LUCAS 12 |
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22 | 23 | 24 |
Contra la hipocresía.
1
Mientras tanto, habiéndose reunido miles
y miles del pueblo, hasta el punto que unos a otros se
pisoteaban, se puso a decir, dirigiéndose primeramente a
sus discípulos: “Guardaos a vosotros mismos de la
levadura –es decir de la hipocresía– de los fariseos*.
2
Nada hay oculto que no haya de ser descubierto, nada
secreto que no haya de ser conocido.
3
En consecuencia, lo que hayáis dicho en
las tinieblas, será oído en plena luz; y lo que hayáis
dicho al oído en los sótanos, será pregonado sobre los
techos.
4
Os lo digo a
vosotros, amigos míos, no temáis a los que matan el
cuerpo y después de esto nada más pueden hacer.
5
Voy a deciros a quién debéis temer: temed
a Aquel que, después de haber dado la muerte, tiene el
poder de arrojar en la gehenna. Sí, os lo digo, a Aquel
temedle”.
Solicitud del Padre Celestial.
6
“¿No se venden cinco pájaros por dos
ases? Con todo, ni uno solo es olvidado de Dios.
7
Aun los
cabellos de vuestra cabeza están todos contados*.
No tenéis vosotros que temer: valéis más que muchos
pájaros.
8
Yo os lo digo: a quien me confesare delante de los
hombres, el Hijo del hombre lo confesará también delante
de los ángeles de Dios.
9
Mas el que me haya negado delante de los hombres,
será negado delante de los ángeles de Dios”.
El pecado contra el Espíritu
Santo.
10
“A cualquiera
que hable mal contra el Hijo del hombre, le será
perdonado, pero a quien blasfemare contra el Santo
Espíritu, no le será perdonado.
11
Cuando os llevaren ante las sinagogas, los
magistrados y las autoridades, no os preocupéis de cómo
y qué diréis para defenderos o qué hablaréis*.
12
Porque el Espíritu Santo os enseñará en el momento
mismo lo que habrá que decir”.
13
Entonces uno del pueblo le dijo:
“Maestro, dile a mi hermano que parta conmigo la
herencia”.
14
Jesús le respondió: “Hombre, ¿quién me ha constituido
sobre vosotros juez o partidor?”*
El rico insensato.
15
Y les dijo: “Mirad: preservaos de toda
avaricia; porque, la vida del hombre no consiste en la
abundancia de lo que posee”.
16
Y les dijo una parábola: “Había un rico, cuyas
tierras habían producido mucho.
17
Y se hizo esta reflexión: “¿Qué voy a
hacer? porque no tengo dónde recoger mis cosechas”.
18
Y dijo: “He
aquí lo que voy a hacer: derribaré mis graneros y
construiré unos mayores; allí amontonaré todo mi trigo y
mis bienes.
19
Y diré a mi
alma: Alma mía, tienes cuantiosos bienes en reserva para
un gran número de años; reposa, come, bebe, haz fiesta”.
20
Mas Dios le
dijo: “¡Insensato! esta misma noche te van a pedir el
alma, y lo que tú has allegado, ¿para quién será?”
21
Así ocurre con todo aquel que atesora
para sí mismo, y no es rico ante Dios”*.
Confianza en la divina
providencia.
22
Y dijo a sus
discípulos: “Por eso, os digo, no andéis solícitos por
vuestra vida, qué comeréis, ni por vuestro cuerpo, con
qué lo vestiréis.
23
Porque la vida vale más que el alimento, y el cuerpo
más que el vestido.
24
Mirad los cuervos: no siembran, ni
siegan, ni tienen bodegas ni graneros, y sin embargo
Dios los alimenta. ¡Cuánto más valéis vosotros que las
aves!
25
¿Quién de vosotros podría, a fuerza de
preocuparse, añadir un codo a su estatura?
26
Si pues no
podéis ni aun lo mínimo ¿a qué os acongojáis por lo
restante?
27
Ved los lirios cómo crecen: no trabajan, ni hilan.
Sin embargo, Yo os digo que el mismo Salomón, con toda
su magnificencia, no estaba vestido como uno de ellos.
28
Si pues a la yerba que está en el campo y
mañana será echada al horno, Dios viste así ¿cuánto más
a vosotros, hombres de poca fe?
29
Tampoco andéis pues afanados por lo que habéis de
comer o beber, y no estéis ansiosos.
30
Todas estas cosas, los paganos del mundo
las buscan afanosamente; pero vuestro Padre sabe que
tenéis necesidad de ellas.
31
Buscad pues antes su reino, y todas las cosas os
serán puestas delante.
32
No tengas temor, pequeño rebaño mío,
porque plugo a vuestro Padre daros el Reino.
33
Vended aquello
que poseéis*
y dad limosna. Haceos bolsas que no se envejecen, un
tesoro inagotable en los cielos, donde el ladrón no
llega, y donde la polilla no destruye.
34
Porque allí
donde está vuestro tesoro, allí también está vuestro
corazón”.
Parábola de los servidores
vigilantes.
35
“Estén ceñidos
vuestros lomos, y vuestras lámparas encendidas.
36
Y sed
semejantes a hombres que aguardan a su amo a su regreso
de las bodas, a fin de que, cuando Él llegue y golpee,
le abran en seguida.
37
¡Felices esos
servidores, que el amo, cuando llegue, hallará velando!
En verdad, os lo digo, él se ceñirá, los hará sentar a
la mesa y se pondrá a servirles*.
38
Y si llega a la
segunda vela, o a la tercera, y así los hallare,
¡felices de ellos!
39
Sabedlo bien; porque si el dueño de casa supiese a
qué hora el ladrón ha de venir, no dejaría horadar su
casa.
40
Vosotros también estad prontos, porque a la hora que
no pensáis es cuando vendrá el Hijo del hombre”*.
Juicio de los servidores.
41
Entonces, Pedro le dijo: “Señor, ¿dices
por nosotros esta parábola o también por todos?”
42
Y el Señor
dijo: “¿Quién es pues el mayordomo fiel y prudente, que
el amo pondrá a la cabeza de la servidumbre suya para
dar a su tiempo la ración de trigo?*
43
¡Feliz ese servidor a quien el amo, a su regreso,
hallará haciéndolo así!
44
En verdad, os digo, lo colocará al frente
de toda su hacienda*.
45
Pero si ese servidor se dice a sí mismo: “Mi amo
tarda en regresar”, y se pone a maltratar a los
servidores y a las sirvientas, a comer, a beber, y a
embriagarse*,
46
el amo de este servidor vendrá en día que no espera y
en hora que no sabe, lo partirá por medio, y le asignará
su suerte con los que no creyeron*.
47
Pero aquel servidor que, conociendo la voluntad de su
amo, no se preparó, ni obró conforme a la voluntad de
éste, recibirá muchos azotes.
48
En cambio aquel que, no habiéndola conocido, haya
hecho cosas dignas de azotes, recibirá pocos. A todo
aquel a quien se haya dado mucho, mucho le será
demandado; y más aún le exigirán a aquel a quien se le
haya confiado mucho”*.
El fuego de Jesús.
49
“Fuego vine a echar sobre
la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté encendido!
50 Un bautismo tengo
para bautizarme, ¡y cómo estoy en angustias hasta que
sea cumplido!
51 ¿Pensáis que vine
aquí para poner paz en la tierra? No, os digo, sino
división*.
52
Porque desde ahora,
cinco en una casa estarán divididos: tres contra dos, y
dos contra tres.
53
Estarán divididos, el
padre contra el hijo, y el hijo contra el padre; la
madre contra la hija, y la hija contra la madre; la
suegra contra su nuera, y la nuera contra su suegra”.
Las señales de los tiempos.
54
Dijo también a la muchedumbre: “Cuando
veis una nube levantarse al poniente, luego decís: “Va a
llover”. Y eso sucede.
55
Y cuando sopla el viento del mediodía, decís: “Habrá
calor”. Y eso sucede.
56
Hipócritas, sabéis conocer el aspecto de
la tierra y del cielo; ¿por qué entonces no conocéis
este tiempo?
57
¿Por qué no juzgáis por vosotros mismos lo que es
justo?
58
Mientras vas con tu adversario en busca del
magistrado, procura en el camino librarte de él, no sea
que te arrastre ante el juez, que el juez te entregue al
alguacil y que el alguacil te meta en la cárcel.
59
Yo te lo declaro, no saldrás de allí hasta que no
hayas reintegrado el último lepte”*.
1 ss.
Miles y miles del
pueblo:
Jesús no teme el
escándalo saludable, y aprovecha esa enorme
concurrencia para aleccionar públicamente a sus
discípulos contra la hipocresía de los doctores
y fariseos que acaba de enrostrar a estos mismos
en pleno almuerzo (11, 37-54). Pero aquí hay un
sentido especial. Ya no se trata sólo de
guardarse contra la doctrina de los fariseos
(Mt. 16, 6-12) y del daño que ellos les harán
(Mt. 10, 17 ss.), sino de guardarse de no caer
ellos
mismos en la hipocresía, contaminados por la
contagiosa levadura de los fariseos (cf. Ga. 2,
13 ss. y notas). Es decir, pues, que no sólo
hemos de predicar y confesar la verdad en plena
luz (8, 17), sino también saber que, aunque
pretendiésemos usar de hipocresía, todo será
descubierto finalmente (v. 3). No hemos pues de
temer el decir la verdad (v. 4 s.) y el confesar
a Cristo (v. 8) con todas sus paradojas y
humillaciones (cf. 7, 23 y nota), pero sí
temblar antes de deformar la doctrina por
conveniencias mundanas, porque ésa es
la
blasfemia contra el Santo Espíritu, que no
será perdonada (v. 10; Mt. 12, 32; Mc. 3, 28
s.). Nótese en cambio la asombrosa blandura de
Jesús para las ofensas contra Él (v. 10). Véase
Mc. 4, 22 y nota.
7. Nos parece
éste uno de los pasajes en que más se
descubre la
ternura del corazón de Cristo para con nosotros.
No piensa Él por cierto muy bien de los hombres
(cf. Jn. 2, 24 y nota), pero nos ama, y por eso
es que valemos para Él y para el Padre más que
muchos pajarillos, aunque no lo merezcamos.
Contar todos los cabellos de nuestra cabeza es
un extremo de amoroso interés a que no llegaría
la más cariñosa madre. ¿Dudaremos de estas
palabras de Jesús porque son demasiado hermosas?
¿Qué dogma puede haber más digno de fe y más
obligatorio que las propias palabras de
Jesucristo?
14. El Señor no
se entromete en
cosas temporales.
De acuerdo con esta directiva, la Iglesia prohíbe que sus ministros se
mezclen en tales asuntos (2 Tm. 2, 4 y 1 Tm. 3,
8). “Con razón rehúsa ajustar diferencias
mundanas Él que había venido a revelar los
secretos celestiales” (S. Ambrosio). Véase 20,
25 y nota; Jn. 18, 30. En las palabras
Quién me
ha constituido hay como un recuerdo irónico
de lo que ocurrió a Moisés cuando se rechazó su
autoridad (Ex. 2, 14; Hch. 7, 27). Véase Hch. 3,
22 y nota. “¡Qué ocasión habría tenido aquí
Jesús para intervenir como se lo pedían, si
hubiera querido ganar influencia e imponer su
reino en este mundo!” (cf. Jn. 6, 15; 18, 36;
Mt. 11, 12).
21. Jesús condena
el
atesorar
ambiciosamente (1 Tm. 6, 9); no la ordenada
economía, como en 9, 17.
33
s. Vended
aquello que poseéis: no se trata aquí de la
pobreza total, como en el caso del joven rico
(18, 22). Ello no obstante, vemos que Jesús está
hablando a la pequeña grey de sus predilectos
que han de compartir su reino (22, 28-30). No es
de extrañar, pues, que, sin perjuicio de
mantener la situación en que la providencia del
Padre ha colocado a cada uno y a su familia, les
aconseje desprenderse de lo que pueda ser un
tropiezo para la vida espiritual, para no poseer
con ahínco ningún bien en que hayamos puesto el
corazón (v. 34) y que sea entonces como un
pequeño ídolo, rival de Dios.
37.
Se pondrá a
servirles:
Jesús tiene
derecho a que le creamos esta promesa inaudita,
porque ya nos dijo que Él es nuestro sirviente
(22, 27), y que no vino para ser servido, sino
para servir (Mt. 20, 28). Por eso nos dice que
entre nosotros el primero servirá a los demás
(Mt. 20, 26 s.; Lc. 22, 26). En esto estriba sin
duda el gran misterio escondido en la Escritura
que dice “el mayor servirá al menor” (Gn. 25,
23; Rm. 9, 12). Jesús, aun después de
resucitado, sirvió de cocinero a sus discípulos
(Jn. 21, 9-12). Él, que desde Isaías se hizo
anunciar como “el servidor de Yahvé” (Is. 42, 1
ss.; cf. Ez. 45, 22), quiere también reservarse,
como cosa excelente y digna de Él, esa función
de servidor nuestro. Y debemos creerle, porque
hizo algo mucho más humillante que el servirnos
y lavarnos los pies: se dejó escupir por los
criados, y colgar desnudo entre criminales,
“reputado como uno de ellos” (22, 37; Mc. 15,
28; Is. 53, 12). Vemos, pues, que la inmensidad
de las promesas de Cristo, más aún que en la
opulencia de darnos su misma realeza y ponernos
a su mesa y sentarnos en tronos (Lc. 22, 29 s.),
está en el amor con que quiere ponerse Él mismo
a servirnos. El que no ama no puede comprender
semejantes cosas, según enseña S. Juan (1 Jn. 4,
8).
40. El ilustre
Cardenal Newman comenta a este respecto: “Sí, el
Cristo debe venir algún día tarde o temprano. Los espíritus del mundo se
burlan hoy de nuestra falta de discernimiento;
mas quien haya carecido de discernimiento
triunfará entonces. ¿Y qué piensa el Cristo de
la mofa de estos hombres de hoy? Nos pone en
guardia expresamente, por su Apóstol, contra los
burlones que dirán: “¿Dónde está la promesa de
su venida?” (2 Pe. 3, 4). Preferiría ser de
aquellos que, por amor a Cristo y faltos de
ciencia, toman por señal de su venida algún
espectáculo insólito en el cielo, cometa o
meteoro, más bien que el hombre que por
abundancia de ciencia y falta de amor, se ríe de
este error”.
Véase 24, 42-44; Mc. 12, 33 s.; 1 Ts. 5, 2; 2 Pe. 3,
10; Ap. 3, 3; 16, 5.
44.
Lo colocará al
frente de toda su hacienda.
Comp. con el v.
37. Allí habla en plural y se dirige a todos.
Aquí habla en singular como en Mt. 24, 47 y se
dirige a Pedro, a quien había prometido las
llaves del Reino (Mt. 16, 19).
45. “Abusa de su
autoridad
tanto más
fácilmente cuanto que el amo tarda en venir,
demora que él supone ha de prolongarse
indefinidamente y que interpreta como una señal
de que no volverá nunca (cf. 2 Pe. 3, 3-5)”
Pirot.
46. “Sería
inútil, dice Buzy, tratar de suavizar el
castigo, entendiéndolo por ejemplo de una manera
metafórica. Se trata aquí de una pena capital”.
Es de notar cómo este pasaje, que muestra la
tremenda responsabilidad de los que tienen cura
de almas (v. 48) prueba al mismo tiempo, contra
la opinión de ciertos disidentes, que el plan de
Cristo comporta la existencia de pastores hasta
que Él vuelva. Cf. Hch. 20, 17 y 18; 1 Tm. 4,
14; Prefacio de Apóstoles.
48. Al mayordomo
(v. 41
ss.) encarece Él
especialmente esa continua espera de su venida
(v. 35 ss.). Este recuerdo le librará de abusar
como si él fuese el amo (v. 45 ss.). Cf. 11, 45
s.; 1 Pe. 5, 1-4.
51
ss. Cf. Mt. 10,
34 s. Ésta es la explicación y el consuelo para
los que están en inevitable conflicto con
familia o amigos por causa del Evangelio. Es
necesario, dice S. Pablo, que la división
muestre quiénes son aprobados por Dios (1 Co.
11, 19). Cf. 14, 26.
59.
Lepte:
moneda
inferior a un centavo.
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