Salmo 109 |
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* (Alef 1-8) (Bet 9-16) (Guimel 17-24) (Dalet 25-32) (He 33-40) (Vau 41-48) (Zain 49-56) (Het 57-64) (Tet 65-72) (Yod 73-80) (Caf 81-88) (Lamed 89-96) (Mem 97-104) (Nun 105-112) (Samec 113-120) (Ayin 121-128) (Pe 129-136) (Sade 137-144) (Qof 145-152) (Resch 153-160) (Sin 161-168) (Tau 169-176)
Triunfo de Cristo rey y Sacerdote
1*Salmo de David.
Oráculo de Yahvé a mi Señor:
“Siéntate a mi diestra,
hasta que Yo haga de tus enemigos
el escabel de tus pies.”
2*El
cetro de tu poder
lo entregará Yahvé
(diciéndote):
“Desde Sión impera
en medio de tus enemigos.”
3*Tuya
será la autoridad
en el día de tu poderío,
en los resplandores de la santidad;
Él te engendró del seno antes del lucero.
4*Yahvé
lo juró y no se arrepentirá:
“Tú eres Sacerdote para siempre
a la manera de Melquisedec.”
5*Mi
Señor está a la diestra de
(Yahvé).
En el día de su ira
destrozará a los reyes.
6*Juzgará
las naciones,
amontonará cadáveres,
aplastará la cabeza de un gran país.
7*Beberá
del torrente en el camino;
por eso erguirá la cabeza.
*
1. “Breve por el número de las palabras, grande
por el peso de las sentencias” (San Agustín),
este Salmo, paralelo del Salmo 2 y “el más
célebre de todo el Salterio” (Vaccari), goza del
privilegio de haber sido interpretado por Jesús
mismo (Mateo 22, 41-46). Después de señalar allí
como autor a David, de modo que nadie pudiese
negarlo (Comisión Bíblica, 19 de mayo de 1910),
el Señor prueba con él a los judíos la divinidad
de su Persona. Prueba también que el Padre le
reservaba el asiento a su diestra glorificándolo
como Hombre (Salmo 2, 7 y nota) —según dice el
Credo: “Subió a los cielos y
está
sentado a la diestra de Dios Padre”— y
destaca sus derechos como Mesías Rey, que Israel
desconoció cuando Él vino y “los suyos no lo
recibieron” (Juan 1, 11; cf. Isaías 35, 5 y
nota). Estos derechos los ejercerá cuando el
Padre “le
ponga a todos sus enemigos bajo sus pies para
reunirlo todo en Cristo, las cosas del cielo y
las de la tierra” (Efesios 1, 10) y
someterlo todo a Él (versículo 2), en el día de
su glorificación final (versículo 3), porque “al
presente no vemos todavía sujetas a Él todas las
cosas” (Hebreos 2, 8; 10, 12-13; cf. Marcos 16,
11 y nota). No hay pasaje, en todo el Antiguo
Testamento que no sea tan citado en el Nuevo
como este Salmo, y San Pablo no se cansa de
citarlo como mesiánico (1 Corintios 15, 24 ss.;
Efesios 1, 20 ss.; Colosenses 3, 1; Hebreos 1,
3; 5, 6; 7, 17; 8, 1; 10, 12-13), porque el
Mesías es aquí proclamado Hijo de Dios
(versículos 1 y 3), Rey futuro (versículos 2 y
3) y Sacerdote para siempre (versículo 4). Para
cada una de estas proclamaciones habla
solemnemente Dios en Persona, es decir, el
Padre, tres veces sucesivas (versículos 1, 2,
4). En lo restante es David quien confirma la
profecía explicando su sentido.
“A mi
Señor”: A Cristo, al cual David llama
proféticamente mi Señor (en hebreo
“Adoní”:
cf. versículo 5 y nota) como a Hijo de Dios
(Salmo 2, 7). Vano parece detenerse a mostrar
que esto no pudo dirigirse a Salomón, ni
siquiera como “tipo” de Cristo, pues aquel “rey
pacífico” nunca se pareció en nada al formidable
Guerrero que aquí vemos.
“Siéntate
a mi diestra”: Que esto no se refiere al
Verbo eterno antes de su Encarnación, sino a
Cristo después de su Ascensión, consta de muchos
textos (Hechos 2, 34; 7, 55; Romanos 8, 34;
Hebreos 1, 8; I Pedro 3, 22). Sentarlo a su
diestra como Hombre, equivale a otorgar a su
Humanidad santísima la misma gloria que como
Verbo tuvo eternamente y que Él había pedido en
Juan 17, 5. Cf. Salmo 2, 7 y nota.
Hasta que Yo ponga, etc.: Esto es, hasta que llegue la hora (Hebreos
10, 12 s.) en que el Padre se disponga a
decretar el triunfo definitivo del divino Hijo
(versículos 2 y 3) que en su primera venida fue
humillado (versículo 7). Equivale al otro
artículo del Credo, según el cual desde la
diestra del Padre “vendrá otra vez con gloria a
juzgar a vivos y a muertos y su reinado no
tendrá fin”.
*
2. Lo
entregará Yahvé: Como lo anuncia Él en Salmo
2, 6: “Yo he constituido a mi Rey sobre Sión mi
santo monte”, diciendo luego a Cristo: “Pídeme y
te daré en herencia las naciones y en posesión
los términos de la tierra” (Salmo 2, 8). “El
Héroe está asociado a Dios con una intimidad que
hace pensar en la del Hijo del Hombre en Daniel
7, 13 s. y aun la sobrepuja por la precisión con
que está expresada” (Calès).
Desde Sión
impera, etc.: Así también Rembold, Ubach y
otros. Esta puntuación es más exacta que si
dijera:
“Lo entregará Yahvé desde Sión”: pues, como
bien dicen Calès, Lesétre y otros, “su imperio
partirá desde Sión (Isaías 2, 3) y se extenderá
sin límites, sin que ningún adversario pueda
resistirle”; y así acabamos de ver que en Salmo
2, 6 el Rey es constituido sobre Sión y no desde
Sión (cf. Miqueas 4, 1 ss.; Salmos 43, 3; 64, 2;
67, 16 s.; 75, 3; 131, 13, etc.). Es, como dice
el Crisóstomo, una predicción de que un día
Cristo someterá a su Reino la totalidad de sus
enemigos, los judíos (Romanos 11, 26 s.) y los
gentiles (Salmo 71, 11).
*
3. El Texto Masorético está muy lastimado
(algunos piensan que intencionalmente para
destruir la riqueza mesiánica de la profecía),
siendo muchas las variantes que se proponen.
Felizmente se conserva el texto de los LXX,
fundado en un hebreo mucho más antiguo que el
masorético, y a él podemos atenernos en estos
casos. Como explica Teodoreto, el sentido de
este versículo es el mismo de Salmo 92, 2 (cf.
nota), a saber: aunque Tú eres omnipotente, pues
el Padre te engendró igual a Él desde la
eternidad, manifestarás ese poder cuando vengas
para el juicio y llenes de esplendor a tus
santos.
Tuya será la autoridad en el día, etc.:
Literalmente:
Contigo el
principado en el día, etc. La Vulgata
tradujo
principado por
principio.
El hebreo dice aproximadamente:
Tu pueblo
(o los
príncipes)
presuroso estará contigo el día de tu fortaleza sobre las santas
montañas (cf. versículo 5; Zacarías 13, 9;
Romanos 11, 25 ss.). Otros, en vez de
fortaleza,
dicen
llamado (cf. Salmo 88, 16 y nota). En vez de
tu poderío, algunos vierten:
tu
nacimiento, pero, aunque así lo anunció el
ángel a María (Lucas 1, 32 s.), sabemos que “el
primer advenimiento fue en la humildad y
despreciado” (Canon de Muratori, Ench. Patr.
268), y Aquel a quien los Magos buscaron como el
Rey de los judíos (Mateo 2, 2) de acuerdo con
Miqueas 5, 2 (cf. Mateo 2, 6), lejos estuvo de
ejercer entonces tal reinado sobre su ingrato
pueblo (ni menos esa violencia con las naciones,
descrita en los versículos 5 y 6). Así Él mismo
lo declaró a Pilato sin perjuicio de confirmar
su dignidad real (Juan 18, 33-38).
En los
resplandores de la santidad (tuya), pues el
Salmo es esencialmente un elogio de Cristo
mismo, y destaca de este modo el resplandor de
su aspecto el día de su venida en gloria, como
lo mostró en la Transfiguración (cf. Marcos 9, 1
y nota). Otros vierten:
En los
esplendores de tus santos (cf. Judas 14 y
nota Filipenses 3, 20 s.; I Tesalonicenses 4, 16
s.). Bover-Cantera traduce:
entre
sagrada pompa; Prado:
en fulgor
santo.
Él te engendró: Wutz, Rembold y otros usan también aquí el verbo en
tercera persona, lo cual, como dice Calès, queda
bien al contexto. Después de hablar el Padre en
versículo 2 b, es el salmista quien habla en el
versículo 3. Mientras en el versículo 1 y en el
Salmo 2, 7 se trata de la glorificación de
Cristo Hombre a la diestra del Padre, este
texto, así vertido, alude a la generación eterna
del Verbo, de donde se deduce la divinidad de
Jesucristo por identidad de su naturaleza con la
del Padre (cf. Hebreos 1, 3; Sabiduría 7, 26 y
notas).
Del seno. Otros:
como Rey
(Wutz); cual rocío (Bover-Cantera, Nácar-Colunga, Prado). Rembold vierte así
el último hemistiquio:
El Señor
te ungió Rey en los montes santos (cf. Salmo
2, 6). Otros, según el Texto Masorético, leen
así este final:
En las
bellezas de la santidad desde el seno de la
aurora: tú tienes el rocío de tu juventud,
cosa, como se ve, demasiado insegura frente al
texto que adoptamos, sólidamente apoyado, como
hemos visto, por el contexto y los lugares
paralelos. Sobre la procedencia divina de Jesús,
cf. Isaías 4, 2; 7, 14; 9, 6; Miqueas 5, 2;
Zacarías 13, 7, etc.
Antes del
lucero: Esto es, antes de toda creatura.
Quizá podría verse en el
lucero
una alusión a Satanás cuya derrota por el Mesías
anuncia precisamente este Salmo. Es de notar que
fuera de algunas menciones intrascendentes en
Job (11, 17 y 38, 32), el nombre de Lucero
(Lucifer)
sólo se usa una vez más en el Antiguo
Testamento: en Isaías 14, 12 donde es aplicado
al rey de Babilonia, figura de Satanás o en todo
caso de la potestad anticristiana (cf. Jeremías
51, 53; Apocalipsis 17 y 18). En cambio en el
Nuevo Testamento ese mismo nombre (en griego
Heósforos,
variante:
Fósforos) es usado una sola vez (II Pedro 1,
19), con referencia a la Parusía de Cristo, el
cual había sido simbolizado por la Estrella de
Jacob (Números 24, 17) y anunciado en su
Nacimiento por una estrella (Mateo 2, 2). En su
segunda venida se llama a Sí mismo la Estrella
Matutina (Apocalipsis 22, 16), anunciando con
ese nombre el galardón de su Reino (Apocalipsis
2, 28), galardón que es Él mismo (Apocalipsis
22, 12).
*
4. San Pablo, en la Epístola a los Hebreos, es
el gran intérprete de este Salmo y especialmente
de este pasaje, al que dedica casi íntegramente
seis capítulos (de 4, 14 a 10, 25), citándolo
constantemente para armonizarlo con el versículo
1 (Hebreos 5, 5-10; 6, 20; 7, 28; 8, 6; 10, 12
s.) y también con Salmo 2, 7 (Hebreos 5, 5 s.),
lo que muestra una vez más la correlación de
ambos oráculos. Revela así maravillosamente el
celestial sacerdocio de Cristo, que no se arrogó
Él, sino que esperó a que el Padre se lo diera
con el juramento que aquí vemos (Hebreos 5, 4-6;
7, 17 y 28; 8, 6). Y así “una vez perfeccionado
(por su Pasión) vino a ser causa de sempiterna
salud para todos los que le obedecen, siendo
constituido por Dios Sumo Sacerdote a la manera
de Melquisedec” (Hebreos 5, 9 s.; 6, 20), es
decir, con un sacerdocio
para
siempre porque su vida es
indestructible (Hebreos 7, 16), dado que Él,
resucitado, ya no puede morir como morían los
demás sacerdotes (Hebreos 7, 23).
Él
permanece para siempre (Hebreos 7, 24;
Romanos 6, 9; I Timoteo 6, 16; Apocalipsis 1,
18) y vive para interceder por nosotros (Hebreos
7, 25; 9, 24), “sentado a la diestra del Padre”
(versículos 1 y 5; Hebreos 8, 1) como Ministro
del Santuario celestial (Hebreos 8, 2; 9, 11 y
24) y Mediador del Testamento nuevo (cf. Hebreos
8, 6-13; 9, 15; 10, 15-18), lo cual exigía la
previa muerte del testador (Hebreos 9, 16 s-;
cf. Hechos 3, 22 y nota); y como el sacerdocio
requiere víctima que ofrecer (Hebreos 8, 3), Él
ofrece su Sangre (Hebreos 9, 14), pues “como
Sumo Sacerdote de los bienes venideros... por la
virtud de su propia sangre entró una vez para
siempre en el Santuario, después de haber
obtenido redención eterna” (Hebreos 9, 11-12).
Por lo cual “hemos sido santificados una vez
para siempre por la oblación del Cuerpo de
Jesucristo” (Hebreos 10, 10), quien, “ofreciendo
por los pecados un solo sacrificio” (Hebreos 10,
12), a diferencia de los antiguos sacerdotes que
sacrificaban víctimas cada día, “para siempre
está sentado a la diestra de Dios aguardando lo
que resta para que sus enemigos sean puestos por
escabel de sus pies” (Hebreos 10, 12-13).
Muestra en fin el Apóstol a los Hebreos, cuán
grande es la significación de este versículo que
él llama “juramento posterior a la Ley” (Hebreos
7, 28) y merced al cual tenemos “confiado acceso
al Santuario celestial” (Hebreos 10, 19) para
recurrir al “gran Sacerdote establecido sobre la
casa de Dios” (Hebreos 10, 21), al cual, dice,
“lleguémonos con corazón sincero, en plenitud de
fe” (Hebreos 10, 22) y caridad de unos con otros
(ibíd. 24) y “confesión de nuestra esperanza” en
su gloriosa venida (ibíd. 23 y 25).
A la
manera de Melquisedec (así también Vaccari,
Bover-Cantera, Cales, Wutz, Ubach, Sánchez Ruiz,
etc.). Véase sobre esto Hebreos 7, 1 ss., donde
San Pablo muestra la admirable figura de Cristo
que fue Melquisedec, sacerdote y rey (Génesis
14, 18; cf. Zacarías 6, 12 s.; Ezequiel 44, 3;
45, 15 ss. y 22 ss.; 46, 2 ss.) de Salem o
Jerusalén (Salmo 86, 3 y nota), de paz (cf.
Salmo 45, 10; Isaías 11, 6-9) y de justicia (cf.
Salmo 71, 2 y 7; Isaías 32, 1; Jeremías 23, 5
ss.; 33, 15 ss.). Su sacerdocio fue distinto del
de Aarón, no obstante las promesas hechas a éste
y a sus descendientes (Éxodo 40, 12 s.; Números
25, 13; Eclesiástico 45, 19; cf. Salmos 105, 30;
117, 2), porque ellos murieron, en tanto que
Melquisedec “vive” (Hebreos 7, 8) y “permanece
sacerdote a perpetuidad” (ibíd. versículo 3).
Sobre sacerdocio cf. Eclesiástico 24, 14;
Hebreos 8, 4; I Pedro 2, 9; Apocalipsis 1, 6; 5,
10.
*
5. El Hijo está hoy a la diestra del Padre como
en el versículo 1, ejerciendo su Sacerdocio
(versículo 4) en una continua intercesión por
nosotros (Hebreos 7, 24 s.), a la espera de que
el Padre le cumpla la promesa del versículo 2
(Hebreos 10, 12 s.), para cumplir Él a su vez
las hazañas del versículo 6. Leemos, pues, al
principio
Adoní (mi Señor) y no Adonai
(el Señor), lo mismo que Ubach, Wutz, Calès y
otros porque, como muy bien lo dice este último,
“es el Mesías quien está a la diestra de Yahvé,
de igual modo que en el versículo 1 s., y quien
realiza lo que se expresa por los verbos de los
versículos 5-7. No hay otra solución posible
para el versículo 7, porque no es Dios Padre
quien bebe
del torrente en el camino. Y por lo tanto
tampoco es Él quien ejecuta los actos enumerados
en los versículos 5 y 6, a menos de admitirse
una incoherencia (cf. Mateo 26, 64; Lucas 22,
69).
Destrozará, etc.: algunos vierten:
“destroza”,
etc., poniendo los verbos en presente profético
(cf. Salmos 2, 9; 44, 4-6; 67, 22),
En el día
de su ira, esto es, de
la ira del
Cordero (Apocalipsis 6, 16). Cf. versículo
6; Sofonías 1, 14 ss.; Mateo 23, 41; Romanos 2,
5 y 8; II Tesalonicenses 1, 7-10. Como observan
los comentadores, este juicio, en el cual no se
alude a la suerte de los justos, es descrito con
los caracteres de una batalla terrible, donde el
Mesías no economiza sus fuerzas pero en la que
obtiene también un triunfo deslumbrante. Cf.
Apocalipsis 16, 14 y 16; 17, 14; 19, 19.
*
6.
Juzgará: Otros vierten:
hará
justicia. Sobre el significado de esta
expresión véase los Salmos 92-99; 100, 2 y nota.
Cf. Salmo 88, 28; Apocalipsis 11, 15.
Las
naciones: literalmente:
los
gentiles, como en el Salmo 2, 8 (cf.
Ezequiel 30, 3; Daniel 2, 45; Lucas 21, 24;
Romanos 11, 25).
Amontonará
cadáveres: También en esta violencia
concuerda con el Salmo 2, 9. Cf. Salmo 110, 7;
Joel 3, 9-17; Zacarías 14, 1-4; Mateo 25, 32;
Lucas 19, 27; Apocalipsis 19, 11-21 s.
La cabeza:
Así literalmente y en singular. El sentido
parece ser:
al jefe,
como leen algunos, refiriéndose al Anticristo.
Cf. versículo 5 y nota; Salmo 149, 6-9;
Apocalipsis 2, 27; 19, 15. Rembold vierte así:
Juzgará a los gentiles inflados de soberbia.
*
7. Los Santos Padres han visto en este versículo
el contraste entre ambas venidas del Mesías (cf.
versículo 3 y nota), o sea, entre este gran
triunfo anunciado a Cristo Rey y el supremo
rebajamiento de su Encarnación (cf. Filipenses
2, 7 s. y nota) y de su Pasión, en la cual, para
ir del Cenáculo a Getsemaní, atravesó y quizá
bebió del torrente Cedrón (Juan 18, 1), como lo
había hecho, en un momento semejante, el mismo
David, que tantas veces fue figura de Él (II
Reyes 15, 23). Cf. Isaías 61, 1 s. y nota. Los
modernos tienden a interpretar este pasaje en el
sentido de que el Héroe divino, como los
guerreros de Gedeón (Jueces 7, 5 s.), apenas
beberá un sorbo de agua al pasar, no dándose
tregua ni retirándose a descansar hasta el
completo aniquilamiento de los enemigos.
Entonces, cuando no existan ya los que dijeron
como en la parábola: “No queremos que éste reine
sobre nosotros” (Lucas 19, 14 y 27), lo veremos
a nuestro amable Rey, que tiene “un Nombre sobre
todo nombre” (Filipenses 2, 9), levantar
triunfante para siempre la sagrada Cabeza que
nosotros coronamos de espinas (Juan 19, 2 s.) y
que los ángeles adoraron (Juan 20, 7). Lo
veremos y lo verán todos (Apocalipsis 1, 7), aun
los que le traspasaron (Zacarías 12, 10; Juan
19, 37) y celebrarán su triunfo los ángeles, que
están deseando ver aquel día (I Pedro 1. 7-12).
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