Baruc |
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Baruc
En el canon se agrega a las Lamentaciones el pequeño
y bellísimo libro de Baruc, en hebreo “Bendito”,
cuyo texto original se ha perdido, pero que nos ha
llegado en la versión griega de los Setenta, cuyos
autores, judíos, lo admitían por lo tanto, como
auténtico y canónico.
Tras una breve introducción histórica (1, 1-14) trae
esta profecía la confesión de los pecados del pueblo
desterrado que implora la misericordia de Dios (1,
15-3, 18), y termina con amonestaciones y palabras
de consuelo (3, 9-5, 9). Se añade como capítulo
sexto una carta del profeta Jeremías (6, 1-12) en
que éste condena con notable elocuencia la idolatría
y el materialismo en el culto.
No hay duda de que el autor es aquel Baruc que
conocemos como amanuense de Jeremías quien le dictó
sus profecías y luego, hallándose preso, le encargó
las leyera delante el pueblo, como lo hizo también
más tarde ante los príncipes (Jeremías, capítulo
36).
Después de la caída de Jerusalén Baruc acompañó a
Jeremías a Egipto (Jeremías 43); más tarde, en 582,
lo encontramos en Babilonia entre los israelitas
cautivos, a los cuales en presencia del rey Jeconías
leyó su libro (Baruc 1, 3). Regresó a Jerusalén con
una suma de dinero y vasos destinados para el culto
del Templo.
La autoridad canónica del libro que algunos
intentaron negar, está asegurada por la Tradición y
por la solemne decisión del Concilio Tridentino.
El texto hebreo se ha perdido. Por eso seguimos la
Vulgata.
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