Salmo 15 |
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El sumo bien
Miktam de David.
1*Presérvame,
oh Dios, pues me refugio en Ti;
2*dije
a Yahvé: “Tú eres mi Señor,
no hay bien para mí fuera de Ti”.
3*En
cuanto a los santos
e ilustres de la tierra,
no pongo en ellos mi afecto.
4Multiplican
sus dolores
los que corren tras falsos dioses;
no libaré la sangre de sus ofrendas,
ni pronunciaré sus nombres con mis labios.
5*Yahvé
es la porción de mi herencia
y de mi cáliz;
Tú tienes en tus manos mi suerte.
6Las
cuerdas (de medir)
cayeron para mí en buen lugar,
y me tocó una herencia que me encanta.
7*Bendeciré
a Yahvé,
porque me (lo)
hizo entender,
y aun durante la noche
me (lo) enseña
mi corazón.
8*Tengo
siempre a Yahvé ante mis ojos,
porque con Él a mi diestra no seré conmovido.
9*Por
eso se alegra mi corazón
y se regocija mi alma,
y aun mi carne descansará segura;
10*pues
Tú no dejarás a mi alma en el sepulcro,
ni permitirás que tu santo
experimente corrupción.
11*Tú
me harás conocer la senda de la vida,
la plenitud del gozo a la vista de tu rostro,
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1. Himno es la probable traducción de la voz
hebrea
Miktam, cuyo sentido es oscuro y admite,
también la versión
“inscripción” (cf. Salmo 56, 1). Los rabinos
solían llamar a esta plegaria “Salmo de oro”,
por lo acabado y sublime de su inspiración. Su
carácter mesiánico se deduce de muchos términos
que no pueden aplicarse a David ni a otros, sino
solamente a Jesús. Esta es la interpretación
unánime de los Santos Padres y de los apóstoles
mismos (Hechos 2, 25 ss.; 13, 35 ss.). De no
haber admitido los judíos la interpretación
mesiánica de este Salmo, carecería de sentido
esa argumentación de los apóstoles.
Presérvame, pues me refugio en Ti: Vemos
aquí anticipada la doctrina de Jesús: “que te
sea hecho según tu fe”. La confianza con que
esperamos es la medida de lo que recibimos. El
que nada espera, nada recibe (cf. Salmos 16, 7;
17, 31; 32, 22).
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2. Es decir: Dios es para nosotros el único bien
verdadero (cf. Salmo 72, 25; Romanos 16, 27 y
nota). El sentido absoluto con que se expresa
esta verdad ayuda a entender los versículos que
siguen. La Vulgata también expresa aquí una
hermosa verdad: “Tú eres mi Dios porque no
necesitas de mis bienes” (cf. Salmos 49, 7-13;
39, 7; Isaías 1, 11). San Pablo lo confirma
elocuentemente en Hechos 17, 25.
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3 s. Pasaje estropeado en el texto. Esta
interpretación, que es la de Lagrange, Gunkel,
Ubach, etc., tiene, como dice este último, “la
ventaja de dar un sentido satisfactorio a toda
la estrofa y presentar el versículo 3 como una
contraposición muy relevante de los sentimientos
que el salmista ha expresado en el versículo 2”.
En esta expresión irónica y despectiva habría
quizá una alusión a los ídolos cananeos o
fenicios y a las libaciones de sangre humana.
Cf. Isaías 57, 1 ss.
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5 s. El salmista, que como refugiado se
encuentra en un país pagano, recuerda la noble
herencia que le cupo en suerte: el país
prometido, la verdadera religión, el culto del
Altísimo. La felicidad que siente el santo
profeta al acordarse de este privilegio debe
estimularnos a amar y cultivar como la más
preciosa herencia nuestra fe de cristianos, que
hoy comporta, para el creyente verdadero,
promesas aún más altas que las de Israel (cf.
Efesios 1, 1 ss.; Hechos 28, 23 ss. y nota),
aunque sabemos que el nombre de “cristiano” será
objeto de la burla y odio del mundo (Hechos 11,
26; I Pedro 4, 16 y notas).
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7. Es la alabanza y gratitud a Dios por el don
de penetrar las cosas espirituales, que el
hombre simplemente intelectual no posee (I
Corintios 2, 14 s.; 12, 2 y notas); don que sólo
se da a los pequeños (Lucas 10, 21) y que lleva
al alma recta a la sabiduría, con la cual nos
llegan todos los bienes (Sabiduría 7, 11).
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8. Empieza aquí la importante cita dogmática que
San Pedro hace de este pasaje como profecía en
Hechos 2, 25-28 (cf. nota). Considerado desde
otro punto de vista, para la vida espiritual,
este constante cultivo de la presencia de Dios,
es, según San Buenaventura, la más preciosa
espiritualidad, pues a cada instante aumenta en
nosotros las virtudes teologales, por nuevas
luces del Espíritu Santo, y equivale a la
oración constante de que nos habla San Pablo (I
Tesalonicenses 5, .17); pues este divino
Espíritu ora en nosotros con gemidos inefables
(Romanos 8, 26) y derrama en nuestros corazones
la caridad de Dios (Romanos 5, 5). Esa presencia
delante del Padre ha de ser filial, es decir,
eminentemente confiada, teniendo en cuenta que
Él nos mira con infinito amor y bondad (cf.
Salmo 102, 13), y se traslada Él mismo a nuestra
alma juntamente con Jesús (cf. I Juan 3, 1; Juan
14, 23, etc.).
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9.
Descansará segura: En la esperanza de la
resurrección (San Agustín).
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10. Alma:
Significa vida, todo el hombre. Aquí se muestra
a todas luces el carácter mesiánico de este
Salmo. David no habla por su propia persona,
sino en representación de Jesucristo, quien
predice su Resurrección (véase Hechos 2, 25 ss.
y 13, 34 ss.).
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11. Las
delicias de tu diestra: Aquí no se trata ya
sólo de la unión espiritual con el Esposo, que
el Cantar presenta como el abrazo de su diestra
(Cantar de los cantares 2, 2; 8, 3 y notas); en
sentido mesiánico alude a la Humanidad santísima
del mismo Cristo sentado para siempre a la
diestra del Padre y recibiendo la misma gloria
que eternamente tuvo el Verbo en el seno de la
divina Trinidad (cf. Juan 14, 10 ss.; 16, 16 y
28; 17, 21 ss.). Allí está Él desde su Ascensión
hasta que venga para hacer nuestro cuerpo
semejante al suyo (Hechos 3, 20 s.; Filipenses
3, 20 s.). Y entretanto sólo piensa en rogar por
nosotros (Juan 14, 16; Romanos 8, 34; Hebreos 7,
25), pues la gloria que Él ansia dar al Padre
consiste en obtener para nosotros el sumo bien
(Juan 17, 2 y nota).
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