Salmo 111 |
|
* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Bienaventuranzas del justo
1*¡Hallelú
Yah!
Dichoso el hombre que teme a Yahvé,
en sus preceptos halla el sumo deleite.
2*Su
descendencia
será poderosa sobre la tierra;
la estirpe de los rectos es bendecida.
3En
su casa hay bienestar y abundancia,
y su justicia permanece para siempre.
4*Para
los rectos
brilla una luz en las tinieblas:
el Clemente, el Misericordioso, el Justo.
5*Bien
le va al hombre
que se compadece y presta;
reglará sus negocios con discreción;
6nunca
resbalará;
el justo quedará en memoria eterna.
7*No
temerá malas nuevas;
su corazón está firme,
confiado en Yahvé.
8Su
ánimo es constante, impávido,
hasta ver confundidos a sus adversarios.
9*Distribuye
y da a los pobres largamente;
su justicia permanece para siempre,
su triunfo será exaltado con gloria.
10Lo
verá el impío y se enfurecerá,
se consumirá rechinando los dientes.
Estéril será la envidia de los pecadores.
*
1. El epígrafe
Del
regreso de Ageo y Zacarías que se encuentra
aquí —más que en el Salmo anterior—, en el
griego, y también en la Vulgata (cf. Salmo 145,
1), probablemente sólo quiere decir que Ageo y
Zacarías hicieron uso de él después del regreso
del cautiverio. Aunque aparece como gemelo del
Salmo 110, el presente tiene más bien carácter
didáctico sapiencial y recuerda con frecuencia
el Salmo 36. En todo caso puede decirse que el
110 muestra la benignidad de Dios para con su
pueblo y la fidelidad en sus grandes promesas,
en tanto que el presente muestra al hombre
justo, fiel a Dios y misericordioso con su
prójimo. Este versículo 1 coincide con Salmo
110, 10 y confirma la interpretación allí
señalada.
El sumo deleite: Sobre esta insuperable
promesa véase Salmos 36, 4; 85, 11; 88, 16 y
notas. Todo el Salmo 118 es un solo canto de
amor a la Palabra de Dios como el gran secreto
de nuestra felicidad (cf. Salmo 1, 1 ss.).
*
2. Sobre
la tierra: Tales son habitualmente las
promesas a Israel. Cf. Salmos 24, 13; 36, 9, 26
y 29; 101, 29. 3.
Su
justicia (cf. 110, 3 b): Bover-Cantera
vierte: su
munificencia, otrosí su salud o recompensa.
Véase Job 31, 24; Salmo 36, 25; Proverbios 3,
16; Eclesiástico 31, 8, etc. Estas bendiciones,
aun en bienes materiales, son precisamente para
los que no ponen su corazón en ellos (Isaías 58,
3; Lucas 6, 24; Santiago 5, 1 ss.; I Timoteo 6,
7-19).
*
4. Los
rectos, o sea, los sencillos sin doblez, ven
la luz aun entre las tinieblas del mundo (Salmo
36, 6; Sabiduría 1, 1; Mateo 5, 8; Lucas 10, 21)
hasta que brille del todo como en Salmo 96, 11
(cf. Miqueas 7, 8; II Pedro 1, 19). Esta luz que
las tinieblas no podrán ocultar (Juan 1, 5) es
el mismo “Yahvé clemente y misericordioso”
(Salmo 110, 4 b), que hoy se ha revelado para
nosotros (Hebreos 1, 1 ss.) en Aquel que dijo:
“Yo soy la luz del mundo” (cf. Juan 1, 9; 3, 19;
II Timoteo 1, 10).
El
Clemente, el Misericordioso, el Justo es el
divino Padre y, como Él, su Hijo hecho Hombre,
Cristo (Isaías 9, 6; Malaquías 4; 2; Hechos 4,
12). Otros vierten:
clemente y misericordioso es el justo, y lo aplican a este mismo
hombre recto que se hace imitador de la
misericordia del Padre (cf. Salmo 110, 4; Lucas
6, 36) y brilla así como una luz para los otros
(Mateo 5, 14 ss.).
*
5 s. Con
discreción: Tal parece ser el verdadero
sentido de este versículo Según ello, el buen
éxito en los negocios temporales no será del que
los maneja con mezquino rigor, sino del liberal
y generoso, el cual nunca resbalará (versículo
6). Es lo que expresa el adagio popular: “La
codicia rompe el saco.”
*
7 s. Meditemos en la felicidad que aquí se nos
propone: no temer nunca una mala noticia
sabiendo que el Padre nos cuida (Salmo 22); y,
aun cuando los enemigos parezcan triunfar,
esperar tranquilos hasta que caigan, seguros de
que caerán (cf. Salmos 29; 34; 36; 108); lo cual
no nos impedirá rogar por ellos como quiere
nuestro Señor (cf. versículo 4; Mateo 5, 43-48).
Dios nos ofrece esto muchas veces (Salmos 3, 7;
26, 1 ss.; 36, 7 ss.; 90, 7; 118, 165; Romanos
8, 31, etc.) y sólo pide que le creamos de
veras. Lo que nos traiciona, lo que nos falla es
siempre el corazón. ¡Y aquí se nos asegura que
no fallará, que estará siempre bien dispuesto!
Pero ¿cuántos pueden gloriarse de tener esta
confianza? Por tanto, nuestro examen de
conciencia ha de empezar siempre por ver si
tenemos fe viva, sin la cual “es imposible
agradar a Dios” (Hebreos 11, 6). De ella nos
vendrá el amor, que es lo que nos hará piadosos
y justos (Salmo 110, 10 y nota). Cf. Juan 14, 23
s. y nota.
*
9 s. Su
justicia, etc.: Repite como estribillo el
versículo 3 b. Adviértase el contraste entre las
dos clases de hombres: los que cumplen con la
limosna alegremente hasta el derroche (II
Corintios 9, 7; Filemón 14; Eclesiástico 35, 11;
cf. Misa de San Lorenzo y de varios santos) y
aquellos otros (versículo 10) que ni lo hacen ni
pueden soportar que los primeros sigan la buena
doctrina. Esto nos explica cómo los cerdos de
que habla Jesús, no sólo pisan las perlas sino
que despedazan al que se las da (Mateo 7, 6).
Cf. Salmos 34, 16; 36, 12. Este mismo crujir de
dientes será su eterno suplicio, mientras los
amigos de Dios gozan de su Reino (Lucas 13, 28).
Véase el célebre cuadro que se pinta de ambos en
Sabiduría 5, 1 ss.
|