Salmo 26 |
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Espera confiada
1*De David.
Yahvé es mi luz y mi socorro;
¿a quién temeré?
La defensa de mi vida es Yahvé;
¿ante quién podré temblar?
2Cada
vez que me asaltan los malignos
para devorar mi carne,
son ellos, mis adversarios y enemigos,
quienes vacilan y caen.
3Si
un ejército acampase contra mí,
mi corazón no temería;
y aunque estalle contra mí la guerra,
tendré confianza.
4*Una
sola cosa he pedido a Yahvé,
y esto sí lo reclamo:
[habitar en la casa de Yahvé
todos los días de mi vida];
contemplar la suavidad de Yahvé
y meditar en su santuario.
5*Porque
en el día malo
Él me esconderá en su tienda;
me tendrá seguro
en el secreto de su tabernáculo,
y me pondrá sobre una alta roca.
6*Entonces
mi cabeza se alzará
por encima de mis enemigos en torno mío,
e inmolaré en su tabernáculo
sacrificios de júbilo;
cantaré y entonaré salmos a Yahvé.
7Escucha,
oh Yahvé, mi voz que te llama;
ten misericordia de mí y atiéndeme.
8*Mi
corazón sabe
que Tú has dicho: “Buscadme.”
Y yo busco tu rostro, oh Yahvé.
9No
quieras esconderme tu faz,
no rechaces con desdén a tu siervo.
Mi socorro eres Tú;
no me eches fuera,
ni me desampares,
oh Dios, Salvador mío.
10*Si
mi padre y mi madre me abandonan,
Yahvé me recogerá.
11Muéstrame,
oh Yahvé, tu camino,
y condúceme por la senda llana
a causa de los que me están asechando.
12*No
me dejes entregado
a la voluntad de mis enemigos,
porque se han levantado
contra mí falsos testigos
que respiran crueldad.
13*
¡Ah, si no creyera yo
que veré los bienes de Yahvé
en la tierra de los vivientes!
14
*¡Aguarda
a Yahvé y ten ánimo;
aliéntese tu corazón y aguarde a Yahvé!
*
1. La fecha y ocasión de este Salmo se indican
en los LXX por el epígrafe: “Antes de ser
ungido”, referente sin duda a la segunda unción
de David (II Reyes 2, 4), como rey de Judá, es
decir, cuando aún le esperaba, no la persecución
de Saúl, que ya había muerto (ibíd.), pero sí la
guerra civil con sus sucesores (II Reyes 2, 8
ss.). No se trata, pues, de la unción como rey
de todo Israel, como afirman algunos, pues ésta
sólo tuvo lugar en II Reyes 5, 3 y fue la
tercera, ya que la primera tuvo lugar en I Reyes
16, 13. Este Salmo expresa la más plena
confianza en Dios y el ardiente anhelo por la
Casa del Señor: virtudes ambas características
del santo poeta.
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4. Las palabras
habitar...
vida, exceden la medida del verso y son
probablemente una cita marginal del Salmo 22, 6.
Sobre el ansia de David por el Santuario, véase
Salmo 25, 8 y nota. Cf. Salmo 41, 5 y nota.
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5. Recuerda un episodio relatado en I Reyes 21,
6: David, desfallecido de hambre, encontró
amparo y alimento (los panes de la Proposición)
en el Tabernáculo del Señor. Jesús cita el
pasaje en Mateo 12, 3 ss., para dar una
bellísima lección a los fariseos.
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6.
Sacrificios de júbilo: Al son festivo de las
trompetas y acompañados de las aclamaciones del
pueblo (cf. I Reyes 4, 5; II Reyes 6, 15).
*
8. La traducción es según Rembold. Tenemos aquí
una de las más exquisitas luces místicas para la
vida espiritual: no pretender “conocerse a sí
mismo” como los paganos, sino salir de sí mismo
y “fijar los ojos en Cristo, autor y consumador
de la fe” (Hebreos 12, 2). Cf. Salmo 118, 37 y
nota. También tiene una trascendencia
escatológica, como anhelo de contemplar a Aquel
que viene. Cf. versículo 14; Salmo 16, 15; I
Juan 3, 2; Apocalipsis 22, 20 y notas.
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10. Sobre esta suavidad de la divina
misericordia, superior en firmeza al amor
materno, véase Isaías 49, 15 y 66, 13, de donde
Santa Teresa de Lisieux dedujo la doctrina del
amor misericordioso. Es ese amor el que allanará
siempre nuestra senda a pesar de los feroces
enemigos (versículo 11); lo halla todo el que de
veras busca la amistad del divino Padre y de
Jesús. Cf. Juan 15, 18 ss.
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12. Que
respiran crueldad: La Vulgata usa aquí una
expresión que se había hecho célebre: “La
iniquidad se ha mentido a sí misma.”
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13. Si no
creyera: “El sentido en el texto masorético
queda incompleto, debiendo sobreentenderse:
desgraciado de mí o cosa parecida.
Suprimiendo la partícula condicional, el sentido
es claro: Creo que he de ver (o gozar) los
bienes o bondad del Señor” (Prado).
En la
tierra de los vivientes: Cf. 51, 7; 96, 1;
114, 9; 141, 6; Job 19, 25-27; Isaías 38, 11;
Zacarías 12, 10; Apocalipsis 1, 7, etc. San
Agustín exclama en este pasaje: “¡Oh bienes del
Señor, dulces, inmortales, incomparables,
sempiternos, inconmutables, y cuándo os veré, oh
bienes del Señor! Creo que los tengo que ver
pero no en la tierra de los que mueren, sino en
la tierra de los que viven.” Cf. I Corintios 15,
51 ss. (texto griego) y I Tesalonicenses 4,
15-17.
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14.
¡Aguarda a Yahvé!: Como los patriarcas
ansiaban la venida del Mesías, así hoy nuestros
suspiros han de ser por su retorno. Es la
“bienaventurada esperanza” (Tito 2, 13) a que
nos convidan las Escrituras y con la cual
termina su última página (Apocalipsis 22, 17 y
20). “Se observará tal vez, dice un autor, que
la expectativa de que Jesús retorne cuando menos
lo esperamos, podría retraernos del interés por
emprender trabajos de apostolado y aun empresas
de progreso temporal, pues quedarían sin valor
cuando Él viniese. Tal es, contesta, el lenguaje
propio de la mundanidad. ¿Lamentaremos acaso que
Jesús haya insistido en ese anuncio? ¿Le diremos
que ha estado imprudente en hacerlo y que no
pensó bien en las consecuencias? La verdad es
que toda objeción de nuestra parte a esta tan
dichosa esperanza no puede explicarse sino por
una evidente ausencia de amor y deseo de que Él
venga, y por un apego a este mundo, que hace
insoportable la continua probabilidad de su
venida. Porque ¿quién se quejará de que en todo
momento haya probabilidad de que le ocurra un
inmenso bien? Observemos además que tales quejas
(cf. II Pedro 3, 3 s.) serían infundadas en
cuanto al retraimiento de las obras
espirituales, pues, como han observado muchos,
fue esa esperanza lo que hizo la santidad de los
primeros cristianos.” Cf. Santiago 5, 9; II
Pedro 3, 14 s.; I Juan 4, 17; Apocalipsis 22, 10
y notas. Y en cuanto a las empresas temporales,
no se trata de no hacerlas, sino de no poner en
ellas el corazón, como lo dice claramente San
Pablo (I Corintios 7, 29-31).
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