Salmo 110 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Memorables son las obras del Señor
1*¡Hallelú
Yah!
Quiero honrar a Yahvé
con todo mi corazón,
en el coro de los justos y en la asamblea.
2*Grandes
son las obras de Yahvé:
escudríñenlas los que las disfrutan.
3*Su
obrar es todo majestad y esplendor,
y su justicia permanece para siempre.
4Hizo
sus maravillas
para ser recordadas.
Yahvé es benigno y compasivo;
5*Él
da alimento a los que le temen;
para siempre se acordará de su alianza.
6*A
su pueblo ha mostrado
el poder de sus obras,
dándole la herencia de las naciones.
7Fieles
y justas son las obras de sus manos.
Sus preceptos son todos infalibles,
8establecidos
por los siglos, para siempre,
dictados con firmeza y justicia.
9*Él
ha enviado la redención a su pueblo,
ha ratificado su alianza para siempre;
santo y terrible es su Nombre.
10*El
principio de la sabiduría
es el temor de Yahvé.
Prudentes son todos los que lo adoran.
Su alabanza permanece para siempre.
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1. En hebreo este Salmo y el siguiente son
acrósticos: cada hemistiquio o medio versículo
comienza sucesivamente con una letra del alefato
(alfabeto hebreo). En griego el epígrafe sobre
Ageo y Zacarías que lleva el Salmo 111, figura
también agregado en algunos manuscritos de éste,
y en general se cree, como San Juan Crisóstomo,
que ambos Salmos se corresponden, si bien hay
divergencias en la interpretación, pues unos
piensan sólo en la historia antigua de Israel;
otros toman sus bendiciones como si se dieran
por cumplidas al retorno de Babilonia, y otros
ven aquí realizadas, en presente profético, las
bendiciones mesiánicas. De todos modos, el
salmista, hablando en nombre de Israel, pone de
relieve los prodigios que Dios hizo en favor de
su pueblo.
El coro de los justos: Gramática lo compara
con Salmos 21, 26; 149, 1.
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2. Los que
las disfrutan parece más exacto que
los que se
complacen en ellas, o:
los que
las aman. Dios no hace sus maravillas para
que las olvidemos (versículo 4), pues lo que
quiere con ellas es ganarse la libre inclinación
de nuestro corazón hacia Él. ¡Es lo único que
con ser Dios no posee! Nada más justo, pues, que
quienes recibimos de Él tales dones no los
olvidemos (véase sobre esto el admirable Salmo
102, 2 ss.), ni los usemos con la indiferencia
de quien se cree con derecho a recibirlos como
un tributo de un vasallo, sino que nos tomemos
el trabajo de pensar en ellos e investigarlos
(cf. Salmos 62, 7; 142, 5 y notas).
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3. Para
siempre: Cf. Salmo 116, 2.
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5. El texto de la Vulgata (versículos 4-5), algo
distinto del presente, se usa en la bendición de
la mesa (véase Hechos 2, 46 y nota). Cf. Salmo
103, 21; I Timoteo 4, 3-5.
Da
alimento a los que le temen: Sin duda dio
también maná en el desierto, pero fue a todos
(cf. Éxodo 16; Números 11) y no sólo a los que
le temen (véase Mateo 5, 45; Lucas 6, 35). Se
trata aquí de mayores promesas y de una
alianza
ya confirmada
para
siempre (versículos 2 y 9).
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6 ss. También aquí parece tratarse de algo más
que de Canaán, del Sinaí (versículo 8) y de la
salida de Egipto o de Babilonia (versículo 9).
La
herencia de las naciones: La tierra de los
pueblos gentiles. Cf. 5. 2, 8; 109, 6 y nota;
Génesis 13, 14 s.; 15, 18; Jeremías 3, 18 s.;
Ezequiel 36, 12; 47, 13 ss.; Daniel 7, 27;
Hechos 7, 5; Hebreos 11, 8. Fillion señala en
Ezequiel 47, 13 ss. “las fronteras de la comarca
que el pueblo de Dios, regenerado y transformado
poseerá como una preciosa herencia”.
Fieles y
justas (versículo 7): Cf. Apocalipsis 15, 3.
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9.
Redención a su pueblo: Hay aquí un acto
definitivo de trascendencia universal, cuyo
efecto alcanza a los gentiles, “Las diversas
liberaciones del pueblo de Israel eran como el
preludio y la garantía de la liberación suprema
que había de realizar el Mesías” (Prado).
Gramática concuerda esto con las palabras del
ángel en Mateo 1, 21 y las del Benedictus en
Lucas 1, 68.
Su alianza para siempre: Véase Salmo 104, 8 y nota; cf. Jeremías 31,
31 ss. y Hebreos 8, 8 ss.
Terrible:
Cf. Salmo 75, 13.
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10. “El temor es el principio de la sabiduría,
mas la caridad es su perfección” (San Agustín).
Cf. Proverbios 1, 7; 9, 10; Romanos 4, 15; 13,
10; I Juan 4, 17 s. El santo temor o temor
filial es un don del Espíritu Santo (Isaías 11,
3), por el cual, conociendo nuestra miseria,
tememos ofender al Padre que tanto nos ama. Lo
que más hemos de mirar “con temor y temblor”,
como enseña San Pablo, es el olvido de que “Dios
es quien obra en nosotros el querer y el
ejecutar” (Filipenses 2, 12-13), para no caer en
la soberbia presunción de que somos capaces de
algo por nosotros mismos (II Corintios 3, 5). En
cambio, el otro temor, el miedo, que aparta de
Dios porque desconfía de su bondad, ese temor
puramente servil, nace de la fe informe, dice
Sto. Tomás, porque la fe viva obra por amor
(Gálatas 5, 6) y éste excluye el miedo (I Juan
4, 18). Cf. Salmo 111, 1 y nota.
Prudentes, etc.: Esto es, la prudencia no está, como enseña el
mundo, en confiar en sí mismo (cf. Lucas 10,
21), sino al contrario en buscarlo a Él.
Su
alabanza: La de su Nombre, que un día
cantaremos para siempre. Cf. Salmos 95, 2; 97, 1
s.; 149, 6; 150, 1 ss.
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