Salmo 41 |
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Segundo Libro de los Salmos
Nostalgia de la casa de Dios
1* Al maestro de coro. Maskil. De los hijos de Coré.
2Como
el ciervo ansía
las corrientes de aguas,
así mi alma suspira por Ti, oh Dios,
3*porque
mi alma tiene sed de Dios,
del Dios vivo.
¿Cuándo vendré
y estaré en la presencia de Dios?
4*Mis
lágrimas se han hecho mi pan
de día y de noche,
mientras se me dice continuamente:
“¿Dónde está tu Dios?”
5*Me
acuerdo
-y el recuerdo me parte el alma-
de cómo caminaba yo
al frente de la noble cohorte
hacia la casa de Dios,
entre cantares de júbilo y alabanza,
en festivo cortejo.
6¿Por
qué estás afligida, alma mía,
y te conturbas dentro de mí?
Espera en Dios,
pues aun he de alabar
al que es mi salvación, mi Dios.
7*Desfallece
en mi interior mi alma,
cuando de Ti me acuerdo;
desde la lejana tierra del Jordán
y del Hermón,
desde la colina de Misar.
8Como,
en el estruendo de tus cataratas,
un abismo llama a otro abismo,
así todas tus ráfagas
y tus olas pasan sobre mí.
9*De
día gimo: “Mande Yahvé su gracia”,
y de noche entono un cántico,
la plegaria al Dios de mi vida.
10Digo
a Dios: “Roca mía,
¿por qué me has olvidado,
por qué he de andar afligido,
bajo la opresión de mis enemigos?”
11Mis
huesos se quebrantan
cuando mis adversarios me hacen burla,
diciendo uno y otro día:
“¿Dónde está tu Dios?”
12*¿Por
qué estás afligida, alma mía,
y te conturbas dentro de mí?
Espera en Dios,
pues aun he de alabar
al que es mi salvación, mi Dios.
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1. Empieza el segundo Libro, que contiene los
Salmos 41-71, llamados Elohistas, porque en
ellos Dios se llama generalmente, en vez de
Yahvé, Elohim (plural hebreo con que comienza el
Génesis), si bien en realidad el grupo de los
Salmos Elohistas dura hasta el Salmo 82, y aún
más allá en ciertos casos (cf. Salmo 83 de
inspiración análoga al presente). Este cántico
lleva el nombre de los
hijos de
Coré, y su autor es, según se cree, un
levita de entre ellos, alejado de Jerusalén,
probablemente hacia las laderas del monte Hermón
(versículo 7). San Roberto Belarmino lo atribuye
a David, lo mismo que el Salmo 42, que es como
su continuación y que en los LXX y la Vulgata
dice: De David, palabras que hoy se tienen por apócrifas. Sobre el
epígrafe véase el Salmo 31, 1 y nota; sobre los
hijos de Coré: I Paralipómenos 6, 16 ss.; 9, 19
y 26.
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3. Expresa la nostalgia del Santuario y quizá de
ver el Arca de la Alianza que allí estaba (cf.
Números 17, 10; Éxodo 25, 16; 27, 41;
Apocalipsis 11, 19; 15, 5; II Macabeos 2, 4 s.;
Ezequiel 41, 26 y nota). No se trata, pues, del
deseo de la muerte (cf. II Corintios 5, 4 y
nota), de la cual los hebreos no esperaban la
inmediata visión de Dios (Salmo 6, 6 y nota).
Véase la esperanza que a este respecto existe
para el cristiano según lo enseña San Pablo
(véase I Tesalonicenses 4, 16 s.; I Corintios
15, 22, 23, 51 y 52 [texto griego].
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4. Intensa figura del hombre de fe en nuestra
condición presente: desear, andar por todas
partes en busca de Dios, entre las burlas del
mundo (cf. Cantar de los Cantares 3, 1 ss.).
“Busco a Dios en cada cosa creada y no lo hallo.
Dentro de mi alma es donde Dios tiene su mansión
(Juan 14, 23); aquí está, de aquí me mira
amorosamente y me gobierna y me llama y me
apremia” (San Agustín).
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5. San Roberto Belarmino comenta este texto como
una gozosa esperanza porque lo toma de la
Vulgata (“transibo in locum Tabernaculi
admirabilis”). El hebreo expresa lo más agudo de
la nostalgia (cf. versículo 6 s.).
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7 s. Misar
significa pequeño (de ahí la versión de la
Vulgata). El salmista precisa el lugar de su
destierro: las fuentes del Jordán y el monte
Hermón, es decir, el extremo norte de Palestina,
donde vive gente pagana. La imagen de las
cataratas (versículo 8) está tomada quizás de
esa región montañosa, y muestra con viva
elocuencia la incesante sucesión de las pruebas
que lo abruman.
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9. El texto ha sufrido. La interpretación que
damos es a nuestra manera de ver la más conforme
al contexto de toda esta lamentación, según el
cual no parece que el cántico de la noche fuese
prometido como gratitud por las gracias
anheladas en el día, sino más bien una nueva
súplica: la que sigue a continuación (versículo
10 s.) hasta que vuelve el estribillo de
esperanza (versículo 12).
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12. “Se trata de la nación entera de Israel,
trasplantada al destierro y desolada al recordar
los esplendores litúrgicos perdidos lejos de
Jerusalén... Pero una voz se hace oír, que dice:
¡valor! Un día volverán esas alegrías y se
podrán cantar de nuevo las alabanzas del
Altísimo” (Dom Puniet). Véase Ezequiel 37,
21-28.
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