Salmo 43 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Apremiante súplica de Israel
1*Al maestro de coro. De los hijos de Coré. Maskil.
2*Oímos,
oh Dios, con nuestros oídos,
nos contaron nuestros padres,
los prodigios que hiciste en sus días,
en los días antiguos.
3*Tú,
con tu mano,
expulsando pueblos gentiles,
los plantaste a ellos;
destruyendo naciones,
a ellos los propagaste.
4*Pues
no por su espada ocuparon la tierra,
ni su brazo les dio la victoria;
fue tu diestra y tu brazo,
y la luz de tu rostro;
porque Tú los amabas.
5Tú
eres mi Rey, mi Dios,
Tú, el que dio la victoria a Jacob.
6Por
Ti batimos a nuestros enemigos;
y en nombre tuyo hollamos
a los que se levantaron contra nosotros.
7Porque
no en mi arco puse mi confianza,
ni me salvó mi espada,
8sino
que Tú nos has salvado
de nuestros adversarios,
y has confundido a los que nos odian.
9En
Dios nos gloriábamos cada día,
y continuamente celebrábamos tu Nombre.
10*Pero
ahora Tú nos has repelido
y humillado;
ya no sales, oh Dios, con nuestros ejércitos.
11Nos
hiciste ceder ante nuestros enemigos,
y los que nos odian
nos han saqueado como han querido.
12Nos
entregaste como ovejas
destinadas al matadero,
y nos desparramaste entre los gentiles.
13*Vendiste
a tu pueblo sin precio,
y no sacaste gran provecho de esa venta.
14*Nos
hiciste el escarnio de nuestros vecinos,
la irrisión y el ludibrio
de los que nos rodean.
15Nos
convertiste en fábula de los gentiles,
y recibimos de los pueblos
meneos de cabeza.
16Todo
el día tengo ante los ojos
mi ignominia,
y la confusión cubre mi rostro,
17a
los gritos del que me insulta y envilece,
a la vista del enemigo,
ávido de venganza.
18*Todo
esto ha venido sobre nosotros,
mas no nos hemos olvidado de Ti,
ni hemos quebrantado
el pacto hecho contigo.
19No
volvió atrás nuestro corazón,
ni nuestro paso se apartó de tu camino,
20*cuando
nos aplastaste
en un lugar de chacales
y nos cubriste con sombras de muerte.
21Si
nos hubiéramos olvidado
del nombre de nuestro Dios,
extendiendo nuestras manos
a un Dios extraño,
22
¿no lo habría averiguado Dios,
Él, que conoce los secretos del corazón?
23*Mas
por tu causa
somos ahora carneados cada día,
tenidos como ovejas de matadero.
24*Despierta,
Señor. ¿Por qué duermes?
Levántate; no nos deseches para siempre.
25
¿Por qué ocultas tu rostro?
¿Te olvidas de nuestra miseria
y de nuestra opresión?
26Agobiada
hasta el polvo está nuestra alma,
y nuestro cuerpo pegado a la tierra.
27¡Levántate
en nuestro auxilio,
líbranos por tu piedad!
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1. Sobre el epígrafe véase Salmos 31, 1; 41, 1 y
notas.
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2. En los
días antiguos: En que Dios estableció su
pueblo en el país de Canaán. El salmista,
hablando en nombre del pueblo (cf. Salmo 101, 1
y nota), hace un paralelo entre esta gloriosa
época de la historia de Israel y los males que
lo afligen. Algunos han creído que su época es
tal vez la sangrienta invasión de los idumeos,
mientras el rey David ausente combatía a los
sirios (Salmo 59, 1; II Reyes 8, 13; I
Paralipómenos 18, 12). Según otros, se refiere a
las guerras de Senaquerib en tiempos de
Ezequías, o a la toma de Jerusalén por
Nabucodonosor, pues habla de la dispersión entre
los gentiles (versículo 12), si bien se observa
que aquélla no fue, como la de hoy, entre todas
las naciones (cf. versículo 10; Ezequiel 37, 23
y notas). El Salmo nos muestra, en forma
intensamente patética, cómo es la mano de Dios
la que humilla y la que exalta a su querido
pueblo.
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3. Los
plantaste a ellos: los israelitas. Israel,
figurado a veces por una higuera (Lucas 13, 7
ss.; Mateo 24, 32), a veces por un olivo
(Romanos 11, 17 ss.) y por la vid (Isaías 5, l
ss.), todos los cuales figuran en la parábola de
Jueces 9, 7 ss., se compara aquí a un árbol
plantado por Dios en la tierra de promisión
(Salmo 79, 9-13), y tan amado de Él que no
vaciló en destruir naciones para extenderlo.
Véase a este respecto los Salmos 104-106 y la
sublime oración de Esdras (Nehemías 9, 6 ss.),
que resumen los privilegios de que Dios colmó a
su pueblo predilecto e ingrato.
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4 s. Cf. Salmos 17, 35; 32, 17 y nota.
Jacob
(versículo 5): Sinónimo de Israel, significa no
solamente el patriarca epónimo, sino todo el
pueblo, o sea las doce tribus.
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10 ss. Recuerda que en los gloriosos tiempos
antiguos Dios mismo solía acompañar a su pueblo
en el Arca de la Alianza y hacía ganar las
batallas. ¡Qué contraste con el tiempo que el
salmista describe! El pueblo está vencido y los
enemigos triunfantes escarnecen a Israel.
Compárese tan doloroso cuadro con la situación
del pueblo hebreo en nuestros días, disperso en
las naciones. Este Salmo es una oración ideal
para rogar por los destinos de ese pueblo, que
Dios sigue amando a pesar de todo (Romanos 12,
28) y cuyo esplendoroso retorno anuncian las
Escrituras (Romanos 11, 25 ss.; cf. Salmo 41, 12
y nota; 101, 21 ss.).
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13.
Vendiste: Cf. Deuteronomio 32, 30. La venta,
como observa Fillion, era por permuta, de manera
que el segundo hemistiquio significaría que nada
ganó en el cambio. Como se ve en Isaías 50, 1 y
nota, esa venta sin precio no fue definitiva.
Cf. Oseas 3, 3 ss.
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14. Igual expresión en Salmo 78, 4.
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18. Según lo que vimos en el versículo 13 y
nota, esto indicaría que se cumplió la condición
recordada en Oseas 3, 3, es decir, la de no caer
de nuevo en la fornicación de la idolatría. El
versículo 21 parece confirmarlo.
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20. Lugar
de chacales: Isaías, según el texto hebreo,
usa esta misma expresión hablando de Babilonia.
Cf. Isaías 13, 22 y nota.
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23. Por tu
causa: El salmista insiste en que los
israelitas no sólo sufren por sus pecados, sino
también por el carácter singular con que Dios
los había marcado y separado de entre los
pueblos paganos. Nótese la aplicación que de
este versículo (que en Vulgata es 22) hace San
Pablo a nosotros en Romanos 8, 36.
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24 ss. El sublime atrevimiento de este lenguaje
muestra la confianza segura con que Israel hace
esta súplica final, tanto más confiada cuanto
que no espera salvarse por merecimientos propios
sino por la piedad de Dios (versículo 27).
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