Salmo 53 |
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Fidelidad con que Dios nos escucha
1*Al maestro de coro. Para instrumentos de cuerda. Maskil de David.
2*Cuando los cifeos fueron a decirle a Saúl: “Mira, David está escondido
entre nosotros.”
3Sálvame,
oh Dios, por tu Nombre,
y defiende mi causa con tu poder.
4Escucha
mi oración, oh Dios,
presta oído a las palabras de mi boca.
5*Porque
soberbios
se han levantado contra mí;
y hombres violentos
buscan mi vida,
sin tener en cuenta
a Dios para nada.
6*Mirad,
ya viene Dios en mi socorro;
el Señor sostiene mi vida.
7Haz
rebotar el mal contra mis adversarios,
y según tu fidelidad, destrúyelos.
8*Te
ofreceré sacrificios voluntarios;
ensalzaré, oh Yahvé, tu Nombre,
porque es bueno.
9Pues
me libró de toda tribulación,
y mis ojos han visto
a mis enemigos confundidos.
*
1. Maskil:
Véase Salmo 31, 1 y nota.
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2. El título indica que David compuso este Salmo
cuando moraba fugitivo entre los cifeos, y
éstos, para congraciarse con Saúl, lo
traicionaron. Pone el santo rey, como siempre,
toda su confianza en Dios, y sabemos que, como
siempre, Su providencia vino en su auxilio y le
salvó milagrosamente por una irrupción de los
filisteos, que obligaron a Saúl a retirarse (I
Reyes 23, 19 s.),
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5.
Soberbios: Así el nuevo Salterio Romano (cf.
Salmo 85, 14) y Bover-Cantera, siguiendo algunos
textos que dicen:
“sedim”.
El texto masorético dice
extranjeros (“zarim”), pero se ha preferido
la otra lección porque los cifeos no eran
extranjeros con respecto a David. Debe sin
embargo dejarse a salvo la posibilidad de que el
salmista tuviese algún motivo para llamarlos
así, tanto más cuanto que así también dicen los
LXX y la Vulgata, y la expresión es frecuente en
los Salmos (cf. Salmo 143, 7 y nota). Crampón,
Callan, Nácar-Colunga, etc., mantienen la
versión
extraños.
*
6. ¿No es cierto que todo hombre vive buscando
en qué poner su fe y su confianza? Esa dicha de
encontrarlo es lo que aquí nos comunica el santo
Rey. Cf. Salmo 16, 6.
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8.
Sacrificios voluntarios: No prescritos por
la Ley, y sin esperar recompensa. “Si a Dios le
alabas para que te obsequie, ya no le alabas con
voluntad alegre y generosa; ya no amas a Dios
desinteresadamente” (San Agustín). Alabar el
Nombre de Dios porque es bueno es la alabanza
que Dios prefiere (Salmo 51, 11 y nota). Vemos
aquí como un anticipo del Nuevo Testamento, en
que Jesús nos reveló que el nombre de Dios es
“Padre”, y San Juan nos enseñó que Dios es amor
(I Juan 4, 16). La justicia nos atraería el
castigo; su sabiduría le hace ver nuestra nada;
su santidad le baria aborrecer al pecador. Sólo
la misericordia da la razón última de su amor
(Mons. Guerry).
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