Salmo 31 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Confesión
1*Maskil de David.
Dichoso aquel a quien es perdonada su iniquidad.
cuyo pecado es olvidado.
2*Dichoso
el hombre
a quien Yahvé no imputa culpa
y en cuyo espíritu no hay doblez.
3*Mientras
callé se consumieron mis huesos,
en medio de mis continuos gemidos.
4Porque
de día y de noche
pesaba sobre mi tu mano,
me revolcaba en mi miseria
mientras tenía clavada la espina.
5*Entonces
te manifesté mi delito,
y no te oculté mi culpa;
dije: “confesaré mi iniquidad a Yahvé”
y Tú remitiste la culpa de mi pecado.
6*Que
te invoquen todos los fieles,
en el tiempo en que puedes ser hallado;
aunque irrumpiera un diluvio de agua,
no les alcanzará.
7Tú
para mí eres un refugio
que me libra de la angustia,
Tú me envuelves en el gozo de mi salud.
8*
“Yo te aleccionaré
y te mostraré el camino que has de seguir;
de ti cuidaré y fijaré sobre ti mis ojos.
9*No
quieras ser como el caballo o el mulo,
sin entendimiento,
que han de ser domados con freno y riendas
para que te obedezcan.”
10Muchos
dolores aguardan al pecador,
mas al que confía en Yahvé
lo defenderá la misericordia.
11*Alegraos
en Yahvé y regocijaos, oh justos;
saltad de júbilo todos los rectos de corazón.
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1. Maskil:
Esto es, doctrinal, de instrucción. Este Salmo
forma parte de los siete Salmos penitenciales
(con los números 6, 37, 50, 101, 129 y 142) y se
cree que David lo compuso después de su pecado
con Betsabee. San Pablo cita este versículo para
mostrar que el perdón de Dios es obra gratuita
de su misericordia (Romanos 4, 7).
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2. A quien
Yahvé no imputa: No dice que no la tenga o
no la haya tenido. En esto está la gran
enseñanza doctrinal: lo que nos interesa es lo
que Él piensa y juzga de nosotros. La realidad
verdadera sólo es la que existe en Su mente
divina. Por eso San Pablo no se cuida del juicio
de los hombres, ni siquiera del suyo propio,
pues dice: “Dios es quien me juzga” (I Corintios
4, 3 s.). Y como ese Juez es soberanamente libre
(Santiago 4, 12; cf. Salmo 147, 9 y nota), hace
misericordia a quien le place (Romanos 9,
11-16), por lo cual una sola cosa importa y es
cultivar su amistad para poder contar con su
benevolencia en nuestra nulidad, como Ester con
el rey Asuero (Ester 5, 2 s.; 7, 2 ss.). Nadie
podrá pedirle cuenta a Él de las privanzas que
quiera tener con nosotros, y así lo enseñó Jesús
en la parábola de los obreros de la última hora
(Mateo 20, 8 ss.). Así explica Santo Tomás que
“el amor cubre la multitud de los pecados”
(Proverbios 10, 12; I Pedro 4, 8), siendo
notorio que a nuestros íntimos solemos
disimularles cosas que se castigarían en un
simple mercenario. Esto ayuda a entender la
asombrosa doctrina que San Juan nos revela al
decir que el que ha nacido de Dios “no hace
pecado” (I Juan 3, 9; 5, 18). Cf. Romanos 8,
28-31.
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3 s. Nótese la clásica descripción del infierno
de los remordimientos; mientras calla su miseria
el salmista sufre hasta dar gritos de dolor. En
el versículo 5 vemos cómo se decide a confesarse
culpable. El segundo hemistiquio del versículo 4
es según la Vulgata.
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5. Aquí está la doctrina central del Salmo: no
temer presentarnos a Dios sucios como somos,
pues es Él quien nos limpia y no nosotros. San
Juan expone esta doctrina en I Juan 1, 8 ss. La
meditación de tan estupenda y dulcísima verdad
basta para transformar un alma y librarla de la
peor arma de Satanás, que es la desconfianza,
con la cual nos aleja de nuestro Padre
celestial. Cf. Salmo 50; Job 14, 4; 25, 4;
Isaías 43, 25; Eclesiastés 7, 21; Marcos 2, 7;
Juan 13, 8. etc.
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6. Que te
invoquen todos: Usando de tan consoladora
certeza dice San Ambrosio: “No pudiendo
afrontarte como Juez, suspiro por tenerte como
Salvador y te descubro, Señor, mis llagas y mi
vergüenza” (Oración de preparación a la Misa).
Sobre este tiempo de la misericordia en que Él
puede ser hallado, cf. Juan 6, 37. El diluvio de
agua simboliza según algunos el tiempo de las
grandes pruebas; según otros, el terrible
destino que espera a los que rechacen este
llamado de la misericordia. Cf. Apocalipsis 6,
16; 14, 10-11, 19-20; 19, 21; 20, 14.
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8. “Yo te
aleccionaré”: Esto también es fundamental.
Así como nada podemos en el orden de la moral,
si no es por el auxilio gratuito de Dios que se
nos anticipa y nos acompaña hasta el fin (cf.
Salmo 22, 6 y nota), así también en el orden de
la inteligencia necesitamos la iluminación de
Dios (Lucas 24, 45; Hechos 16, 14; I Juan 5,
20). De ahí que el gran Salmo 118 implore
constantemente esa inteligencia. Véase en dicho
Salmo los versículos 18, 34, 73, 169, etc.
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9 s. Es éste uno de los muchos pasajes donde
Dios nos alecciona preciosamente (versículo 8),
mostrándonos cómo le aflige tener que hacernos
sufrir. ¡No quiere llevarnos por la fuerza y le
duele que huyamos de Él con desconfianza! Cf.
Salmo 48, 13: Tobías 6, 17; Proverbios 26, 3. Su
ley es “la Ley perfecta de la libertad”
(Santiago 1, 25). “Cuando el hombre descuida lo
que lo hace superior a los animales, destruye,
deturpa y borra en sí mismo la imagen de Dios”
(San Agustín).
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11. “Alégrense los demás en las riquezas y
honras del mundo; otros en la nobleza de sus
linajes; otros en los favores y privanzas de los
príncipes; otros en la preeminencia de sus
oficios y dignidades. Mas vosotros que presumís
tener a Dios por vuestro, que es vuestra heredad
y vuestra posesión, alegraos y gloriaos más de
verdad en este bien, pues es tanto mayor que
todos los otros, cuanto es más Dios que todas
las cosas” (Fr. Luis de Granada). Cf. Jeremías
9, 23; I Corintios 1, 31; II Corintios 10, 17.
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