Iglesia Remanente

Salmo 114

       

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Salmo 114 (116, 1-9)

Acción de gracias del salmista

1*¡Hallelú Yah!

Yo lo amo, porque Yahvé escucha

mi voz, mi súplica;

2porque inclinó hacia mí su oído

el día en que lo invoqué.

3*Me habían rodeado

los lazos de la muerte,

vinieron sobre mí

las angustias del sepulcro;

caí en la turbación y en el temor.

 

4*Pero invoqué el Nombre de Yahvé:

¡Oh Yahvé, salva mi vida!

5Yahvé es benigno y justo;

sí, nuestro Dios es misericordioso.

6*Yahvé cuida de los sencillos;

yo era miserable y Él me salvó.

 

7Vuelve, alma mía, a tu sosiego,

porque Yahvé te ha favorecido.

8*Puesto que Él ha arrancado

mi vida de la muerte,

mis ojos del llanto, mis pies de la caída,

9*caminaré delante de Yahvé

en la tierra de los vivientes.



* 1 s. Con Scío y muchos autores antiguos conservamos la opinión que atribuye a David este Salmo, tan propio de su espíritu. Esta idea no prima entre los modernos; pero los motivos de orden técnico no engendran plena certeza, ni se propone otra explicación que aventaje a la antigua, quedando el precioso Salmo como obra de un autor anónimo posterior a Babilonia y quizá curado de grave enfermedad, lo que ha hecho que algunos pensaran en el rey Exequías (cf. Isaías 38, 10-12). Pero las tribulaciones y peligros que describe el Salmo no parecen de una enfermedad, que es cosa normal en todo hombre. En cambio, leyendo en I Reyes 24 la aventura de David con Saúl en la cueva del desierto de Engaddí, se aprecian los sublimes afectos de este Salmo, que retratan el corazón del profeta, ejemplo singularísimo de esa pobreza de espíritu que arrebata la predilección de Dios (cf. Salmo 85, 1 y nota). “Yo lo amo porque”, etc.: Aunque no sea usual esta construcción hemos vertido literalmente la frase hebrea (aclarándola simplemente con el “lo”), para conservar la intensidad de su expresión desbordante en el alma de David. Escucha, en presente, dice mucho más que un pretérito, pues significa que Él lo escucha siempre. Algunos (Vaccari, Páramo, etc.) mantienen el verbo en presente también en el versículo 2. Esta confianza de ser escuchado es lo que dilata su corazón en el amor (cf. Salmo 118, 32). Son los sentimientos de Jesús en Mateo 26, 53; Juan 11, 41 s., etc.

* 3. Cf. Salmo 93, 17. La angustia de David puede imaginarse por el peligro mortal en que había caído. Buscado por el rey con tres mil hombres, se esconde en la cueva más apartada y de pronto ve entrar en ella al propio Saúl. Véase versículo 8 y nota. Callan hace notar la particular similitud de este pasaje con Salmo 17, 5-7, cuyo autor indiscutido es David.

* 4. Lo extremo del peligro no lo lleva a desesperar ni menos a entregarse a impulsos de temeridad. Él sabe bien, ya que tanto nos lo ha enseñado en sus Salmos, que es una complacencia de Dios el salvar cuando todo está perdido (Lucas 19, 10). De su pura fe. acrisolada en la suma angustia, brota este ruego que más tarda en ser pronunciado que en penetrar los oídos de Yahvé (versículo 1). Era lo que Él esperaba para mostrar que es Padre.

* 6. Yo era miserable: Apenas confiesa su necesidad y su impotencia, Dios da cursó a su misericordia. Cf. Salmo 93, 18. Es el privilegio de los pequeños. David realizó entonces una hazaña de extraordinaria audacia al cortar la orla del manto del rey. Pero vemos cuán lejos está de recordarla aquí. Sólo piensa en el miedo que tuvo y en la mano de Dios que le salvó.

* 8. Ha arrancado mi vida de la muerte” que parecía inevitable; mis ojos del llanto que me habría costado el derramar la sangre del ungido de Dios (II Reyes 1); y mis pies de la caída, porque no me dejó ceder al deseo de venganza ni a las instancias de los míos que querían matar a Saúl.

* 9. Caminaré, etc.: Dios no lo quiso muerto sino vivo. ¿Cómo no desear agradarle después de tales pruebas de su amor? Éste era el constante deseo de Jesús respecto a su Padre (Juan 8, 29), ¡Con cuánto mayor motivo que David hemos de decir nosotros con San Pablo: la vida que vivo ahora en esta carne, la vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó por mí! (Gálatas 2, 20). Con el presente versículo parecería terminar lógicamente el Salmo, pero según el texto hebreo se prolonga en el siguiente, y la Vulgata, no obstante distinguirlos en el orden numérico (a la inversa del Salmo 113), continúa en ambos la numeración corrida de los versículos.