Ezequiel 22 |
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Contra los vicios de Israel
1*Me
fue dirigida la palabra de Yahvé, que dijo: 2“Tú,
hijo de hombre, ¿no vas a juzgar? ¿No quieres juzgar
a la ciudad sanguinaria? ¿No le mostrarás todas sus
abominaciones? 3Dirás: Así habla Yahvé,
el Señor: Tú eres una ciudad, la cual derrama sangre
dentro de sus propios muros, hasta que llegue su
día, y que ha fabricado ídolos contra sí misma para
contaminarse. 4*Por
la sangre que has derramado, te has hecho culpable,
y con los ídolos que has hecho te has contaminado;
has apresurado tus días de castigo y has llegado al
término de tus años. Por eso te he convertido en el
oprobio de los gentiles y en el escarnio de todos
los países. 5Los que están cerca de ti y
los que están lejos, te insultan, porque con tu
grande corrupción has manchado tu nombre.
6He
aquí que los príncipes de Israel, cada cual según su
poder, no hacen otra cosa que derramar sangre en
medio de ti. 7En ti se desprecia al padre
y a la madre, y en ti tratan con violencia al
extranjero, en ti oprimen al huérfano y a la viuda.
8Tu desprecias mi santuario y profanas
mis sábados. 9*Hay
en ti hombres que usan de calumnias para derramar
sangre, y en ti hay quienes banquetean sobre los
montes; crímenes se cometen en medio de ti. 10En
ti se descubre la desnudez del padre, y en ti se
hace violencia a la mujer en la inmundicia de su
impureza. 11En ti uno comete abominación
con la mujer de su prójimo, otro amancilla
incestuosamente a su nuera, y otro hace violencia a
su hermana, la hija de su padre. 12En ti
aceptan soborno para derramar sangre; tú cobras
usura e interés, despojas a tus vecinos por medio de
opresión, y a Mí me echaste en olvido, dice Yahvé,
el Señor.
13He
aquí que Yo he batido mis palmas a causa de las
ganancias injustas que has hecho y por la sangre que
se ha derramado en ti. 14¿Podrá
mantenerse firme tu corazón, o serán fuertes tus
manos en los días que Yo te preparo? Yo, Yahvé, he
hablado y cumpliré. 15*Yo
te dispersaré entre los gentiles, te desparramaré
por los países y quitaré de ti tu inmundicia.
16*Serás
profanada en tu propio país, a la vista de los
gentiles; y conocerás que Yo soy Yahvé.”
Anuncio del castigo
17Y
me llegó la palabra de Yahvé en estos términos.
18*“Hijo
de hombre, la casa de Israel se me ha convertido en
escoria; todos ellos son bronce, estaño, hierro y
plomo en medio del horno; no son más que escoria de
plata. 19Por eso, así dice Yahvé, el
Señor: Porque habéis venido a ser todos como
escoria, por tanto, he aquí que Yo os recogeré en
medio de Jerusalén. 20Como quien reúne
plata y bronce y hierro y plomo y estaño en medio
del horno, y sopla allí el fuego
para fundirlos, así Yo os juntaré en mi ira y
mi indignación; os dejaré allí y os fundiré. 21Os
reuniré y soplaré sobre vosotros el fuego de mi ira,
y en medio de
(Jerusalén) seréis fundidos. 22Como
se derrite la plata en el horno, así seréis
derretidos en medio de ella; y conoceréis que Yo,
Yahvé, he derramado mi ira sobre vosotros.”
Crímenes de los jefes
23Me
fue dirigida la palabra de Yahvé, que dijo: 24“Hijo
de hombre, dile a ella: Tu eres una tierra que no ha
sido purificada y no ha sido lavada por la lluvia en
el día de la indignación. 25*Hay
en medio de ella una conjuración de sus profetas.
Como león rugiente que arrebata la presa, así
devoran ellos las almas, se apoderan de los bienes y
tesoros y multiplican el número de viudas en medio
de ella.
26*Sus
sacerdotes violan mi Ley y profanan mi Santuario, no
distinguen entre lo sagrado y lo profano, no enseñan
a distinguir entre lo inmundo y lo puro, cierran sus
ojos ante (las
violaciones de) mis sábados, y Yo soy deshonrado
entre ellos. 27Sus príncipes están en
medio de ella como lobos: arrebatan la presa para
derramar sangre y destruir almas, con el fin de
obtener ganancias injustas. 28*Sus
profetas los revocan con barro, viendo vanidades y
vaticinándoles mentiras, diciendo: «Así dice Yahvé,
el Señor», cuando Yahvé no ha hablado. 29El
pueblo del país practica la opresión y el robo,
oprimiendo al pobre y al menesteroso y haciendo
violencia e injusticia al extranjero.
30*Busqué
entre ellos un varón que construyese un vallado, y
que se pusiese en la brecha frente a Mí, en favor de
la tierra, a fin de que Yo no la devastase; más no
lo hallé. 31*Por
eso derramaré sobre ellos mi cólera, los consumiré
con el fuego de mi ira y echaré sus obras sobre su
cabeza”, dice Yahvé, el Señor.
*
1. En este capítulo pinta Dios, por boca del
profeta, un cuadro de los crímenes de
Jerusalén, que habían de convertirla en
oprobio dé las naciones (versículo 4), o
“fábula y ludibrio de la tierra”, como llama
Donoso Cortés, hasta hoy, al despreciado
pueblo judío, “en otro tiempo estrella del
Oriente”. Aquí como en todo, la Biblia nos
sirve de espejo: el profeta pasa, desde los
pecados de orden sobrenatural, como la
idolatría, que aceleró el tiempo de la ruina
(versículo 3 y 4), a las costumbres,
públicas y privadas, de príncipes,
sacerdotes y pueblo. Habla de muchas lacras
sociales, y también de los desvíos de la
carne. La forma cruda de su expresión hace
que a la distancia todo aquello nos parezca
bestial, pero no hay duda de que entonces ya
se encargaría Satanás de disfrazarlo, como
hace hoy, para que no fuese muy chocante y
pudiese pasar también en la buena sociedad.
El resultado está a la vista: la falsa
religiosidad y la depravación de la conducta
trajeron el derrumbe (cf. capítulos 8 y 13).
Lo mismo había de ocurrir en la caída de
Roma, en la cual, dice Lucano, la lujuria
fue más terrible que las armas y vengó al
mundo antes vencido por el imperio romano.
Pero en Jerusalén, centro del pueblo
escogido, lo más grave es la ingratitud para
con el Dios amante que lo eligió. La
fornicación con los ídolos fue la causa
decisiva de la destrucción de la ciudad y
del primer Templo, consumada por
Nabucodonosor (cf. IV Reyes capítulos 24-25
y notas), como lo había sido de la caída del
reino del Norte (véase IV Reyes 17, 6 ss. y
notas), y aquel castigo no fue sino figura
de la otra y más terrible destrucción de
Jerusalén y del segundo Templo, por obra de
los romanos, el año 70 d. C. y de la
anunciada dispersión del pueblo entre las
naciones. Esta tremenda prueba, que dura
hasta hoy y que fue predicha personalmente
por Jesús como una tribulación sin
precedentes (cf. Mateo 24). tuvo también un
origen esencialmente religioso y
sobrenatural: el rechazo que la Sinagoga
hizo del Mesías y Rey de Israel “por no
haber conocido el tiempo de su visita”
(Lucas 19, 44). Cf. Isaías 35, 5 y nota.
*
4.
Oprobio de los gentiles: Cf. 5, 14;
Deuteronomio 28, 37; III Reyes 9, 7; Daniel
9, 16.
*
9.
Banquetean sobre los montes, con motivo
de los sacrificios ofrecidos a Baal. Véase
18, 6.
*
15.
Entre los gentiles, etc. Este texto
coincide con 5, 10-12; 6, 8 s.; 17, 21; 36,
19; Jeremías 9, 16; 15, 4; Zacarías 2, 6; 7,
14, etc. y confirma la interpretación de 37,
23 (véase allí la nota).
*
16. En
tu propio país, literalmente: en ti
misma. La Vulgata vierte de otra manera:
tomaré
posesión de ti. Sin embargo, el contexto
muestra que no se trata aquí de la promesa
de restauración, como en otros pasajes (cf.
capítulo 37; Oseas 2, 23 y nota, etc.), pues
el versículo quedaría enteramente aislado y
forzado en medio de esta gran profecía
conminatoria.
*
18 ss. Cf. Jeremías 6, 28 ss. Figura
vigorosa de las tribulaciones que han de
acompañar la ruina de Jerusalén. De esta
ruina se da cuenta en 33, 21, de manera que
no se trataría de una profecía escatológica
(cf. 8, 1 ss. y nota). Véase 38, 8 y nota.
*
25. Los falsos profetas, esa úlcera en el
cuerpo del pueblo, estimularon a la gente a
rebelarse contra el rey de los babilonios,
por cuya causa vino la ruina. Véase
versículo 28 y el capítulo 13; Jeremías 2,
8, etc. De ahí la multiplicación de las
viudas, tremenda responsabilidad de todos
los soberbios que quieren la guerra. Cf.
Salmo 67, 31.
*
26. No
distinguen entre lo sagrado y lo profano:
Contraste con las promesas de 44, 23.
*
28.
Revocan con barro: Véase 13, 14 y nota.
El
Señor no ha hablado: Véase las tremendas
palabras de Jeremías 23, 16 ss. y nota.
*
30. Un
varón que construyese un vallado, etc.
Esta asombrosa manifestación de la
misericordia que desborda del paterno
corazón de Dios, nos plantea un asunto de
honda meditación. El Espíritu de Dios es
todo de caridad, de modo que llega a buscar
un hombre que interceda por ellos. Véase a
este respecto los casos admirables de
Abrahán (Génesis 18, 22-33) y de Moisés (cf.
Salmo 105, 23 y textos allí citados en la
nota). Hay, sin embargo, otra enseñanza, no
menos bíblica, que hallamos por ejemplo en
los Salmos imprecatorios, donde David, como
amigo de Dios, y aun como figura de Cristo,
pide al cielo tremendas venganzas contra los
enemigos de Dios (cf. Salmo 27, 4 ss.; 68,
23 ss.; 93, 1 ss.; 108, 6 ss.), y proclama
su perfecto odio contra ellos (Salmo 138, 21
ss.). La clara distinción entre ambas
actitudes, que proceden ciertamente de un
solo espíritu de caridad, no nos será dada
sino por obra de ese mismo
Espíritu, “que sopla donde quiere” (Juan 3,
8) y que debemos implorar con humildad para
recibir la sabiduría (Santiago 1, 5). la
cual consiste precisamente en saber gustar
en cada momento “lo que agrada al Padre”
(véase Eclesiástico 1, 34; 2, 19; 4, 15;
Sabiduría 9, 10 y notas). Si algún criterio
general hemos de tener a este respecto, no
puede ser otro, evidentemente, que el de
Jesús, Sabiduría encarnada y único Maestro,
en el cual no puede haber contradicción, y
que nos muestra una benevolencia y suavidad
tan ilimitadas con los pecadores débiles,
cuanta es su terrible severidad con los
fariseos de corazón doble y endurecidos por
la soberbia, a quienes llama “hijos del
Diablo” y les anuncia que morirán en su
pecado. Estúdiese el contraste entre sus
discusiones con ellos (principalmente en los
capítulos 5 a 10 de San Juan), y su infinita
benignidad con la samaritana y con Zaqueo y
la adúltera y la Magdalena y el hijo
pródigo, etc. El mismo Divino Salvador nos
da abiertamente la razón de su actitud, al
decirnos que vino a buscar a los pecadores,
y no a los justos, o sea a los que se tienen
por tales (cf. Lucas 5, 32 y nota). En
cuanto a la actitud que a nosotros nos
corresponde observar frente a la iniquidad,
véase Salmo 36 y notas. No lo hallé:
Cf. Jeremías 5, 1.
*
31.
Véase el contraste con Isaías 59, 16. Aquí
castigará temporalmente al pueblo indigno,
pero allí cuando se trata de la salvación
definitiva, al ver que “no hay hombre”,
habrá un caudillo divino que se ofrecerá.
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