EVANGELIO DE N. S. JESUCRISTO SEGÚN SAN JUAN |
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Nota introductoria
San Juan, natural de
Betsaida de Galilea, fue hermano de Santiago el
Mayor, hijos ambos de Zebedeo, y de Salomé, hermana
de la Virgen Santísima. Siendo primeramente
discípulo de San Juan Bautista y buscando con todo
corazón el reino de Dios, siguió después a Jesús, y
llegó a ser pronto su discípulo predilecto. Desde la
Cruz, el Señor le confió su Santísima Madre, de la
cual Juan, en adelante, cuidó como de la propia.
Juan era aquel discípulo
“al cual Jesús amaba” y que en la última Cena estaba
“recostado sobre el pecho de Jesús” (Jn. 13, 23),
como amigo de su corazón y testigo íntimo de su amor
y de sus penas.
Después de la Resurrección
se quedó Juan en Jerusalén como una de las “columnas
de la Iglesia” (Ga. 2, 9), y más tarde se trasladó a
Éfeso del Asia Menor. Desterrado por el emperador
Domiciano (81-95) a la isla de Patmos, escribió allí
el Apocalipsis. A la muerte del tirano pudo regresar
a Éfeso, ignorándose la fecha y todo detalle de su
muerte
(cf. Jn. 21, 23 y nota).
Además del Apocalipsis y
tres Epístolas, compuso a fines del primer siglo, es
decir, unos 30 años después de los Sinópticos y de
la caída del Templo, este Evangelio, que tiene por
objeto robustecer la fe en la mesianidad y divinidad
de Jesucristo, a la par que sirve para completar los
Evangelios anteriores, principalmente desde el punto
de vista espiritual, pues ha sido llamado el
Evangelista del amor.
Su lenguaje es de lo más
alto que nos ha legado la Escritura Sagrada, como ya
lo muestra el prólogo, que, por la sublimidad
sobrenatural de su asunto, no tiene semejante en la
literatura de la humanidad.
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