Salmo 70 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Confiada oración del anciano
1*En
Ti, Yahvé, me refugio,
no me vea nunca confundido.
2*Líbrame
por obra de tu justicia
y sácame del peligro;
inclina a mí tu oído y sálvame.
3Sé
para mí la roca que me acoja,
el baluarte seguro en que me salves,
porque mi roca y mi alcázar eres Tú.
4*Líbrame,
Dios mío,
de las manos del inicuo,
de las garras del impío y del opresor,
5porque
Tú, Señor, eres mi esperanza;
Tú, Yahvé, el objeto de mi confianza
desde mi niñez.
6En
Ti he descansado
desde el seno materno,
desde el vientre de mi madre
Tú eres mi protector;
mi esperanza ha estado siempre en Ti.
7*A
muchos he aparecido como un portento,
porque Tú eras mi poderoso auxiliador.
8*Llénese
mi boca de tus alabanzas
y de tu gloria todo el día.
9*No
me deseches en el tiempo de la vejez;
cuando me falten las fuerzas
no me desampares;
10*pues
ya hablan de mí mis enemigos,
y espiándome se conciertan a una,
11y
dicen: “Dios lo ha abandonado;
perseguidle y prendedle,
pues no hay quien lo libre.”
12Oh
Dios, no quieras alejarte de mí;
Dios mío, apresúrate a socorrerme.
13*Sean
confundidos y aniquilados
los que atentan contra mi vida;
cúbranse de afrenta y rubor
los que buscan mi daño.
14Mas
yo siempre esperaré,
y te añadiré alabanzas cada día.
15*Mi
boca anunciará, sin cesar,
tu justicia y tus favores,
bien que no conozco su medida.
16Entraré
a hablar de las gestas divinas;
de Ti solo, oh Yahvé, proclamaré la justicia.
17*Desde
mi mocedad
me has enseñado Tú, oh Dios,
y hasta el presente
voy predicando tus maravillas.
18*En
mi vejez y decrepitud
no quieras tampoco desampararme,
Dios mío, hasta que manifieste
tu brazo a esta generación,
tu poder a todas las venideras,
19y
tu justicia, oh Dios, que toca los cielos.
En tan grandes cosas como hiciste, Dios
¿quién es como Tú?
20*Con
muchas y acerbas tribulaciones
me probaste,
mas volviste a darme la vida,
y de nuevo me sacarás
de los abismos de la tierra.
21Multiplicarás
tu magnificencia
y continuarás consolándome.
22Y
yo, Dios mío,
alabaré con salmos tu fidelidad;
te cantaré con la cítara,
oh Santo de Israel.
23*Y
cuando te cante,
de gozo temblarán mis labios,
y mi alma que Tú redimiste.
24Mi
lengua hablará todo el día de tu justicia,
porque han quedado confundidos
y avergonzados
cuantos buscaban mi mal.
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1ss. Los LXX traen en el epígrafe, sin duda
tomado de una antigua tradición judía, una
alusión a los hijos de Jonadab, los célebres
Recabitas elogiados en Jeremías 35 (cf. IV Reyes
10, 15 y 23; I Paralipómenos 2, 55). Quizá
llegado a la ancianidad, el Rey Profeta se
consuela en este Salmo, considerando las
maravillas que el Señor hiciera en su favor (cf.
III Reyes 1, 4 y nota), y esa experiencia
(versículos 7 y 20) lo confirma en la confianza
(cf. Salmo 62, 7 s. y nota) de que Dios no lo
abandonará en sus últimos días (versículos 9,
14, 18, 21). El versículo 1 fue tomado para el
final del Te Deum (cf. Salmo 32, 22) y es el
mismo con que comienza el Salmo 30. Ambos Salmos
son una oración ideal para los ancianos que
quieren hallar en Dios fuerza y alegría,
habiendo visto la falacia de todo lo humano. Si
este poema se colocase a la vista de todos sería
una inagotable fuente de consuelo para los
desvalidos de este mundo.
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2. Por
obra de tu justicia: No porque yo lo merezca
(cf. Salmos 129, 3; 142, 2) sino porque Tú eres
el Justo, el Santo, el Misericordioso. Cf.
Romanos 3, 26 y nota.
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4 ss. Dios
mío (Elohai,
como en el versículo 12).
El objeto
de mi confianza (versículo 5): Así también
Calès.
Desde el seno materno (versículo 6): cf.
Salmo 21, 10.
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7. Se asombraron de que mi nulidad pudiese
tanto, y eras Tú quien obraba en mí. David,
mejor que nadie, podía decir esto al recordar
las maravillas con que Dios lo exaltó al verlo
humilde como un niño. Cf. II Reyes 7, 18 ss.
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8. Sobre el valor de la alabanza véase Salmos
49, 14; 55, 12; 56, 8, etc.
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9. “En el
tiempo de la vejez:” ¿Quién no sentirá la
necesidad de hacer esta oración? Es un móvil
elocuentísimo para llevarnos a la humilde
confianza sobre todo ante promesas como las del
versículo 20 c.; Salmos 22, 6; 90, 10s.; 91, 14;
102, 5, etc.
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10 s. En estas persecuciones David fue fiel
figura de Cristo (cf. Salmo 21, 9; Mateo 27,
43).
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13. Pensamiento muy frecuente en los Salmos. Cf.
Salmos 21, 12; 34, 22; 39, 15, etc.
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15 s. Bien
que no conozco su medida: O sea que la
magnitud de tu bondad y de tus dones sobrepuja a
cuanto yo pudiera pensar (cf. Salmos 91, 6; 138,
17). De ahí que en Salmo 50, 3 David lo invoque
según toda “la medida de su misericordia”.
Algunos, como Desnoyers, traducen:
no tengo
la ciencia de su número. Allioli entiende
por esta ciencia la sabiduría oculta de donde
nació mas tarde la Cábala judía. Así el sentido
sería el mismo que se deduce de la Vulgata:
“como yo no entiendo de literatura me internaré
en la consideración de las obras del Señor”, lo
cual coincide con la asombrosa y muy olvidada
revelación de Jesucristo: el Padre ocultó, a los
sabios lo que reveló a los pequeños (Lucas 10,
21; Proverbios 9, 4; Isaías 28, 9; I Corintios
capítulos 1-3). Nada extraño tiene, pues, que el
salmista sólo quiera cantar una alabanza: la de
ese divino Padre que así desconcierta a todos
los cálculos y previsiones humanas, y no quiera
proclamar otra justicia que la del “solo Justo”
(cf. Romanos 16, 27; Salmo 93, 11 y notas).
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17. Sobre este carácter de Dios como Maestro de
jóvenes y viejos, que tanto solemos olvidar,
véase Salmos 17, 36; 93, 10; 118, 99 s.;
Deuteronomio 4, 1; Isaías 28, 9 y 46,4; Oseas
10, 12; Miqueas 4, 2; Mateo 22, 16; Lucas 12,
12; Juan 6, 45; 14, 26; 16, 13, etc.
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18 s. ¡Qué ideal: ansiar vivir, sólo para dar a
conocer a la generación joven las cosas que ha
obrado el poder de Dios puesto al servicio de su
misericordia! Es lo que dijo en el Salmo 65, 16
y lo que hizo el mismo Jesús (Juan 17, 6, 26).
Cf. Salmo 21, 31; Tobías 13, 3 s.
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20 s. He aquí el balance de su vida. Lo mismo
puede decir todo el que mira hacia lo pasado y
recuerda cómo la Providencia lo ha guiado y
salvado con tanta sabiduría como bondad y
paciencia. Cf. Salmos 33, 20; 102, 2 ss.; 56, 3
s.; 22, 1 ss.; 62, 7, etc.
Tu magnificencia (versículo 21): Como bien observa Calès, aunque el
texto actual dice
“mi”
en vez de
“tu”, esta última lección está abonada tanto
por el contexto y por muchos manuscritos de los
LXX y de la Vulgata cuanto por el sentido que
siempre corresponde a Dios. La Biblia es ante
todo el libro de la gloria divina y de la
pequeñez humana, y nada sería más inexplicable
en ella que la oración de un hombre diciendo a
Dios: “Acrecienta mi grandeza.”
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23 s.
“Cantar es propio del que ama.” Cf.
versículos 6 y 8; 118, 54, etc.
“Todo el
día”: Véase Salmo 1, 2.
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