Salmo 56 |
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Dios escucha la oración de Israel
1*Al maestro de coro. Por el tono de “No destruyas”. De David. Miktam.
Cuando huyendo de Saúl, se refugió en una cueva.
2*Ten
piedad de mí, oh Dios,
ten piedad de mí,
ya que a Ti se acoge mi alma.
A la sombra de tus alas me refugio
hasta que pase la calamidad.
3*Clamo
al Dios Altísimo,
al Dios que es mi bienhechor.
4*Quiera
El enviar del cielo
a quien me salve;
entregue al oprobio
a quienes me persiguen;
mande Dios su misericordia y su fidelidad.
5*Yazgo
en medio de leones,
que devoran con avidez
a los hijos de los hombres.
Sus dientes son lanzas y saetas;
y su lengua, cortante espada.
6*Muéstrate
excelso,
oh Dios, sobre los cielos;
brille tu gloria sobre toda la tierra.
7*Tendieron
una red a mis pasos,
deprimieron mi alma;
habían cavado una fosa delante de mí;
han caído en ella.
8*Mi
corazón está pronto, oh Dios;
firme está mi corazón;
quiero cantar y entonar salmos.
9*Despierta,
oh alma mía;
salterio y cítara despertaos;
despertaré a la aurora.
10Te
alabaré, Señor,
entre los pueblos,
te cantaré himnos
entre las naciones.
11Porque
tu misericordia
es grande hasta el cielo,
y tu fidelidad, hasta las nubes.
12Muéstrate
excelso,
oh Dios, sobre los cielos;
brille tu gloria sobre toda la tierra.
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1. No
destruyas, indica probablemente el título de
la melodía. Sobre
Miktam cf. Salmo 15, 1 y nota. Aquí parece significar himno
recordatorio. Según la Vulgata: “para
inscribirse en una columna”. Salmo parecido al
anterior en fondo y forma, y no menos sublime en
los sentimientos. La cueva que aquí se menciona
puede ser la de Odollam (I Reyes 22, 1 ss.), o
más bien la de Engaddí (I Reyes 24, 1 ss.).
David que confía siempre, y cuya confianza nunca
sale fallida, entona durante aquella noche (cf.
versículo 9) esta suprema apelación de amparo,
cuando su vida pendía de un hilo.
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2. A la
sombra de tus alas... hasta que pase la
calamidad: Hoy más que nunca hemos de
refugiarnos junto al Corazón del Padre ante las
calamidades que el mundo padece y la iniquidad y
apostasía que se entroniza, recordando el dolor
de Elías ante la prevaricación de su pueblo (III
Reyes 19, 9 ss.). No olvidemos que fue el mismo
Jesús quien nos descubrió su deseo de
protegernos así, al amparo de sus alas, como la
gallina a sus polluelos (Mateo 23, 37).
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3. Lo reconoce como a su bienhechor habitual.
Tal es la verdadera base de nuestra a-mistad con
Dios (Salmo 102, 2 ss.): pensar bien de Él, sin
lo cual no podemos amarlo. Es la primera lección
que nos da la Sabiduría (Sabiduría 1, 1). “La
vida espiritual ha de estar fundada no en la
falaz arena del amor que nosotros pretendemos
tenerle a Dios sino en la roca del amor que Dios
nos tiene.” Cf. I Juan 4, 10; Romanos 11, 35; 5,
8 s.; 8, 39 s.; Efesios 2, 4 y nota.
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4. Son las dos características con que siempre
se nos muestra a Dios (cf. Salmos 39, 12; 88, 15
y nota, etc.), y a su Enviado Jesucristo:
misericordia en sus promesas y fidelidad en
cumplirlas. Cf. versículo 11; Números 23, 19.
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5. Sobre esta frecuente insistencia con que se
nos presenta la maldad humana, véase Salmo 54,
22 y nota. Tanta es la fuerza de estas
expresiones que San Agustín las aplica en
sentido alegórico a los demonios, diciendo
(según el texto de la Vulgata): para sacarnos de
la boca de esos verdaderos leones (I Pedro 5, 8)
que vomitan llamas de su boca; para eso vino
Cristo a este mundo.
Su lengua,
cortante espada: Véase sobre lo que es la
lengua el célebre capítulo 3 de Santiago.
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6. Es un estribillo (cf. versículo 12), y
expresa admirablemente, junto con un suspiro
mesiánico de David, lo que ha de ser a un tiempo
nuestra pasión y nuestra esperanza: la gloria
del Padre, que le viene toda por el Hijo (Mateo
3, 16), en el común Espíritu de amor, y que se
ha de manifestar cuando su Enviado, Cristo,
antes Víctima dolorosa, aparezca a los ojos de
todos como el gran Triunfador. Cf. Mateo 26, 64;
II Tesalónica 1, 10; Filipenses 3, 20 s.;
Apocalipsis 1, 7, etcétera.
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7. Desde aquí vemos, como tantas otras veces,
que la oración ha sido escuchada. El alma del
rey David va a desbordar en esa gratitud tan
propia de los Salmos, que estalla aquí en un
lirismo incomparable, queriendo apresurar el
amanecer (versículo 9) después de aquella noche
terrible. Cf. II Pedro 1, 19; 3, 12.
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8. Los versículos 8-12 se encuentran también en
el Salmo 107, 2-6, donde se ve su trascendencia
mesiánica (cf. versículo 10).
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9.
Salterio y citara: literalmente
“nébel y
kinnor”, los instrumentos hebreos.
Despertaré
a la aurora, pero no en el sentido dé ‘me
despertaré yo’, sino de ‘la despertaré a ella’.
El salmista con su sublime entusiasmo no sólo
despierta a su instrumento, sino que se anticipa
a la misma aurora para cantar al Señor.
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