Baruc |
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El camino de los mandamientos
1*Éste
es el libro de los mandamientos de Dios,
y la Ley que permanece eternamente.
Todos los que la guardan, llegarán a la vida;
mas los que la abandonan, a la muerte.
2*Conviértete,
Jacob, y tenla asida;
camina al resplandor de su luz.
3No des tu gloria a otro,
ni tu dignidad a una nación extraña.
4*Dichosos
somos nosotros, los de Israel,
porque sabemos lo que agrada a Dios.
Palabras de consuelo
5Ten buen ánimo, oh pueblo
de Dios,
memorial de Israel.
6Fuisteis vendidos a las
naciones,
mas no para ruina.
Por haber provocado la indignación de Dios,
por eso fuisteis entregados a los enemigos.
7Pues irritasteis a Aquel
que os creó, al Dios eterno,
ofreciendo sacrificios a los demonios en lugar de
Dios.
8Olvidasteis al Dios,
vuestro Creador,
y contristasteis a Jerusalén, vuestra nodriza.
9Porque ella vio venir sobre
vosotros la ira de Dios,
y dijo: “Escuchad, vecinas de Sión;
Dios me ha enviado una aflicción grande;
10pues
he visto la cautividad de mis hijos y de mis hijas,
que hizo venir sobre ellas el Eterno.
11Yo
los he criado con gozo,
pero con llanto y con dolor los he despedido.
12*Ninguno
se alegre de mí al verme viuda y desamparada.
Muchos me abandonaron por los pecados de mis hijos,
por cuanto se desviaron de la Ley de Dios;
13y
no conocieron sus preceptos,
ni anduvieron por el camino de los mandamientos de
Dios,
ni siguieron con justicia por las sendas de su
verdad.
14Vengan
las vecinas de Sión,
y consideren la cautividad que el Eterno hizo venir
sobre mis hijos e hijas;
15*porque
trajo sobre ellos una nación remota,
una nación desvergonzada y de otra lengua,
16que
no respeta al anciano, ni se apiada de los niños;
que arranca a la viuda sus queridos, dejándola
desolada y sin hijos.”
17Y
yo, ¿en qué puedo yo ayudaros?
18Aquel
que envió sobre vosotros los males,
Él mismo os librará de las manos de vuestros
enemigos.
19Andad,
hijos míos, andad;
yo me quedo solitaria.
20Me
quité el vestido de alegría,
y me vestí del saco de rogativa,
y clamaré al Altísimo todos los días de mi vida.
Soportad con paciencia el castigo
21Tened
buen ánimo, hijos míos, clamad al Señor,
y Él os librará del poder y de las manos de los
príncipes enemigos;
22*que
yo espero del Eterno vuestra salud;
pues el Santo me ha consolado
por la misericordia que os vendrá de parte del
Eterno,
Salvador nuestro.
23Pues
con lágrimas y sollozos os dejé ir;
mas el Señor os devolverá otra vez a mí
con gozo y alegría duradera.
24Porque
al modo que las vecinas de Sión
vieron cómo fuisteis llevados al cautiverio,
así verán muy presto vuestra salud que de Dios
vendrá sobre vosotros
con grande gloria y resplandor eterno.
25Hijos
míos, soportad con paciencia
la ira de Dios que ha descargado sobre vosotros.
En breve verás la ruina de tu enemigo
que te persiguió, y pondrás tu pie sobre su cerviz.
26Mis
delicados
(hijos) anduvieron por caminos ásperos;
porque han sido llevados como un rebaño robado por
el enemigo.
27Tened
confianza, hijos míos, y clamad al Señor;
pues Aquel que os transportó, se acordará de
vosotros.
28*Porque
así como por vuestra voluntad os descarriasteis de
Dios,
así al convertiros de nuevo le buscaréis
con una voluntad diez veces mayor.
29Pues
Aquel que os envió estos males,
Él mismo traerá un gozo sempiterno con la salud que
os dará.
30*Ten
confianza, oh Jerusalén,
pues te consuela Aquel que te dio el nombre.
31Perecerán
los malos que te han maltratado;
serán castigados los que se alegraron en tu ruina.
32Castigadas
serán las ciudades a las cuales han servido tus
hijos,
y aquella que recibió a tus hijos.
33Pues
como ella se alegró en tu ruina,
y saltó de gozo por tu caída,
así se verá angustiada en su desolación.
34Yo
pondré fin al alborozo de su muchedumbre,
y su jactancia se convertirá en llanto.
35*Porque
el Eterno enviará fuego sobre ella
por largos días,
y será habitada por demonios durante mucho tiempo.
36Mira,
oh Jerusalén, hacia el oriente y contempla
el gozo que Dios te envía.
37*He
aquí que vuelven tus hijos que tú enviaste
dispersos,
vienen desde el oriente hasta el occidente,
reunidos por la palabra del Santo, gozándose en la
gloria de Dios.
*
1.
Éste es el libro etc. Se refiere a la
Ley. Y, especialmente, a la Sabiduría, de la
cual trata el capítulo 3. Notable texto que
es un ardiente llamado a que estudien la
divina Escritura cuantos aspiran a ser
sabios. Véase Eclesiástico 39, 1 y nota.
*
2. A este elogio de la Ley de Dios podrían
añadirse otros muchos pasajes semejantes, p.
ej. Salmo 118, 105, por lo cual el IV
Concilio de Constantinopla dispone que el
Santo Evangelio que nos trae estas luces,
debe venerarse lo mismo que la Cruz y la
Imagen de Cristo. “Siempre ve claro en su
camino, vaya por donde quiera, el que tiene
por antorcha la Ley de Dios” (San Ambrosio).
*
4. ¡Saber lo que agrada a Dios! Sobre esta
altísima bienaventuranza véase Eclesiástico
1, 34; 2, 19; 4, 15 y notas.
*
12 s. Dios distingue entre los malos hijos y
su Jerusalén que sigue siendo su amada. Así
también la Iglesia subsistirá santa aunque
muchos prevariquen y renieguen de ella.
*
15. Alusión a los babilonios que hablaban el
idioma arameo (caldeo).
*
22. El
Santo: sinónimo de Dios. Aquí puede
referirse también al Mesías; pues algunos de
los versículos siguientes suenan como
vaticinios mesiánicos (versículos 24 y 29).
Me ha
consolado: En todo este capítulo
prevalece la esperanza sobre el miedo, y
predomina la confianza en el auxilio divino.
Jerusalén espera en el Señor, el Señor será
su Libertador y protector; no será
confundida (Salmo 24, 20; 25, 1; 30, 25; 55,
5; 60, 4, etc.). La esperanza la hace sufrir
con paciencia todas las humillaciones y la
conforta en todas las aflicciones. “Sólo la
esperanza, Señor, obtiene misericordia ante
Ti, dice San Bernardo, y es sólo en el vaso
de la esperanza en que pones el bálsamo de
tu misericordia” (Sermón III, sobre la
Anunciación). Cf. Jeremías 17, 17 y nota.
*
28. Esta profecía se refiere en primer lugar
al regreso del cautiverio; en segundo, a la
conversión definitiva del pueblo judío.
Véase Deuteronomio 4, 30 y nota. San Juan
contiene igual profecía (19, 37),
transcribiendo la de Zacarías 12, 10. Cf.
Apocalipsis 1, 7.
*
30. El
nombre: El nombre de
Jerusalén (Urusalim
en la forma más antigua) significa “Ciudad
de Paz”. Dios dará a este nombre su pleno
sentido, de modo que Jerusalén tiene sobrado
motivo para consolarse (véase Salmo 121 y
notas).
*
35. Véase Isaías 13, 21; 34, 14; Jeremías
50, 39.
*
37.
Reunidos por la palabra del Santo: “Esto
en sentido alegórico se cumplió, cuando de
todas partes del mundo concurrieron las
naciones a abrazar la fe de Cristo e
incorporarse en el seno saludable de su
Iglesia” (Scío).
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