con lo que dejamos dicho, se nos
muestra aquí la misma doctrina aun en materia
física, tanto con respecto a las tropas y
pertrechos (cf. Salmo 32, 16 s.; Jueces 7, 1
ss.; I Macabeos 3, 18 s., etcétera) cuanto a la
fuerza atlética del hombre, que en los tiempos
de paganismo se cultiva como un fin más que como
un medio, abusando de la gimnasia corporal (cf.
I Macabeos 1, 15; II Macabeos 4, 9), cuyo
exceso, en vez de prolongar la vida, la ha
truncado no pocas veces por accidentes o
enfermedades del corazón. San Pablo pone
admirablemente en su punto el ejercicio
corporal, diciendo que es útil para poco, en
tanto que la piedad es útil para todo, pues
tiene también la promesa de esta vida además de
la eterna (I Timoteo 4, 8). Cf. Mateo 6. 33.
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11. Los
que le temen… se fían en su bondad: Como en
Salmo 129, 4 vemos aquí que, lejos del miedo que
aparta del amor (I Juan 4, 18), se trata de esa
admirativa opinión sobre la bondad de Dios
(Salmo 145, 6 ss. y nota), en lo cual consiste
la sabiduría (Sabiduría 1, 1 ss.) En este
versículo, que tanto contrasta con lo precedente
y que no nos muestra como ideal lo gigantesco,
según solemos creer, sino la infancia espiritual
(cf. Salmo 130), se nos da una doctrina
hondísima y no una vaguedad sentimental (cf.
Mateo 18, 3 s.). En toda la divina Escritura,
junto con el concepto de que Dios es Padre
(Salmo 102, 13s.), el mismo Dios nos revela
constantemente la básica importancia que para Él
tiene la confianza que ponemos en Él. Sin este
conocimiento espiritual de Dios en vano
buscaríamos alimentar nuestra fe con
especulaciones acerca de una realidad que es
eminentemente sobrenatural y está por encima de
toda ciencia. Cf. Isaías 55, 8 ss.; Salmo 32, 22
y nota; Marcos 9, 22; Gálatas 1, 1 ss., etc.).
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