Salmo 148 |
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Aleluya de las creaturas
1*¡Hallelú
Yah!
Alabad a Yahvé desde los cielos,
alabadlo en las alturas.
2*Ángeles
suyos, alabadlo todos;
alabadle todos, ejércitos suyos.
3Alabadle,
sol y luna;
lucientes astros, alabadle todos.
4*Alabadle,
cielos de los cielos
y aguas que estáis sobre los cielos:
5*alaben
el Nombre de Yahvé,
porque Él lo mandó, y fueron creados.
6*Él
los estableció
para siempre y por los siglos;
dio un decreto que no será transgredido.
7*Alabad
a Yahvé desde la tierra,
monstruos marinos y todos los abismos;
8fuego
y granizo, nieve y nieblas,
vientos tempestuosos,
que ejecutáis sus órdenes;
9montes
y collados todos,
árboles frutales y todos los cedros;
10bestias
salvajes y todos los ganados,
reptiles y volátiles;
11*reyes
de la tierra y pueblos todos,
príncipes y jueces todos de la tierra;
12los
jóvenes y también las doncellas,
los ancianos junto con los niños.
13*Alaben
el Nombre de Yahvé,
porque sólo su Nombre
es digno de alabanza;
su majestad domina la tierra y los cielos.
14*Él
ha encumbrado
el cuerno de su pueblo.
Para Él es la alabanza de todos sus santos,
los hijos de Israel,
el pueblo familiar suyo.
¡Hallelú Yah!
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1. Este admirable himno, que recuerda el
Benedicite de Daniel 3, es una hermosísima
invitación a todas las creaturas para que alaben
a Dios, como en los tres Salmos precedentes y en
los dos que le siguen, por los singulares
beneficios y promesas que su bondad ha hecho a
su pueblo, especialmente la de restablecerlo de
nuevo en su país después de la miseria y
dispersión (versículo 13 s.; cf. Salmo 145, 7 y
notas). Es un llamado que abarca a un tiempo lo
celestial (versículos 1-6) y lo terrenal
(versículos 7-14). Cf. Salmos 144,10 y nota;
149, 5 ss.
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2.
Ejércitos: Son en la Sagrada Escritura los
ángeles (III Reyes 22, 19; II Paralipómenos 18,
18) y también los astros (Nehemías 9, 6; Job 38,
7). Aquí ha de preferirse la primera
significación, por razones estilísticas (el
paralelismo de los hemistiquios según las reglas
de la poesía hebrea). Cf. Salmos 102, 20 s.;
103, 4; 67, 18; 90, 11 y notas; 148, 8;
Apocalipsis 7, 1; 9, 14.
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4. Cielos
de los cielos: Fórmula hebrea para designar
el cielo superior, que la antigüedad llamaba
cielo empíreo, por oposición al cielo inferior o
firmamento (cf. Salmos 113 b, 16; 13, 14; 138,
8). Según algunos, considerando la creación que
comprende “los cielos y la tierra” (Gen 1, 1)
podría distinguirse, en lo que se denomina
genéricamente “los cielos” como esfera celestial
(excluyendo el cielo atmosférico y el astral),
tres clases, a saber: 1° “Los cielos” del
Antiguo Testamento, que comprenderían a “El
cielo” en el Nuevo Testamento, donde si este
singular en sentido específico designa la esfera
inmediata a la tierra (Mateo 6, 26; 8, 20; 16,
2; 24, 30; Marcos 13, 25; Hechos 7, 42;
Apocalipsis 6, 13); en sentido genérico designa
el conjunto de las esferas supraterrenales
(Lucas 15, 7 y 10; Mateo 5, 34; 11, 25; 28, 18;
Hechos 1, 11; 3, 21; 17, 24; I Corintios 8, 5; I
Pedro 3, 22). 2° El medio del cielo, que
correspondería quizás al cielo interestelar e
interplanetario, pero en el orden espiritual
(Apocalipsis 8, 13; 14, 6; 19, 17). 3° “Los
cielos de tos cielos”, que aquí vemos, los que
en el griego neotestamentario serían siempre
llamados “los cielos” (Mateo 5, 12 y 16; 16, 19;
18, 10; Lucas 12, 33; Hechos 7, 56; II Corintios
5, 1; Apocalipsis 12, 12). Por encima de esta
triple esfera celestial de la creación estaría
la esfera propia de Dios, es decir, increada
(cf. Salmos 8, 2; 112, 4-6; Efesios 1, 3 y 20;
3, 10; 4, 10).
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5. Porque
Él lo mandó y fueron creados: Con frecuencia
hace resaltar la Escritura cómo Dios lo hace
todo por su Palabra (Génesis 1, 3; Salmos 32, 9;
147, 4, etc.). Esa “Palabra omnipotente”
(Sabiduría 18, 15) que Él mandó (Salmos 104, 8;
106, 20) era, según nos revela San Juan, el
mismo Verbo que había de encarnarse y por quien
fueron hechas todas las cosas (Juan 1, 3 y 14).
Jesús es, pues, la Palabra del Padre, siendo de
lamentarse la falta de un vocablo masculino para
expresarlo en castellano como el Logos en
griego. Cf. Juan 4, 26; 10, 37.
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6 ss. Es la gran lección de obediencia que Dios
nos da en la biblia de la naturaleza, desde los
astros (Salmo 146, 4) hasta los seres
inferiores, fieles siempre a su instinto. Sólo
el hombre, dotado de razón por Dios y adoptado
por hijo, se rebeló desde los comienzos del
Génesis, y sabemos que lo hará hasta el último
día del Apocalipsis (Apocalipsis 20, 7 ss.).
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7 ss. Sobre los monstruos, que parecerían una
nota discordante en la armonía de este concierto
polifónico, dice San Agustín: “Todas estas cosas
son mudables, corruptibles y algunas pavorosas.
¿Qué importa? Ocupan su lugar en el mundo,
guardan su orden, son eslabones de una cadena y
por lo tanto una parte de esa indecible
hermosura que contemplada mueve al hombre a
alabar a Dios.” En Isaías 11, 6 ss. (cf. nota)
hallamos otra explicación que concuerda con la
trascendencia mesiánica del Salmo (versículos 13
y 14).
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11 s. Este homenaje universal tributado a Dios
en su Santuario (Salmos 149, 1; 150, 1) es,
descrito con los más vivos colores en el Salmo
67, 25 ss.
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13. Sólo
su nombre: El que medita esta enseñanza, que
concuerda con muchas otras de la Sagrada
Escritura, adquirirá una fuerte y saludable
aversión a rendir y a recibir los homenajes y
alabanzas que tanto se prodigan los hombres
entre sí. Cf. Isaías 42, 8; 48, 11; I Timoteo 1,
17; Ester 3, 2; 13, 14; Lucas 6, 22 y 26; Juan
5, 44; 12, 43; Hechos 10, 26; Filipenses 2, 7
s., etc.
Domina la tierra y los cielos: cf. los
Salmos 95-99. Cf. Efesios 1, 10; Apocalipsis 11,
15.
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14. Ha
encumbrado el cuerno de su pueblo: Lo ha
llevado finalmente a la exaltación prometida.
Cf. Salmo 131, 17; Isaías 61, 3 ss.; Lucas 1,
69; 2, 32. Para Él es la alabanza de todos sus
santos: Bover-Cantera vierte:
Loor es para todos sus devotos.
El pueblo
familiar: Literalmente,
cercano,
esto es,
íntimo. Cf. Salmo 147, 9 y nota. “Israel
sólo aparece al final en este himno
maravillosamente universalista, pero en el fondo
es él quien invita a todos los pueblos, a todos
los hombres, a la creación toda entera de la
tierra y del cielo a tributar con él a su Dios
alabanza y gratitud” (Calès). Cf. Salmos 95, 7;
96, 1; 101, 1 y 16 s.; 116, 1, etc.
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