Iglesia Remanente

Salmo 137

       

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Salmo 137 (138)

La alabanza de los reyes

1*De David.

Quiero celebrarte, Yahvé,

con todo mi corazón,

porque oíste las palabras de mi boca;

quiero cantarte delante de los reyes.

2*Me postraré ante tu santo Templo,

y alabaré tu Nombre

por tu misericordia y tu fidelidad;

porque has engrandecido tu Palabra

sobre todas las cosas.

3*El día en que (te) invoqué Tú me oíste

y multiplicaste la fuerza en mi alma.

 

4*Te alabarán, Yahvé,

todos los reyes de la tierra

cuando hayan oído los oráculos de tu boca;

5*y cantarán los caminos de Yahvé:

“Grande es ciertamente la gloria de Yahvé.

6Sí, Yahvé, siendo excelso,

pone los ojos en el humilde

y mira como lejos de sí al soberbio.”

 

7Cuando camino en medio de la tribulación,

Tú conservas mi vida;

tiendes tu mano

contra la ira de mis enemigos,

y tu diestra me salva.

8*Yahvé acabará para mí lo que ha comenzado.

Yahvé, tu misericordia

permanece eternamente;

no abandones la obra de tus manos.



* 1. En este Salmo —que lleva el nombre de David como todos los que siguen hasta el Salmo 144— el Rey Profeta bendice al Señor porque ha visto escuchada su oración, quizá cuando todo Israel estuvo reunido bajo su cetro (II Reyes 7, 1 ss.; Salmo 132 y notas). Luego (versículo 4), con acento profético, anuncia la alabanza de Yahvé por todos los reyes de la tierra, que un día oirán su Palabra. Porque oíste, etc.: Algunos consideran añadido aquí este estiquio, cuyo concepto expresan ampliamente los versículos 2 y 3. Reyes” Así vierte la Peschitto. La lección hebrea dice: los Elohim, o sea los dioses como en Salmo 81, 6. Cf. versículo 4, que también se refiere a los reyes. El Salterio Romano traduce: ángeles, lo mismo que la Vulgata, Bover-Cantera y Nácar-Colunga.

* 2. Tu santo Templo: Otros: tu sagrado palacio: En tiempo de David no existía el Templo de Salomón. ¿Alude al Tabernáculo de Moisés? Otros suponen que fuese el Santuario celestial. Cf. Salmo 5, 8; 50, 1; Ezequiel 40, 5 y notas. Misericordia y fidelidad (a sus promesas): los dos atributos por excelencia que hemos visto exaltados tantas veces en el Padre celestial (Salmos 24, 10; 35, 5; 39, 12; 84, 11; 88, 25; 95, 5 y notas). El hebreo las elogia esta vez de un modo extraordinario en lo que sigue de este versículo que un autor explica diciendo: “Te has mostrado aún más grande que en todos los otros actos por los cuales has glorificado tu nombre.” Y añade: “Está claro que esta promesa es idéntica al célebre oráculo de II Reyes 7, que había predicho a David la perpetuidad de su estirpe y de su reino, gracias al Mesías. Este pasaje es, pues, mesiánico en el texto primitivo.” Sobre todas las cosas, o sobre toda fama (Prado).

* 3. Texto inseguro. Fuerza está en el sentido de audacia. Según algunos el sentido sería: sobrepujaste cuanto yo podía desear. San Pablo expresa este concepto diciéndonos que el Padre es poderoso para hacer infinitamente más de todo cuanto podemos pedir, y aun pensar (Efesios 3, 20). Con igual espíritu exclama Teresa de Lisieux: “Oh Dios mío, has excedido mi esperanza.”

* 4. “Un día los reyes de las naciones se convertirán al verdadero Dios al ver qué promesas había hecho Él a Israel por sus profetas y cómo las ha realizado maravillosamente. Ellos cantarán su gloria, su condescendencia con los pequeños (con su pequeño pueblo de Israel en particular) y su juicio severo sobre los orgullosos (los grandes imperios, inflados por sus victorias, por sus riquezas y por su poder)” (Calès). Cf. Salmo 21, 28 ss.; 101, 17 y nota; Isaías 2, 3, etc.

* 5 s. Grande, etc.: Tal es el himno que cantarán los reyes, mostrándonos una vez más que la gloria de Dios consiste en la ostentación de esa misericordia y fidelidad. Mira como lejos de sí (versículo 6): Esta doctrina de la exaltación del humilde y humillación del soberbio es esencial en ambos Testamentos. En ella se encuentra toda la sustancia del Magníficat. Al soberbio que cree poder prescindir de Dios Él lo deja al antojo de sus manos, que no tardan en mostrarle su impotencia y miseria (Salmo 80, 13; Denz. 193 y 195).

* 8. “La obra de tus manos”: “No mires, comenta San Agustín, mi obra sino tu obra... porque si algo bueno hay en mí, de Ti viene y por tanto es tuyo más que mío.” Cf. Proverbios 2, 8; 12 y 24; Isaías 26, 12; Filipenses 2, 13; Efesios 2, 14; II Corintios 9, 8; Colosenses 1, 29; II Tesalonicenses 1, 11; 2, 17; 3, 5; Romanos 5, 5; Hechos 15, 12; I Tesalonicenses 2, 13; 5, 23 s.; Hebreos 13, 21, etc.