Salmo 44 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Epitalamio del Rey Mesías
1*Al maestro de coro. Sobre el tono de “Schoschannim” (“Las azucenas”). De
los hijos de Coré. Maskil. Canto de amor.
2De
mi corazón
desbordan faustas palabras,
hablo de lo que hice para el rey,
mi lengua es pluma de ágil escriba.
3*Eres
más hermoso
que los hijos de los hombres;
la gracia se ha derramado en tus labios,
pues Dios te ha bendecido para siempre.
4*Oh
poderoso,
ciñe a tu flanco tu espada
en tu gloria y majestad.
5*Cabalga,
victorioso,
por la verdad y por la justicia,
y tu diestra te mostrará
hazañas formidables.
6Agudas
son tus flechas,
los pueblos caerán debajo de ti;
desfallecidos caerán los enemigos del rey.
7*Tu
trono, oh Dios, es por los siglos
y para siempre;
el cetro de tu reino es vara de justicia.
8*Tú
amas la justicia
y detestas la maldad;
por esto, oh Dios, el Dios tuyo te ungió,
entre todos tus semejantes,
con óleo de alegría.
9*Mirra
y áloes y casia exhalan tus vestidos
desde los palacios de marfil
donde te alegraron.
10*Hijas
de reyes vienen a tu encuentro;
a tu diestra está en pie la reina,
vestida de oro de Ofir.
11*Oye,
hija, y considera; aplica tu oído;
olvida a tu pueblo
y la casa de tu padre.
12*El
rey se prendará de tu hermosura;
Él es tu Señor: inclínate ante Él.
13Ante
ti se inclinará
la hija de Tiro con dádivas,
y los más ricos de la tierra
solicitarán tu favor.
14*Toda
hermosa entra la hija del rey,
vestida de tela de oro.
15*Envuelta
en manto multicolor
es llevada al rey;
detrás de ella son introducidas a ti,
las vírgenes, sus amigas;
16son
conducidas alegremente y, dichosas,
entran en el palacio del rey.
17*Tus
hijos ocuparán
el lugar de tus padres;
los establecerás príncipes
sobre toda la tierra.
18*Haré
tu nombre memorable
de edad en edad;
sí, los pueblos te ensalzarán
por los siglos de los siglos.
*
1. Los LXX y la Vulgata dicen en el epígrafe:
Para
aquellos que han de ser mudados, es decir,
según S, Jerónimo, los santos, los cuales —dice
San Atanasio y San Cirilo— serían tanto del
judaísmo como de la gentilidad (cf. I Corintios.
15, 51 s.; I Tesalonicenses. 4, 16 s., texto
griego). Otros leen
Azucenas
de la Ley como en el Salmo 79, 1 (cf. nota).
Es este Salmo proféticamente mesiánico. De ahí
el título:
Canto de amor, o
Cántico al Amado (San Jerónimo). Es de notar que, según San Roberto
Belarmino y otros, este Salmo sería de David, no
obstante hallarse incluido en la colección
atribuida a los Coreítas, así como sabemos que
el Salmo 2, tenido por anónimo, es también del
Rey Profeta, porque así se declara en Hechos 4,
25. Describe a “Cristo como Rey” que se presenta
en gloria y majestad (versículo 4), y luego su
esposa la reina en toda su hermosura. La
interpretación rabínica vio en ella la figura de
Israel elegida de entre los pueblos como esposa
de Dios, idea por lo demás común entre los
profetas (Oseas 2, 16 y 19; Isaías 50, 1;
Ezequiel 16, 8), así como vio en el Rey al
futuro Mesías. La tradición cristiana es unánime
en reconocer en este excelso Personaje a Cristo
como Rey triunfante en el día de su
advenimiento, cosa que, como dice San Agustín,
sólo por ignorancia crasa podría desconocerse,
ya que la Carta a los Hebreos cita expresamente
los versículos 7 y 8 como dirigidos a Jesús por
su Eterno Padre (Hebreos 1, 8). Por aquí vemos
que así como en muchos otros Salmos habla
Cristo, cuya oración se nos revela como un
divino secreto, por boca del salmista que vivió
mil años antes, así también se nos descubre aquí
el infinito amor del Padre celestial a su Verbo
encarnado, a quien alaba y anuncia su triunfo en
lenguaje de un lirismo incomparablemente
sublime. El testimonio de San Pablo basta para
no detenerse en atribuir a este Salmo, como
algunos han hecho, un puro sentido histórico,
relativo tal vez a las bodas de Salomón con la
hija del Faraón de Egipto, si bien esta
conjetura, como ubicación del Salmo o como fondo
histórico de una gran parábola contenida en él,
puede ayudar para la interpretación profética de
algunos pasajes aun misteriosos (cf. versículo
11 y nota). A este respecto Fillion, recordando
a Vigouroux, expresa que no vacila en ver en
este admirable Salmo, “lo mismo que en el Cantar
de los Cantares, una especie de parábola, como
las del festín de las bodas en el Evangelio
(Mateo 22, 2-4), de las vírgenes prudentes y las
vírgenes necias (Mateo 25, 1-13)”, es decir, una
enseñanza que, sin expresar necesariamente
hechos reales, contiene la revelación de
verdades espirituales o proféticas, o de ambas a
un tiempo. Y en verdad bien parece que si así no
fuera, tanto aquí como en el Cantar, ni la
Sinagoga, ni San Pablo que lo cita, habrían
mirado como poema sacro, digno del Salterio, un
epitalamio que ni siquiera mencionase al pueblo
santo y fuese simplemente el desmedido elogio de
un hombre (¿y de cuál?), cosa nada frecuente en
la Biblia. En la Reina (cf. versículo 10), sin
perjuicio de lo antes indicado (cf. Salmo 43, 13
y nota), aparece sin duda la Iglesia Esposa, el
día de sus bodas con el Cordero (cf. Apocalipsis
19, 7 s.; 21, 9). En realidad la Iglesia de los
Hechos era el Israel de Dios (Gálatas 6, 16),
formada en Pentecostés de puros judíos fieles
que constituían el resto de Israel (Romanos 9,
27 ss.), y extendida durante el tiempo de los
Hechos con muchos gentiles injertados en el
olivo de Israel (Romanos 11, 16 ss.), que luego
cambió en la medida que !a salvación fue enviada
directamente a los gentiles. Si consideramos la
profecía de San Pablo sobre el retorno de Israel
(Romanos 11, 25 s.), olivo castizo (Jeremías 11,
16; Oseas 14, 6), no hay dificultad en
identificar con ello a la Iglesia Esposa, a la
cual según el Apocalipsis le será dado para sus
bodas con el Cordero vestirse de blancura y
esplendor (Apocalipsis 19, 7-9) como la novia
que aquí vemos. San Bernardo se complace en ver
aquí a la Virgen María a quien la Liturgia
aplica a menudo, por acomodación, pasajes de
este Salmo como lo hace también a muchas santas
(cf. las Misas “Dilexisti” y “Vultum tuum” del
Común de Vírgenes, cuyos introitos, gradual,
ofertorio, etc., están formados por versículos
de este Salmo, algunos de los cuales
literalmente tratan de Cristo, como el 1, 3, 5,
8, etc.).
*
3. Cuadro de Cristo pintado por el mismo Dios.
Nótese el contraste entre este Cristo triunfante
y el doliente que pinta Isaías en su primera
venida (Isaías 53, 2). Cf. el retrato del Esposo
en el Cantar de los Cantares (Cantar de los
Cantares 5, 10-16), libro para cuya
interpretación se ha visto la llave en este
misterioso Salmo, si bien hay que reconocer que
ambos nos ocultan aún muchos arcanos de orden
profético, que en su tiempo serán descubiertos.
Véase la introducción al Cantar.
“La gracia derramada en sus labios” son sus palabras. Por eso dice
San Agustín que el Evangelio es la boca de
Cristo. Cf. Lucas 4, 22; Juan 1, 17.
*
4 ss. Sobre estos atributos esplendorosos del
León de Judá triunfante (Apocalipsis 5, 3; 19,
11 ss.), véase los Salmos 2, 9 a y b, 46, 71,
92, 95 98, 109, 147; Isaías 9, 6; 11, 1 ss.,
etc., y la Liturgia de Cristo Rey y del tiempo
de Adviento. El versículo 6 indica, como en
Salmo 109, 6, el día de la venganza contra “los
enemigos del Rey”: Cf. versículo 10 y nota;
Lucas 4, 19; Isaías 61, 1 ss.
*
5. Esto es por la verdad desconocida (algunos
vierten:
cabalga sobre la palabra de la verdad) y por
la justicia oprimida. Desnoyer traduce: por la
virtud
infortunada. Para ello cabalgará victorioso
(Apocalipsis 19, 11-21) y realizará formidables
hazañas. Cf. Salmos 71, 12 ss.; 109, 6; Isaías
11, 4 ss., etc.
*
7. Obsérvese que aquí y en el versículo 8 el
Mesías es llamado Dios y que San Pablo utiliza
este versículo en Hebreos 1, 8-9, para demostrar
la superioridad de Cristo sobre los ángeles,
siendo también uno de los textos citados en la
Encíclica “Quas Primas” de Pío XI acerca de la
dignidad de Cristo Rey. Sobre el cetro o vara
cf. Salmos 2, 8 s.; 109, 2; Isaías 9, 6; 11,
1-4; Daniel 7, 14, etc.
*
8.
Detestas: Cf. Salmo 138, 21 s. y nota. Esto
explica la implacable antinomia que vemos por
ej. en el Magníficat, según el cual, a la
misericordiosa exaltación de los que menos la
pretenderían, seguirá la más tremenda confusión
de todos los soberbios (cf. Salmo 109, 5 s.).
Oh Dios,
el Dios tuyo te ungió: Como observa Dom
Puniet, este pasaje es paralelo al de 109, 1:
“Dijo
Yahvé a mi Señor: siéntate a mi diestra”,
que San Pablo cita en Hebreos 1, 13, esto es a
continuación del versículo 7 (cf. nota
anterior). Así lo entendió también San Jerónimo,
al decir que el primero de los dos Nombres
divinos está en vocativo y el segundo en
nominativo. Varios autores modernos,
considerando esto incompatible con el sentido
histórico que atribuyen al Salmo como escrito
para alguno de los reyes de la familia davídica,
se esfuerzan en poner el primer Elohim con
minúscula, o suponerlo en genitivo, y en aplicar
el segundo al Padre, como si allí se dijese:
“Yahvé, tu
Dios”. Todo ello no solucionaría la
dificultad, pues siempre quedaría en pie la
afirmación de que el trono de este Rey
subsistirá eternamente (versículo 6), cosa que
por otra parte se repite mucho en Salmo 71; en
92, 2, etc., y en tantos pasajes de los profetas
(cf. Isaías 32, 1) y que no puede explicarse de
ningún rey, aunque fuese davídico. Es de agregar
que entonces quedaría más oscura la atribución
no davídica de este Salmo (cf. versículo 9 y
nota; Salmo 41, 1 y nota), siendo además difícil
suponerlo dirigido históricamente a ningún rey
posterior a Salomón, después de verse caer las
grandes esperanzas puestas en éste, y dividido
su reino (cf. Salmo 71, 5 y nota). Acerca del
“trono y reino” aquí anunciados (versículo 7) dice Ubach que se
manifestarán esplendorosamente en el momento del
juicio universal y perdurarán para siempre.
“Con óleo
de alegría”: Esa alegría de Cristo, superior
a toda otra, es la misma que Él nos ofrece desde
ahora como un bálsamo divino que, viniendo del
Padre y pasando por Él, se derrama sobre
nosotros. Cf. Juan 15, 11; 16,24; 17, 13 y 24.
*
9. La
mirra, etc., recuerda el exquisito aroma que
exhala desde el principio el Esposo del Cantar
(Cantar de los Cantares 1, 3). Los
palacios
de marfil son mencionados en la Biblia con
respecto a Samaría (cf. III Reyes 22, 39; Amós
3, 15), la capital del Israel del norte, cuya
reunión con Judá anunciaron los profetas (cf.
Ezequiel 37, 15 ss.; Isaías 11, 12, etc.).
Donde te
alegraron (algunos añaden:
las
cítaras): “¿Dónde lo alegraron a este Rey
triunfante sino en los palacios de su Padre que
le sentó a la diestra y le hizo Señor después de
sacarlo del sepulcro?” Cf. Hechos 2, 23 y 36.
*
10. Hasta aquí el salmista habla al Esposo, pues
la reina es mencionada en tercera persona y sólo
en el versículo 11 habla con ella. Las
hijas de
reyes que vienen al encuentro del Esposo
parecen formar el cortejo de la esposa (cf.
versículo 15; Cantar de los Cantares 6, 8 s.;
Mateo 25, 1; I Tesalonicenses 4, 16 s.).
A tu
diestra... la reina: En sentido literal
véase versículos 1 y 11 y el elogio de la esposa
en Cantar de los Cantares 4 y 6. Cf. III Reyes
2, 19. En cuanto al sentido acomodaticio,
observa Fillion que este Salmo es recitado en
todas las fiestas de María, y Grignion de
Montfort, recientemente canonizado, piensa que,
en la segunda venida de Jesús, María a quien
mira como la primera coronada en el Reino de
Cristo triunfante (cf. 5° misterio del Rosario),
ha de ser un medio “para que los hombres amen y
conozcan a su divino Hijo”, y entonces “la
llamarán dichosa todas las generaciones” (Lucas
1, 48).
Vestida de oro: Véase versículo 10.
Ofir,
es nombre de un nieto de Éber (Génesis 10, 29) y
señala un país no ubicado hoy con certeza,
probablemente la costa oriental de África. De él
hacía traer Salomón el oro más precioso (cf. III
Reyes 9, 28 y nota). En Isaías 13, 12 (texto
hebreo) vuelve a mencionarse este oro al hablar
de los grandes acontecimientos del gran día del
Señor, día de la venganza contra
los enemigos del Rey, aludidos aquí en el versículo 6.
*
11. Oye,
hija, etc.: No puede dudarse que ésta es la
misma esposa y reina del poema. En el fondo
histórico es fácil comprender el consejo dado a
una princesa extranjera de que olvide su pueblo
y su casa para seguir al esposo. En el terreno
profético si bien, como dice Desnoyers, “todo lo
que concierne a la nueva esposa, se presenta en
un texto mal conservado, difícil, y las
interpretaciones son sumamente diversas”,
Vaccari muestra con claridad, en la reina y sus
damas respectivamente, a Israel y las naciones
(versículos 1 y 10), y recuerda las bodas del
Mesías con la nación regenerada, “compuesta de
una parte elegida de Israel y de las naciones
convertidas al Evangelio”. Un piadoso
comentarista anónimo del siglo XVIII, autor de
ocho tomos sobre los Salmos, aplica las palabras
olvida a
tu pueblo, etc., a la conversión de Israel,
diciéndole: “Olvida la sinagoga… Desecha el vano
temor de desobedecer a Moisés. Él no escribió
sino para anunciar al Mesías” (cf. Génesis 12,
1; Hechos 21, 20 s.; Romanos 11, 25 s.). Callan
dice que “debemos entender por la esposa a la
Iglesia del Antiguo Testamento, traída a
perfección por su unión con Cristo”. Dom Puniet
menciona aquí el texto de Oseas 2, 13-20. En
cuanto a los que dicen simplemente que se trata
de Israel hecha universal en la Iglesia actual,
ello parece más bien cortar la dificultad que
resolverla, pues la nación israelita, lejos de
continuar hoy como pueblo escogido, fue rebelde
y rechazada (cf. Isaías. 54. 1 y nota), y a raíz
de ello San Pablo anunció el envío de la
salvación a los gentiles, a quienes explayó el
misterio del Cuerpo místico (Hechos 28, 25 ss. y
notas), como designio que había estado oculto
desde toda la eternidad, es decir, ajeno a la
vocación de Israel (Efesios 3, 9; Col. 1, 26;
cf. Hebreos 8, 4 y nota). Es éste uno de esos
puntos interesantes y misteriosos sobre los
cuales, como lo señala el Pontífice Pío XII, “se
puede y debe ejercer libremente la agudeza e
ingenio de los intérpretes católicos”, los
cuales “en manera alguna deben arredrarse de
arremeter una y otra vez en las difíciles
cuestiones todavía sin solución” (Encíclica
“Divino Afflante Spiritu”).
*
12 s. Texto incompleto, diversamente vertido.
Tu Señor:
hebreo Adonai, tu dueño, como Esposo. Por eso:
inclínate ante Él (cf. III Reyes 1, 16), y, entonces,
ante ti se
inclinará, etc. (versículo 13). Así Calès,
Ubach, etc. Otros traducen:
si Él es
tu Señor te servirán, etc. El sentido, como
anota el nuevo Salterio Romano, es que la esposa
se entregue toda al Rey, de donde ella misma
recibirá honores. Aun la rica Tiro, la rival de
Jerusalén, y que se alegró de su ruina (Ezequiel
26, 1 y nota), vendrá simbolizando el homenaje
de todas las naciones.
Tu favor:
literalmente:
tu faz.
*
14. La
hija del rey: Se supone que es la misma
reina del versículo 10.
Entra: Así lee el nuevo Salterio Romano, lo cual parece una acertada
aclaración de este texto oscuro, pues la lección
adentro se atribuye a error de copista y choca
con el contexto, ya que la reina no está aún en
el interior, sino que precisamente se indicaría
aquí su ingreso, con bellas vestiduras (cf.
Apocalipsis 19, 8), en el palacio del Rey, al
cual entran también tras ella sus amigas
(versículos 15-16). Cf. Salmo 101, 17 y nota.
Otros leen:
bajo sus
joyas (Calès), o,
en corales
(Wutz, Ubach), o,
perlas
engastadas en oro son sus vestidos.
*
15. Detrás
de ella: Variante adoptada por las mejores
versiones en vez de
con él
o del dativo a ti, que chocaría con la mención
del Rey en tercera persona, que hace el
versículo 16.
Las
vírgenes, etc.: Las naciones amigas de
Israel. Cf. Mateo 25, 32 y 41; 10, 42.
*
17. Algunos (cf. Dom Puniet) consideran que este
final va dirigido a la esposa, a quien se
prometería
hijos en lugar de sus padres que debió abandonar (versículo 11) por
seguir al Esposo. En lugar de sus padres
ingratos tendrá hijos fieles y la promesa de
Éxodo 19, 6 será reiterada en I Pedro 2, 9. Cf.
Romanos 11, 25 s. Sin embargo, casi todos lo
refieren al Rey Mesías. En el lugar de sus
padres según la carne (Romanos 9, 3), esto es,
Abrahán y los patriarcas y el mismo rey David,
estarán aquellos príncipes que “formarán la más
augusta de las prosapias reales” (cf. Mateo 8,
11 s.), y Él “repartirá entre ellos el gobierno
del mundo, puesto que su reino es universal
(Apocalipsis 1, 6)” (Fillion). Cf. Lucas 19, 17
ss.; Apocalipsis 5, 10 y 20, 6.
*
18. Haré
tu nombre memorable: Así dice el Texto
Masorético como si hablase aquí el salmista
aludiendo a que su poema será para ello un
monumento “aere perennius”, con harto mayor
motivo que los del pagano Horacio. No debemos
olvidar que, como vimos en el versículo 1, es el
divino Padre en persona quien, habla aquí por
boca del salmista. Muchos traductores optan sin
embargo por el plural,
“recordarán”, según los LXX y otras
versiones, en cuyo caso aludiría directamente al
alcance universal de la alabanza. Cf. Salmos 21,
31; 71, 11 y 17; Malaquías 1, 11 ss.
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