Salmo 125 |
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Oración por la plena restauración del pueblo
1*Cántico gradual.
Cuando Yahvé trajo de nuevo
a los cautivos de Sión,
fue para nosotros como un sueño.
2*Se
llenó nuestra boca de risas,
y nuestra lengua de exultación.
Entonces dijeron entre los gentiles:
“Es grande lo que Yahvé ha hecho por ellos.”
3*Sí,
Yahvé ha obrado con magnificencia
en favor nuestro;
por eso nos llenamos de gozo.
4*Oh
Yahvé, cambia nuestro destino
como los torrentes en el Négueb.
5Los
que siembran con lágrimas
segaran con júbilo.
6*Yendo,
iban llorosos,
llevando la semilla para la siembra;
volviendo, vendrán con exultación,
trayendo sus gavillas.
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1. El sentido mesiánico de este Salmo fue
reconocido por los expositores antiguos y por
los mismos rabinos. “La segunda estrofa —dice
Calès—, es, en toda hipótesis, estricta y
directamente mesiánica. La primera lo es al
menos típicamente; pues la restauración después
de Babilonia era la figura y como el preludio de
la gran restauración de la nueva alianza” (cf.
Jeremías 31, 31 ss., citado por Hebreos 8, 8
ss., Isaías 59, 20, citado por Romanos 11, 26).
El mismo autor y muchos otros hacen notar que en
la exégesis más moderna prima la opinión de que
también la primera estrofa es profética,
debiendo ponerse los verbos en futuro (como en
parte lo hace la Vulgata), o verse en ellos un
pasado profético según las palabras de San
Agustín: “Las cosas futuras son delante de Dios
como si fuesen pasadas.” Esta última opinión
parece acordarse más con el contexto (cf.
versículo 2; Salmo 84, 3 y notas).
Como un
sueño: Cf. Génesis 45, 26; Hechos 12, 9. Es
decir, que como sucedió a Saulo (Hechos 9, 18),
caerá el velo que cubre sus ojos (II Corintios
3, 14 s.; Hechos 5, 11; Romanos 11, 25 s.).
Véase Salmo 24, 3 y nota.
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2. El nuevo Salterio Romano recuerda a este
respecto que cuando los judíos volvieron del
exilio babilónico sus condiciones eran aún
“harto tristes y duras” y cita al respecto
Esdras 3-6; Ageo 1, 6-11; 2, 4 y 15-17.
Dijeron:
Según los LXX:
dirían,
y según la Vulgata:
dirán.
Así también vierten muchos modernos, concordando
con Salmo 101, 16 s., etc. En la vuelta de
Babilonia vemos que la actitud de los gentiles
fue todo lo contrario (cf. Nehemías 4, 2 ss.), y
que sólo volvieron dos de las doce tribus (cf.
Esdras 1, 2; Jeremías 30, 3 y notas). El
verdadero significado de este anuncio hecho a
los hebreos “es la vuelta de todo Israel a la
verdadera libertad y a la luz del Evangelio, de
la cual el profeta ve tales seguridades, que la
mira como ya presente” (Ed. Babuty). La
frecuencia con que se nos recuerda este misterio
en la oración litúrgica debe hacernos meditar
cuan ligado está él, para todas las naciones,
con el triunfo de Jesucristo.
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3. Son exactamente los sentimientos que
manifiesta la Virgen en Lucas 1, 46 s. y también
en los versículos 54 s., que mencionan este
misterio.
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4. Cambia
nuestro destino: o sea nuestra suerte.
Otros: Has volver a nuestros cautivos. En ambos casos se alude a la
instauración del Reino mesiánico. Cf. Salmo 13,
7. Como los torrentes en el Négueb: Los arroyos en esa parte meridional
de Palestina, que es la más árida, estaban secos
en verano y se llenaban de golpe en la época de
las lluvias. La cosecha dependía de las aguas
que estos torrentes llevaban durante pocos días.
De ahí la elocuencia de la figura que usa el
salmista (cf. Salmo 142, 6). Isaías 60, 22
también habla de una transformación hecha
súbitamente, lo que explica por qué les parecerá
un sueño (versículo 1).
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6. Como observa Calès, se pide aquí “la
prosperidad mesiánica y la reunión completa de
los dispersos, conforme a las promesas de los
profetas”. Así también fue siembra la
predicación del Evangelio (Lucas 8, 11) que
Israel rechazó, con gran dolor y llanto de los
apóstoles (Romanos 9, 2 ss.; Hechos 13, 46;
Mateo 10, 6; Lucas 24, 47). Pero este llanto
será consolado (Jeremías 31, 16 ss.), y otros
recogerán lo que ellos sembraron, así corno
ellos cosecharon con gozo, en los israelitas que
fueron fieles, lo que habían sembrado con
lágrimas los profetas. Este Salmo nos ayuda así
a entender las misteriosas palabras de Jesús en
Juan 4, 34-38, y nos enseña una vez más que el
trabajo apostólico por excelencia es hacer
conocer el Evangelio (cf. Mateo capítulo 13;
Hechos 6, 2; 8, 35 y nota; I Corintios 1, 17; I
Timoteo 5, 17); que en ello hemos de renunciar a
ver el fruto inmediato, y aun ser perseguidos,
pero que ese fruto es el más seguro y el más
precioso de todos (Mateo 5, 19; Lucas 22, 29 s.;
I Corintios 12, 28; Daniel 12, 3, etc.). La
triste actitud de los sembradores contrasta con
la prontitud gozosa de los que siegan. “¡Qué
dicha, cuando seamos restablecidos en nuestra
patria, tornada a la prosperidad” (Desnoyers).
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