Iglesia Remanente

Salmo 69

       

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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)

 

Salmo 69 (70)

Apremiante pedido de auxilio

1*Al maestro de coro. De David. En memoria.

2*Ven a librarme, Dios mío,

apresúrate, Yahvé, a socorrerme.

3Confundidos y sonrojados queden

los que buscan mi vida;

vuelvan la espalda cubiertos de vergüenza

los que se gozan de mis males.

4Retrocedan llenos de confusión

los que me dicen: “¡aja! ¡aja!”.

 

5*Mas alégrense en Ti

y regocíjense todos los que te buscan;

y los que aman tu auxilio digan siempre:

“Dios es grande.”

 

6*Yo soy miserable y doliente;

mas Tú, oh Dios, ven en mi socorro.

Mi amparo y mi libertador eres Tú;

oh Yahvé, no tardes.

 



* 1 ss. El Salmo 69, salvo escasas variantes, es idéntico al Salmo 39, 14-18. Véase allí las notas. Sobre el epígrafe cf. Salmo 37, 1 y nota. El salmista acude a Dios para pedirle misericordia y ayuda para sí y todos los que en Él confían. El versículo 1 omite, como observa Calès, el “plegue a Ti” del Salmo 39, y sustituye Yahvé por Elohim, como en los versículos 5 y 6.

* 2. Es la invocación que se repite siempre al comenzar el Oficio divino.

* 5. Los que aman tu auxilio: Los pequeños, que no se sienten humillados de recurrir a Ti, ni se sienten capaces de vivir sin tu socorro. Es la bienaventuranza de los pobres en espíritu (Mateo 5, 3 y nota). Nos pasamos la vida escondiéndonos delante de Dios con el peor de los complejos de inferioridad. ¡Qué alivio cuando nos damos cuenta de que Él es el único con el cual podemos desnudarnos enteramente dejando caer hasta el último velo de nuestra, intimidad sin peligro de escandalizarlo ni sorprenderlo, antes bien con la seguridad de complacerlo, como al buen médico de nuestra infancia a quien descubríamos sinceramente nuestro mal, seguros de que lo curaría! Si nos acostumbramos a hacer de Dios nuestro confesor, decía un misionero, llegaremos a entender la alegría que le produce nuestra sinceridad, cualesquiera sean nuestras culpas (Lucas 15, 7) y comprenderemos que el peor disgusto para el Padre del hijo pródigo sería el pretender que no tenemos fealdades, pues Él sabe que eso no es verdad. Cf. Salmos 31, 5; 50, 8 y notas. Enfermos curados podemos ser todos, y aun mejor que sanos (Lucas 7, 47 y nota). Pero sanos no podemos nacer ninguno (Lucas 5, 31 s.; 13. 1 ss.). ¿No es acaso indispensable a todos nacer de nuevo? (Juan 3, 3). Cf. Ef. 4, 23 ss.; Col. 3, 10.

* 6. Coincide con el postrero y apremiante llamado que pone término al Apocalipsis y a toda la Biblia. Cf. Apocalipsis 22, 20 y nota.