Iglesia Remanente

Salmo 32

       

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Salmo 32 (33)

Himno a la providencia de Dios

1*Cantad, oh justos, a Yahvé,

la alabanza es propia de los rectos.

2*Celebrad al Señor con la cítara;

con el arpa de diez cuerdas cantadle himnos.

3*Entonadle un cántico nuevo;

tañed bien sonoramente.

4*Porque la Palabra de Yahvé es recta,

y toda su conducta es fiel.

5*Él ama la misericordia y la justicia,

la tierra está llena de la bondad de Yahvé.

6*Por la Palabra de Yahvé

fueron hechos los cielos,

y todo su ornato por el soplo de su boca.

7*Él junta como en un odre las aguas del mar,

encierra en depósitos los abismos.

 

8Tema a Yahvé toda la tierra;

reveréncienle todos los pobladores del orbe.

9*Porque Él habló y quedaron hechos;

mandó, y tuvieron ser.

10*Yahvé desbarata los planes de las naciones,

deshace los designios de los pueblos.

11*Mas los planes del Señor permanecen eternamente;

los designios de su corazón,

de generación en generación.

 

12¡Dichoso el pueblo

que tiene por Dios a Yahvé,

dichoso el pueblo

que Él escogió para herencia suya!

13Yahvé mira desde lo alto de los cielos,

ve a todos los hijos de los hombres.

14Desde el lugar de su morada fija sus ojos,

sobre todos los que habitan la tierra.

15*Él, que formó el corazón de cada uno,

presta atención a todas sus acciones.

 

16No vence el rey por un gran ejército;

el guerrero no se salva por su mucha fuerza.

17*Engañoso es el caballo para la victoria,

todo su vigor no salvará al jinete.

18Mas los ojos de Yahvé

velan por los que le temen,

por los que esperan de su misericordia,

19que ha de librar sus almas de la muerte,

y alimentarlos en el tiempo de hambre.

 

20Nuestra alma cuenta con Yahvé;

Él es nuestra ayuda y nuestro escudo.

21En Él se regocija nuestro corazón,

y en su santo Nombre confiamos.

22*Sea, Yahvé, sobre nosotros tu misericordia,

según lo esperamos de Ti.



* 1. Este precioso Salmo, que según la Vulgata es de David, contiene, como el 102, uno de esos estupendos elogios de Dios en los cuales desahoga su admiración nuestra alma cuando el Espíritu Santo la mueve al agradecimiento. Alabar al Padre es lo propio de los rectos de corazón así como el cantar, dice San Agustín, es propio del que ama. De ahí que Dios, tan perdonador y paciente con los pecadores, como lo mostró Jesús en cada página del Evangelio, sea implacable con la falsa religiosidad que lo alaba sólo de boca (Mateo 15, 8; cf. Isaías 29, 13 y la nota de San Bernardo), y proclame indignado que “abomina del incienso” (cf. Isaías 1, 11 ss.; S- 49, 8 y 16; Sabiduría 9, 10 y notas). Cualquiera siente profunda repugnancia al recibir manifestaciones de afecto por parte de personas de cuya indiferencia tiene pruebas ciertas. “El beso de Judas no sólo no ha concluido para el Maestro, sino que se ha extendido hasta hoy día bajo el título de la mundana cortesía.”

* 2. Cf. Salmo 56, 9 y nota.

* 3. Nótese el contraste entre esta sonora alegría de los buenos tiempos de Israel y el Salmo 136, 3 s. Volveremos a ver esta alegría en el cántico final (Salmo 150, 5 s. y notas). Cf. Salmo 88, 16; 99, 4 ss.

* 4. Sobre la rectitud de Dios cf. Salmo 30, 6 y nota.

* 5. Las ama y por eso las ejercita, como se ve en los versículos siguientes. La justicia es cosa propia de Dios, pues Él es el único justo (II Macabeos 1, 25) y la fuente de toda justicia o santidad. Cf. Salmo 31, 2; 35, 6; Romanos 16, 27. En el Nuevo Testamento justicia es la santidad que Dios nos da mediante la fe en su Hijo Jesucristo (Romanos 3, 25 s.; Mateo 6, 33). Jesús es llamado el Justo, y no practicó la justicia en el sentido pagano de dar a cada uno lo suyo, sino que Él pagó “lo que no había robado” (Salmo 68, 5) y estableció la ley de caridad que debemos practicar a imitación suya, perdonando al prójimo cuantas veces nos ofendiere (Mateo 18, 22). Esta ley es obligatoria, pues si no la cumplimos no seremos perdonados por Dios, sin lo cual todos estamos seguros de ir al infierno (Mateo 6, 15; Santiago 2, 13). “El párroco deberá recordar a los fieles cuánto sobrepuja la bondad y misericordia de Dios a la justicia” (Catecismo Romano III, capítulo 2, 36). Dios, dice Santo Tomás, no obra nunca contra la justicia, pero sí obra más allá de la justicia, como lo muestra Jesús en la parábola de los obreros (Mateo 20, 13; Juan 3, 16-17, etc.). Entre los groseros errores de Miguel Bayo (de Bay) que la Sede apostólica condenó por boca del Papa Pío V, está el que dice que las obras buenas de los justos no recibirán más premio que el que merezcan según la justicia (Denz. 1.014).

* 6. Su ornato: La Vulgata dice su belleza, es decir, los astros y estrellas, que se llaman también la milicia o el ejército del cielo. Cf. Isaías 40, 26.

* 7. Véase Job 38, 22 ss. Los abismos: Cf. Génesis 1, 9 ss. Sobre las maravillas de la naturaleza, véase el Salmo 103 y sus notas.

* 9. Cf. versículo 6. Ese infinito poder de Dios se ejerce por su Palabra o Verbo (Juan 1,13; Salmo 148, 5). El Verbo se hizo hombre, tomando en su Humanidad santísima el dulce hombre de Jesús. Jesús es la Palabra (el Logos) del Padre, quien todo lo hace por amor a Él, para Él y por medio de Él (cf. I Corintios 8, 6). Aquí, como en Salmo 148, 5, se trata de que todas las creaturas agradezcan al Padre ese don de la existencia que les dio por el Hijo. Bien se ve por esto que el concepto cristiano del Logos es muy distinto del que esa voz griega tenía en los filósofos antiguos, para los cuales significaba “la razón”. La diferencia entre ambos es tanta como la que hay entre la tierra y el cielo (Isaías 55, 8 ss. y notas), entre lo humano y lo divino (Salmo 91, 6; Sabiduría 17, 1 y notas), entre lo natural psíquico y lo sobrenatural espiritual (I Corintios 2, 10-16 y notas). La confusión o mezcla de estos conceptos lleva a los extravíos contra los cuales nos previene San Pablo en Colosenses 2, 8. Cf. Hechos 17, 16 ss. y notas.

* 10. Pocos creen de veras en esto, aunque la misma historia contemporánea lo confirma a cada paso con los más sorprendentes acontecimientos (cf. I Corintios 1, 19-20; Isaías 8, 10; 19, 3; 29, 14; 28, 9; 55, 8 s.; Salmo 93, 11). ¿Qué podría esperar aquí abajo la humanidad cuando cae bajo el capricho omnímodo de los tiranos, sino fuera por esta altísima Providencia que los deshace en el momento oportuno, aunque por un tiempo azote con ellos a los pueblos para saludable humillación? Él es el que se ríe de los poderosos (Salmo 2, 4), que endiosando el poder dicen, con el filósofo Hegel: “El Estado es la idea moral realizada, la esencia de la moralidad que ha llegado a tener conciencia de sí misma, el todo moral, la voluntad divina presente, encarnada, universal, lo infinito y absolutamente racional, el espíritu convertido en real, viviente, obrando y desarrollándose: el espíritu total.” Cf. Salmo 11, 5; 16, 4 y notas.

* 11 ss. Alude el salmista a los falaces planes de los gentiles, que conspiran para arruinar al pueblo de Dios, al cual Él llama su herencia (cf. Deuteronomio 4, 6 ss.; 33, 29) y sobre el cual tiene inagotables designios de misericordia. Cf. Salmo 104, 14 ss. y nota. Este versículo y el 19 forman el Introito de la nueva Misa del Sagrado Corazón. Véase Salmo 17, 20 y nota.

* 15. Él, que formó el corazón, etc.: Se refiere a que Él es el creador de todos sin excepción (cf. Zacarías 12, 1). San Agustín, aplicándolo en sentido espiritual, dice: “Con las manos de su gracia y con las de su misericordia forma Dios los corazones, cada uno de por sí, pero sin romper la unidad que los junta a todos en Cristo.”

* 17. Engañoso: literalmente: mentiroso, porque hace creer con su apostura que nadie podrá vencerlo. Admirable verdad que debiera hacernos desconfiar sistemáticamente de toda grandeza humana, no ya sólo de los caballos sino de los imperios, que Dios disipa como el humo. Véase Salmos 17, 35; 43, 7; 48, 7; I Reyes 14, 6.

* 22. Este versículo, que forma el final del Te Deum, contiene una admirable doctrina. Así como, según el Padrenuestro, Dios nos perdona en cuanto nosotros perdonamos, así también Él nos hace misericordia en la proporción en que la esperamos. Es el sentido de las palabras de Jesús: Según vuestra fe, así os sea hecho (Mateo 9, 29). Véase Salmos 16, 7; 36, 40; 146, 11. De ahí la importancia máxima que tiene el creer en la misericordia de Dios, fruto del amor con que nos ama. Pero es muy difícil creer en esta maravilla si no conocemos bien todo el Evangelio (véase I Juan 4, 16; Efesios 2, 4; Gálatas 2, 20. etc.). En efecto, el saberse amado por Dios es el resorte más poderoso y eficaz que existe para la vida espiritual; pero el que no conoce la predilección de Dios por los miserables no puede sentirse amado por Él, a menos de creerse merecedor de ese amor e incurrir en detestable presunción farisaica. En cambio, el que a través de mil revelaciones de Cristo ha descubierto esa sorprendente inclinación del Padre hacia el hijo pródigo, como Jesús la tuvo hacia los pecadores y enfermos, hacia Magdalena, hacia la adúltera, hacia Zaqueo, etc., se coloca en la más auténtica humildad, pues funda esa fe no en sus méritos sino en su miseria y necesidad. Tal es la importancia insuperable de estudiar a fondo el Evangelio, pues sin eso en vano pretenderemos comprender algo tan asombroso como esa “debilidad” de Dios hacia los que nada merecen.