LUCAS 5 |
1 | 2 | 3 | 4 | 5 | 6 | 7 |
8 | 9 | 10 | 11 | 12 | 13 | 14 |
15 | 16 | 17 | 18 | 19 | 20 | 21 |
22 | 23 | 24 |
La pesca milagrosa.
1
Y sucedió que la muchedumbre se agolpaba
sobre Él para oír la palabra de Dios, estando Jesús de
pie junto al lago de Genesaret*.
2
Y viendo dos
barcas amarradas a la orilla del lago, cuyos pescadores
habían descendido y lavaban sus redes,
3
subió en una de aquéllas, la que era de Simón, y rogó
a éste que la apartara un poco de la tierra. Y sentado,
enseñaba a la muchedumbre desde la barca*.
4
Cuando acabó de hablar, dijo a Simón: “Guía adelante,
hacia lo profundo, y echad las redes para pescar”.
5
Respondióle Simón y dijo: “Maestro, toda la noche
estuvimos bregando y no pescamos nada, pero, sobre tu
palabra, echaré las redes”.
6
Lo hicieron, y apresaron una gran cantidad de peces.
Pero sus redes se rompían*.
7
Entonces hicieron señas a los compañeros, de la otra
barca, para que viniesen a ayudarles. Vinieron, y se
llenaron ambas barcas, a tal punto que se hundían.
8
Visto lo cual, Simón Pedro se echó a los
pies de Jesús, y le dijo: “¡Apártate de mí, Señor,
porque yo soy un pecador!”*
9
Es que el estupor se había apoderado de él y de todos
sus compañeros, por la pesca que habían hecho juntos;
10
y lo mismo de Santiago y Juan, hijos de Zebedeo, que
eran socios de Pedro. Y Jesús dijo a Simón: “No temas;
desde ahora pescarás hombres”*.
11
Llevaron las
barcas a tierra y, dejando todo*,
se fueron con Él.
Curación de un leproso.
12
Encontrándose Él en cierta ciudad,
presentóse un hombre cubierto de lepra. Al ver a Jesús
se postró rostro en
tierra, y le hizo esta oración: “Señor, si Tú
lo quieres, puedes limpiarme”.
13
Alargando la mano, lo
tocó y dijo: “Quiero; sé limpiado”. Y al punto se le fue
la lepra.
14
Y le encargó que no lo
dijera a nadie, sino (le
dijo): “Muéstrate al
sacerdote, y ofrece por tu purificación lo que
prescribió Moisés, para testimonio a ellos”*.
15 Y difundiéndose
más y más la fama de Él, las muchedumbres afluían en
gran número para oírle y hacerse curar de sus
enfermedades;
16
pero Él se retiraba a
los lugares solitarios, para hacer oración.
Curación de un paralítico.
17
Un día estaba ocupado en enseñar, y unos
fariseos y maestros de la Ley estaban ahí sentados,
habiendo venido de todas las aldeas de Galilea, y de
Judea, así como de Jerusalén, y el poder del Señor le
impelía a sanar*.
18
Y sucedió que unos hombres, que traían postrado sobre
un lecho un paralítico, trataban de ponerlo dentro y
colocarlo delante de Él.
19
Y como no lograban introducirlo a causa de la
apretura de gentes, subieron sobre el techo y por entre
las tejas bajaron al enfermo, con la camilla, en
medio (de
todos), frente a Jesús.
20
Viendo la fe de ellos, dijo:
“Hombre, tus pecados te son perdonados”.
21
Comenzaron entonces los
escribas y los fariseos a pensar: “¿Quién es Éste que
dice blasfemias? ¿Quién puede perdonar pecados sino sólo
Dios?”
22
Mas Jesús, conociendo
bien los pensamientos de ellos, respondióles diciendo:
23
“¿Qué estáis pensando en
vuestro corazón? ¿Qué es más fácil, decir: “Tus pecados
te son perdonados”, o decir: “Levántate y anda”?
24 ¡Y bien! para que
sepáis que el Hijo del hombre tiene en la tierra
potestad de perdonar pecados –dijo al paralítico– “A ti
te digo: Levántate, toma tu camilla y ve a tu casa”*.
25
Al punto se levantó, a
la vista de ellos, tomó el lecho sobre el cual había
estado acostado, y se fue a su casa glorificando a Dios.
26
Y todos quedaron
sobrecogidos de asombro y glorificaban a Dios; y
penetrados de temor decían: “Hemos visto hoy cosas
paradójicas”.
Vocación de Mateo.
27
Después de esto se fue, y fijándose en un
publicano llamado Leví, que estaba en la recaudación de
los tributos, le dijo: “Sígueme”.
28
Y éste, dejándolo todo, se levantó y le siguió*.
29
Ahora bien,
Leví le ofreció un gran festín en su casa, y había allí
un grupo numeroso de publicanos y otras personas que
estaban a la mesa con ellos;
30
y los fariseos y los escribas de entre ellos se
pusieron a murmurar contra los discípulos de Jesús y
decían: “¿Por qué coméis y bebéis con los publicanos y
los pecadores?”
31
Respondió Jesús y les dijo: “No necesitan
médico los sanos, sino los enfermos.
32
Yo no he venido para convidar al
arrepentimiento a los justos sino a los pecadores”*.
Parábolas del remiendo y del
vino nuevo.
33
Entonces le
dijeron: “Los discípulos de Juan ayunan con frecuencia y
hacen súplicas, e igualmente los de los fariseos, pero
los tuyos comen y beben”.
34
Mas Jesús les dijo: “¿Podéis hacer ayunar a los
compañeros del esposo, mientras está con ellos el
esposo?*
35
Un tiempo vendrá, en que el esposo les será quitado;
entonces, en aquellos días ayunarán”.
36
Y les dijo
también una parábola: “Nadie corta un pedazo de un
vestido nuevo
para ponerlo (de remiendo), a
un vestido viejo; pues si lo hace, no sólo romperá el
nuevo, sino que el pedazo cortado al nuevo no andará
bien con el viejo*.
37
Nadie, tampoco, echa
vino nuevo en cueros viejos; pues procediendo así, el
vino nuevo hará reventar los cueros, y se derramará, y
los cueros se perderán*.
38 Sino que el vino
nuevo ha de echarse en cueros nuevos.
39
Y nadie que bebe de lo
viejo quiere luego de lo nuevo, porque dice: “el viejo
es excelente”*.
3.
Simón
es el nombre
primitivo de Pedro antes de su vocación. Desde
esta escena la barca de Pedro es mirada como
símbolo de la Iglesia.
6.
Se rompían:
Nótese
el contraste con la segunda pesca milagrosa (Jn.
21, 11), donde se hace constar que las redes no
se rompían; por donde parece encerrarse en esto
un significado simbólico, que ha sido
interpretado de muy diversas maneras, pero que
Jesús acentúa en el v. 10. Cf. Mt. 13, 47 y
nota.
8. Un día
comprenderá Pedro que, precisamente porque somos
pecadores, no podemos decirle a Jesús que se
aleje,
sino que venga como médico. Véase v. 32; Jn. 13,
8 y notas.
10.
Pescarás hombres:
¡Maravillosa promesa de eficacia en nuestro
apostolado! Así como antes no conseguía ningún
pez y ahora tiene tantos por haberse apoyado
en la
palabra de Jesús para echar la red, así
también, aun en medio de este mundo malo,
podremos pescar hombres sin número, si usamos
para ello las
palabras
del Evangelio y no las nuestras. Cristo oró
por nuestro éxito (Jn. 17, 20) y sigue orando
hasta el fin (Hb. 7, 25).
11. Pedro y sus
compañeros tenían familia y hogar. En un
instante lo dejaron todo para seguir a Jesús, y
eso que en aquel momento no creían todavía en su
divinidad. Es decir que nadie podía resistirse a
la suavidad del trato con Jesús, a menos que
tuviera doblez en la conciencia. Cf. Jn. 3, 19.
17 ss. Véase Mt.
9,
1-8; Mc. 2, 1-12.
28. Véase Mt. 9, 9 ss.; Mc. 2, 13 ss.
Leví cambió no sólo su profesión, sino también su nombre, llamándose en
adelante Mateo. Llegó a ser un eminente apóstol
y escribió el primer Evangelio. La vocación de
un publicano y pecador nos enseña que todos
podemos ser escogidos para el apostolado. Pero
es Dios quien elige (Jn. 15, 16; Rm. 8, 30; Ga.
1, 16; Col. 1, 12 s.; 2 Ts. 2, 13 s.). Cf. Lc.
2, 14 y nota.
32. Hay aquí,
junto a la manifestación del Corazón
misericordioso del Redentor, que se inclina
sobre los necesitados de perdón, una honda
ironía para los fariseos, es decir, para los que
se creen justos. Ellos no se dan por redimidos,
pues no se sienten necesitados de redención. Y
Jesús no los llama a ellos porque sabe que no
responderán. Terrible estado de espíritu que los
hará morir en su pecado (Jn. 8, 21). Sobre la
dialéctica de Jesús con los fariseos cf. Jn. 9,
39-41. Sobre el privilegio de los que mucho
deben cf. 7, 41-49.
34. El “esposo”
es Jesucristo, los “compañeros” son los
apóstoles, elegidos por Él mismo; el tiempo que
Jesús pasa en la tierra es el anuncio de las
Bodas eternas del Cordero
que se realizarán en su segunda venida (Ap. 19,
6-9).
36. La doctrina
del nuevo nacimiento que trae Jesús (Jn. 3, 3
ss.) es una renovación total del hombre; no de a
pedazos, como
remiendo que sirve de pretexto para continuar en lo demás como
antes. Toda ella tiene la unidad de un solo
diamante, aunque con innumerables facetas. Es
para tomarla tal como es, o dejarla. Veamos en
9, 57 ss.; 14, 25 y nota, la forma asombrosa en
que Él reacciona porque no quiere mezclas (Mt.
6, 24; Ap. 3, 15; cf. Dt. 22, 11). Un día oye de
Natanael una burla, y lo elogia por su
sinceridad (Jn. 1, 46 s.). En cambio, oye de
otros alabanzas, y las desprecia porque son de
los labios y no del corazón (Mt. 15, 8). Por eso
dice que se perdonará la blasfemia contra Él,
pero no la que sea contra el Espíritu, el pecado
contra la luz (Mt. 12, 31-33).
37 s.
Como el cuero
viejo no es capaz de resistir la fuerza
expansiva del vino nuevo, así las almas apegadas
a lo propio, sean intereses, tradiciones o
rutinas, no soportan “las paradojas” de Jesús
(véase 7, 23 y nota) que son “un escándalo” para
los que se creen santos, y “una locura” para los
que se creen sabios (1 Co. 1, 23; cf. Lc. 10,
21). Hay aquí una lección semejante a la de Mt.
7, 6 sobre los “cerdos” para que no nos
empeñemos indiscretamente en forzar la siembra
en una tierra que no quiere abrirse. Cf. Mt. 13,
1 ss.
39. Esta alegoría
plantea al vivo el problema del “no conformismo”
cristiano. Cristo, “el mayor revolucionario de
la historia”, no es aceptado fácilmente por los
satisfechos.
Si no sentimos en carne viva la miseria de lo
que somos nosotros mismos en esta naturaleza
caída (cf. Jn. 2, 24 y nota) y de lo que es
“este siglo malo” en que vivimos (Ga. 1, 4), no
sentiremos la necesidad de un Libertador. Si no
nos sentimos enfermos, no creeremos que
necesitamos médico (v. 31 s.), ni desearemos que
Él venga (Ap. 22, 20), y miraremos su doctrina
como perturbadora del plácido sueño de muerte en
que nos tiene narcotizados Satanás “el príncipe
de este mundo” (Jn. 14, 30). El que está
satisfecho con el actual vino, que es el mundo,
no querrá otro (cf. Mt. 6, 24 y nota) porque si
uno es del mundo no puede tener el Espíritu
Santo (Jn. 14, 17), ni puede tener amor (1 Jn.
2, 15). Entonces verá pasar la Luz, que es el
bien infinito, y la dejará alejarse porque amará
más sus propias tinieblas (cf. 18, 22 y nota).
Tal es precisamente el tremendo juicio de
discernimiento que Jesús vino a hacer (Jn. 3,
19). Y tal es lo que obliga al amor paternal de
Dios a enviar pruebas severas a los que quiera
salvar de la muerte.
|