Salmo 114 |
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Acción de gracias del salmista
1*¡Hallelú
Yah!
Yo lo amo, porque Yahvé escucha
mi voz, mi súplica;
2porque
inclinó hacia mí su oído
el día en que lo invoqué.
3*Me
habían rodeado
los lazos de la muerte,
vinieron sobre mí
las angustias del sepulcro;
caí en la turbación y en el temor.
4*Pero
invoqué el Nombre de Yahvé:
¡Oh Yahvé, salva mi vida!
5Yahvé
es benigno y justo;
sí, nuestro Dios es misericordioso.
6*Yahvé
cuida de los sencillos;
yo era miserable y Él me salvó.
7Vuelve,
alma mía, a tu sosiego,
porque Yahvé te ha favorecido.
8*Puesto
que Él ha arrancado
mi vida de la muerte,
mis ojos del llanto, mis pies de la caída,
9*caminaré
delante de Yahvé
en la tierra de los vivientes.
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1 s. Con Scío y muchos autores antiguos
conservamos la opinión que atribuye a David este
Salmo, tan propio de su espíritu. Esta idea no
prima entre los modernos; pero los motivos de
orden técnico no engendran plena certeza, ni se
propone otra explicación que aventaje a la
antigua, quedando el precioso Salmo como obra de
un autor anónimo posterior a Babilonia y quizá
curado de grave enfermedad, lo que ha hecho que
algunos pensaran en el rey Exequías (cf. Isaías
38, 10-12). Pero las tribulaciones y peligros
que describe el Salmo no parecen de una
enfermedad, que es cosa normal en todo hombre.
En cambio, leyendo en I Reyes 24 la aventura de
David con Saúl en la cueva del desierto de
Engaddí, se aprecian los sublimes afectos de
este Salmo, que retratan el corazón del profeta,
ejemplo singularísimo de esa pobreza de espíritu
que arrebata la predilección de Dios (cf. Salmo
85, 1 y nota).
“Yo lo amo
porque”, etc.: Aunque no sea usual esta
construcción hemos vertido literalmente la frase
hebrea (aclarándola simplemente con el
“lo”),
para conservar la intensidad de su expresión
desbordante en el alma de David.
Escucha,
en presente, dice mucho más que un pretérito,
pues significa que Él lo escucha siempre.
Algunos (Vaccari, Páramo, etc.) mantienen el
verbo en presente también en el versículo 2.
Esta confianza de ser escuchado es lo que dilata
su corazón en el amor (cf. Salmo 118, 32). Son
los sentimientos de Jesús en Mateo 26, 53; Juan
11, 41 s., etc.
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3. Cf. Salmo 93, 17. La angustia de David puede
imaginarse por el peligro mortal en que había
caído. Buscado por el rey con tres mil hombres,
se esconde en la cueva más apartada y de pronto
ve entrar en ella al propio Saúl. Véase
versículo 8 y nota. Callan hace notar la
particular similitud de este pasaje con Salmo
17, 5-7, cuyo autor indiscutido es David.
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4. Lo extremo del peligro no lo lleva a
desesperar ni menos a entregarse a impulsos de
temeridad. Él sabe bien, ya que tanto nos lo ha
enseñado en sus Salmos, que es una complacencia
de Dios el salvar cuando todo está perdido
(Lucas 19, 10). De su pura fe. acrisolada en la
suma angustia, brota este ruego que más tarda en
ser pronunciado que en penetrar los oídos de
Yahvé (versículo 1). Era lo que Él esperaba para
mostrar que es Padre.
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6. Yo era
miserable: Apenas confiesa su necesidad y su
impotencia, Dios da cursó a su misericordia. Cf.
Salmo 93, 18. Es el privilegio de los pequeños.
David realizó entonces una hazaña de
extraordinaria audacia al cortar la orla del
manto del rey. Pero vemos cuán lejos está de
recordarla aquí. Sólo piensa en el miedo que
tuvo y en la mano de Dios que le salvó.
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8. Ha
arrancado mi vida de la muerte” que parecía
inevitable;
mis ojos del llanto que me habría costado el derramar la sangre del
ungido de Dios (II Reyes 1); y
mis pies
de la caída, porque no me dejó ceder al
deseo de venganza ni a las instancias de los
míos que querían matar a Saúl.
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9.
Caminaré, etc.: Dios no lo quiso muerto sino
vivo. ¿Cómo no desear agradarle después de tales
pruebas de su amor? Éste era el constante deseo
de Jesús respecto a su Padre (Juan 8, 29), ¡Con
cuánto mayor motivo que David hemos de decir
nosotros con San Pablo: la vida que vivo ahora
en esta carne, la vivo en la fe del Hijo de
Dios, el cual me amó y se entregó por mí!
(Gálatas 2, 20). Con el presente versículo
parecería terminar lógicamente el Salmo, pero
según el texto hebreo se prolonga en el
siguiente, y la Vulgata, no obstante
distinguirlos en el orden numérico (a la inversa
del Salmo 113), continúa en ambos la numeración
corrida de los versículos.
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