Salmo 3 |
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El eterno es mi escudo
1*Salmo de David cuando huía de su hijo Absalón.
2Oh
Yahvé, ¡cuán numerosos
son mis perseguidores!
¡Cuantos se levantan contra mí!
3Muchos
son los que dicen de mi vida:
“No hay para él salvación en Dios.”
4*Pero
Tú, Yahvé, eres mi escudo,
Tú mi gloria,
Tú quien me hace erguir la cabeza.
5*Con
mi voz invoco a Yahvé
y Él me oye desde su santo monte.
6Me
acuesto y me duermo,
y despierto incólume,
porque Yahvé me sostiene.
7No
temo a los muchos millares de gentes
que en derredor se ponen contra mí.
8Levántate,
Yahvé; sálvame, Dios mío,
Tú que heriste en la mejilla
a todos mis enemigos,
y a los impíos les quebraste los dientes.
9*De
Yahvé viene la salvación,
¡Que sea tu bendición sobre tu pueblo!
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1. Absalón, el hijo ingrato y rebelde, había
colocado a David en las más penosas angustias de
modo que el padre, abandonado, tuvo que huir de
Jerusalén con un puñado de fieles (II Reyes
capítulos 15-18).
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4. Mi
escudo: expresión grata a David (cf. Salmo
5, 13), el cual, perseguido y desamparado, cifra
su única defensa en el Señor.
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5. Santo
monte: el monte Sión de Jerusalén (cf. Salmo
2, 6), donde David erigió un altar y un
tabernáculo para el Arca de la Alianza, con un
amor que Dios no había de olvidar (cf. Salmo
131; Ezequiel 45, 4 y notas; Hechos 15, 16). Su
hijo Salomón levantó allí el primer templo.
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9. El santo rey perdona a su pueblo infiel e
implora sobre él la bendición de Dios. Hermoso
ejemplo de amor a los enemigos en el Antiguo
Testamento (cf. Salmo 7, 5 y nota; Mateo 5, 43 y
nota).
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