Salmo 103 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
La obra de Dios en la creación
1*
¡Bendice a Yahvé, alma mía!
¡Yahvé, Dios mío, cuán grande eres!
Te has vestido de majestad y de belleza,
2*envuelto
en luz como en un manto.
Extendiste el cielo como un cortinaje;
3*construiste
tu morada superior sobre las aguas,
haces de las nubes tu carroza,
cabalgas sobre las alas del viento.
4*A
los vientos haces tus mensajeros,
y ministros tuyos los relámpagos centellantes.
5Cimentaste
la tierra sobre sus bases
de suerte que no vacile jamás.
6*La
habías cubierto con el océano
como de un manto;
las aguas se posaban sobre los montes.
7*Mas
huyeron a un grito tuyo,
—temblaron a la voz de tu trueno,
8surgieron
los montes,
bajaron los valles—,
hasta el lugar que les habías destinado.
9*Les
fijaste un límite que no traspasarán,
para que no vuelvan a cubrir la tierra.
10Haces
correr en arroyos las fuentes
que brotan entre los montes,
11para
que beban
todas las bestias del campo
y sacien su sed los asnos monteses.
12*A
sus orillas posan las aves del cielo,
que cantan entre el ramaje.
13Desde
tu morada riegas los montes;
la tierra se sacia del fruto de tus obras.
14*Produces
el heno para los ganados,
y las plantas que sirven al hombre,
para que saque pan de la tierra,
15*y
vino que alegre el corazón del hombre;
para que el aceite dé brillo a su rostro
y el pan vigorice su corazón.
16Satúranse
los árboles de Yahvé,
los cedros del Líbano que Él plantó.
17Las
aves anidan en ellos;
en los abetos tiene su casa la cigüeña.
18Los
altos montes dan refugio a los antílopes,
las peñas, a los conejos.
19*Para
señalar los tiempos,
hiciste la luna;
el sol conoce la hora de su ocaso.
20Mandas
las tinieblas, y viene la noche;
en ellas rondan
todas las fieras de las selvas.
21*Los
leoncillos rugen en pos de la presa,
e imploran de Dios el sustento;
22al
salir el sol se retiran,
y se tienden en sus madrigueras;
23*y
el hombre acude a su trabajo,
a su labranza, hasta la tarde.
24*
¡Cuán variadas son tus obras, oh Yahvé!
Todo lo hiciste con sabiduría;
llena está la tierra de tus riquezas.
25Mira
el mar, grande y anchuroso:
allí un hormiguear sin número,
de animales pequeños y grandes.
26*Allí
transitan las naves,
y ese leviatán que creaste
para que en él juguetease.
27*Todos
esperan de Ti
que a su tiempo les des el alimento.
28Se
lo das y ellos lo toman;
al abrir Tu la mano se hartan de bienes.
29*Si
Tú escondes el rostro, desfallecen;
si retiras Tú su aliento, expiran,
y vuelven a su polvo.
30Cuando
envías tu soplo, son creados,
y renuevas la faz de la tierra.
31*Sea
eterna la gloria de Yahvé;
gócese Yahvé en sus obras.
32Mira
Él a la tierra, y ella tiembla;
toca Él los montes, y humean.
33*A
Yahvé cantaré mientras viva;
tañeré salmos a mi Dios
mientras yo tenga el ser.
34Séanle
gratos mis acentos!
Yo en Yahvé me gozaré.
35*
¡Sean quitados de la tierra los pecadores
y no haya más impíos!
36¡Bendice,
alma mía, a Yahvé!
¡Hallelú Yah!
*
1. Este Salmo, que empieza y termina con las
mismas palabras que el anterior, forma con él
como un díptico. Así como el Salmo 102 empieza y
termina bendiciendo a Dios por las maravillas de
su misericordia, así lo hace también el presente
con respecto a las maravillas de la naturaleza y
como una estupenda oda a la mano creadora y
conservadora de Dios, que deberíamos llevar
siempre con nosotros, como el Benedicite de
Daniel 3, para alabar la Providencia del Creador
y pedirle que nos enseñe a admirar su obra.
Véase los Salmos 8 y 148. Cf. Salmo 91, 1 y
nota.
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2 ss. Reviven ante nuestros ojos los primeros
días del Génesis, cuando los abismos se llenaban
de aguas y la tierra se preparaba para los seres
vivientes. Vemos que el salmista sigue el orden
de la creación: 1° y 2° día, versículos 1c-4;
3°, versículos 5-18; 4°, versículos 19-23; 5° y
6°, versículos 24-30; conclusión, versículos
31-35.
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3. Cf. Génesis 1, 7. El poeta ubica sobre el
firmamento las aguas superiores, de las cuales
bajan las lluvias (cf. Salmos 113 b, 16; 138, 8;
Daniel 3, 60). A título de curiosidad
observaremos que en éste y otros textos, como
los de Apocalipsis 8, 12 y 12, 4 según los
cuales caerán sobre la tierra muchas estrellas
(que hoy se consideran millones de veces mayores
que ella), trató de apoyarse aquella nueva y
curiosa teoría de que todo el universo está
encerrado en nuestro globo y que nosotros no
caminamos sobre la superficie exterior y convexa
de su corteza, sino sobre la cara interior
cóncava, como verticales con la cabeza hacia el
cielo que se hallaría en el centro del globo,
encontrándose fuera “las tinieblas exteriores”
(Mateo 8, 12; 22, 13; 25, 30) hacia las que iría
a dar el “pozo del abismo” (Apocalipsis 9, 2 s.;
20, 1). Tu
carrosa: Cf. Salmo 67, 18. Cabalgas, etc.:
Cf. Salmo 17, 11.
*
4. Cf. Salmo 148, 8. San Pablo, según los LXX,
lo aplica a los ángeles (Hebreos 1, 7), en
cuanto este nombre significa también nuncio o
mensajero.
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6. La
habías cubierto (así también San Jerónimo y
otros): Es decir, durante el caos (cf. II Pedro
3, 5-6; Génesis 1, 1-2). El cambio producido
después (versículo 7) es referido generalmente
al tercer día de la creación. Esto, como la
afirmación del final del versículo 5, parece que
ha de entenderse sin perjuicio de los
cataclismos anunciados para los últimos tiempos.
Cf. Salmos 101, 27; 113 a, 7 y nota; Isaías 24,
18 s.; II Pedro 3, 5 ss.; Apocalipsis 20, 11;
21, 1, etc.
*
7 s. Son las aguas (no los valles) quienes huyen
hasta el
lugar destinado (versículo 8). Hemos puesto
guiones para señalar así el sentido, que
quedaría aclarado si estos cuatro hemistiquios
se ordenasen así; 1, 3, 2, 4. Los libros santos
ven muchas veces la voz de Dios en el trueno.
Cf. Job 26, 14; 37, 4 s.; 40, 4; Salmo 28, 3;
Juan 12, 29; Apocalipsis 10, 4. Cf. Salmo 103, 6
y nota.
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9. El mismo Dios nos llama la atención sobre
este prodigio permanente de cómo los inmensos
mares no se tragan los continentes. Cf. Salmos
23, 2; 135, 6; Job 26, 10; 38, 8-11; Proverbios
8, 29; Jeremías 5, 22. Otra maravilla: que las
límpidas aguas del manantial atraviesen sin
ensuciarse las capas de la tierra (Salmo 77,
16).
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12. San Pablo enseña que ese canto, como todo
otro sonido, tiene una significación (I
Corintios 14, 10 y nota).
*
14. San Agustín pone aquí la siguiente glosa:
“Del suelo humano brota otro pan divino, que
inunda al hombre de la vida divina cuando los
labios humanos difunden los acentos del Verbo
encarnado y mantienen con ellos la vida
espiritual y sobrenatural de la humanidad.”
*
15. La Sagrada Escritura aborrece la embriaguez,
pero elogia las cualidades del vino tomado con
moderación y acción de gracias a Dios, de quien
procede todo bien (cf. Jueces 9, 13;
Eclesiástico 31, 35; 40, 20; Proverbios 31, 6
s.; I Timoteo 5, 23).
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19. La
luna fue hecha para medir los meses. Dato de
gran interés que hoy no se toma en cuenta. Cf.
Salmo 80, 4 y noto; Génesis 1, 14; Eclesiástico
43, 6-8. De ahí que algunos han propuesto volver
al mes lunar. Cf. Colosenses 2, 16.
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21.
Imploran: Con esos rugidos (véase versículo
12 y nota). Cf. versículos 14 y 27; Salmos 110,
5; 144, 15; Job 38, 41. Jesús nos muestra cómo
el Padre celestial los alimenta, y aun viste a
las flores, para enseñarnos a confiar en Él
(Mateo 6, 26 ss.).
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23. Al revés de las bestias que merodean por la
noche. Vemos aquí cómo el trabajo es ley del
hombre y agrada a Dios (Génesis 3, 19; I
Tesalonicenses 4, 11; II Tesalonicenses 3, 10).
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24. ¡Cuán
variadas! Así también Calès. Sobre esta
continua novedad de que Dios hace alarde, cf.
Isaías 48, 6 ss. y nota.
Tus
riquezas, es decir, tus dominios, pues que
Tú los creaste (Salmos 49, 9-13). Mucho ayuda
esta reflexión para comprender que no somos
dueños de nuestros bienes, sino administradores
de lo ajeno, que felizmente podemos aprovecharlo
para ganar ventajas con la limosna como en Lucas
16, 1 ss. Jesús llama allí
ajenos
a nuestros bienes actuales, en tanto que llama
nuestros
a los eternos (Lucas 16, 12 y nota).
*
26. Las
naves: Según otros, debiera leerse:
los
monstruos imponentes, o:
las
águilas del mar. Ese
leviatán
indica un monstruo marino, aquí probablemente la
ballena. En Isaías 27, 1 es una serpiente, pero
en sentido figurado y escatológico; en Job 40,
20 ese mismo nombre parece aplicarse al
cocodrilo.
*
27. ¡Ellos esperan que les dé y Él les da! Dios
no vende como los comerciantes sino que da como
los padres, sin pedir nada más que amor y
confianza. Los animales son aquí ejemplo para
los hombres de poca fe. Cf. Salmos 32, 22; 80,
11; 83, 3 y notas. ‘Abre la boca y cierra los
ojos, nos decía nuestra madre cuando quería
sorprendernos con una golosina. ¿Qué habríamos
dicho si alguien nos hubiese sugerido que no
cerrásemos los ojos porque ella podría darnos un
veneno? ¿Y qué habría pensado ella si,
desconfiando, le hubiésemos exigido una previa
explicación? Así obra Dios, como nuestra madre
(Isaías 66, 13). Apliquemos esta doctrina a
nuestro trato con Él, y seremos perfectos.
Porque en vano queremos tener vida espiritual si
no partimos de la base de que somos amados por
El. ¿Cómo podríamos, sin eso, creer el misterio
de la Redención?’
*
29 s. Profunda enseñanza: Lo propio de toda
creatura es el no ser por sí misma. Apenas el
Creador dejase de sostener lo que creó,
automáticamente volveríamos a la nada (cf. Salmo
62, 9; Sabiduría 1, 7 y notas). La Liturgia, en
el Veni Creator, adapta al Espíritu Santo el
versículo 30, trasladándolo de la vida física
(cf. Romanos 8, 11) a la vida sobrenatural de
las almas (Salmo 118, 91 y nota). “Como a Él se
atribuye el principio de la vida en los seres
vivientes, se le atribuye asimismo el principio
de la vida sobrenatural. Cuando Él es enviado y
entra en un alma se verifica la nueva creación
sobrenatural y se renueva la faz de la tierra”
(Manresa).
*
31. Como se alegró al principio, cuando todo era
puro (Génesis 1, 12, etc.), volverá a alegrarse
cuando las creaturas regeneradas dejen de estar
sujetas al pecado el día de “la redención de
nuestros cuerpos” (Romanos 8, 19-23). Cf. Lucas
21, 28; Efesios 1, 10; Hechos 3, 20 s.; 1, 6 s.;
Colosenses 1, 5; 3, 4; I Tesalonicenses 1, 3 y
10; Génesis 3, 17 s.
*
33 s. ¡Vivir cantando! ¿No es una ironía en este
valle de lágrimas? Lo sería ciertamente si se
tratase de la expansión lírica y ruidosa con que
el mundo traduce ostensiblemente las alegrías
sentimentales del corazón de carne... que no
tarda en traicionarlo convirtiendo su canción en
llanto al menor contratiempo. “Para esos cantos
alegres no está hecho este tiempo de prueba en
que la Iglesia, con el Amado ausente, cuelga su
arpa en los árboles junto a los ríos de
Babilonia” (alusión al Salmo 136, 1 ss.; véase
allí las notas). Ello no obstante, el programa
que Dios ofrece a los que lo aceptan por amigo
íntimo es un canto interior de ininterrumpida
alabanza como el que aquí vemos, un canto que no
podrán impedir ni las prisiones de San Pablo
—que se gozaba alabando entre sus cadenas y
despreciando la libertad (Hechos 16, 25 ss.)— ni
las catacumbas, que obligaban a los creyentes a
esconderse como malhechores, reprobados a
ejemplo de Cristo (Lucas 22, 37), ni el encierro
para orar en el propio aposento “corrido el
cerrojo de la puerta” (Mateo 6, 6), seguros con
todo de que “al Padre que ve en lo secreto”
séanle gratos mis acentos, como anhela aquí David (versículo 34).
Cf. Salmos 3, 4 y nota; 49, 14; 145, 2;
Apocalipsis 3, 20; Lucas 10, 21 y 42; Mateo 6,
33; Juan 13, 23; 15, 11 y 15; Gálatas 4, 6 s.; I
Juan 4, 18; Cantar de los Cantares 2, 14.
*
35. No
haya más impíos. Cf. Isaías 60, 18 y 21;
Jeremías 3, 17; Ezequiel 11, 18 s.; 36, 26 s.;
Oseas 3, 5; Mateo 13, 41; Apocalipsis 20, 9. La
expresión
Hallelú Yah (de donde viene el aleluya), que
la Vulgata pone al principio del Salmo
siguiente, significa: “Alabad a Yah”: alabad al
Señor (véase Apocalipsis 19, 1 y nota) y se
repetirá, como comienzo o final, en muchos de
los Salmos que siguen.
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