I
No sin cierta inquietud presenta el autor una nueva versión
de la Biblia, y en vez de congratularse por ello se siente
más bien obligado a justificar el esfuerzo intentado, que
muchos consideraban imposible.
Casi al acaso comenzó esta edición. Después de haber
publicado los cinco tomos de la Biblia Vulgata, el que esto
escribe pensaba descansar de sus tareas de publicista. Fue
enton¬ces cuando una gran editorial argentina, deseando
mostrar su adhesión al IV Congreso Eucarístico Nacional,
quiso ofrecer al público una traducción directa de los
Evangelios según el texto original griego.
Rechazada la demanda por creerla superior a sus fuerzas,
hubo al fin de acceder ante la insistencia de los editores.
En septiembre, de 1944, prologada por Su Em. el Cardenal
Santiago L. Copello, vió la luz la 1ª traducción argentina
de los Evangelios. Víctor Rebuffo iluminó el texto con 186
xilografías.
El Cardenal Primado, en una emotiva ceremonia, bendijo el 4
de octubre del mismo año la edición que se presentaba en
tres tipos distintos, a los que se sumaba un ejemplar único
impreso en pergamino, destinado a S. S. Pío XII.
Muy pronto la Pía Sociedad de San Pablo, en sano afán de
difundir la palabra de Dios, hizo varias ediciones populares
del mismo texto, las que pasaron el medio millón de
ejempla¬res vendidos en toda América. Chile y Venezuela
encargaron y obtuvieron una edición propia. El grano de
mostaza crecía.
El éxito logrado por la bendición de Dios, impulsaba al
autor y a los editores a proseguir la obra emprendida. En el
año 1945 se puso en venta una lujosa edición de los Hechos
de los Apóstoles. Dos años más tarde le siguieron, en dos
tomos, las Cartas de San Pablo. Ambos libros tuvieron
también sus ediciones populares.
En el año 1948, la casa editora Desclée, de Brouwer y Cía.
publicaba la traducción íntegra del Nuevo Testamento.
Esta edición, aparte de la más favorable acogida, le valió
al traductor el título de Doctor honoris causa, conferido
por la Facultad Teológica de la Universidad de Míinster
(Alemania).
Quedaba concluida así, la primera parte de la obra
emprendida. Maduraba entretanto la segunda, a saber, la
traducción del Antiguo Testamento según el texto hebreo.
Fueron primicias de éste trabajo, los Salmos publicados en
1949 por la misma casa editora Desclée, de Brouwer y Cía.
Llega ahora el momento de entregar al público esta flamante
traducción del Antiguo Tes¬tamento. De este modo la nueva
versión se presenta en cuatro tomos, a los que se agregará
un quinto, conteniendo una Concordancia actualmente en
preparación, y un sexto com¬prendiendo un Atlas Bíblico.
Tal es, en brevísimos rasgos, el origen y el desarrollo de
esta traducción. Siete años de ímproba labor, llenadas todas
las horas con persistente trabajo. Siete años son pocos si
se considera la magnitud de la obra. Pero son muchos para
quien tiene que realizarla.
II
CARACTERÍSTICAS DE LA NUEVA VERSIÓN
1) Si no andamos equivocados, es ésta la primera versión
católica americana, hecha sobre los textos primitivos. Hasta
el presente, dentro del campo católico, América no ha
conocido la impresión de una Biblia traducida a base del
texto original. Verdad es que los cató¬licos de Estados
Unidos han comenzado a traducirla y es de esperar que en
pocos años poseerán su traducción de la Biblia, mas el caso
es que apenas se encuentran en los comienzos.
En Sudamérica el panorama bíblico presenta un aspecto
desconocido quizá por los escriturístas europeos y por
muchos de los mismos autores americanos. Nos referimos a la
Biblia castellana, traducida por el Pbro. Guillermo
Jünemann, sacerdote de la Arquidiócesis de Con¬cepción
(Chile). Jünemann, excelente conocedor de la lengua griega y
formado en la escuela de San Crisóstomo, cuyos escritos eran
su lectura predilecta, pudo atreverse a traducir toda la
Sagrada Escritura del griego, tomando para el Antiguo
Testamento el texto de los Setenta. Apareció el Nuevo
Testamento en 1928 en Concepción de Chile; la versión del
Antiguo Tes¬tamento, en cambio, quedó sin publicar.
Consérvase en 32 cuadernos y espera a un editor benévolo que
la edite para honor de Dios y en memoria de Jünemann (muerto
en 1938), que merece tal monumento, siendo como es el primer
traductor de la Biblia en la América católica. Sin embargo,
siendo su versión la de los Setenta, podemos decir que la
presente es la primera completa hecha entre los católicos
americanos sobre el texto hebreo del Antiguo Testamento.
2) La segunda característica de esta traducción consiste en
haber sido realizada por un solo traductor, el cual es,
simultáneamente, su único comentador.
Las versiones modernas españolas, francesas, italianas,
alemanas, y también la norteameri¬cana que se está
preparando, son el resultado de un trabajo realizado en
común por varios autores. A nuestro modesto parecer, es
conveniente que se trabaje así. Verter toda la Biblia en un
idioma moderno, y comentarla al mismo tiempo, significa un
esfuerzo tan grande que nos permitimos, habiendo
escarmentado en cabeza propia, aconsejar a los demás no
seguir nuestro ejemplo.
Los que están al tanto de la vida intelectual de este
continente saben perfectamente cuán difícil sería reunir un
núcleo de traductores de la Biblia. Con todo, quisiéramos
evitar a otros lo que hemos sufrido en estos últimos años,
cuando temíamos nos acaeciese lo que a Jünemann. La mano
bondadosa de. Dios ha bendecido la obra, dándonos las
fuerzas físicas e intelectuales necesarias para llevar a
buen término la tarea comenzada.
3) La tercera característica consiste en las notas, que, a
la vez, revisten el carácter de comentarios o pequeños
artículos. No nos toca a nosotros hablar de su valor
—juzguen de ellas los críticos—, pero sí del método adoptado
en la explicación del texto sagrado.
Atribuyese no sin razón a nuestra época, una fecundísima
restauración de los estudios bíbli¬cos, que es semejante a
una primavera floreciente, a la que ha de seguir una rica
cosecha de frutos espirituales.
Presenciamos, en verdad, una primavera bíblica. Los Sumos
Pontífices, desde León XIII, no se han cansado de recomendar
al pueblo cristiano la lectura de la Biblia.
El Papa Pío X dice al respecto: “Queriendo renovarlo todo en
Jesucristo, nada deseamos más que el acostumbrarse nuestros
hijos a tener la Sagrada Escritura para la lección
cotidiana. Por ella se puede conocer mejor el modo de
renovar todas las cosas en Jesucristo." Bene¬dicto XV alaba
de modo especial a los que se dedican al apostolado bíblico
y dice que "este apostolado ha sido por cierto singularmente
fecundo para la Iglesia de Dios, puesto que así un gran
número de almas se acercan desde entonces a esta mesa de
doctrina celestial que Nuestro Señor ha hecho poner para el
universo cristiano, por medio de sus profetas, após¬toles y
doctores". La encíclica Divino Afflante Spiritu de Pío XII,
es el coronamiento de los esfuerzos pontificios que tienden
a hacer de la Biblia la lectura cotidiana de los fieles.
"Favorezcan, dice el Papa a los Prelados, y presten su
auxilio a todas aquellas pías asocia¬ciones que tengan por
fin editar y difundir entre los fieles, ejemplares impresos
de las Sagradas Escrituras, principalmente de los
Evangelios, y procurar con todo empeño que en las fami¬lias
cristianas se tenga ordenada y santamente cotidiana lectura
de ellas."
Por todo esto se ve que los Sumos Pontífices desean que la
Biblia llegue al pueblo, y no solamente a los sacerdotes y
laicos cultos. Síguese de esto la inmensa responsabilidad de
los comentaristas, sobre quienes pesa la divina misión de
explicar al pueblo la palabra que tiene el poder de salvar
las almas (Sant., 1, 21; cf. Rom., 1, 16). No negamos la
necesidad de la crítica textual, ni tampoco el valor de las
notas filológicas, históricas, geográficas, arqueo¬lógicas,
y gracias a Dios tenemos ese aparato científico en muchas
ediciones; mas no olvi¬demos que en las publicaciones
bíblicas que se dirigen al pueblo, no debe faltar el método
patrístico, que ante todo busca en la Escritura las verdades
doctrinales y las enseñanzas prác¬ticas para llevar una vida
de más en más cristiana.
En la revista "Cultura Bíblica'' (febrero de 1950, n° 69,
págs. 34-35) encontramos algunas observaciones tomadas de un
artículo de la revista "Civiltà Cattolica" que enfocan
acertada¬mente la dificultad que hoy día se presenta al
exégeta católico. El articulista cita las palabras de von
Dobschütz, quien dice que la Biblia no es una colección de
documentos importantes para la historia o la lengua; es un
producto de la piedad religiosa, por lo cual sólo un hombre
piadoso puede explicar bien este libro; "será buena
únicamente aquella exégesis que avive la caridad y sentido
religioso, que enfervorice la piedad, embebida en el afecto
piadoso del autor, que se transfunde a los lectores". Se
sobreentiende la inspiración de la Biblia.
A más de sumamente sencillo, nuestro método no es nada
nuevo.
Teniendo en cuenta el ambiente en que vivimos y para el cual
escribimos, damos prefe¬rencia a la explicación práctica,
destacando las ideas fundamentales de la Biblia y mostrando
su aplicación en la vida.
Sobre todo hemos procurado mostrar la armonía que existe
entre los dos Testamentos y la coincidencia de los pasajes
paralelos, a fin de que el lector tenga siempre a la vista
la unidad viva de las Escrituras, desde el Génesis hasta el
Apocalipsis, pudiendo así deleitarse con las luces que el
Nuevo Testamento arroja sobre el Antiguo.
Este método no excluye las notas científicas y técnicas,
porque la interpretación práctica sólo tiene valor cuando se
funda sobre una ciencia exegética precisa.
No fué posible comentar detalladamente todos los libros.
Esto hubiese exigido algunos tomos más de los que el editor
había proyectado. Por eso nos hemos concentrado
especial¬mente sobre el Génesis, los Salmos, el Cantar de
los Cantares y los Profetas, vale decir, sobre aquellos
libros que oponen más problemas o son de especial
importancia para la vida religiosa.
III
La versión misma no pretende hacer competencia a ninguna de
las que hasta ahora han sido hechas sobre los textos
originales. Al contrario, reconocemos los valores tanto de
la traducción de Nácar-Colunga, como de la de Bover-Cantera,
teniendo ambas sus particula¬ridades bien definidas. En
muchísimos pasajes los hemos consultado, así como también
hemos acudido a otras traducciones en lenguas modernas.
Confesamos, agradecidos, que nos han prestado grandes
servicios.
En un solo punto esta versión difiere esencialmente de las
demás, y es en los libros deutero-canónicos, es decir, en
aquellos libros que no están en la Biblia hebrea.
Nácar-Colunga y Bover-Cantera los traducen del texto griego
actual, que no siempre es el mejor, mientras esta versión
los presenta en la versión de la Vulgata, cosa que hemos
indicado en la intro¬ducción respectiva de cada libro
deuterocanónico.
No poca dificultad ofrecen al traductor los nombres propios.
Bover-Cantera los transcribe en exacta fonética hebrea y con
el acento que tienen en el hebreo, en tanto que
Nácar-Colunga y otros se toman la libertad de adaptarlos a
la Vulgata o a una ortografía moderna.
Nosotros no hemos seguido estrictamente ninguno de estos dos
sistemas. Hemos hecho una distinción entre los nombres
propios muy conocidos, usados ya como los modernos, y los
otros que no han sido asimilados. Los de la primera
categoría van con la forma que reci¬bieran en la Vulgata:
por ejemplo, Eva, Abel, Sara, Rebeca, Elias, Elíseo. Los de
la segunda, en cambio, llevan el acento hebreo, aunque en
parte han sido asimilados a la Vulgata.
IV
Mucho más podríamos decir sobre nuestra nueva versión, pero
no queremos adelantarnos a la crítica.
Sea cual fuere el juicio que nuestro trabajo merezca,
queremos, en todo caso, rogar a los críticos tengan en
cuenta las enormes dificultades que se presentan a quien
intenta traducir solo la Biblia, con los pocos recursos
científicos de que dispone Sudamérica, los cuales, a lo
menos en lo que hace a las ciencias bíblicas, son muy
inferiores a los que tienen a mano los traductores europeos.
Damos gracias al Padre de las luces (Sant. 1, 17) por
habernos concedido la inmensa satisfacción espiritual de
terminar en avanzada edad la obra más importante que pensar
se pueda.
Que el mensaje celestial de la divina Escritura, inspirada
por el Espíritu Santo, ilumine a todos los de buena
voluntad. Es antorcha para nuestros pies y luz para nuestra
senda (S. 118, 105); es palabra viva y eficaz, más
penetrante que una espada de dos filos (Hebr. 4, 12); es
fuente de sabiduría (Eclo. 1, 5); semilla que, sembrada en
buena tierra, da frutos, al ciento por uno (Mat. 13, 23).
Pero esta Palabra es, al mismo tiempo, fuego que quema,
martillo que tritura la roca (Jer. 23, 29).
De la disposición espiritual del lector depende el fruto de
la lectura de la Biblia. ¿Será fruto del Espíritu Santo, luz
y vida? ¿O será fuego y martillo? Rogamos a Dios que para
todos sea luz y antorcha y que no haya ninguno que no
experimente "el consuelo de las Escrituras" (Rom., 15. 4).
Agradecemos a todos los que nos han ayudado directa o
indirectamente, en especial a la casa en donde se hizo esta
traducción: el Seminario Arquidiocesano San José de La
Plata, y al señor Pbro. Juan Carlos Ruta, a cuyo cargo
estuvo la corrección de las pruebas.
Sit laus Deo!
Juan Straubinger.
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