| Salmo 130 | 
| 
 | 
* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
| 
						
						Infancia espiritual
						
						
						1*Cántico gradual. De David. 
						
						Yahvé, mi corazón (ya) no se engríe 
						
						ni son altaneros mis ojos. 
						
						No ando tras de grandezas 
						
						ni en planes muy difíciles para mí; 
						
						2*lejos 
						de eso, he hecho a mi alma 
						
						quieta y apaciguada 
						
						como un niño que se recuesta 
						
						sobre el pecho de su madre; 
						
						como ese niño, está mi alma en mí. 
						
						3*Oh 
						Israel, espera en Yahvé, 
						
						desde ahora y para siempre.  
								
								
								
								
								* 
								1. Plegaria del alma humilde, que descansa 
								tranquila en Dios y le tributa con esa confianza 
								la gloria debida a su bondad paternal (cf. S- 
								146, 11). Es el Salmo de la infancia espiritual, 
								muy propio de David, que figura como autor y 
								que, aunque algunos le disputan esta paternidad 
								porque su nombre falta en ciertos manuscritos, 
								nos da en su vida y en su poema tantas pruebas 
								de ese espíritu (cf. I Reyes 17, 38-40; II Reyes 
								6, 21 s.; 22, 22 s., etc.).
								Ya no se 
								engríe: El ya parece necesario para acentuar 
								que la humildad no nace con el hombre y que, 
								como han notado muchos expositores, se nos da 
								aquí la voz de la experiencia “contra el orgullo 
								personal y contra las ambiciones nacionales” 
								(Sánchez Ruiz) y se extiende a todo Israel 
								(versículo 3). Vemos así que al renunciar 
								sabiamente a la presunción por las cosas 
								grandiosas o difíciles para la propia capacidad, 
								se refiere a todas esas que Salomón llamó 
								“vanidad de vanidades” y “correr tras el viento” 
								(Eclesiástico 1, 2 y passim) y no al 
								conocimiento de Dios en el cual David sobrepujó 
								a sus maestros (Salmo 118, 99 s.) Esa sabiduría 
								“en la cual consiste la vida eterna” (Juan 17, 3 
								y 17) se da precisamente a los pequeños (Lucas 
								10, 21), de modo que no hay presunción en 
								ambicionarla. Cf. Mateo 5, 8 y nota de San 
								Agustín. 
								
								
								
								
								* 
								2. Es la paz envidiable del humilde. En la 
								Vulgata el sentido es a la inversa, como una 
								imprecación: Si en mi orgullo pretendiese que 
								puedo bastarme a mí mismo y prescindir de Ti, 
								merecería que me abandones como un niño a quien 
								la madre quitase el pecho, para que yo vea que 
								sin Ti no soy más que impotencia.  
								
								
								
								
								* 
								3. Es como un eco —quizá continuación— del Salmo 
								129, 6. Se extienden así a todo Israel los 
								sentimientos del salmista, como en los Salmos 
								101, 105, etc. 
 
 
 | 

 ::: Argentina para el mundo  :::
 
		::: Argentina para el mundo  :::