Salmo 61 |
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No confiar más que en Dios
1*Al maestro de coro. Según Iditún. Salmo de David.
2*Sólo
en Dios se descansa, oh alma mía,
porque la salud viene de Él.
3Él solo es mi roca, mi salvación,
mi defensa: nunca seré conmovido.
4*
¿Hasta cuándo acometeréis
a un solo hombre,
queriendo todos derribarlo,
como muro inclinado,
como pared que se desploma?
5*De
su lugar excelso intentan despeñarle,
ellos, que se deleitan con la mentira;
bendicen con su boca,
y en su corazón maldicen.
6*Sólo
en Dios se descansa, oh alma mía,
porque la salud viene de Él.
7Él
solo es mi roca, mi salvación,
mi defensa; nunca seré conmovido.
8En
Dios está mi salud y mi gloria;
mi firme roca y mi refugio es Dios.
9*Oh
pueblo, espera en Él en todo tiempo;
en su presencia derramad vuestros corazones,
porque Dios es para nosotros el amparo.
10*Los
hijos de los hombres no son más que un soplo;
los poderosos, una mentira;
puestos en la balanza suben alto;
porque todos juntos pesan menos que el aire.
11*No
confiéis en la violencia,
ni os gloriéis en la rapiña.
Si vuestras riquezas aumentan,
no pongáis en ellas el corazón.
12*Una
cosa dijo Dios, y otra segunda le oí:
13*que
el poder es de Dios,
y la gracia, oh Señor, es tuya.
Porque Tú recompensas a cada uno
según sus obras.
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1. Sobre
Iditún: Véase Salmo 38, 1 y nota.
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2 s. Esto es: no te apoyes ni busques consuelo,
amor ni bondad fuera de Él, porque no lo
hallarás. De aquí tomó quizá San Agustín su
célebre oración: “Nos hiciste para Ti, y nuestra
alma está inquieta hasta que descanse en Ti.”
Oh alma
mía: Así también Ubach, que señala el
parecido de este Salmo con el Salmo 4,
compuestos tal vez ambos en la rebelión de
Absalón (II Reyes 15-18) o en la del malvado
Sebá (II Reyes 20, 1 ss.). Otros vierten alma en
nominativo. Este pasaje se repite como
estribillo en 6 s.
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4. El grito de angustia, hondamente patético,
recuerda aquel período en que Absalón pretendía
destronar a su padre. La comparación con la
pared ruinosa evidencia que ningún firme apoyo
humano tenía el rey. Pero él pone toda su
esperanza en Dios solo y no duda un instante
(versículo 7).
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5. Su
lugar (así en el Texto Masorético, siguiendo
el contexto): Lo que más aprecia David es su
indubitable carácter de ungido de Dios (Salmo
88, 21), que le desconocían a él como habían de
hacerlo con Cristo (Juan 10, 33; 19, 21).
Bendicen,
etc.: Sobre esta doblez véase Salmo 56, 5 y
nota. Este desacuerdo entre los labios y el
corazón lo señala Jesús especialmente con
respecto a la oración (Mateo 15, 8), citando
palabras de Isaías 29, 13.
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6 ss. San Pablo insiste sobre la infalibilidad
de esta confianza (Romanos 8, 31; cf. Salmo 26,
3), que es ciertamente la más envidiable de las
riquezas para ser feliz. Santiago acentúa la
necesidad de que se funde en Dios exclusivamente
(Santiago 1, 6-8).
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9.
Derramad vuestros corazones (cf. Salmo 36,
5): Esto es, vaciadlos de sus inquietudes y
secretos más íntimos, desnudad vuestras ocultas
vergüenzas ante este único confidente. No
necesitáis detallar ni vuestras necesidades ni
vuestras bajezas, pues Él ya las conoce y las
mira con infinita delicadeza. Basta con
pensarlas delante de Él, es decir, teniendo
conciencia de que se las estamos confesando
voluntariamente sin querer aparecer a sus ojos
mejor de lo que somos (cf. I Juan 1, 8ss; Lucas
5, 32). Sólo Él puede curarlas porque es Dios; y
quiere hacerlo porque nos ama con ternura de
Padre. David es en esta materia un modelo
estupendo, y por eso en los Salmos hallamos los
tesoros más preciosos para la oración. Cf. Salmo
50 y notas.
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10. Los
poderosos: Calès traduce
las gentes
de condición, es decir, los que el mundo
estima coma personas importantes. Recordemos la
formidable revelación de Lucas 16, 15. Los
fariseos enemigos de Jesús eran los más
honorables de su tiempo. Véase lo que Él les
dice en Mateo 21, 31 s.
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11. Preciosa norma: No es malo el tener bienes
—que Dios nos da en depósito— sino el amarlos
“como propios” (cf. Juan 10, 12), porque
entonces se hacen rivales de Dios y Él es muy
celoso de nuestro corazón. Cf. Deuteronomio 4,
24; Eclesiástico 31, 8; I Timoteo 6, 7-19;
Santiago 5, 1 ss.; 4, 4 s., etc. Vemos aquí,
que, contra lo que suele pensarse, es más
difícil ser fiel en la prosperidad que en el
dolor. “Santa Bárbara cuando truena”, dice el
refrán español, porque en la necesidad solemos
humillarnos y pedir remedio. En cambio, como
enseña Jesús, es más fácil al camello pasar por
la aguja que a un rico tomar el camino del Reino
(Lucas 18, 24 s.). Por la misma razón. es
imposible que la semilla llegue hasta dar fruto
entre los abrojos (Mateo 13, 22). Es decir que
la atención prestada a las riquezas nos
distraerá de atender a las Palabras que Dios nos
dice, y éstas se nos borrarán como la imagen del
espejo de que habla Santiago (1, 23 s.).
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12. Una...
y otra, etc.: Forma de expresión hebrea (cf.
Proverbios 30, 15 ss.; Amos, 1, 6 ss.). El nuevo
Salterio Romano vierte:
Una cosa
habló Dios: estas dos escuché;
Nácar-Colunga:
Una vez habló Dios, y estas dos cosas le oí yo. Las dos cosas son:
Dios es poderoso, por lo cual puede salvarnos; y
es a la vez misericordioso, por lo cual quiere
socorrernos. ¿Qué sería de nosotros si sólo
fuera lo primero sin lo secundo? ¿Si hiciera
justicia con nosotros? (cf. Salmos 129, 3; 142,
2). Lo dicho aquí del Señor concuerda con Juan
1, 17.
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13. Según
sus obras: Él mismo nos da también las obras
mediante su gracia, porque sin Él nada podemos
hacer (Juan 15, 5; I Corintios 4, 7; 15, 10; II
Corintios 3, 5; Filipenses 2, 13; I
Paralipómenos 29, 14, etc.), y mediante su
providencia (Efesios 2, 8), de manera que cuanto
hacemos de bueno es también obra suya, por lo
cual todo el mérito y la alabanza han de ser
para el Padre, de quien procede el Hijo que nos
redimió y el Espíritu que nos santifica. Dice a
este respecto Santo Tomás: “En Dios toda obra de
justicia presupone una obra de misericordia o de
pura bondad, y se funda en ella. En efecto, si
Dios llega a deber algo a su creatura, es en
virtud de un don que Él mismo le ha hecho antes,
y así cuando debe recompensar nuestros méritos,
es porque nos ha dado la gracia para merecer y
aun antes nos creó por pura bondad. De esta
manera la misericordia divina es como la raíz o
principio de todas las obras de Dios, las
penetra con su virtud y las domina. Por esta
razón sobrepuja a la justicia, la cual viene
únicamente en segundo término.” Es de notar
también que el Papa Pío V condenó la doctrina de
que las almas no reciben mayor premio que el que
merecen en justicia (Denz. 1.014). Cf. Salmo 62,
12 y nota.
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