Salmo 126 |
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El esfuerzo humano y el regalo divino
1*Cántico gradual. De Salomón.
Si Yahvé no edifica la casa,
en vano trabajan los que la construyen.
Si Yahvé no guarda la ciudad,
el centinela se desvela en vano.
2*Vano
es que os levantéis antes del alba,
que os recojáis tarde a descansar,
que comáis pan de dolores;
porque Él regala a sus amigos
(aun)
durante el sueño.
3*Vedlo:
don de Yahvé son los hijos,
el fruto del seno es un regalo.
4Como
flechas en manos del guerrero,
así son los hijos de la juventud.
5Dichoso
el varón
que tiene su aljaba llena de ellos;
no será confundido cuando, en la puerta,
litigue con sus adversarios.
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1. El título
de Salomón
y el carácter doctrinal de este Salmo han hecho
que algunos lo atribuyan al rey sabio, pero más
bien parece que David lo escribiese para aquél
cuando dejó a su cargo la construcción del
Templo y le entregó el modelo que había recibido
del cielo pero cuya ejecución le había sido
negada no obstante su deseo (I Paralipómenos 28,
11 ss.). De ahí las instrucciones de no
adelantarse a los designios de Dios (versículos
1-2) y el elogio de las ventajas de tener hijos
en quienes poder confiar (versículos 3-5).
La casa:
En hebreo se llama así al Templo.
La ciudad:
Jerusalén, cuya defensa se reservaba Dios mismo
(Salmo 124, 2). Cf. sobre esto la bellísima
figura de Zacarías 2, 5, que Wagner ha usado en
el final de la Valquiria.
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2. Porque
Él regala, etc.: Nácar-Colunga vierte:
Es Yahvé
el que a sus elegidos da el pan en sueños;
Vaccari:
Él da pan y reposo a sus amados... El
sentido de todo este pasaje, que parece tan
misterioso por ser contrario al estoicismo
humano, es simplemente el mismo del Evangelio de
la divina Providencia (Mateo 6, 25 ss.). Sólo
exige una fe viva en la bondad de Dios y en el
amor que nos tiene y que lo mueve a esa continua
actividad en favor nuestro. Cf. Gálatas capítulo
3; Salmo 67, 12 y nota; 102, 13; Juan 3, 16,
etc.
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3 ss. Esta segunda parte se vincula fácilmente
con la primera, en boca de David que habla como
padre de Salomón (cf. nota versículo 1).
Preciosa herencia para el justo son los hijos
que, engendrados en los años de vigor, ayudarán
a sus padres cuando éstos declinen. Y ese bien,
con ser tan precioso, es dado al hombre como un
don viviente, fruto de su amor y no de su
trabajo. ¡Admirable reflexión para los padres
que hoy rechazan este don de Dios! En Ezequiel
23, 37-40 y notas vemos que sólo Él es dueño de
ellos.
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