LUCAS 21 |
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22 | 23 | 24 |
La ofrenda de la viuda.
1
Levantó los ojos y vio a los ricos que
echaban sus dádivas en el arca de las ofrendas.
2
Y vio también a
una viuda menesterosa, que echaba allí dos moneditas de
cobre;
3
y dijo: “En verdad, os digo, esta viuda, la pobre, ha
echado más que todos,
4
pues todos éstos de su abundancia echaron
para las ofrendas de Dios, en tanto que ésta echó de su
propia indigencia todo el sustento que tenía”*.
Vaticinio de la ruina del
Templo y del fin del mundo.
5
Como algunos, hablando del Templo, dijesen que estaba
adornado de hermosas piedras y dones votivos, dijo*:
6
“Vendrán días en los cuales, de esto que veis, no
quedará piedra sobre piedra que no sea destruida”.
7
Le preguntaron:
“Maestro, ¿cuándo ocurrirán estas cosas, y cuál será la
señal para conocer que están a punto de suceder?”*
8
Y Él dijo: “Mirad que no os engañen;
porque vendrán muchos en mi nombre y dirán: «Yo soy; ya
llegó el tiempo». No les sigáis.
9
Cuando oigáis hablar de guerras y revoluciones, no os
turbéis; esto ha de suceder primero, pero no es en
seguida el fin”.
10
Entonces les dijo: “Pueblo se levantará contra
pueblo, reino contra reino.
11
Habrá grandes terremotos y, en diversos
lugares, hambres y pestes; habrá también prodigios
aterradores y grandes señales en el cielo.
12
Pero antes de todo esto, os prenderán; os
perseguirán, os entregarán a las sinagogas y a las
cárceles, os llevarán ante reyes y gobernadores a causa
de mi nombre.
13
Esto os servirá
para testimonio*.
14
Tened, pues, resuelto, en vuestros corazones no
pensar antes como habéis de hablar en vuestra defensa*,
15
porque Yo os daré boca y sabiduría a la cual ninguno
de vuestros adversarios podrá resistir o contradecir.
16
Seréis
entregados aún por padres y hermanos, y parientes y
amigos; y harán morir a algunos de entre vosotros,
17
y seréis odiados de todos a causa de mi
nombre.
18
Pero ni un cabello de vuestra cabeza se perderá.
19
En vuestra perseverancia salvaréis vuestras almas”.
20 “Mas cuando veáis a Jerusalén
cercada por ejércitos, sabed que su desolación está
próxima*.
21
Entonces, los que estén en Judea, huyan a las
montañas; los que estén en medio de ella salgan fuera; y
los que estén en los campos, no vuelvan a entrar,
22
porque días de venganza son éstos, de cumplimiento de
todo lo que está escrito.
23
¡Ay de las que estén encintas y de las
que críen en aquellos días! Porque habrá gran apretura
sobre la tierra, y gran cólera contra este pueblo.
24
Y caerán a filo de espada, y serán
deportados a todas las naciones, y Jerusalén será
pisoteada por gentiles hasta que el tiempo de los
gentiles sea cumplido”.
25 “Y habrá señales en el sol, la luna y las estrellas y, sobre la
tierra, ansiedad de las naciones, a causa de la
confusión por el ruido del mar y la agitación (de
sus olas).
26
Los hombres desfallecerán de espanto, a causa de la
expectación de lo que ha de suceder en el mundo, porque
las potencias de los cielos serán conmovidas.
27
Entonces es cuando verán al Hijo del
hombre viniendo en una nube con gran poder y grande
gloria.
28
Mas cuando
estas cosas comiencen a ocurrir, erguíos y levantad la
cabeza, porque vuestra redención se acerca”*.
La señal de la higuera.
29
Y les dijo una parábola: “Mirad la
higuera y los árboles todos*:
30
cuando veis que brotan, sabéis por vosotros mismos
que ya se viene el verano.
31
Así también, cuando veáis que esto
acontece, conoced que el reino de Dios está próximo.
32
En verdad, os
lo digo, no pasará la generación esta hasta que todo se
haya verificado*.
33
El cielo y la
tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán.
34
Mirad por
vosotros mismos, no sea que vuestros corazones se
carguen de glotonería y embriaguez, y con cuidados de
esta vida, y que ese día no caiga sobre vosotros de
improviso*,
35
como una red; porque vendrá sobre todos los
habitantes de la tierra entera.
36
Velad, pues, y no ceséis de rogar para
que podáis escapar a todas estas cosas que han de
suceder, y estar en pie delante del Hijo del hombre”.
37 Durante el día enseñaba en el
Templo, pero iba a pasar la noche en el monte llamado de
los Olivos.
38
Y todo el pueblo, muy de mañana acudía a Él en el
Templo para escucharlo*.
5
ss. Véase Mt. 24;
Mc. 13 y notas. También aquí parecen enlazadas
las profecías de la
ruina de
Jerusalén y del fin del siglo, siendo
aquélla la figura de ésta. Véase sin embargo v.
32 y nota.
7. Véase Mt. 24,
3 y nota. Aquí la pregunta se ciñe más a la ruina
de Jerusalén. Después de anunciada ésta (v.
20-24), Jesús entra a hablar más de propósito
acerca de su venida (v. 25 ss.).
13. Nótese la
diferencia con el texto semejante de Mt. 10, 18,
que habla de que los discípulos de Cristo
perseguidos darán testimonio
ante sus
perseguidores (Sal. 118, 46). Aquí, en
cambio, se trata de que esa persecución será,
para los mismos discípulos, un testimonio o prueba de la verdad de
estos anuncios del divino Maestro, y un sello
confirmatorio de que son verdaderos discípulos.
14 s. Cf. 12, 11;
Mt. 10, 19. Promesa terrenal como las de Mt. 6,
25-33, pero ¿quién
puede hacerla si no es Dios? Y si Él no fuera el
Hijo ¿podría concebirse tanta falsía en prometer
y tanta maldad en Aquel que pasó haciendo el
bien (Hch. 10, 31) y desafiando a que lo
hallasen en falsedad? (Jn. 8, 46 s.). Esta
consideración “ad absurdum” es tan
impresionante, que ayuda mucho a consolidar
nuestra posición íntima frente a Cristo para
creerle de veras todo cuanto Él diga, aunque nos
parezca muy paradójico. Cf. 7, 23 y nota.
20 ss. Teniendo
presente esta profecía, los cristianos de
Jerusalén
dejaron la ciudad Santa antes de su ruina,
retirándose a Pella al otro lado del Jordán.
El tiempo
de los gentiles (v. 24) va a cumplirse, esto
es, va a terminar con la conversión de Israel
(Rm. 11, 24), y el advenimiento del supremo
Juez. Cf. Ez. 30, 3; Dn. 2, 29-45; 7, 13 s.; 1
Co. 11, 26; Jn. 19, 37 y notas.
28. Esta
recomendación del divino Salvador, añadida a sus
insistentes exhortaciones a la vigilancia (cf.
Mc. 13, 37),
muestra que la prudencia cristiana no está en
desentenderse de estos
grandes
misterios (1 Ts. 5, 20), sino en prestar la
debida atención a las señales que Él
bondadosamente nos anticipa, tanto más cuanto
que el supremo acontecimiento puede
sorprendernos en un instante, menos previsible
que el momento de la muerte (v. 34).
“Vuestra
redención”: así llama Jesús al ansiado día
de la resurrección corporal, en que se consumará
la plenitud de nuestro destino. Cf. Mt. 25, 34;
Flp. 3, 20 s.; Ap. 6, 10 s. San Pablo la llama
la
redención de nuestros cuerpos (Rm. 8, 23).
Cf. 2 Co. 5, 1 ss.; Ef. 1, 10 y notas.
32.
La generación
ésta:
Véase Mt. 24, 34 y nota. Un notable estudio
sobre este pasaje, publicado en “Estudios
Bíblicos”, de Madrid, ha observado que “el
Discurso escatológico no tiene sino un solo tema
central: el Reino de Dios, o sea, la Parusía en
sus relaciones con el Reino de Dios”. Que “la
respuesta del Señor (Lc. 21, 8 ss.; Mc. 13, 5
ss.) como en Mt. (24, 4 ss.) y el cotejo de su
demanda (de los apóstoles) con la del primer
Evangelio, nos certifican que, efectivamente, de
sólo ella principalmente se trata” y que “la
intención primaria de la pregunta era la Parusía
soñada”, por lo cual “que
el tiempo
se refiere directamente a la Parusía es por
demás manifiesto” y “en la parábola de la
higuera se nos dice que cuando comience a
cumplirse todo lo anterior a la Parusía veamos
en ello un signo infalible de la cercanía del
Triunfo definitivo del Reino”; que la expresión
todo esto
significa todo lo descrito antes de la
Parusía; que el triunfo del Evangelio encontrará
“toda clase de obstáculos y persecuciones
directas e indirectas” y que a su vez “la
generación esta” implica limitación, presencia
actual, y “tiene
siempre,
en labios del Señor, sentido formal
cualificativo peyorativo: los opuestos al
Evangelio del Reino (como en el Ant. Test. los
opuestos a los planes de Yahvé)”. Cita al efecto
los siguientes textos, en que Jesús se refiere a
escribas, fariseos y saduceos: Mt. 11, 16; Lc.
7, 11; 12, 39; 41, 42, 45; Mc. 8, 12; Lc. 11,
29; 30, 31, 32; Mt. 16, 4; 17, 17; Mc. 9, 19;
Lc. 9, 41; 23, 36; Lc. 11, 50, 51; Mc. 8, 38;
Lc. 16, 8; 17, 25. Y concluye: “De todo lo cual
parece deducirse que la expresión
la
generación esta es una
apelación
hecha para designar una colectividad
enemiga, opuesta a los planes del Espíritu de
Dios, que inicia la guerra al Evangelio ya desde
sus comienzos (Mt. 11, 12; Lc. 16, 16; Mt. 23,
13; Jn. 9, 22, 34, 35 y en general a través de
todo el Evangelio); el “semen diaboli” (Gn. 3,
15; cf. Jn 8, 41, 44, 38, etc.), en su lucha con
el “semen promissum” (Gn. 3, 15 comp. Ga. c. 3,
especialmente 16 y 29)”.
34. Lo único que
sabemos acerca de la fecha del “último día”,
es que vendrá de improviso (Mt. 24, 39; 1 Ts. 5,
2 y 4; 2 Pe. 3, 10). Por lo cual los cálculos de
la ciencia acerca de la catástrofe universal
valen tan poco como ciertas profecías
particulares. Velad, pues, orando en todo tiempo
(v. 36).
38. Algunos
manuscritos (grupo Farrar) traen aquí la
perícopa Jn. 8, 1-11 (el perdón de la adúltera) que, según observan algunos, por su
estilo y por su asunto pertenecería más bien a
este Evangelio de la misericordia.
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