JUAN 13 |
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III. PLÁTICAS DE
DESPEDIDA
(13, 1 - 17,
26)
Jesús lava los pies a sus
discípulos.
1
Antes de la
fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado
su hora para que pasase de este mundo al Padre, como
amaba a los suyos, los que estaban en el mundo, los
amó hasta el fin*.
2
Y mientras cenaban, cuando el diablo había ya puesto
en el corazón de Judas, el Iscariote, hijo de Simón,
el entregarlo,
3
sabiendo que su Padre todo se lo había dado a Él en
las manos, que había venido de Dios y que a Dios
volvía*,
4
se levantó de la mesa, se quitó sus vestidos*,
y se ciñó un lienzo.
5
Luego, habiendo echado agua en un lebrillo, se puso a
lavar los pies de sus discípulos y a enjugarlos con
el lienzo con que estaba ceñido*.
6
Llegando a
Simón Pedro, éste le dijo: “Señor, ¿Tú lavarme a mí
los pies?”
7
Jesús le respondió: “Lo que Yo hago, no puedes
comprenderlo ahora, pero lo comprenderás después”.
8
Pedro le dijo:
“No, jamás me lavarás Tú los pies”. Jesús le
respondió: “Si Yo no te lavo, no tendrás nada de
común conmigo”*.
9
Simón Pedro le dijo: “Entonces, Señor, no solamente
los pies, sino también las manos y la cabeza”.
10
Jesús le dijo:
“Quien está bañado, no necesita lavarse [más que los
pies]*,
porque está todo limpio. Y vosotros estáis limpios,
pero no todos”.
11
Él sabía, en efecto, quién lo iba a entregar; por eso
dijo: “No todos estáis limpios”.
12 Después de lavarles los pies, tomó
sus vestidos, se puso de nuevo a la mesa y les dijo:
“¿Comprendéis lo que os he hecho?
13
Vosotros me decís: «Maestro» y «Señor», y decís bien,
porque lo soy.
14
Si, pues, Yo, el Señor y el Maestro, os
he lavado los pies, vosotros también debéis unos a
otros lavaros los pies*,
15
porque os he
dado el ejemplo, para que hagáis como Yo os he
hecho.
16
En verdad, en
verdad, os digo, no es el siervo más grande que su
Señor ni el enviado mayor que quien lo envía.
17
Sabiendo esto, seréis dichosos al practicarlo.
18
No hablo de vosotros todos; Yo sé a quiénes escogí;
sino para que se cumpla la Escritura: «El que come
mi pan, ha levantado contra Mí su calcañar»*.
19
Desde ahora os lo digo, antes que suceda, a fin de
que, cuando haya sucedido, creáis que soy Yo.
20
En verdad, en
verdad, os digo, quien recibe al que Yo enviare, a
Mí me recibe; y quien me recibe a Mí, recibe al que
me envió”.
Jesús denuncia al traidor.
21
Habiendo dicho esto, Jesús se turbó en su
espíritu y manifestó abiertamente: “En verdad, en
verdad, os digo, uno de vosotros me entregará”.
22
Los discípulos se miraban unos a otros,
no sabiendo de quién hablaba.
23
Uno de sus discípulos, aquel a quien
Jesús amaba*,
estaba recostado a la mesa en el seno de Jesús.
24
Simón Pedro dijo, pues, por señas a ése:
“Di, ¿quién es aquel de quien habla?”
25
Y él,
reclinándose así sobre el pecho de Jesús, le
preguntó: “Señor, ¿quién es?”
26
Jesús le respondió: “Es aquel a quien daré el bocado*,
que voy a mojar”. Y mojando un bocado, lo tomó y se
lo dio a Judas Iscariote, hijo de Simón.
27
Y tras el
bocado, en ese momento, entró en él Satanás. Jesús
le dijo, pues: “Lo que haces, hazlo más pronto”*.
28
Mas ninguno de los que estaban a la mesa entendió a
qué propósito le dijo esto.
29
Como Judas tenía la bolsa, algunos
pensaron que Jesús le decía: “Compra lo que nos hace
falta para la fiesta”, o que diese algo a los
pobres.
30
En seguida que tomó el bocado, salió. Era
de noche.
El mandamiento nuevo.
31
Cuando hubo salido, dijo Jesús: “Ahora el
Hijo del hombre ha sido glorificado, y Dios
glorificado en Él*.
32
Si Dios ha sido
glorificado en Él, Dios también lo glorificará en Sí
mismo, y lo glorificará muy pronto.
33
Hijitos míos, ya no estaré sino poco
tiempo con vosotros. Me buscaréis, y, como dije a
los judíos, también lo digo a vosotros ahora:
“Adonde Yo voy, vosotros no podéis venir”.
34
Os doy un mandamiento nuevo: que os améis unos a
otros; para que, así como Yo os he amado, vosotros
también os améis unos a otros*.
35
En esto
reconocerán todos que sois discípulos míos, si
tenéis amor unos para otros”.
Anuncia la negación de Pedro.
36
Simón Pedro le dijo: “Señor, ¿adónde
vas?” Jesús le respondió: “Adonde Yo voy, tú no
puedes seguirme ahora, pero más tarde me seguirás”*.
37
Pedro le dijo: “¿Por qué no puedo seguirte ahora? Yo
daré mi vida por Ti”.
38
Respondió Jesús: “¿Tú darás tu vida por
Mí? En verdad, en verdad, te digo, no cantará el
gallo hasta que tú me hayas negado tres veces”*.
1. El
sentido literal de este v. puede ser doble:
que los amó hasta el extremo (como lo
veremos en lo que hace a continuación), o
que quiso extender a todos los suyos, que
vivirán hasta el fin de los tiempos, el
mismo amor que tenía a aquellos que entonces
estaban en el mundo. Así también lo vemos
formular aquí su Mandamiento nuevo (v. 34),
en el cual se ofrece por modelo del amor que
hemos de tenernos entre nosotros, a fin de
que ese amor Suyo por los hombres perdure
sobre la tierra como si Él mismo se quedara,
puesto que, mediante el Espíritu Santo (Lc.
11, 13), cada uno podrá amar a su hermano
con el mismo amor con que Jesús lo amó. Es,
como vemos, el aspecto inverso del mismo
misterio de caridad que reveló en Mt. 25, 45
al decirnos que Él recibe, como hecho a su
propia Persona, cuanto hacemos por el más
pequeño de sus hermanos.
3. El
Evangelista,
siempre tan sobrio y falto de todo encomio,
parece querer acentuar esta vez la enormidad
indecible que significa esa actitud de
siervo tomada aquí por Jesús (v. 4), no
obstante saber Él muy bien que, como aquí se
expresa, Él era el Príncipe divino, el único
hombre que ha habido y habrá digno de
adoración.
4.
Los vestidos:
plural de generalización. “Jesús no se quitó
sin duda más que el manto” (Joüon).
5. Algunos
piensan
aquí en una purificación de los apóstoles,
pero Jesús explica en los vv. 12 ss. el
significado y el propósito ejemplarizador de
este acto de su inefable humildad y caridad
fraterna, “más para (ser)
meditado que para expresado”, escribe S.
Agustín. En el v. 10 les dice que ya estaban
limpios, y el lavar los pies no era un acto
de purificación de la conciencia sino un
servicio de esclavo, que aquí es muestra de
amor (cf. v. 1), tanto más especial cuanto
que no se trata de visitantes recién
llegados (cf. Lc. 7, 44). ¡También a Judas
le lavó los pies! La idea de purificación
es, pues, como dice Huby, ajena al discurso
de Jesús.
8. Sobre esta
falsa humildad cf. Mt. 5, 8; 16, 23; Lc. 12,
37 y nota. “Para tener comunidad con Jesús
es necesario no tener miedo de
Él. Sin eso
¿cómo nos llamaríamos redimidos por Él?”
10. Las
palabras entre corchetes faltan
en muchos manuscritos. Pirot las suprime
totalmente.
18. Jesús
ofrece
aquí una
nueva prueba de que es el Mesías, mostrando
que va a cumplirse en Él la traición que
David sufrió como figura Suya y que anunció
mil años antes al presentar típicamente a
Judas en la persona de Aquitofel (Sal. 40,
10; 54, 14 y notas). El divino Maestro nos
enseña con esto la triste pero importante
verdad de que no hemos de confiar
imprudentemente ni en el más íntimo amigo,
porque, aunque hoy nos parezca imposible,
bien puede convertirse en el traidor de
mañana.
23.
Aquel a quien
Jesús amaba,
es el mismo
Evangelista, quien por modestia oculta su
nombre (véase 1, 39 y nota).
Recostado quiere decir que Juan, según la costumbre oriental, estaba
echado delante de Jesús, apoyándose sobre el
codo izquierdo, con el pecho vuelto al
Maestro.
26.
El
bocado: no se dice de pan, ni que fuese
mojado en vino, ni puede pensarse que Jesús
daba a Judas la Eucaristía para que la
recibiese sacrílegamente (Scío).
27.
En ese
momento entró en él Satanás:
Juan recalca
el momento preciso, para distinguir esta
posesión diabólica total de Judas del
designio del v. 2, que Satanás “había puesto
en su corazón”. Lucas coloca antes de la
cena pascual esa posesión diabólica y el
pacto con los sacerdotes para entregarles a
Jesús (Lc. 22, 3 ss.), en lo cual coincide
con Mt. 26, 14 ss. y Mc. 14, 10 ss., que
sitúan ese pacto inmediatamente después de
la cena de Simón el leproso. De ahí han
supuesto algunos que esta cena del lavatorio
de pies pudiese ser, como aquella que se le
dio en Betania seis días antes (12, 1; Mt.
26, 6 ss.; Mc. 14, 3 ss.), anterior a la de
Pascua (cf. v. 1). Se observa que falta aquí
toda mención de la Eucaristía, que traen los
tres sinópticos, y de la preparación de la
Cena pascual (Mt. 26, 17 ss.; Mc. 14, 12
ss.; Lc. 22, 7 ss.); que esa fiesta se da
aquí por futura (v. 29); que los discípulos
parecen ignorar aún la culpa de Judas (v.
28), cosa que en la otra Cena se hizo
pública (Mt. 26, 21-25); que la negación de
Pedro (v. 38) no fue anunciada para esa
misma noche (como lo fue en Mt. 26, 34; Mc.
14, 30; Lc. 22, 34); que Judas al salir
ya de
noche (v. 30) no pudo tener tiempo para
convenir la entrega de Jesús esa misma
noche; que los caps. 14 y 15 no aparecen
continuando los anteriores como los caps.
16, 17 y 18; que el himno dicho al final de
la Pascua (Mt. 26, 30) no pudo ser la
oración del cap. 17 sino el Hallel (Sal.
112-117); que ambas Cenas tienen ya cada una
su gran contenido propio e independiente
(cf. v. 5 y nota); y que, en fin, los
sinópticos escribieron cuando aún continuaba
el apostolado sobre Israel, en tanto que
Juan escribió casi treinta años después de
haber rechazado Israel la predicación
apostólica (Hch. 28, 25 ss.) y de la
destrucción de Jerusalén y del Templo que
siguió muy luego; por lo cual pudo Juan
tener algún propósito especial provocado por
esos grandes acontecimientos.
Hazlo más pronto (así también de la Torre). ¡Es la urgencia de Lc.
12, 50 y 22, 15! La invitación parecería
dirigida a Satanás que había entrado en
Judas (cf. Lc. 8, 30) y que al promover la
inmolación del Cordero no pensó por cierto
que servía de instrumento al Redentor. Cf.
v. 31 y nota; Hch. 13, 27; 1 Co. 2, 8.
31
s.
Ahora... ha sido: Los expositores suelen
verse en aprietos para explicarse
literalmente este verbo en tiempo pasado,
que estaría en oposición con toda la
economía de la Escritura, según la cual la
glorificación de Jesús tuvo lugar cuando el
Padre lo sentó a su diestra (cf. 16, 7; Sal.
109, 1 y notas). El evangelista sin embargo
da a entender su pensamiento al poner en
futuro el v. 32 y al señalar que Jesús dijo
esto en el momento en que salió Judas para
consumar su obra. Es como si dijera: “echada
está la suerte. Debo padecer para entrar en
mi gloria (Lc. 24, 26), y ahora tiene
principio de ejecución el proceso que me
llevará a glorificar al Padre y ser
glorificado por Él”.
34. El
mandamiento es “nuevo” en cuanto propone a
los hombres la imitación de la
caridad de
Cristo: amor que se anticipa a las
manifestaciones de amistad; amor compasivo
que perdona y soporta; amor desinteresado y
sin medida (Rm. 13, 10; 1 Co. 13, 4-7).
36.
No puedes
seguirme ahora,
porque no
estás confirmado en la fe, como se verá
luego en sus negaciones. Lo seguirá más
tarde hasta el martirio, cuando haya
recibido el Espíritu Santo. Cf. 21, 19; 2
Pe. 1, 14.
38. En lugar
de anunciar anticipadamente
el bien que nos proponemos hacer, cuidemos
de proveernos de los auxilios sobrenaturales
para poder cumplirlo. “Sin Mí, dice Jesús,
nada podéis hacer” (15, 5). Cf. 1 Co. 3, 5.
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