LUCAS 17 |
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22 | 23 | 24 |
El escándalo.
1
Dijo a sus discípulos: “Es inevitable que
sobrevengan escándalos, pero, ¡ay de aquel por quien
vienen!*
2
Más le valdría que le suspendiesen una piedra de
molino alrededor del cuello, y lo echasen al mar, que
escandalizar a uno de estos pequeños.
3
Mirad por vosotros”.
Perdón ilimitado de las
ofensas. “Si uno de tus hermanos llega a
pecar, repréndelo; y si se arrepiente, perdónalo.
4
Y si peca siete
veces en un día contra ti, y siete veces vuelve a ti y
te dice: «Me arrepiento», tú le perdonarás”*.
Poder de la fe.
5
Y los apóstoles dijeron al Señor:
“Añádenos fe”*.
6 Y el Señor dijo: “Si tuvierais
alguna fe, aunque no fuera más grande que un grano de
mostaza, diríais a este sicomoro: “Desarráigate y
plántate en el mar”, y él os obedecería.
7
¿Quién de vosotros, que tenga un servidor, labrador o
pastor, le dirá cuando éste vuelve del campo: “Pasa en
seguida y ponte a la mesa”?
8
¿No le dirá más bien: “Prepárame de comer; y ceñido
sírveme luego hasta que yo haya comido y bebido, y
después comerás y beberás tú”?
9
¿Y acaso agradece al servidor por haber hecho lo que
le mandó?
10
Así también vosotros, cuando hubiereis hecho todo lo
que os está mandado, decid: “Somos siervos inútiles, lo
que hicimos, estábamos obligados a hacerlo”*.
Los diez leprosos.
11
Siguiendo su camino hacia Jerusalén,
pasaba entre Samaria y Galilea.
12
Y al entrar en una aldea, diez hombres
leprosos vinieron a su encuentro, los cuales se
detuvieron a la distancia,
13
y, levantando la voz, clamaron: “Maestro Jesús, ten
misericordia de nosotros”.
14
Viéndolos, les dijo: “Id, mostraos a los
sacerdotes”. Y mientras iban, quedaron limpios.
15
Uno de ellos,
al ver que había sido sanado, se volvió glorificando a
Dios en alta voz,
16
y cayó sobre su rostro a los pies de Jesús dándole
gracias, y éste era samaritano.
17
Entonces Jesús dijo: “¿No fueron
limpiados los diez? ¿Y los nueve dónde están?
18
¿No hubo quien
volviese a dar gloria a Dios*
sino este extranjero?”
19
Y le dijo: “Levántate y vete; tu fe te ha salvado”.
Las dos venidas del Mesías.
20
Interrogado por los fariseos acerca de
cuándo vendrá el reino de Dios, les respondió y dijo:
“El reino de Dios no viene con advertencia*,
21
ni dirán: «¡Está aquí!» o «¡Está allí!» porque ya
está el reino de Dios en medio de vosotros”.
22
Dijo después a
sus discípulos: “Vendrán días en que desearéis ver uno
solo de los días del Hijo del hombre, y no lo veréis.
23
Y cuando os digan: «¡Está allí!» o «¡Está
aquí!» no vayáis allí y no corráis tras de él.
24
Porque, como el
relámpago, fulgurando desde una parte del cielo,
resplandece hasta la otra, así será el Hijo del hombre,
en su día*.
25
Mas primero es necesario que él sufra mucho y que sea
rechazado por la generación esta.
26
Y como fue en
los días de Noé, así será también en los días del Hijo
del hombre*.
27
Comían, bebían,
se
casaban (los
hombres), y eran dadas en
matrimonio (las
mujeres), hasta el día en
que Noé entró en el arca, y vino el cataclismo y los
hizo perecer a todos.
28
Asimismo, como fue en los días
de Lot: comían, bebían, compraban, vendían, plantaban,
edificaban;
29
mas el día en que Lot
salió de Sodoma, cayó del cielo una lluvia de fuego y de
azufre, y los hizo perecer a todos*.
30
Conforme a estas cosas
será en el día en que el Hijo del hombre sea revelado.
31
En aquel día, quien se
encuentre sobre la azotea, y tenga sus cosas dentro de
su casa, no baje a recogerlas; e igualmente, quien se
encuentre en el campo, no se vuelva por las que dejó
atrás.
32
Acordaos de la mujer de
Lot*.
33 El que procurare
conservar su vida, la perderá; y el que la pierda, la
hallará*.
34
Yo os digo, que en
aquella noche, dos hombres estarán reclinados a una
misma mesa: el uno será tomado, el otro dejado;
35 dos mujeres
estarán moliendo juntas: la una será tomada, la otra
dejada.
36 [Estarán dos en
el campo; el uno será tomado, el otro dejado]”*.
37 Entonces le
preguntaron: “¿Dónde, Señor?” Les respondió: “Allí donde
está el cadáver, allí se juntarán los buitres”*.
4.
Siete veces en un
día
quiere decir: muchísimas veces, siempre. En
Mateo (18, 22) dice el Señor: setenta veces
siete. Dios nos da el ejemplo en 6, 35 s. Cf.
15, 21; Jn. 8, 1-11.
5 s. Los
discípulos piden un
aumento como
quien ya tiene algo de fe. Jesús los desilusiona
sobre eso que creen tener. Véase Mt. 17, 20; 21,
21; Mc. 11, 23.
10. “Entregarse
todo entero y considerarse
siervo inútil es una cosa preciosa para el
hombre espiritual. Porque el que lo ha hecho es
el que descubre fácilmente cuán mal sabe
hacerlo. Y como desea hacerlo cada vez más, pues
ha encontrado en ello su reposo, vive pidiendo
al Padre que le enseñe a entregarse,
comprendiendo que todo cuanto pueda hacer en ese
sentido es también obra de la gratuita
misericordia de ese Dios cuyo Hijo vino a buscar
pecadores y no justos, y sin el cual nada
podemos. De ahí que al hombre espiritual ni
siquiera se le ocurre pensar –como lo hace el
hombre natural– que es dura e injusta esa
palabra de Jesús al decir que nos llamemos
siervos
inútiles, pues el espiritual se da cuenta de
que ser así, inútil, no sólo es una enorme
verdad que en vano se pretendería negar, sino
que es también lo que más le conviene para su
ventaja, pues a los hambrientos Dios los llena
de bienes, en tanto que si él fuera rico
espiritualmente (o mejor: si pretendiera serlo)
sería despedido sin nada, como enseña María (Lc.
1, 53). Vemos, pues, que en esto de ser siervo
inútil está, no una censura o reproche de Jesús,
sino todo lo contrario: nada menos que la
bienaventuranza de los pobres en el espíritu
(Mt. 5, 3 y nota). Así es la suavidad inefable
del Corazón de Cristo: cuando parece exigirnos
algo, en realidad nos está regalando. Y bien se
entiende esto, pues a Él ¿qué le importaría que
hiciéramos tal cosa o tal otra, si no buscara
nuestro bien... hasta con su Sangre? De ahí que
la característica del hombre espiritual sea
ésta: se sabe amado de Dios y por eso no se le
ocurre suponerle intenciones crueles, aunque Él
a veces disimule su bondad bajo un tono que nos
parece severo, como al niño cuando el padre lo
manda a dormir la siesta. Porque Él nos dice que
no piensa en obligarnos sino en darnos paz (Jr.
29, 11)”. Sobre la diferencia entre el hombre
espiritual y el que no lo es, véase 1 Co. 2, 10
y 14.
18.
Gloria a Dios:
Una
vez más hace resaltar Jesús que la gloria de
Dios consiste en el reconocimiento de sus
beneficios. La alabanza más repetida en toda la
Escritura dice: “Alabad al Señor porque es
bueno, porque su misericordia permanece para
siempre” (Sal. 135, 1 ss. etc.). Sobre el
“extranjero”, véase 9, 53 y nota.
20 s. Jesús se
presentó en la humildad para probar la fe de
Israel; pero las profecías,
como también los milagros, mostraban que era el
Mesías. Cf. 16, 16 y nota. Como observan el P.
de la Brière y muchos otros, el sentido no puede
ser que el reino está dentro de sus almas, pues
Jesús está hablando con los fariseos.
24. Ahora Jesús
habla con
los discípulos y alude a su
segunda venida, que será bien notoria como el relámpago (Mt. 24, 23;
Mc. 13, 21; Ap. 1, 7). Antes de este
acontecimiento se presentarán muchos falsos
profetas y será general el descreimiento y la
burla como en tiempos de Noé y de Lot (Gn. 7, 7;
19, 25; 2 Pe. 3, 3 ss.). No cabe duda de que
nuestros tiempos se parecen en muchos puntos a
lo predicho por el Señor. Cf. 18, 8 y nota.
32. Estas
palabras nos muestran que si la
mujer de Lot (Gn. 19, 26) se convirtió en
estatua (el hebreo dice columna) de sal, no fue
por causa de curiosidad, sino de su apego a la
ciudad maldita. En vez de mirar contenta hacia
el nuevo destino que la bondad de Dios le
deparaba y agradecer gozosa el privilegio de
huir de Sodoma castigada por sus iniquidades,
volvió a ella los ojos con añoranza, mostrando
la verdad de la palabra de Jesús. “Donde está tu
tesoro, allí está tu corazón” (Mt. 6, 21). La
mujer deseaba a Sodoma, y Dios le dio lo que
deseaba, convirtiéndola en un pedazo de la misma
ciudad que se había vuelto un mar de sal: el Mar
Muerto. Con el mismo criterio dice Jesús de los
que buscan el aplauso: “Ya tuvieron su paga”
(Mt. 6, 2, 5 y 16). Y al rico epulón: “Ya
tuviste tus bienes” (16, 25). Es decir, tuvieron
lo que deseaban y no desearon otra cosa; luego
no tienen otra cosa que esperar, pues Dios da a
los que desean, a los hambrientos, según dice
María, en tanto que a los hartos deja vacíos (1,
53; cf. Sal. 80, 11 y nota).
33 s.
Véase 9, 24; Mt. 10, 39; Mc. 8, 35; Jn. 12, 25;
Mt. 24, 40 s.; 1 Ts. 4, 15.
36. Este
versículo falta en
los mejores
códices.
37. Cuerpo y
cadáver son dos voces parecidas en griego. Ambas
se encuentran en las variantes. Véase Mt. 24,
28, donde el Señor aplica esta expresión
a la rapidez y al carácter visible de su segunda
venida.
Cf. v. 24 y nota.
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