Ezequiel 16 |
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Alegoría de la historia de Israel
1Vino
a mí la palabra de Yahvé, diciendo: 2*“Hijo
de hombre, echa en cara a Jerusalén sus
abominaciones. 3*Dirás:
Así habla Yahvé, el Señor, a Jerusalén: Según tu
origen y tu nacimiento procediste de la tierra del
cananeo; tu padre era un amorreo y tu madre una
hetea. 4Al nacer, el día que saliste a
luz, no te fue cortado el ombligo, ni fuiste lavada
con agua para limpiarte; no fuiste frotada con sal,
ni envuelta en pañales. 5*Ningún
ojo se apiadó de ti ni tuvo compasión para prestarte
uno de estos servicios, sino que fuiste arrojada
sobre el campo, con desprecio de tu vida, el día en
que naciste.
6*Mas
pasando Yo cerca de ti, te vi cómo pataleabas en tu
sangre, y te dije cuando estabas en tu sangre:
«¡Vive!» Sí, cuando estabas en tu sangre, te dije:
«¡Vive!» 7*Te
hice crecer como la hierba del campo; y creciste y
te hiciste grande, y llegaste a ser muy hermosa; se
formaron tus pechos y te creció el pelo; pero
estabas desnuda y sin abrigo. 8*Y
pasé junto a ti y te vi; era tu tiempo, el tiempo
del amor; y extendí sobre ti las faldas de mi
(manto) y
cubrí tu desnudez, y te hice un juramento y entré en
alianza contigo, dice Yahvé, el Señor; y así viniste
a ser mía.
9Te
lavé con agua, te limpié de la sangre que tenías
encima y te ungí con óleo. 10Te vestí de
ropa recamada, te calcé de piel de tejón, te ceñí de
lino fino y te cubrí de seda. 11Te
engalané con joyas, puse brazaletes en tus brazos y
un collar en tu cuello. 12Coloqué también
un anillo en tu nariz, zarcillos en tus orejas y una
magnífica diadema en tu cabeza. 13*Y
quedaste ataviada con oro y plata; tu vestido era de
lino fino y de seda recamada; te nutriste con flor
de harina, con miel y aceite; y viniste a ser
extraordinariamente hermosa y llegaste a ser reina.
14*Se
hizo famoso tu nombre entre las naciones, gracias a
tu hermosura, la cual era perfecta por los adornos
que Yo había puesto en ti, dice Yahvé, el Señor.
15Pero
confiaste en tu belleza y prostituiste tu nombre y
ofreciste tus fornicaciones a todos los transeúntes,
entregándote a ellos. 16*Tomando
tus vestidos te hiciste toda clase de lugares altos
y te prostituiste en ellos; cosa que nunca se había
hecho ni se verá en adelante. 17Echaste
mano de tus hermosas joyas hechas de mi oro y mi
plata, las que Yo te había regalado; y te hiciste
simulacros humanos y fornicaste con ellos. 18*Tomaste
tus vestidos recamados, y con ellos los cubriste y
les ofreciste mi aceite y mi incienso. 19Mi
pan también que Yo te había dado y con que te
alimentaba, la flor de harina, el aceite y la miel,
los pusiste delante de ellos como
(ofrenda) de suave olor. Tal cosa sucedió, dice Yahvé, el Señor.
20Asimismo
tomaste tus hijos y tus hijas, que habías dado a luz
para Mí, y se los sacrificaste para que les
sirviesen de pasto. Y como si fuese cosa
insignificante tu fornicación, 21*degollaste
a mis hijos, y los entregaste haciéndolos pasar
(por el fuego)
en honor de ellos. 22*En
todas tus abominaciones y fornicaciones no te
acordaste de los días de tu juventud, cuando estabas
desnuda y sin abrigo y pataleabas en tu sangre.
23Y
después de tanta malicia tuya — ¡ay, ay de ti! dice
Yahvé, el Señor— 24te edificaste una
altura y te hiciste altares en todas las plazas.
25En cada encrucijada de camino te
construiste una altura y desfiguraste tu hermosura,
entregándote a cualquier transeúnte y multiplicando
tus fornicaciones. 26Fornicaste con los
hijos de Egipto, tus gordos vecinos,
y multiplicaste tus fornicaciones, para irritarme. 27*Y
he aquí que Yo extendí mi mano contra ti, disminuí
tu porción y te entregué al capricho de tus
enemigas, las hijas de los filisteos, que se
avergonzaban de tu mala conducta.
28No
saciada aún te prostituiste a los hijos de Asiria;
fornicaste con ellos; mas tampoco así quedaste
satisfecha. 29*Cometiste
muchas fornicaciones en la tierra de Canaán, hasta
la Caldea; y tampoco con esto te saciaste.
30*¡Cuán
débil es tu corazón! dice Yahvé, el Señor. ¡Haces
todas estas fechorías como la ramera más
desvergonzada! 31¡Te edificaste
santuarios en todas las encrucijadas y te
construiste altares en todas las plazas aunque no
eres como las (otras) rameras por cuanto
desdeñas la paga (de la prostitución)!
32Tú eres la adúltera, que en
vez de su marido se acoge a extraños. 33A
todas las rameras se les da paga, pero tú pagabas a
todos tus amantes, y les hacías regalos, para que de
todas partes viniesen a fornicar contigo. 34Y
ha sucedido contigo, en tus fornicaciones, lo
contrario de lo que sucede con
(otras)
mujeres, pues ninguno te buscaba y tú dabas paga en
lugar de recibirla. Así has sido lo contrario
(de otras).
Castigo de Judá como adúltera
35Por
eso, oh ramera, escucha la palabra de Yahvé. 36*Así
dice Yahvé, el Señor: Por cuanto ha sido malgastado
tu dinero y se ha descubierto tu desnudez en tus
fornicaciones con tus amantes y con todos tus ídolos
abominables, y a causa de la sangre de tus hijos que
tú les ofreciste, 37por eso, he aquí que
congregaré a todos tus amantes con quienes te
deleitaste; a todos los que has amado y a todos los
que has aborrecido, los reuniré alrededor de ti, y
les descubriré tu desnudez, para que vean toda tu
vergüenza. 38*Y
te juzgaré como son juzgadas las adúlteras, y las
que derraman sangre; y te haré víctima de furor y de
celos. 39Te entregaré en sus manos, y
destruirán tus santuarios, derribarán tus altares,
te despojarán de tus vestidos, robarán tus
magníficos adornos y te dejarán completamente
desnuda. 40Reuniran contra ti una
multitud, te apedrearán y te atravesarán con sus
espadas. 41*Pegarán
fuego a tus casas y ejecutarán en ti juicios, a la
vista de muchas mujeres; y así cesarás de ser
fornicaria, y no darás más regalos.
42Así
desahogaré en ti mi ira y no tendré más celos de ti;
me calmaré y ya no me irritaré. 43Por no
haberte tú acordado de los días de tu juventud y por
haberme irritado con todo esto, por eso he aquí que
Yo por mi parte he echado tus obras sobre tu cabeza,
dice Yahvé, el Señor; y no cometerás más estos
crímenes ni todas estas tus abominaciones.
44He
aquí que todos los que saben aquel proverbio lo
aplicarán a ti, diciendo: «Cual la madre, tal su
hija». 45*Hija
eres de tu madre, que aborreció a su marido y a sus
hijos; y hermana eres de tus hermanas, que
aborrecieron a sus maridos y a sus hijos. Vuestra
madre es una hetea y vuestro padre un amorreo.
46*Tu
hermana mayor es Samaría, ella con sus hijas, que
habita a tu izquierda; y tu hermana menor, que
habita a tu derecha, es Sodoma con sus hijas.
47*No
solamente has seguido los caminos de ellas obrando
conforme a sus abominaciones —demasiado poco era
esto para ti— sino que has sido más perversa que
ellas en todo tu proceder. 48Por mi vida,
dice Yahvé, el Señor, que no hizo tu hermana Sodoma,
ella y sus hijas, lo que tú y tus hijas habéis
hecho. 49*He
aquí cuál fue el crimen de tu hermana Sodoma: la
soberbia, la hartura de pan, el reposo ocioso que
gozaron ella y sus hijas, y el no socorrer al pobre
y al menesteroso. 50*Y
así se ensoberbecieron, y cometieron lo que era
abominable delante de Mí; por eso las quité de en
medio conforme a lo que he visto. 51Samaría
no cometió ni la mitad de tus pecados; al contrario,
tú has cometido más abominaciones que tus hermanas,
y las has justificado por medio de todas las
abominaciones por ti cometidas.
52Lleva
tu ignominia, tú que has juzgado a tus hermanas, ya
que por tus pecados te has mostrado más abominable
que ellas, con lo cual son más justas que tú.
Avergüénzate por tu parte, y lleva tu oprobio, por
cuanto has justificado a tus hermanas.
Perdón y nueva alianza
53*Mas
Yo mudaré el cautiverio de ellas, el cautiverio de
Sodoma y de sus hijas, el cautiverio de Samaría y de
sus hijas, y también el cautiverio de tus cautivos
juntamente con ellas, 54a fin de que
lleves tu oprobio y te avergüences de todo lo que
has hecho y les seas a ellas motivo de consuelo.
55*Tu
hermana Sodoma y sus hijas volverán a su antiguo
estado; Samaría y sus hijas volverán a su antiguo
estado. Así también tú y tus hijas volveréis a
vuestro primer estado. 56*Tú
no mencionabas ni siquiera el nombre de tu hermana
Sodoma, en los días de tu soberbia, 57antes
que se descubriese tu malicia, como sucede ahora que
llevas la afrenta de las hijas de la Siria y de
todos sus alrededores, y de las hijas de los
filisteos que te insultan por todos lados. 58Ahora
tienes que llevar tu maldad y tus abominaciones,
dice Yahvé, el Señor.
59Porque
así dice Yahvé, el Señor: Te trataré según tus
obras, pues despreciaste el juramento y quebrantaste
la alianza.
60Pero
me acordaré de la alianza que hice contigo en los
días de tu mocedad, y estableceré contigo una
alianza eterna. 61*Entonces
te acordarás de tus caminos, y te avergonzarás
cuando recibas a tus hermanas, tanto tus hermanas
mayores como tus menores, que Yo te daré por hijas,
pero no en virtud de tu alianza. 62Y
estableceré contigo mi alianza, y conocerás que Yo
soy Yahvé; 63*para
que te acuerdes y te avergüences, y avergonzada no
vuelvas más a abrir tu boca, cuando Yo te haya
perdonado todo lo que has hecho”, dice Yahvé, el
Señor.
*
2 ss. Alegoría de la
esposa adúltera (cf. Jeremías capítulos 2 y 3; Oseas capítulos 1-4).
Este celebérrimo capítulo encierra un drama
inmenso y sublime, que es algo así como el
reverso del Cantar de los Cantares. Su
asunto es la infidelidad del pueblo elegido,
mas no ya de todo Israel, sino de la nación
judía en particular, pues se la llama
hermana de Samaría (versículo 46), la cual
más de un siglo antes había caído en la
esclavitud asiria, con las diez tribus del
norte o reino de Israel propiamente dicho.
La esposa está personificada en Jerusalén
(versículo 2 y 3), porque “cuando Israel
salió de Egipto... Judá fue hecha su
santuario” (Salmo 113, 2), y Dios “amó las
puertas de Sión más que todos los
tabernáculos de Jacob” (Salmo 86, 2 y nota).
El Templo de Salomón, próximo ahora a ser
abandonado por Dios (véase 10, 18; 24, 21 y
notas) y destruido por los babilonios,
estaba allí, en la Capital santa por
excelencia, que Jesús iba a llamar “la
ciudad del gran Rey” (Mateo 5, 35; cf. Salmo
86, 3 y nota) por la gloria de su destino
(versículo 60 ss.; Salmo 75 y notas),
cantada por todos los profetas cf. Isaías
capítulos 54 ss.). Un día, sin embargo,
había de llorar sobre ella el gran Rey,
porque Jerusalén “no conoció entonces el
tiempo de su visita” (Lucas 19, 44), y más
tarde tuvo Él que despedirse diciendo que
ella no volvería a verlo hasta que dijese:
“Bendito el que viene en el nombre del
Señor” (Mat 23, 39).
*
3. Tu
origen, etc.: Habla con Jerusalén, y se
dirige más a la ciudad misma que al pueblo
judío, pues éste desciende de Abrahán,
aunque luego no se mostró digno de su padre
(cf. Mateo 3, 9; Juan 8, 34-56).
Jerusalén, en hebreo
Jeruschalaim (morada
de la paz) que se identifica con la
llamada Salem en Génesis 14, 18, cuyo rey
era Melquisedec en tiempo de Abrahán, se
menciona por primera vez en la historia
profana en el siglo xv o xiv a. C. en las
cartas de Tel Amarna, donde es llamada
Urusalim. No hay duda de que estaba en la tierra de los
cananeos cuyos aliados eran los
amorreos (Génesis 15, 16) y los
heteos
(Génesis 27, 46) aquí mencionados, y era
habitada por otro de esos pueblos: el de los
jebuseos, cuando David hecho rey de las doce
Tribus, la conquistó (II Reyes 5, 5 ss.)
para trasladar allá su trono desde Hebrón.
*
5.
Arrojada... el día en que naciste: Puede
decirse que estas palabras se cumplieron
para Israel casi literalmente en la persona
de aquel gran caudillo en el cual se
encerraba todo el futuro de su pueblo y que,
salvado por Dios en forma providencial,
mediante la princesa del Faraón, recibió de
ella el nombre egipcio de
Moisés
que quiere decir precisamente
salvado del agua (o
hijo,
según otros). Cf. Oseas 2, 3.
*
6. Te
dije cuando estabas en tu sangre: ¡Vive!
Es decir que cuando la ve en el abismo de la
miseria y de la impotencia, es cuando repara
en ella (cf. Lucas 1, 48 y nota) y cuando
decide colmarla (cf. Salmo 112, 6 s. y
nota). Esto, que no es ciertamente según la
lógica ordinaria, nos hace comprender uno de
los principales misterios del amor de Dios,
y aún sabremos por qué Él permite el pecado,
según nos los descubre San Pablo, lleno de
asombro él mismo, al decirnos que Dios
permitió a todos, judíos y cristianos, que
cayesen en incredulidad (que es el “pecado”
por antonomasia, según enseña Jesús en Juan
16, 9) “para poder hacer misericordia a
todos”. Véase Romanos 11, 32 ss. Santa
Gertrudis entendió esto cuando Jesús le dijo
que no quería quitarle sus defectos, para no
perder el gusto que tenía en perdonárselos.
Y Santa Teresita lo entendió cuando nos dijo
que nos complaciésemos en ser débiles e
incapaces para toda virtud (véase II
Corintios 12, 9 s.). Precisamente para que
el uno pueda dar, es necesario que el otro
esté en condiciones de recibir. Si fuésemos
buenos y santos ¿para qué necesitaríamos del
Salvador que vino para los malos y enfermos?
(cf. Marcos 2, 17 y nota). De ahí que, como
dice la Virgen, Dios nos colma tanto más
cuanto más vacíos nos ve (Lucas 1, 53). El
que no se aprovecha de este Dios tan
maravilloso, es porque no lo conoce. Por eso
la
vida eterna consiste en conocerlo, como
lo dice Jesús (Juan 17, 3 y 17 y notas). Y
el que no tiene en cuenta que el amor es el
misterio esencial de Dios, vive desganado,
como sirviendo a un tirano, al cual
vanamente pretenderá obedecer. Ésta es la
verdad salvadora, que esperan, por instinto
sobrenatural, quién sabe cuántas almas. Es
la verdad que nos hace
admirar al Padre y a Jesús, para poder
amarlos a Ambos. Entonces, sí, cumpliremos
su Ley, porque nos gozaremos más en Ellos
que en el mundo engañoso. Y esto es,
justamente, cumplir su Ley, pues que el
mandamiento primero y mayor es amarlo a Él.
*
7. Alusión al crecimiento del pueblo
israelita en Egipto, de donde se dice que
salieron seiscientos mil hombres de a pie
(Éxodo 12, 37; Números 1, 46; 2, 32; 11, 21;
26, 51).
*
8. Evoca el pacto entre Dios y su pueblo en
el monte Sinaí. Cf. Éxodo capítulos 19 ss.
Dios extendió el manto sobre ti, en señal de
que Él te eligió por esposa. Véase Rut 3, 9,
donde Booz hace el mismo acto con Rut.
Acerca del desposorio de Dios con el pueblo
israelita, véase Isaías 50, 1 ss.; 54, 5
ss.; Jeremías 2, 2 y el Cantar de los
Cantares, passim. En Jeremías 3, 1 ss. y
Oseas 2, 19; 3, 3, hallamos afectos muy
semejantes a los que nos muestra el Corazón
de Dios en todo este asombroso capítulo.
*
13. Dios nutrió a Israel no solamente con la
leche y miel de Canaán, sino también con los
alimentos exquisitos de su Palabra escrita
en la Biblia y hablada por los Profetas (cf.
Salmo 147, 3 y 9 y notas).
Viniste a ser extraordinariamente hermosa:
Para destacar todo lo que tiene de
sobrenatural este proceso (que, como el
Cantar de los Cantares, se aplica
históricamente a Judá, y espiritualmente a
cada alma de todos los tiempos),
comparémoslo con el célebre mito griego de
Leda, madre de los gemelos Castor y Pólux,
amada por Júpiter a causa de su hermosura
propia. Poema carnal, en que la mujer queda
glorificada como símbolo de belleza y
fecundidad, y el rey de los dioses, que anda
buscando saciar su egoísmo a costa de
cualquier infidelidad, tiene que
enmascararse para agradarle, transformándose
en cisne, ¡Qué abismos de distancia con el
divino poema bíblico! ¡Y pensar que hay
tantos admiradores de los libros
mitológicos, y tan pocos del Libro
inspirado! Dios pasa aquí como el Samaritano
caritativo (versículo 6 y 8), y nos ve en
extrema miseria desde la infancia, porque
“he aquí que entre iniquidades fui dado a
luz, y en pecado me concibió mi madre”
(Salmo 50, 7). Entonces, por esa
característica infinitamente maravillosa de
amar con misericordia todo lo que es pobre
(Lucas 1, 53), saca del estiércol príncipes
(Salmo 112, 5-8) y princesas como María
Magdalena, y ama a Jerusalén haciéndola
hermosa, pero no antes, sino después de
haberla amado.
*
14.
Por los adornos que Yo había puesto: Es
decir, que si Israel fue admirada muchas
veces por los gentiles, no era por su
cultura a lo mundano (véase la introducción
al Cantar de los Cantares), sino por su
Dios, que no sólo encarnaba un concepto
infinitamente más grande que el de los
dioses paganos (cf. nota anterior) sino que
era el único verdadero, según se había
revelado en su Libro y en su conducta con
sus amigos y con el pueblo elegido. Así lo
proclamaban los paganos como Aquior el
ammonita (Judit 5, 5 ss.) y Naamán de Siria
(IV Reyes 5, 15 ss.) e Hiram de Tiro (III
Reyes 5, 7) y la reina de Sabá (III Reyes
10, 9) y el propio Nabucodonosor de
Babilonia (Daniel 2, 47), etc. Este gran
Dios de Israel aseguró a su pueblo una
gloria que retoñará a pesar de su caída (cf.
versículo 60 ss.; Romanos 11, 25-36), en
tanto que la fecundidad clásica y pagana
quedará como su propio símbolo de Niobe, que
tuvo muchos hijos, y por alardear de ellos,
los perdió a todos. No olvidemos que en esa
tradición bíblica está injertada nuestra
gloria cristiana (Romanos 11, 17 ss.) y no
en Grecia ni en Roma (Efesios 2, 11 ss.), y
que en la Babilonia del Apocalipsis nos está
anunciado el fracaso de la gentilidad, sin
duda no menor que el de Israel, y cuyo
comienzo pareciera estar ya en las
catástrofes de todo orden que en nuestros
días van señalando la decadencia de
Occidente.
*
16. Te
hiciste toda clase de lugares altos: En
estas “alturas” o “lugares altos” se
practicaba el culto prohibido, la
“fornicación” o “adulterio” con dioses
ajenos. Véase 6, 3; 20, 26; 23, 37; IV Reyes
16, 3; 21, 3 ss.; Jeremías 7, 31; 19, 5; 32,
35; Apocalipsis 17, 2; 18, 3, etc. Véase
también el versículo 25. Cf. 6, 3 y nota.
*
18. Nótese la dramática elocuencia con que
Dios dice:
mi
aceite y mi incienso. Recordemos, como
contraste, el ejemplo de la Santísima Virgen
María, que tanto más se aniquila cuanto
mayor es el don que reconoce haber recibido
del Altísimo (Lucas 1, 48 s. y nota).
*
21. Cf. Levítico 18, 21; Deuteronomio 18,
10; IV Reyes 16, 3; Salmo 105, 37; Jeremías
7, 31 y notas.
*
22.
Abominaciones y fornicaciones: son
sinónimos de idolatría y apostasía, lo mismo
que los términos “altura” y “lugar alto”.
Cf. nota 16, 26. Las alianzas con Egipto y
otros pueblos paganos, como los asirios
(versículo 28) y caldeos (versículo 29),
eran contrarias al pacto hecho con Dios y
constituían otros tantos peligros de recaer
en la idolatría (Éxodo 34, 16).
*
27. Tu
porción, es decir, tu parte de esposa
(cf. Éxodo 21, 9 s.), o sea, el país de
Canaán que Dios había dado a su pueblo.
Hijas
de los filisteos: las ciudades de
Palestina, nombre que significa
Filistea, tierra de los filisteos.
*
29. En
tierra de Canaán, hasta la Caldea: no
parece expresar el sentido exacto. Algunos
traducen:
desde
Canaán hasta Caldea. Los Setenta omiten
Canaán y dicen más claramente:
multiplicaste tus alianzas con la tierra de los caldeos.
*
30.
¡Cuán débil es tu corazón! La Vulgata
vierte:
¿Con
qué limpiaré tu corazón? ¿Quién podrá
esperar fidelidad de una mujer semejante?
33.
Les
hacías regalos: se refiere a los
presentes de cosas sagradas, hechos por
reyes de Judá para buscar la amistad no sólo
de los dioses sino también de los reyes
asirios (cf. IV Reyes 16, 8 ss.; II
Paralipómenos 28, 21 ss.). Dentro de esta
parábola, y en el terreno espiritual, lo que
esto tiene de abominable para un marido
bueno, amante, preocupado de hacer feliz a
su esposa, es precisamente eso: que ella
vaya a buscar en otros brazos, y aún a costa
de regalos, la felicidad que él le brindaba
con toda su alma; que ella le tenga asco,
que no lo quiera más. Y si el marido es un
hombre lleno de atractivos y un gran señor,
y ella no es nadie, y sin embargo lo
abandona por otro hombre inferior y estúpido
y malo... ¿hay algo peor que la indignación
de esos celos? Esto es, exactamente lo que
siente también con nosotros el Dios celoso
de Israel, y lo que traerá la ira del
Cordero (Apocalipsis 6, 16). Porqué la
miseria nuestra, como la de Israel, fue y es
insondable. Cristo hizo hermosa -mi alma
porque la amó, y la lavó con su propia
Sangre; y con sólo poner en ella los ojos la
dejó embellecida con Su resplandor que es el
Espíritu Santo. Pero apenas ella se sintió
hermosa con esos dones, reclamó su libertad.
Y se prostituyó con cualquiera de los ídolos
del mundo, y tanto apreció esas caricias
cuanto despreciaba las del Esposo. Por eso
llegó a pagar a sus amantes, al revés de lo
que hacen las rameras. Sólo a la luz del
amor de un Dios celoso (cf. Éxodo 34, 14;
Deuteronomio 32, 21; Santiago 4, 4 s.) puede
comprenderse esto y los espantosos anuncios
del Apocalipsis que tanto asombraron a San
Juan (cf. Apocalipsis 17, 6). Véase las
prevenciones que San Pablo hace en su
Epístola a los Romanos (11, 17-24), para que
no caigamos en la misma incredulidad de
Israel, y el tremendo vaticinio de Cristo en
Lucas 18,
8.
*
36. La sangre de tus hijos:
sacrificados a Moloc. Cf. versículo 20 s.;
20, 31; 23, 37. Véase Jeremías 19, 5 y nota.
*
38. La pena del adulterio era la muerte
(Levítico 20, 10) por lapidación
(Deuteronomio 22. 24). como se ve en el
Evangelio (Juan 8, 5). El contexto muestra
que la adúltera sigue viviendo para sufrir
las ignominias que vienen a continuación.
Por otra parte, vemos cómo en el versículo
42 se aplacará del todo la ira. Cf.
versículo 55 y nota.
*
41. A la vista de muchas mujeres:
todas las naciones que fueron testigos de su
fornicación y que como tales tenían derecho
de arrojarle la primera piedra (Deuteronomio
17, 7; cf. Juan 8, 7).
*
45.
Hija eres de tu madre: Jerusalén, a
quien llama hija de pueblos cananeos (cf.
versículo 3 y nota) es digna sucesora de
esos paganos que desechaban a su creador
(véase Romanos 1, 18 ss.) e inmolaban sus
hijos a Moloc.
*
46. El que desde Jerusalén mira hacia el
este, tiene a la izquierda la ciudad
idólatra de Samaría, y a la derecha la
región de Sodoma. Hermana mayor es Samaría,
el reino del norte, por la extensión de su
territorio que abarcaba diez tribus, en
tanto que Jerusalén sólo era capital de Judá
y Benjamín. Véase la parábola de las dos
rameras en el capítulo 23.
*
47 s. La responsabilidad de Judá también era
mayor por los especiales dones recibidos, y
así lo dijo igualmente Jesús anunciando que
sería más liviano el juicio de Sodoma y
Gomorra, y el de Tiro y Sidón (pueblos
fenicios paganos), que el de Cafarnaúm y las
ciudades de Galilea que no quisieron
escucharlo a Él (cf. Mateo 10, 15; 11, 21
ss.).
*
49. En pocas palabras nos enseña Dios aquí
cuál es el proceso de la depravación de los
pueblos gentiles, y así lo vimos exactamente
en la caída del Imperio Romano. Pero hay
para Él algo peor que esos vicios paganos, y
es el aspecto místico de la apostasía de
Jerusalén, porque nada indigna tanto como la
falsía del amor fingido, la traición de la
propia esposa.
*
50. Lo
que he visto, aludiendo a Génesis 18,
21, donde Dios dice:
quiero ir y ver. De todos modos se trata aquí de una nueva
advertencia, cuyo sentido es el siguiente:
si eso hice con ellos, menos culpables que
tú (versículo 49 y 51) ¿qué no haré contigo?
Cf. lo que San Pablo advierte a los
cristianos con respecto a Israel en Romanos
11, 21. Cf. Jeremías 25, 28 s.
*
53.
Las hijas de Sodoma son los pueblos de
los moabitas y ammonitas, ambos
descendientes de las hijas de Lot, y ambos
llevados también cautivos a Babilonia por
Nabucodonosor. El Señor los restablecerá, y
lo mismo a Samaría. El sentido es que esos
pueblos despreciados por Jerusalén
(versículo 56) algún día tendrán la misma
relación con Dios que el pueblo judío, si
bien no oímos que esto se cumpliese en los
días de Jesús, como sucedió con la Galilea
de los gentiles (véase Isaías 9, 1 y el
comentario); pues si exceptuamos el viaje de
Jesús al territorio de los sidonios, Él solo
llegó, por el norte, a la tierra de los
gerasenos, donde fue muy mal recibido (Lucas
8, 26 ss.), y por el sur a la Perea.
*
55.
También tú; es decir, Judá. Aquí, como
en los versículo 42 y 60 ss., vemos que Dios
no se avergüenza de ser un marido que
perdona, a pesar de cuanto se nos ha
mostrado en todo el drama de este
inolvidable capítulo. Lo mismo vemos en
Jeremías 3, 1 ss.; Oseas 2, 14, etc. Tomemos
nota de tan grave lección divina, para
compararla con todo ese mundo del “honor”,
en que el marido se siente con derecho, y
aún obligado, a matar en el adulterio a la
mujer, no obstante que él suele creerse
exento de la obligación de fidelidad. Aquí,
al contrario, el marido fidelísimo, después
de mostrar sus terribles celos, tan grandes
como su amor, perdona, porque ama.... y aun
anticipa a la miserable caída la promesa de
ese perdón esplendoroso, por evitarle que
caiga en la desesperación que la aleje para
siempre de Él. Aprendamos así, por el
ejemplo del mismo Dios, a despreciar eso que
el mundo llama “pasar por tonto”. Imaginemos
lo que habría hecho su Hijo Jesús si hubiera
usado ese “buen criterio” del mundo, no
queriendo pasar por tonto ni dejarse
condenar por los culpables. Espanta pensar
lo que habría sido entonces de nosotros. Ese
“buen criterio” del mundo, muestra hasta
dónde hemos de odiar a éste, persuadiéndonos
de eso que parece tan exagerado en San Juan:
que el mundo todo está poseído del Maligno
(I Juan 5, 19) y que lo que reina en el
mundo es la concupiscencia, la avaricia y la
soberbia (I Juan 2, 15 ss.). Todo esposo
traicionado (y hoy los hay sin duda más que
nunca, porque ahora se sabe evitar las
consecuencias del pecado de la mujer), sepa,
pues, que no es vergonzoso el perdón, sino
que es, al contrario, virtud la más sublime,
porque nos asemeja a Dios y no a ese
despreciable mundo que, sin distinción
alguna, tiene siempre por deshonrada a la
mujer caída, y tal vez alaba al que la
sedujo quién sabe con qué engaños; y que
cree que la sangre de un duelo (o la ficción
de un duelo) lava la honra (con un nuevo
crimen). Pensemos que en cosas semejantes se
ha usado y abusado del nombre de la
civilización cristiana, y veamos qué queda,
en todo este “honor” y este “heroísmo
glorioso”, de las palabras de Cristo: “Si no
os hiciereis como los niños, no entraréis en
el reino de los cielos” (Mateo 18, 3); “amad
a vuestros enemigos” (Mateo 5, 44);
“Dichosos seréis cuando os insultaren”
(Mateo 5, 11); “¡Ay cuando los hombres digan
bien de vosotros!” (Lucas 6, 26).
*
56. En su orgullo, los judíos consideraban a
Sodoma como si no hubiera existido, y usaban
su nombre solamente como maldición.
*
61.
Entonces te acordarás... y te avergonzarás:
Este anuncio, repetido en muchos pasajes
(cf. 36, 31 s., etc.), encierra otra gran
luz de espíritu: perdón no es aprobación. El
que perdona al pecador le devuelve su
amistad, es decir, su afecto, sus favores, y
aún su confianza; pero no le dice que hizo
bien en pecar, ni que el pecado era bueno.
*
63.
Para que te acuerdes y te avergüences:
Es un “Quos ego!”, pero al revés (véase el
contraste en 7, 9 y nota; cf. Juan 8, 28).
En amenazas como éstas, de insondable
misterio, que nos parecen caprichos de un
Dios enamorado, se fundaba aquel santo que
convirtió un alma para siempre diciéndole,
more agustiniano: Ama a Jesús todo lo que
puedas, aunque sigas siendo “malo”.
Pretender ser “bueno” es lo peor que te
puede suceder, si quieres serlo a los
propios ojos, según lo que Jesús dice del
fariseo (Lucas 18, 9 ss.), y en casa de Leví
(Mateo 9, 13). Cf. 22, 30; Mateo 6, 3 y
notas. La lógica del mundo, que no puede
entender de amor (porque es carnal y no
tiene el Espíritu Santo: cf. Juan 14, 17),
desaprobaría, sin duda, como inhábil
política, esta pedagogía de Dios que se
anticipa a declarar que perdonará (versículo
60 ss.), porque parecería que con esto el
pecador, perdiendo el miedo, crecería en
afecto al pecado. Pero hemos de creer que
Dios no es menos psicólogo que el mundo, y
aquí, en efecto, se nos muestra que nada es
tan fuerte para llevarnos al verdadero
arrepentimiento y detestación de nuestros
pecados, como el conocimiento del Corazón
magnánimo que perdona, como aquí lo vemos en
las palabras paternales que dirige a Israel.
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