Iglesia Remanente

Salmo 144

       

1 2 3 4 5 6 7
8 9 10 11 12 13 14
15 16 17 18 19 20 21
22 23 24 25 26 27 28
29 30 31 32 33 34 35
36 37 38 39 40 41 42
43 44 45 46 47 48 49
50 51 52 53 54 55 56
57 58 59 60 61 62 63
64 65 66 67 68 69 70
71 72 73 74 75 76 77
78 79 80 81 82 83 84
85 86 87 88 89 90 91
92 93 94 95 96 97 98
99 100 101 102 103 104 105
106 107 108 109 110 111 112
113 114 115 116 117 118 * 119
120 121 122 123 124 125 126
127 128 129 130 131 132 133
134 135 136 137 138 139 140
141 142 143 144 145 146 147
148 149 150        

* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)

 

Salmo 144 (145)

Bondad y majestad del Dios Rey

1*Alabanza. De David.

A Ti, mi Dios Rey, ensalzaré,

y por los siglos de los siglos

bendeciré tu Nombre.

2Te bendeciré cada día;

y alabaré tu Nombre

por los siglos de los siglos.

 

3*Grande es Yahvé

y digno de suma alabanza;

su grandeza es insondable.

4Una generación anuncia a la otra tus obras,

y proclama tu poder.

5Hablan de la magnífica gloria

de tu Majestad,

y divulgan tus maravillas.

6Cuentan el poderío terrible de tus hechos,

y publican tus grandezas.

7Rememoran el elogio de tu inmensa bondad,

y se gozan de tu justicia (diciendo):

8* “Yahvé es benigno y misericordioso,

magnánimo y grande en clemencia.

9Yahvé es bueno con todos,

y su misericordia se derrama

sobre todas sus creaturas.”

 

10*Todas tus obras te alabarán, Yahvé,

y tus santos te bendecirán.

11*Publicarán la gloria de tu reino,

y pregonarán tu potestad,

12haciendo conocer a los hijos de los hombres

tu poder

y el magnífico esplendor de tu reino:

13*Tu reino es reino de todos los siglos;

y tu imperio, de generación en generación.

 

Yahvé es digno de confianza

en todas sus palabras,

y benévolo en todas sus obras.

14*Yahvé sostiene a todos los que caen,

y levanta a todos los agobiados.

15*Los ojos de todos te miran esperando,

y Tú les das a su tiempo el alimento.

16Tú abres la mano

y hartas de bondad a todo viviente.

 

17*Yahvé es justo en todos sus caminos,

y santo en todas sus obras.

18*Yahvé cerca está de cuantos le invocan,

de todos los que le invocan de veras.

19*Él hace la voluntad de los que le temen,

oye su clamor y los salva.

20*Yahvé conserva a todos los que le aman,

y extermina a todos los impíos.

21Mi boca dirá la alabanza de Yahvé;

y toda carne bendecirá su santo Nombre

por los siglos de los siglos.



* 1. “El reino de Dios, dice el P. Lagrange, está descrito en este Salmo en toda su amplitud universal y sin fin.” El hebreo y las versiones señalan como autor a David y no vemos razones suficientes para negar al gran rey poeta y profeta la paternidad de esta “oda magnífica”, de la cual decían los rabinos que todo el que cada día recitase tres veces tal alabanza estaría seguro de ser salvo. Es en el hebreo un Salmo alfabético y falta el versículo correspondiente a la letra Nun (versículo 13); pero felizmente lo conocemos por las versiones antiguas.

* 3 ss. Vemos aquí, hasta el versículo 9, la alabanza anunciada en el versículo 2, que el salmista entona en un presente profético (cf. versículo 10).

* 8. Es el cántico de las generaciones, con una alabanza que es la más agradable a Dios, porque se refiere a su bondad. Cf. Salmos 102, 13; 135, 1 y notas. “Cuando considero aquella vuestra gran misericordia que, según el testimonio de vuestro profeta, va delante de todas vuestras obras, luego un frescor alegre de esperanza recrea y esfuerza mi ánima entristecida” (Fray Luis de Granada).

* 10. El salmista vuelve a hablar en futuro: “Te alabarán”. Así el hebreo, más exacto según el contexto (cf. versículo 11) que “te alaben” (Vulgata). La Liturgia usa este texto, junto al de Salmo 149, 5, donde tus santos son como aquí en primer lugar los justos del Antiguo Testamento (“hasidim”), a los cuales se dirige el salmista. “Todas tus obras”: Es decir, las hazañas de tu bondad (versículos 4 ss.) y también todas las creaturas, las cuales, hoy sujetas a vanidad (Romanos 8, 19-23; Génesis 3, 17 s.), “esperan con dolores de parto la manifestación de la gloria de los hijos de Dios”, en que ellas lo alabarán con los justos y “Él las armará contra sus enemigos” (Sabiduría 5, 16-24; Isaías 11, 6-9; 65, 25). Ya en la historia de Israel se vieron algunas maravillas de este género en la naturaleza (Sabiduría 16, 17 ss.; 19, 11-20, etc.).

* 11. Uno de los grandes goces de los justos será pregonar el cumplimiento de las admirables promesas de Dios para que todos lo alaben.

* 13. A este reino se refiere el P. Lagrange (nota 1). Es el reino de Cristo que no tendrá fin, como dice el Credo, y el reino de Dios cuyo advenimiento pedimos en el Padrenuestro (cf. Apocalipsis 11, 15). Sobre los esplendores. del reino mesiánico, cf. Salmos 67, 31; 71, 1 ss. y notas. Los dos hemistiquios finales, omitidos por el hebreo (cf. nota 1), se hallan en la versión griega de los LXX y en la Peschitto siríaca. “Digno de confianza”: Es decir, fiel, por lo cual merece que nos fiemos de Él.

* 14. Si creemos esto, que es verdad también en lo espiritual, nada tenemos que temer (I Juan 2, 3 s.), y si hemos caído, nos levantaremos fácilmente, aunque fuese del fondo del abismo (I Juan 2, 1 s.).

* 15 s. En las fórmulas de bendición de la mesa suelen usarse estas expresivas imágenes de la Providencia divina (cf. Salmos 103, 21-30; 146, 9; Job 38, 41). Dios sabe lo que necesitamos antes de que le pidamos (Mateo 6, 32).

* 17. Vemos aquí la disposición fundamental del cristiano: pensar bien de Dios (Sabiduría 1, 1), sin lo cual no podemos llegar a amarlo. Nada más ingrato (para Dios que nos ha dado su Hijo) que la protesta o blasfemia tan frecuente, que se atreve a decir ¿qué mal he hecho yo a Dios para que me trate así? Nuestro Padre nos deja que nos quejemos cuanto queramos, como débiles niños, según lo hizo Job (capítulo 6 s.). Pero ¡ay del que pretendiera tener razón contra Dios! Cf. Salmo 50,6 y nota; Job 9, 14 s.; Daniel 9, 4-10; Nehemías 1, 5.

* 18. Cuántos le invocan de veras: el apóstol Santiago explica esto en su Epístola (1, 6-7; 4, 2 ss. y notas).

* 19. Como dice Santa Teresa de Ávila, si estudiamos bien la suavidad del Padre celestial, veremos que es Él quien obedece al hombre, según aquí se nos enseña. Cf. Salmo 36, 4; I Juan S, 14. Claro está que, como muestran estos textos, se trata de las almas que aman, es decir, que no son dobles y quieren identificarse con la verdad y el bien, pues la bondad de Dios, siendo perfecta, no puede ser condescendencia sino perdón. La bondad de los hombres si está a menudo en condescender, renunciando a la voluntad propia por ceder a la ajena (Mateo 5, 41). Pero si Dios renunciara a su voluntad —que quiere siempre nuestro verdadero bien con una sabiduría tan infinita como su amor— por condescendencia con los caídos hijos de Adán, sería como reconocer que Él había estado equivocado. ¡Y luego lloraríamos con lágrimas de sangre nuestro horrible triunfo sobre Él! Por dicha nuestra, la voluntad amorosa del Padre se realiza en nosotros tan implacablemente como cuando un padre arranca a su hijo un arma con que iba a lastimarse, y su condescendencia consiste en perdonarnos tantos errores y culpas y sobre todo en darnos su Espíritu (Salmo 50, 13), que nos hace comprender y amar y agradecer, humillados, la suavísima firmeza de esa voluntad divinamente generosa contra la cual se alza siempre, al principio, la mezquina insensatez de nuestra carne. ¿Qué mayor luz y fuerza psicoanalítica para traer al campo de la conciencia lo que nos desconcertaba ocultándose en lo subconsciente? La Biblia, al descubrirnos así los repliegues y las fallas tanto en nuestro hombre corporal ó físico (Gálatas 5, 16-23) cuanto en nuestro hombre psíquico, según lo llama literalmente San Pablo en I Corintios 2, 14, realiza lo que vemos en Hebreos 4, 12 s.: discernir entre el alma natural (psiquis) y el espíritu (pneuma), como en I Tesalonicenses 5, 20, enseñándonos y conduciéndonos a alcanzar al hombre espiritual o “pneumático” (I Corintios 2, 10), para el cual la Ley ha sido sustituida por la gracia (Romanos 6, 14; 8, 2; Gálatas 3, 18; 5, 18 y 23; I Timoteo 1, 9; cf. Salmo 24, 8 y nota), porque su móvil es el amor (ibíd. 22). ¿Puede darse un ideal y un fruto más elevado y positivo de psicoanálisis? Vemos así cosas que nos parecen paradójicas, como esa de que si uno que ha pecado viene arrepentido, Dios le abre los brazos como al hijo pródigo, y si uno que se cree justo viene a pretender que se le apruebe la más leve falta contra el prójimo, será rechazado inexorablemente. ¿Cómo así, puesto que su conducta es mejor que la del otro que ya pecó? Es que para Dios —que juzga según los corazones— no es mejor sino mucho peor porque éste pretende justificarse como el fariseo del Templo, quien agregó a sus pecados uno nuevo, el de la soberbia, mientras que el otro se acusa como el publicano (Lucas 18, 9 ss.).

* 20 s. Es bien comprensible el plan del Creador sobre sus creaturas, que se sintetiza en este final. Él les ofrece su amor e identificándolas con su Hijo único, que las redimió de una irremediable perdición, las llama a compartir su felicidad infinita y eterna. Se explica, pues, que si alguien rechaza esa oferta asombrosamente generosa, sea suprimido del banquete de la eternidad. Toda carne (cf. Salmo 64, 3): Según Calès es el anuncio del exterminio de todos los pecadores. Cf. Salmos 36, 38; 72, 19 s.; 103, 35; Mateo 13, 39-42.