| Salmo 140 | 
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						Oración del justo paciente
						
						
						1*Salmo de David. 
						
						Te he invocado, Yahvé, 
						
						socórreme pronto; 
						
						escucha mi voz cuando te llamo. 
						
						2*Como 
						el incienso, 
						
						suba hacia Ti mi oración; 
						
						sea la elevación de mis manos 
						
						el sacrificio vespertino. 
						
						3*Pon, 
						Yahvé, una guardia ante mi boca, 
						
						un cerrojo en la puerta de mis labios. 
						
						4*No 
						dejes inclinar mi corazón a lo malo, 
						
						para consumar acciones impías 
						
						con hombres que obran la iniquidad; 
						
						ni me dejes tener parte en sus delicias. 
						
						5*Golpéeme 
						el justo y me corrija: 
						
						esto es amor; 
						
						mas nunca el óleo del pecador 
						
						unja mi cabeza, 
						
						y aun se elevará mi oración 
						
						en sus prosperidades. 
						 
						
						6*Fueron 
						precipitados sus príncipes 
						
						junto a la roca, 
						
						y habían oído 
						
						cuan suaves eran mis palabras. 
						
						7Como 
						la tierra 
						
						que se trabaja rompiéndola, 
						
						mis huesos han sido dislocados, 
						
						y la tumba se ha abierto. 
						 
						
						8Mas 
						a Ti, Señor Yahvé, 
						
						se dirigen mis ojos; 
						
						a Ti recurro, 
						
						no derrames mi vida. 
						
						9Guárdame 
						del lazo 
						
						que me han tendido 
						
						y de las emboscadas 
						
						de los malhechores. 
						
						10Caigan 
						juntos los impíos 
						
						en sus propias redes 
						
						al mismo tiempo que yo me salvare.  
								
								
								
								
								* 
								1 ss. La misma inspiración del Salmo precedente 
								se manifiesta en esta efusiva plegaria cuyo 
								texto nos llega en mal estado y que algunos, 
								según la versión de la Vulgata, y apoyándose en 
								sus aplicaciones en la Liturgia de Pasión, han 
								mirado como paralelo al capítulo 53 de Isaías, 
								como si David representase aquí a Jesucristo 
								orando por nosotros, sustituyéndose a nosotros, 
								con aquella paciencia humilde que fue capaz de 
								expiar el orgullo de toda la humanidad, y 
								mostrándonos en éste, como en los Salmos 21, 34, 
								39, 68, etc., el aniquilamiento del Verbo 
								encarnado por nosotros (Filipenses 2, 6-8; 
								Hebreos 2, 9), que pide con tales instancias lo 
								que Él mismo podría disponer, a fin de que la 
								gloria sea para el Padre (cf. Hebreos 5, 5). El 
								texto hebreo contiene empero algunas diferencias 
								que, como veremos, hacen menos viable esa bella 
								interpretación mesiánica y parece presentar más 
								bien al salmista, santamente desconfiado de sí 
								mismo, pidiendo auxilio contra su propia 
								flaqueza y contra toda clase de seducción (cf. 
								Salmo 139, 5 y nota).
								Socórreme pronto: Literalmente:
								
								¡apresúrate para mí! 
								
								
								
								
								* 
								2. El 
								incienso se quemaba en el altar mañana y 
								tarde (Éxodo 30, 7-8; cf. Lucas 1, 10) y también 
								mañana y tarde se ofrecía un cordero (Éxodo 29, 
								30). La elevación de las manos, actitud de 
								oración (Salmos 27, 2; 142, 6, etc.) que San 
								Pablo recomienda aún en el Nuevo Testamento (I 
								Timoteo 2, 8). El
								sacrificio u oblación (minjah) designa ordinariamente la vegetal, 
								incruenta, de flor de harina con aceite e 
								incienso (Levítico 2, 1 s.). Fillion llama a 
								esta oración la oblación de los labios (cf. 
								Hebreos 13, 15 y nota), que en el Nuevo 
								Testamento es figurada por el incienso 
								(Apocalipsis 5, 8; 8, 3 s.). Según la 
								interpretación mesiánica es Cristo quien habla y 
								se presenta cumpliendo lo que en el culto 
								antiguo estaba figurado. Mi oración, dice Él, es 
								la verdadera oblación de aquel perfume 
								(thymiama) llamado santísimo, cuya receta dio el 
								mismo Dios (Éxodo 30, 34 ss.); y
								la elevación de mis manos (clavadas en la Cruz) es el verdadero 
								sacrificio del cordero de la tarde (o sea del 
								Nuevo Testamento) que sería llamado sacrificio 
								perpetuo (Éxodo 29, 42) y al cual también se 
								añadía la oblación de harina con aceite y la 
								libación de vino (ibíd. 40-41). Cf. III Reyes 
								18, 36; Esdras 9, 5 s.; Daniel 9, 21. 
								
								
								
								
								* 
								3. Defiéndeme de mi lengua (Salmo 38, 2 y nota) 
								puesto que nadie es capaz de defenderse solo 
								(Santiago 3, 2). 
								
								
								
								
								* 
								4. Para 
								consumar acciones implas: Se trata de hechos 
								y no de palabras. La Vulgata lo liga al 
								versículo 3 y dice en cambio:
								para 
								pretextar excusas en los pecados, según lo 
								cual se ha visto aquí la actitud del divino 
								Reparador satisfaciendo “sin proferir protesta” 
								(Pérennès), no sólo por el pecado del Antiguo 
								Adán (Romanos 5, 18 s.), sino también por la 
								soberbia con que aquél quiso excusarse en vez de 
								confesar su culpa y pedir perdón (Génesis 3, 9 
								ss.); por lo cual el nuevo Adán se entregó como 
								un cordero que no abre su boca (Isaías capítulo 
								53). A este respecto David nos da en el Miserere 
								otro ejemplo de esta perfecta contrición que no 
								se defiende sino que se acusa y por eso mismo 
								obtiene el perdón del Padre celestial (Salmo 50 
								y notas). En el hebreo parece más difícil la 
								aplicación de este versículo a Jesús, pues se 
								trata de acciones pecaminosas, a menos que 
								veamos en ello el misterio insondable del 
								rebajamiento de Jesús (Filipenses 2, 7; Ezequiel 
								4, 4 ss. y notas), de la abyección del Redentor 
								“hecho pecado” (II Corintios 5, 21) y “tentado 
								en todo a semejanza nuestra pero sin pecado” 
								(Hebreos 4, 15).
								Con 
								hombres que obran la iniquidad: Así Páramo, 
								Desnoyers, Calès, etc., coincidiendo con la 
								Vulgata. Fillion hace notar que el texto 
								primitivo designa aquí
								a hombres 
								influyentes y poderosos y explica: “No 
								permitas, Señor, que yo me deje arrastrar por 
								sus ejemplos, su bienestar y sus seductores 
								ofrecimientos a imitar su conducta impía.” Véase 
								las prevenciones de San Pedro contra estos 
								falsos doctores (II Pedro 2 y notas).
								Tener 
								parte en sus delicias: en sus manjares 
								escogidos. Bover-Cantera vierte:
								ni pruebe 
								yo jamás sus golosinas, y agrega en la nota: 
								“Estas golosinas son las seductoras tentaciones 
								con que los malos deslumbran a los buenos.” Los 
								LXX y la Vulgata dicen:
								unirme con 
								sus escogidos, lo cual parece más conforme 
								con lo que precede Calès se aproxima a este 
								sentido pues traduce:
								No 
								permitas que yo sea cómplice de actos de 
								impiedad. No me asocie con los artesanos del 
								crimen. Cf. Jeremías 51, 6 y 45; Apocalipsis 
								18, 4. 
								
								
								
								
								* 
								5. Texto sumamente deteriorado. Como observa 
								Fillion, las versiones según el hebreo dan un 
								pensamiento “ciertamente poco claro y fluido” y 
								dicen más o menos: “Azóteme el justo: es una 
								gracia; castígueme: es bálsamo sobre mi cabeza. 
								No se apartará mi cabeza (para aliviarlo), mas 
								siempre (mi) plegaria se elevará contra su 
								maldad.” Como en otros casos dudosos, preferible 
								es recurrir a los LXX (y la Vulgata) que dan un 
								sentido más claro y conforme al contexto. Por
								“el justo” 
								puede entenderse ya un maestro recto o, 
								preferiblemente, el mismo Dios.
								“Esto es 
								amor”: El Apóstol lo explica en Hebreos 12, 
								3 13. En cuanto al óleo o bálsamo del pecador 
								cf. nota anterior.
								Mi oración 
								en sus prosperidades: Es decir, contra ellas 
								o para librarme de ellas (versículo 4). Otros 
								vierten según el hebreo:
								en sus 
								calamidades: ¿Sería esto caridad con los 
								enemigos como en Lucas 6, 28? Más bien parece 
								concordar con Salmo 138, 21 s., pues no son 
								enemigos propios sino de Dios. En el sentido 
								mesiánico se aplica el texto a lo que Isaías 53, 
								8 dice de Cristo: el rigor de la justicia caerá 
								sobre Él, a fin de que para nosotros quede la 
								misericordia prefiere la corona de espinas para 
								su cabeza antes que la unción de los impíos y no 
								cesará de rogar por los autores de sus males 
								(Isaías 53, último versículo). Cf. Lucas 23, 34; 
								Romanos 8, 34: Hebreos 7, 25. 
								
								
								
								
								* 
								6 ss. Muy largo sería explicar las variantes de 
								este texto tan dañado ya desde antes de la 
								versión de los LXX que algunos lo dejan con 
								puntos suspensivos. Sobre esta caída de la roca, 
								cf. II Paralipómenos 25, 11 s.
								Mis huesos 
								(versículo 7): Así también Páramo, Crampón, 
								Ubach, etc.; se presta más que sus huesos a la 
								aplicación mesiánica que es la siguiente: Los 
								esfuerzos de sus jefes (la Sinagoga, movida por 
								Satanás) son vanos ante la resistencia de la 
								roca (presenté mi rostro como piedra durísima: 
								Isaías 50, 7 ); y oirán de mí palabras dulces 
								(palabras de obediencia y oraciones humildes); 
								por lo cual Satanás, que me tentó para saber si 
								yo era el Hijo de Dios (Lucas 4, 3 ss.), no lo 
								sabrá hasta después de mi muerte redentora que 
								lo venció. 
								Como la tierra que se trabaja rompiéndola 
								(bofetadas, flagelación, carga de la Cruz, 
								crucifixión)
								mis huesos han sido dislocados (Salmo 21, 15 y 18)
								y la tumba 
								se ha abierto. No derrames mi vida 
								(versículo 8): No me dejes morir sin fruto, no 
								sea estéril mi sacrificio (Isaías 53, 9-12). Las
								emboscadas 
								(versículo 9) serían las de que se habla en 
								Sabiduría 2, 12-21; Salmo 21, 9; Mateo 27, 43, 
								que Jesús superó con su silencio y paciencia. 
								Cf. I Pedro 2, 23.
								Caigan; 
								otros: caerán (versículo 10), porque el silencio guardado por el Padre y 
								por Cristo ante esas asechanzas les hizo creer 
								que no era el Mesías: “Si lo hubiesen conocido 
								no habrían crucificado al Señor de la gloria” (I 
								Corintios 2, 8). Pero merecieron crucificarlo 
								sin conocerlo. Es el misterio de la ceguera 
								farisaica por falta de rectitud: “para que 
								viendo no vean” (Juan 3, 19; 1, 9; 7, 17; Mateo 
								13, 15; Hechos 28, 26 s.).
								Al mismo 
								tiempo que yo me salvare. Esto es: quedará 
								cumplida mi misión de salvar al mundo, por los 
								mismos medios de que ellos se sirvieron para 
								impedirla. 
 
 
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