Habacuc |
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El
libro de Habacuc
no da detalles sobre la vida del profeta. Nada sabemos de su
vida salvo el retrato psicológico que él mismo nos pinta en
los tres capítulos de su Libro. Habacuc se muestra dominado
por ciertas dudas respecto al porvenir de su pueblo y al
reino de Dios, mas su confianza y su fe son mayores aún. Él
es el justo “que vive de la fe” según esta profundísima
sentencia que él nos dejó y que San Pablo cita tres veces.
Cf. 2, 4 y los últimos versículos del capítulo 3.
Habacuc profetizó antes de la invasión de Judá por los
caldeos (605) puesto que tal calamidad es objeto de su
vaticinio, después de la cual Habacuc predice la ruina de
Babilonia, como predijo Nahúm la de Nínive, ambos crueles
enemigos del pueblo y del reino de Dios. La identidad de su
persona con aquel Habacuc que se menciona en el libro de
Daniel (Daniel 14, 32), no es probable por razones
cronológicas, pues este último aparece unos cien años
después.
El
Libro comienza con un diálogo entre Dios y el profeta sobre
el castigo de Judá, se dirige luego contra los babilonios y
termina con un magnífico y célebre cántico (capítulo 3), que
ha sido recogido en varias partes por la Liturgia y que por
la riqueza de su estilo denota, como Miqueas y Joel, la edad
de oro de la lengua hebrea. En él, Habacuc, que es el
profeta de la fe, expresa la segura esperanza en la
salvación que viene de Dios y la destrucción de los enemigos
de su pueblo.
El
martirologio romano conmemora a Habacuc el 15 de enero.
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