Iglesia Remanente

Salmo 100

       

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Salmo 100 (101)

Modelo de príncipe

1*Salmo de David.

Quiero cantar la bondad y la justicia,

un Salmo para Ti, Yahvé.

2*Quiero seguir el camino recto.

— ¡Oh, cuando vendrás a mí!—

Procederé con recto corazón

dentro de mi casa.

3Jamás pondré la mira

en cosa injusta;

aborrezco la conducta

del que prevarica;

no andará conmigo.

 

4El corazón perverso

estará lejos de mí;

lo malo no quiero ni conocerlo.

5*Al que solapadamente

calumnia a su prójimo

lo destruiré.

Al de mirada altiva y corazón inflado

no lo soportaré.

6*Mis ojos buscarán

a los hombres fieles del país,

para tenerlos cerca de mí.

El que ande por el camino recto,

ése será mi ministro.

 

7*No habitará dentro de mi casa

el hombre doble,

y el mentiroso

no durará en mi presencia.

8*Exterminaré cada día

a todos los pecadores del país,

a fin de extirpar

a todos los obradores de iniquidad

en la ciudad de Yahvé.


* 1. Escogido por Dios para regir a su pueblo, y deseoso de formularse un programa para su vida, tanto privada como pública, David, el rey incomparable, figura del mismo Cristo, traza aquí, con verdadero “espíritu de príncipe” (Salmo 50, 14) un cuadro ideal del buen soberano, tan paternal y humilde como enérgico, dejando así a los gobernantes un modelo de sabiduría política. Véase el elogio que Dios le hace en Eclesiástico 47. Quiero cantar, etc.: Pasaje muy probablemente alterado o quizá añadido para el uso litúrgico, y cuya crítica resultaría muy extensa. Más fácil sería leer, como algunos: quiero observar la bondad y la justicia delante de Ti, Yahvé. Pero nuestra versión, concordante con el nuevo Salterio Romano, tiene en su apoyo tanto el texto hebreo masorético, cuanto el griego de los LXX y la versión del hebreo de San Jerónimo, además del latín de la Vulgata, y no nos atrevemos a corregir tantos testimonios, a base de conjeturas. El poeta quiso sin duda decir que, al proclamar aquí su deseo de seguir la rectitud que agrada a Dios, entendía honrarlo como si le cantara un himno.

* 2. Repetimos aquí lo observado sobre el versículo 1. No pocos y buenos autores vierten: Atenderé la causa de los justos cuando vinieren a mí (a cualquier hora), con lo cual el contexto conservaría perfecta unidad. En efecto, la administración de justicia fue siempre la más alta función del soberano, hasta la división de los poderes que es creación relativamente moderna. Por eso, en la Biblia, juzgar es sinónimo de gobernar (cf. Salmos 71, 2; 95, 10 y notas), y David lo hacía personalmente (II Reyes 8, 15). Ello no obstante, seguimos el sentido textual, en el cual ese cuándo (en hebreo: matai) significa interrogación o admiración. Por lo demás, nada supera en belleza y espíritu a ese anhelo que el rey poeta y profeta deja escapar como un suspiro en el que expresa ‘el voto ardiente por el pronto advenimiento divino’ (Calès). David iba a ser, y lo fue, un rey poderoso y grande; pero, como lo hemos visto en la serie de Salmos precedentes (cf. Salmos 92-99), él contaba con la promesa mesiánica de un reinado muy superior (II Reyes 7, 9 ss.; Ezequiel 37, 24 s., etc.). También para nosotros hay un suspiro igual en Apocalipsis 22, 17 y 20. Dentro de mi casa: El que no empieza por cultivar la rectitud elemental en su vida doméstica ¿cómo podría tenerla para gobernar un pueblo? Es lo que San Pablo dice de los obispos (I Timoteo 3, 4 s.) y de los presbíteros (Tito 1, 6).

* 5. No lo soportaré: Demasiado bien sabía el sabio rey David que las personas altaneras y ambiciosas son capaces de suprimir a los débiles y violar el derecho.

* 6. Es decir: solo los hombres piadosos serán mis consejeros y .sólo los probos serán mis colaboradores (cf. S- 24, 21; 118, 63, 74, 79).

* 7. El mentiroso no durará en mi presencia: David, a quien Dios eligió por su corazón (I Reyes 16, 7), tiene los mismos sentimientos que Dios (Hechos 13, 22; cf. Filipenses 2, 5): odia la mentira porque Dios la odia (Proverbios 6, 17; 13, 5). Nótese que en I Reyes 21, 2 David no mintió a Aquimelec, como algunos creen, pues él mismo era el verdadero rey ya ungido (I Reyes 16, 13).

* 8. La Ciudad de Yahvé: Jerusalén (cf. Salmo 86, 3). La legítima autoridad temporal tiene por derecho divino esa atribución disciplinaria, puesto que no hay verdadera potestad si no viene de Dios. Cf. Romanos 13, 1 y 4; I Corintios 5, 5; I Pedro 2, 13 s.