I Macabeos |
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Introducción
Los dos Libros de
los Macabeos son los últimos del Antiguo Testamento,
cronológicamente posteriores a los de Esdras y Nehemías,
que señalan el retorno de Babilonia. Han recibido su
nombre del tercer hijo del sacerdote Matatías: Judas, a
quien por su valentía fue dado el sobrenombre de
“Makkébet” (martillo). Ese apodo pasó a los hermanos de
Judas y a toda su familia que antiguamente se llamaba de
los Hasmoneos, por Hasmonai, bisabuelo de Matatías.
La canonicidad de los dos libros es atestiguada por
muchos Padres, como Clemente Alejandrino, Orígenes, San
Cipriano, San Hilario, San Ambrosio, San Agustín, San
Crisóstomo, y por los Concilios de Hipona (393) y
Cartago (391). San Jerónimo, sin embargo, no los tradujo
al latín, “acaso porque dudaba de su autenticidad”
(Bardenhewer). El Concilio de Trento terminó con las
dudas sobre su carácter canónico, incorporándolos ambos
definitivamente al canon de las Escrituras sagradas.
El primer Libro empieza describiendo la situación
política y religiosa de Palestina a raíz de la
persecución de Antíoco IV Epífanes (175-164); relata
después la resistencia de Matatías, de estirpe
sacerdotal, su celo por la Ley, y su muerte (caps. 1-2).
Matatías es la encarnación del sentimiento religioso y
patriótico, el cual supo infundir a sus hijos y a un
pequeño núcleo de su pueblo, que no rehusaba ningún
sacrificio para obtener la victoria. A estos dos
primeros capítulos se agrega la historia de los hijos de
Matatías, sus batallas, victorias y proezas: Judas
Macabeo (3,1-9, 22), Jonatás (9, 23-12, 53) y Simón
(caps. 13-16).
El segundo Libro trae primero dos cartas de los judíos
de Palestina a los de Egipto, que tratan de la fiesta de
la Dedicación del Templo. En el Prólogo, subsiguiente a
esas cartas, el autor da noticias acerca de la
composición del libro, el cual se presenta como
compendio de los cinco libros de Jasón de- Cirene (caps.
1-2). La primera parte trae el castigo de Heliodoro, la
historia de los Sumos Sacerdotes Onías, Jasón y Menelao,
el martirio de Eleázaro y de la madre de los llamados
Macabeos con sus siete hijos (caps. 3-1). El resto del
libro está dedicado exclusivamente a Judas Macabeo, cuya
historia se narra hasta la victoria sobre Nicanor (caps.
8-15).
En cuanto a la composición se cree que el primer libro
fue escrito por un autor palestinense en idioma hebreo,
alrededor del año 100 a. C. y traducido poco después al
griego. San Jerónimo vio todavía el texto hebreo. El
segundo libro, empero, se escribió en griego como
fácilmente se prueba por el estilo. Su composición es
anterior a la del primero, y ha de fijarse poco después
del año 160 a. C. Por eso no alcanza a referir las
hazañas de Jonatás ni las de Simón que se narran en el
primer libro.
El fin y objeto de los dos libros no es solamente dar
una exposición histórica de las guerras contra los más
poderosos opresores de Israel, sino también, y más aún,
poner de relieve las tremendas pruebas que sufrió el
pueblo escogido por querer imitar a los paganos, y
destacar el auxilio de la divina Providencia en aquella
lucha de vida o muerte, que humanamente hablando, habría
debido tener por consecuencia la aniquilación del
pequeño pueblo judío. Si esto no sucedió, si el curso de
la historia tomó un rumbo contrario a toda expectación
humana, estamos autorizados y obligados a atribuirlo a
la intervención del Altísimo, que una vez más se mostró
benigno para con su pueblo, del cual poco después había
de nacer el Mesías.
El segundo libro acentúa más él carácter edificante y
confortante de los acontecimientos históricos,
exhortando a la celebración de las fiestas, a la
reverencia al Templo, a la constancia en la persecución,
a la fe en la resurrección y a la esperanza en la eterna
recompensa.
En la cronología siguen los dos libros la era de los
Seléucidas, cuyo comienzo es el mes de Tischri del año
312 a. C.
Faltando el texto hebreo seguimos, con leves cambios, la
versión publicada en nuestra edición de la Vulgata.
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