Los Salmos
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Vengan,
hijos, escuchen:
voy a enseñarles el temor del Señor.
¿Quién es el hombre que ama la vida
y desea gozar de días felices?
Guarda tu lengua del mal,
y tus labios de palabras mentirosas.
Apártate del mal y practica el bien,
busca la paz y sigue tras ella.
Sal. 34. 12-15
Nosotros encontramos el consuelo
en los Libros santos
que están en nuestras manos.
1 Mac. 12. 9
Todo escriba convertido en discípulo
del Reino de los Cielos
se parece a un dueño de casa
que saca de sus reservas lo nuevo y lo viejo.
Mt. 13. 52
LOS DEMÁS ESCRITOS
Después de la LEY y los PROFETAS, la Biblia hebrea presenta una
tercera colección de Libros, que no forman un conjunto homogéneo.
Por eso no han recibido un título característico, sino que se los
llamó simplemente LOS DEMÁS ESCRITOS. Entre ellos ocupa un lugar de
preeminencia el libro de los Salmos. De allí que el Nuevo
Testamento, siguiendo una costumbre judía, designe a estas tres
partes de la Biblia como "la Ley de Moisés, los Profetas y los
Salmos" (Lc. 24. 44).
Además de estos "Escritos", hay otros Libros que los judíos de
Palestina no incluyeron en el canon de las Escrituras, pero que
fueron admitidos por los judíos residentes en Alejandría de Egipto.
Estos Libros, redactados originariamente en griego o traducidos a
esa lengua, fueron incorporados a la versión llamada de los
"Setenta", que era la Biblia usada por las comunidades judías
dispersas en el mundo grecorromano y por los cristianos de habla
griega. Como en los primeros siglos del Cristianismo se suscitaron
ciertas dudas sobre el carácter inspirado de estos Libros, se los
llamó "deuterocanónicos", es decir, incluidos en el canon de los
Libros Sagrados en un "segundo" momento. Actualmente, los cristianos
que siguen la reforma protestante, lo mismo que el Judaísmo, sólo
admiten el canon fijado por los rabinos de Palestina hacia el año 90
d. C. La Iglesia Católica, en cambio, también reconoce como
inspirados los Libros "deuterocanónicos".
El grupo más representativo de estos Escritos es el de los Libros
llamados "sapienciales", a saber, Job, Proverbios, Eclesiastés,
Eclesiástico y Sabiduría, aunque el género sapiencial también se
encuentra en varios Salmos y en otros Libros de carácter didáctico,
como los de Tobías y Baruc. Este género se remonta a los orígenes de
Israel, pero se desarrolló especialmente después del exilio, cuando
se extinguió el profetismo y los "maestros de sabiduría" se
convirtieron en los guías espirituales del Pueblo judío.
Los escritos sapienciales
La literatura sapiencial no es exclusiva de Israel, sino que
constituye un fenómeno ampliamente difundido en todo el Antiguo
Oriente. La misma Biblia menciona a "los sabios de las naciones"
(Jer. 10. 7) y alude en particular a la sabiduría de Asiria (Is. 10.
13), de Babilonia (Is. 47. 10; Jer. 50. 35) y de Fenicia (Ez. 28.
3-5). Especialmente célebres eran los sabios de Arabia y de Edóm, y
Job lo mismo que sus tres amigos son presentados como habitantes de
aquellas regiones (Jb. 1. 1; 2. 11). No menos renombrada era la
sabiduría de Egipto, de donde procede un conjunto notable de
escritos sapienciales, cuyos orígenes se remontan al 2800 a. C.
El rasgo más característico de la "sabiduría" oriental es su
carácter eminentemente práctico. El sabio observa y escucha, está
atento a la compleja trama de la vida y a las reacciones de los
hombres. Él sabe que en la infinita variedad de los acontecimientos
es posible descubrir un "orden" que es preciso conocer para actuar
con éxito en la vida. La sabiduría es el arte de gobernarse a sí
mismo, la capacidad de distinguir lo útil y ventajoso de lo nocivo y
perjudicial. Las fuentes de ese conocimiento práctico son la
inteligencia, la experiencia y la reflexión.
De este fondo cultural común a muchos pueblos del Antiguo Oriente se
benefició también Israel. El movimiento sapiencial tomó un gran
impulso en tiempos de Salomón, cuando el afianzamiento de la
institución monárquica exigía la adecuada formación de las clases
dirigentes del reino y la organización del personal administrativo.
De allí que la tradición bíblica considere a aquel célebre rey como
el prototipo del "sabio" (1 Rey. 5. 10) y le atribuya prácticamente
todos los escritos sapienciales del Antiguo Testamento.
Pero Israel no recibió pasivamente aquella herencia cultural, sino
que le imprimió su sello propio. La sabiduría que brota de la
experiencia se convirtió gradualmente en una sabiduría religiosa,
fundada en el "temor del Señor" y orientada hacia él. Así, el
"humanismo" de la sabiduría oriental adquirió un contenido nuevo,
que se acentúa sobre todo en los escritos más recientes, como son el
prólogo al libro de los Proverbios, el Eclesiástico y la Sabiduría.
Al destacar el origen divino de la Sabiduría, los "sabios" de Israel
descubrieron nuevos horizontes, que los llevaron a poner de relieve
la misteriosa trascendencia de esa Sabiduría y la incapacidad del
hombre para penetrar en ella (Jb. 28).
Más aún, varios poemas contenidos en estos Libros "personifican" a
la Sabiduría divina, presentándola como alguien que toma la palabra
para exponer sus prerrogativas y su inagotable riqueza (Prov. 8.
22-31). Ella se identifica a sí misma con la Palabra creadora de
Dios (Ecli. 24. 3) y con la Ley revelada a Israel (Ecli. 24. 23;
Bar. 3. 9 – 4. 4). Esta personificación poética de la Sabiduría
preparaba la revelación del misterio de Cristo, Palabra de Dios
hecha carne (Jn. 1. 14) y Sabiduría de Dios manifestada plenamente a
los hombres (1 Cor. 1. 24).
SALMOS
La formación del Salterio
La palabra "Salmo" proviene de un verbo griego que significa "tocar
un instrumento de cuerdas", y se utilizó originariamente para
designar los cantos acompañados por ese instrumento. Este último se
llamaba "Salterio", pero más tarde el nombre perdió su significación
original y comenzó a ser empleado como sinónimo de LIBRO DE LOS
SALMOS.
El Antiguo Testamento contiene numerosos textos poéticos con
características similares a las de los Salmos. El célebre Canto de
Moisés (Ex. 15. 1-18), el himno de victoria entonado por Débora y
Barac (Jc. 5), la elegía de David por la muerte de Saúl y Jonatán (2
Sam. 1. 17-27) y la lamentación de Jonás (Jon. 2. 3-10), son algunos
de los muchos ejemplos que se podrían citar. Pero el tesoro de la
lírica cultual y religiosa de Israel se encuentra fundamentalmente
en el Salterio.
Una tradición judía –que luego tuvo amplia difusión en la Iglesia–
atribuye a David la mayor parte de los Salmos. Esta atribución se
funda en el testimonio de los Libros históricos del Antiguo
Testamento, que aluden repetidamente al genio musical y poético de
David (1 Sam. 16. 16-19, 23; 2 Sam. 1. 17-27; 23. 1). Sin embargo,
las múltiples situaciones individuales y nacionales reflejadas en
los Salmos, su variedad de estilos y géneros literarios, como
asimismo su íntima vinculación con la vida litúrgica de Israel,
impiden afirmar que el Salterio sea la obra de un solo autor o el
producto de una sola época. Por otra parte, dicha tradición comenzó
a formarse mucho después del exilio babilónico, es decir, en un
momento en que era frecuente entre los judíos poner bajo el nombre
de una gran personalidad todos los escritos pertenecientes a un
mismo género. Así, por ejemplo, toda la legislación contenida en el
Pentateuco se atribuyó a Moisés, mientras que Salomón fue
considerado el autor de toda la literatura sapiencial.
En realidad, el Salterio es el Libro de oración que los israelitas
fueron componiendo a lo largo de varios siglos para dialogar con su
Dios. A través de ciento cincuenta poemas religiosos, ese Pueblo fue
expresando sus experiencias y las aspiraciones más profundas de su
alma: sus luchas y sus esperanzas, sus triunfos y sus fracasos, su
adoración y su acción de gracias, sus rebeldías y sus
arrepentimientos y, sobre todo, la súplica ardiente que brota de la
enfermedad, la pobreza, el destierro, la injusticia y de todas las
demás miserias del hombre.
Al comienzo de la mayoría de los Salmos se encuentran inscripciones
o "títulos", con indicaciones de carácter musical, poético,
litúrgico o histórico, cuyo significado es muchas veces oscuro.
Estos títulos no provienen de los autores de cada Salmo, sino que
fueron agregados por los cantores del Templo de Jerusalén, a medida
que los diversos poemas eran agrupados en colecciones.
Los géneros literarios de los Salmos
En el texto hebreo del Antiguo Testamento, los Salmos son designados
con una expresión que significa "Cantos de Alabanza". Esta
designación se adapta muy bien a un grupo de Salmos, pero resulta
menos adecuada cuando se la aplica a todo el conjunto, ya que el
Salterio incluye –además de los "Himnos" o "Cantos de Alabanza"–
otros tipos de oración, en especial, las "Súplicas" y los "Cantos de
Acción de gracias".
Los "Himnos" expresan la actitud de adoración del creyente frente a
la grandeza y la bondad de Dios. En este grupo se distinguen, por su
tema especial, los "Cantos de Sión" y los "Himnos a la realeza del
Señor". Las "Súplicas" responden a la necesidad de apelar
confiadamente a la misericordia divina en los momentos de necesidad,
y se pueden distinguir dos tipos diversos: las súplicas "colectivas"
y las "individuales". Los "Cantos de Acción de gracias" son una
expresión de reconocimiento por la ayuda recibida del Señor, y
también ellos se dividen en "colectivos" e "individuales". La
característica distintiva de estos Salmos es el relato de los
sufrimientos padecidos por el salmista y la solemne proclamación de
los beneficios alcanzados.
A estos tres géneros se añaden otros grupos de salmos que presentan
características especiales, sea de forma o de contenido. A ellos
pertenecen, por ejemplo, los Salmos "sapienciales" y los "reales".
Estos últimos cobraron una especial importancia cuando fue depuesto
el último de los reyes davídicos. "Releídos" en sentido mesiánico,
se descubrió en ellos un anuncio profético del día en que el Señor
devolvería su antiguo esplendor a la dinastía davídica y
establecería un Reino más perfecto aún que el de David. Dentro de
dicha perspectiva mesiánica, el Nuevo Testamento aplicó esto Salmos
a Jesucristo, el Mesías, "nacido de la estirpe de David según la
carne" (Rom. 1. 3). Además, existen otras formas de Salmos, llamadas
"mixtas" o "irregulares" porque en ellas se mezclan diversos
géneros.
Los Salmos imprecatorios
Una dificultad particular es la que presentan las "imprecaciones"
del Salterio, con sus violentos deseos de venganza y sus expresiones
de odio contra los "enemigos". Para situar esas imprecaciones en su
contexto adecuado, conviene tener en cuenta, aunque sea muy
someramente, quiénes son los "enemigos" a los que se alude en los
Salmos.
Unas veces, las imprecaciones están dirigidas contra los "enemigos"
de Israel, es decir, contra los responsables de graves desgracias
nacionales, incluso –como en los casos de Asiria y de Babilonia– de
la destrucción de los Reinos de Israel y de Judá (2 Rey. 17. 5-6;
25. 8-21). El orgullo nacional y la convicción de que los enemigos
de Israel eran los enemigos de Dios, hacen más explicables algunas
expresiones, como las de los salmos 79. 12; 137. 7-9. Por otra
parte, estas imprecaciones reproducen fórmulas más o menos
estereotipadas, propias del lenguaje guerrero de la época.
Otras veces, los "enemigos" son todos aquellos que tenían al
salmista por un pecador y veían en sus sufrimientos un castigo de
Dios, debido a la perspectiva de retribución puramente terrena
propia del Antiguo Testamento. Para esa mentalidad, todo sufrimiento
era una consecuencia del pecado, y los que lo padecían estaban
"abandonados de Dios". Consciente de su inocencia, el salmista apela
al Señor para que "confunda" a sus enemigos. Sólo así se
manifestaría la justicia de Dios y la inocencia de los justos, y no
se podría dudar de la protección que el Señor concede a sus amigos.
Finalmente, en otras ocasiones, los "enemigos" son los que persiguen
y oprimen a los pobres y a los débiles. En esos casos, las
imprecaciones –incluso las más violentas– revelan un ansia
incontenible de justicia y un legítimo anhelo de liberación que
nunca pierden actualidad.
El uso cristiano del Salterio
Los primeros cristianos hicieron del Salterio su "Libro de oración"
por excelencia, si bien lo "releyeron" con un nuevo espíritu, a la
luz del Misterio Pascual. Este hecho resulta particularmente
significativo, si se tiene en cuenta que todos los otros elementos
cultuales de la ANTIGUA ALIANZA –el Templo, el sacerdocio y los
sacrificios– quedaron abolidos por Cristo, el verdadero Templo, el
Sumo Sacerdote y la única Víctima agradable a Dios.
Al conservar el uso de los Salmos, los primeros cristianos no
hicieron más que seguir el ejemplo de Cristo. Los Salmos, en efecto,
animaron su constante diálogo con el Padre. Un salmo expresa el
sentido de su misión, en el momento de venir a este mundo (Sal. 40.
8-9, citado en Heb. 10. 9). En sus peregrinaciones a Jerusalén,
antes de iniciar su ministerio público, Jesús cantó los Salmos
graduales (Lc. 2. 41-42). En la última Cena, entonó los Salmos que
recitaban los judíos al celebrar la Cena pascual (Mt. 26. 30). Y en
la Cruz, él recurrió una vez más al Salterio para expresar su dolor
y su abandono confiado en las manos del Padre (Mt. 27. 46; Lc. 23.
46; Jn. 19. 28).
Salmo 1
El Salterio comienza con esta "Bienaventuranza", que es como el
prólogo de todo el Libro. La exclamación inicial –"¡Feliz el
hombre...!"–; se explicita a lo largo del Salmo mediante la
contraposición de dos imágenes poéticas: el árbol desbordante de
vitalidad simboliza la felicidad de los justos; la paja arrastrada
por el viento representa la ruina final de los impíos. Así se
expresa uno de los temas centrales del Salterio y de toda la Biblia:
la conducta de cada hombre está sometida al Juicio de Dios, y el
mundo está gobernado por la justicia divina.
Salmo 2
Este Salmo "real" perteneció originariamente al ritual de la
entronización de los reyes davídicos. Con gran fuerza poética y en
progresión dramática, el salmista presenta cuatro escenas sucesivas:
a) la inútil rebelión de los reyes vasallos (vs. 1-3); b) la
reacción del Señor frente a los rebeldes (vs. 4-6); c) la
declaración del nuevo rey, el "Ungido" del Señor (vs. 7-9); d) el
llamado a la reconciliación, con una amenaza a los rebeldes (vs.
10-12).
En el transcurso del tiempo, este Salmo se fue enriqueciendo con
motivos mesiánicos, y los primeros cristianos lo "releyeron" como un
anuncio de la entronización celestial de Cristo en el momento de su
Resurrección y como una proclamación profética de su filiación
divina (v. 7).
Salmo 3
Rodeado de enemigos que tratan de quitarle la confianza en Dios (v.
3), el salmista se pone totalmente bajo la protección divina. Su
confianza se funda en el recuerdo de la ayuda que recibió del Señor
en circunstancias similares (vs. 4-5, 8). La "multitud innumerable"
mencionada en el v. 7 (literalmente, "un ejército de diez mil"),
podría indicar que este Salmo fue inicialmente la súplica de un rey
o de un jefe militar, y que sólo más tarde comenzó a ser recitado
por el común de los fieles.
La tradición cristiana, apoyándose en el v. 6, ha utilizado este
Salmo como oración de la mañana.
Salmo 4
La experiencia personal de los favores recibidos (v. 2b) ha
suscitado en el salmista una inalterable confianza en Dios, que hace
"maravillas" por sus amigos (v. 4). Esta actitud confiada -única
fuente de paz y alegría verdaderas (vs. 8-9)- le permite apelar a la
ayuda divina en la dificultad presente, y dirigir una severa
exhortación a los que dudan de Dios y se apartan de él en el momento
de la adversidad (vs. 3-7).
La Iglesia, fundándose en el v. 9, utiliza este Salmo como oración
de la noche.
Salmo 5
A la hora en que se ofrece el sacrificio matutino (Éx. 29. 38-40),
un fiel israelita expone su caso al Señor (v. 4), apelando a la
justicia de Dios (v. 9). El hecho de encontrarse en el Santuario (v.
8) es para él una prueba de su inocencia, porque ningún impío podría
gozar de ese privilegio (vs. 5-6). Para hacer más apremiante su
oración, el salmista menciona a sus enemigos, que lo acusan
calumniosamente (vs. 9-11). El Salmo concluye con una expresión de
confianza en el Señor, que bendice a los justos y los protege como
un escudo (vs. 12-13).
El v. 4 ha dado pie a que se usara este Salmo como oración de la
mañana.
Salmo 6
Agobiado por sus sufrimientos, un enfermo pide al Señor que lo
perdone y le devuelva la salud (vs. 2-3), exponiendo los males que
lo afligen (vs 4, 7-8) y los motivos que tiene para implorar la
ayuda divina (vs. 5-6).
Las expresiones e imágenes empleadas en este Salmo se vuelven a
encontrar en un grupo de Salmos denominados "Oraciones de los
enfermos", (Sal. 38; 41; 88; 102. 2-12). Estas oraciones podían ser
utilizadas en cualquier caso de enfermedad. Los enfermos las
recitaban personalmente en el Templo, y si estaban impedidos, lo
hacían por medio de un representante. A cada uno le correspondía
poner su acento particular en la recitación de la súplica.
La tradición cristiana ha hecho de este Salmo uno de los siete
llamados "penitenciales" (Sal. 32; 38; 51; 102; 130; 143).
Salmo 7
Mediante una declaración que equivale a un juramento (vs. 4-6), una
persona acusada y perseguida se confiesa inocente delante del Señor
y le ruega que lo libre de sus perseguidores (vs. 9-10).
El motivo de la acusación está descrito con bastante vaguedad, y
ningún detalle permite identificar con exactitud a los
perseguidores. Estos hechos parecen indicar que el Salmo fue
compuesto originariamente para el rito a que se hace alusión en 1
Rey. 8. 31-32: cuando un inocente era amenazado de muerte y
perseguido, podía refugiarse en el Templo y someter su caso a la
justicia de Dios. Con este fin, recitaba la fórmula contenida en
este Salmo o alguna otra similar (Sal. 17; 26). Al declarar su
inocencia, no afirmaba estar libre de todo pecado, sino solamente
del crimen que se le imputaba.
Salmo 8
La alabanza contenida en este célebre himno expresa la intuición
poético-religiosa del salmista, que contempla con ojos asombrados la
obra de Dios en la creación. Su pensamiento se concentra en el
hombre, realidad casi insignificante en comparación con la majestad
del cielo, y objeto, al mismo tiempo, de una inexplicable solicitud
por parte del Creador (v. 5). Ningún otro de los seres creados
recibió una dignidad semejante a la de él (v. 6), y todas las cosas
están sometidas a su dominio (vs. 7-9). Estas mismas ideas se
vuelven a encontrar en el relato "sacerdotal" de la creación (Gn. 1.
26-28), que es, sin duda, posterior a este Salmo.
Salmo 11 (10)
Ante una grave amenaza de muerte, cuando la prudencia humana haría
razonable la huida, el salmista responde a sus amigos con una
expresión de absoluta confianza en Dios. Al lirismo de los versos
iniciales (vs. 1-3) se añade una reflexión de tono sapiencial (vs.
4-7). En ella se afirma que los acontecimientos humanos están
regidos por la Providencia de Dios, y que a pesar del momentáneo
triunfo de los malvados, al final, triunfará la justicia.
Salmo 12 (11)
Este Salmo es una súplica, en la que el autor, con una visión
pesimista del mundo, pide al Señor que intervenga para poner fin a
los males que lo afligen. El Señor responde a esta petición con un
oráculo, que contiene una promesa de salvación para los oprimidos
(v. 6). Como es habitual en los Salmos de súplica, los versículos
finales (8-9) son una expresión de confianza en el Señor.
Salmo 13 (12)
Los dramáticos "¿hasta cuándo?" de los versículos iniciales (2-3)
confieren a esta súplica una intensidad particular. La reiteración
de la pregunta expresa elocuentemente la impaciencia del salmista,
al sentirse abandonado de Dios; pero, al mismo tiempo, es un signo
de la íntima familiaridad con que implora la protección divina.
El Salmo no es muy explícito en describir la aflicción que da motivo
a la súplica. Sin embargo, el v. 4 parece indicar que se trata de
una enfermedad grave, que pone al paciente en peligro de muerte.
Como en el Salmo anterior, la súplica concluye con una expresión de
confianza, que dará lugar a la alegría y a la acción de gracias,
cuando el Señor responda favorablemente (v. 6).
Salmo 14 (13)
La primera parte de este Salmo describe con un tono marcadamente
pesimista, semejante al del Salmo 12, los pecados que corrompen a la
sociedad. El principal de todos esos pecados es la negación de Dios,
que el salmista condena como la mayor insensatez (vs. 1-3). La
segunda parte contiene una invectiva contra los opresores de los
pobres, porque no quieren caer en la cuenta del castigo que el Señor
les tiene reservado (vs. 4-6). El versículo final fue añadido para
el uso litúrgico del Salmo, y expresa el deseo de que el Señor envíe
tiempos mejores a su Pueblo.
Este mismo Salmo, con algunas variantes (vs. 5-6), se vuelve a
encontrar en el segundo libro del Salterio (Sal. 53).
Salmo 15 (14)
En este breve y hermoso Salmo se establecen las condiciones
necesarias para ser "huésped" del Señor, es decir, para entrar en el
Santuario y participar del culto divino (v. 1). Entre las
condiciones exigidas, no se menciona ningún rito exterior, sino que
todas tienen un carácter exclusivamente moral. Esto pone en
evidencia que el verdadero culto es inseparable de la justicia y del
amor hacia el prójimo (vs. 2-5).
Salmo 16 (15)
La confianza y el gozo profundo que brotan de la intimidad con Dios,
son los sentimientos predominantes en este Salmo. Los vs. 5-6
permiten suponer que su autor es un levita – es decir, una persona
consagrada al culto de Dios en el Templo de Jerusalén– que se
encuentra en un grave peligro y acude al Señor, fuente de vida (v.
11), para que lo libre de la muerte (v. 10).
El Nuevo Testamento asigna a este Salmo un sentido mesiánico,
citándolo como un anuncio anticipado de la Resurrección de Cristo
(vs. 8-11).
Salmo 17 (16)
La situación en que se recitaba este Salmo es idéntica a la que se
describe a propósito del Salmo 7: un inocente –acusado y perseguido
injustamente– expone su caso al Señor en demanda de justicia. La
súplica se alterna con las declaraciones de inocencia (vs. 3-5) y
con una descripción de la maldad de sus perseguidores (vs. 10-12).
En el versículo final, el salmista manifiesta su certeza de que
alcanzará el favor divino.
Salmo 18 (17)
En este Salmo, el rey expresa su reconocimiento al Señor por la
victoria alcanzada. El estilo es altamente poético y las ideas se
van expresando con un amplio despliegue de imágenes. Al comienzo, se
acumulan epítetos que presentan al Señor como un refugio
inexpugnable para sus fieles (vs. 2-3). La amenaza del enemigo se
describe como una irrupción de las fuerzas del caos y de la muerte
(vs. 5-6). La intervención del Señor está descrita como una
teofanía, en la que participan y se conmueven todas las fuerzas de
la naturaleza (vs. 8-16).
Con algunas variantes, este mismo poema se vuelve a encontrar en 2
Sam. 22. 2-51.
Salmo 19 (18)
En este Salmo se encuentran yuxtapuestos dos poemas de estilo y
contenido diversos. El primero es un himno de intensa vibración
lírica, que celebra la gloria del Creador manifestada en la armonía
y grandiosidad del firmamento (vs. 2-7). El segundo -que proviene de
una época mucho más reciente- es un poema didáctico, en el que se
describen las excelencias de la Ley divina.
A pesar de estas diferencias, la yuxtaposición de los dos poemas no
es totalmente artificial, ya que así se establece un paralelismo
entre las dos manifestaciones de la gloria de Dios: una en la
Creación y en las perfecciones del universo, y otra en la Revelación
concedida a su Pueblo, fuente de felicidad y de vida para los que la
aman y aceptan sus exigencias.
Salmo 20 (19)
Ante la inminencia del combate, la comunidad congregada en el Templo
(v. 3) implora la protección divina y la victoria del rey (vs. 2-6).
Como era habitual en esas circunstancias (1 Sam. 7. 7-10), un
sacrificio acompañaba a la súplica (v. 4). La segunda parte del
Salmo (vs. 7-9) es un oráculo pronunciado en nombre del Señor, que
anuncia la victoria a su Ungido.
Salmo 21 (20)
Este canto litúrgico de acción de gracias está estrechamente
vinculado con el Salmo anterior: la súplica del pueblo antes de la
batalla ha sido escuchada, y el Señor ha concedido al rey una
resonante victoria. El Salmo consta de tres partes. La primera (vs.
2-8) es una expresión de alegre reconocimiento por las bendiciones
concedidas al rey, en particular, por el triunfo alcanzado. En la
segunda (vs. 9-13), un sacerdote o un profeta interviene para
anunciar la victoria total sobre los enemigos del Señor y del rey.
Por último (v. 14), la comunidad pide al Señor, en una breve
súplica, que despliegue su poder para cumplir la promesa expresada
anteriormente.
Salmo 22 (21)
Este Salmo supera a todos los de su género por la intensidad de la
súplica y por la impresionante descripción de los sufrimientos que
aquejan al salmista. En él se encuentra expresado el desamparo de un
hombre justo, que ha tocado el límite del sufrimiento físico y
moral, sobre todo, el de sentirse abandonado por Dios (v. 2). Sin
embargo, incluso en medio de los mayores sufrimientos, el salmista
suplica con una inquebrantable confianza en Dios (vs. 10-11) y está
seguro de la liberación final. Por eso, su oración concluye con un
canto de alabanza y de acción de gracias, en el que todos los fieles
son invitados a celebrar al Señor, que no niega su ayuda a los
pobres (vs. 23-27).
Este Salmo ocupa un lugar excepcional en la piedad cristiana, porque
Jesús, en el momento de la crucifixión, lo utilizó para expresar los
tormentos de su agonía.
Salmo 23 (22)
Un sentimiento de profunda confianza en Dios -expresado en un
lenguaje de incomparable belleza poética- es la característica de
este Salmo. En la primera parte (vs. 1-4), el salmista se vale de la
imagen del "pastor" para describir su experiencia de la protección
divina. En la segunda (vs. 5-6), los elementos simbólicos parecen
entrecruzarse con la referencia a una situación concreta: el
salmista, perseguido por sus enemigos (v. 5) se pone al amparo del
Señor en el Templo (v. 6), y allí el Señor le brinda su
hospitalidad, haciéndolo partícipe de su mesa (v. 5).
El Nuevo Testamento retoma la imagen del "pastor" para aplicarla a
Cristo, el "Buen Pastor" que da la vida por sus ovejas (Jn. 10). La
tradición de la Iglesia ha visto en este Salmo una figura de los
Sacramentos de la Iniciación cristiana.
Salmo 24 (23)
Este Salmo consta de tres partes, aparentemente inconexas. La
primera es un breve himno al Creador (vs. 1-2). La segunda, de tono
sapiencial, enumera las condiciones morales que debe reunir el que
se acerca al recinto sagrado (vs. 3-6). En la parte final (vs.
7-10), resuena un diálogo de dos coros frente a las puertas del
Santuario.
La vinculación de estas tres partes aparece de inmediato, si se
tiene en cuenta la acción litúrgica que servía de marco al Salmo. La
comunidad cultual, reunida procesionalmente a la entrada del Templo,
se disponía a ingresar en él con el Arca de la Alianza, trono del
"Rey de la gloria". En ese momento, se dirigía a los fieles una
instrucción, que venía inmediatamente después del himno inicial. El
vibrante diálogo de los dos coros confería particular solemnidad a
la acción litúrgica.
Salmo 26 (25)
Víctima de una acusación injusta el salmista busca un refugio en el
Santuario y allí apela al Juicio de Dios (v. 1). Una declaración de
"inocencia" (vs. 4-6) acompaña a la súplica, que concluye con la
promesa de agradecer públicamente al Señor el beneficio recibido (v.
12). Por su contenido y por la circunstancia en que era pronunciado
originariamente, este Salmo es muy similar al Salmo 7.
Salmo 27 (26)
Este Salmo consta de dos partes íntimamente relacionadas. En la
primera (vs. 1-6), el salmista manifiesta con imágenes muy
expresivas su inalterable confianza en el Señor (v. 3) y su anhelo
de vivir en constante comunión con él (v. 4). La segunda (vs. 7-14)
es una súplica en medio de la persecución, donde vuelve a ponerse de
manifiesto ese mismo sentimiento de ilimitada confianza (v. 10).
Salmo 28 (27)
Ante la amenaza de un peligro mortal, el salmista suplica al Señor
que responda favorablemente a sus ruegos, librándolo de la muerte
(vs. 1-3). No es fácil determinar con exactitud la índole del
peligro a que se hace alusión en el Salmo, y podría pensarse tanto
en una acusación injusta como en una enfermedad grave. Los vs. 6-7
son un canto de acción de gracias, que el salmista entona
anticipadamente, porque está seguro de recibir la ayuda divina. La
súplica final por el rey y por todo el Pueblo (vs. 8-9),
probablemente fue añadida más tarde, para el uso litúrgico del
Salmo.
Salmo 29 (28)
Este vibrante himno de alabanza celebra la majestad y el poder de
Dios, que se manifiestan en el fragor de la tormenta. La "voz del
Señor" es el trueno, que sacude con su ímpetu todas las fuerzas de
la naturaleza (vs. 3-9). A la voz del Señor en esta teofanía
cósmica, responde la alabanza litúrgica de toda la creación,
expresada en una sola palabra "¡Gloria!" (v. 9).
Probablemente, este Salmo es la adaptación de un antiguo himno
cananeo en honor de Baal, el dios de las tormentas.
Salmo 30 (29)
Este Salmo es un canto de acción de gracias después de una
enfermedad grave (vs. 2-5, 13). El salmista reconoce que el Señor lo
puso en peligro de muerte por un pecado de presunción (v. 7); pero
luego, en respuesta a su plegaria (vs. 9-11), le dio una prueba
evidente de su misericordia (v. 6), haciendo que su dolor se
convirtiera en alegría (v. 12).
Salmo 31 (30)
En este Salmo se combinan una súplica confiada (vs. 2-l9) y un canto
de acción de gracias (vs. 20-25). En primer lugar, un hombre acusado
y perseguido injustamente se pone en las manos de Dios (v. 6) y le
ruega que lo salve. Luego el mismo salmista expresa su
reconocimiento al Señor, por haber experimentado la protección
divina y verse libre de peligro.
Salmo 32 (31)
Este poema lírico-didáctico expresa la felicidad de un pecador que
ha obtenido el perdón divino, contraponiéndola a las aflicciones que
provienen del pecado (vs. 1-5). El tono personal con que el salmista
narra su propia experiencia (vs. 3-5), se alterna con el estilo
sapiencial de las "bienaventuranzas" iniciales (vs 1-2) y de la
exhortación final (vs. 8-11). Esto hace que el Salmo sea, al mismo
tiempo, una expresión de agradecimiento al Señor por la gracia del
perdón, y una lección de sabiduría para toda la comunidad.
Este es uno de los Salmos llamados "penitenciales" (Sal. 6; 38; 51;
102; 130; 143).
Salmo 33 (32)
Este himno es una invitación a celebrar la omnipotencia de la
Palabra de Dios, puesta de manifiesto en la creación del mundo (vs.
1-9), y a reconocer el designio divino que dirige todos los
acontecimientos, en especial el destino del Pueblo elegido (vs.
10-12). La frustración de los planes de las naciones (v. 10) no es
más que el reverso de esa solicitud universal de Dios, siempre
dispuesto a eliminar los obstáculos que se oponen a los designios de
su Providencia. Pero Dios no está presente únicamente en los grandes
acontecimientos de la historia, sino que penetra en el corazón de
cada hombre y vela sobre los detalles más pequeños de la vida
cotidiana (vs. 13-15, 18-19).
Salmo 35 (34)
Ante la acusación de falsos testigos (v. 11), un hombre inocente
expone su causa al Señor y le pide que acuda en su defensa (vs.
1-3). El salmista se siente defraudado por la ingratitud de sus
adversarios, que lo persiguen sin motivo (v. 7) y le devuelven mal
por bien (vs. 12-16). Su oración incluye la promesa de dar gracias a
Dios públicamente por los beneficios recibidos (vs. 18, 28).
Salmo 36 (35)
En este Salmo se contrapone vívidamente la maldad del impío a la
bondad de Dios. Los versículos iniciales (2-5) presentan al impío
como inspirado por una fuerza interior -el Pecado- que lo induce a
la rebelión contra Dios y a la práctica del mal. La segunda parte
(vs. 6-l0)describe en estilo hímnico la Providencia universal de
Dios, el dador de toda vida, que colma de felicidad a sus fieles. El
Salmo concluye con una súplica (vs. 11-12), en la que el salmista
pide la protección divina para sí y para todos los fieles, y anuncia
la destrucción de los malvados (v. 13).
Salmo 38 (37)
Este Salmo es la súplica de un enfermo (vs. 3-4) que padece, además,
de una penosa enfermedad (vs. 6-11), el abandono de sus amigos y la
persecución de sus enemigos (vs. l2-13). El salmista tiene una viva
conciencia de su pecado (v. 5), pero no ha perdido la esperanza (v.
16), y aguarda pacientemente que el Señor no lo abandone y le
devuelva la salud (vs. 22-23).
Este es uno de los Salmos llamados "Oraciones de los enfermos" (Sal.
6; 41; 88; 102. 2-12). La tradición cristiana lo ha incluido en el
grupo de los Salmos "penitenciales" (Sal. 6; 32; 51; 102; 130; 143).
Salmo 39 (38)
Este Salmo es como el estallido de una indignación largamente
reprimida (vs. 3-4). El diálogo del salmista con el Señor tiene un
tono de amarga protesta, motivada por la intensidad del sufrimiento
(v. 11) y por la reflexión sobre la caducidad de la vida (vs. 5-7).
Sin embargo, la confianza en Dios (v. 8) y el reconocimiento de los
propios pecados (vs. 9, 12) hacen que predomine, en definitiva, la
actitud de humilde sometimiento a los designios del Señor (v. 10).
Salmo 40 (39)
En este Salmo se encuentran reunidos dos poemas de estilo y
contenido diversos. El primero (vs. 2-11) es un canto de acción de
gracias por la liberación de un peligro grave. El segundo (vs.
14-18) es una súplica para pedir la ayuda divina en un momento de
desgracia, y se vuelve a encontrar en el Salmo 70, en forma
independiente. Los vs. 12-13 sirven de lazo de unión entre estas dos
partes, que originariamente estaban separadas.
Salmo 41 (40)
La nota característica de este Salmo es el "preludio" sapiencial que
antecede a la acción de gracias por la salud obtenida (vs. 2-4). El
salmista recuerda su penosa enfermedad y la súplica que dirigió al
Señor en medio de su dolor. Al describir sus padecimientos, más que
el dolor físico, acentúa el dolor moral que causan la ingratitud, la
maledicencia y la hipocresía (vs. 5-11). El Señor accedió a su
súplica, y en esto él reconoce el amor que le ha manifestado (vs.
12-13).
Este es uno de los Salmos llamados "Oraciones de los enfermos" (Sal.
6; 38; 88; 102. 2-12).
Salmo 42 (41)
La unidad temática, el estilo y la repetición del mismo estribillo a
intervalos regulares (42. 6, 12; 43. 5) indican que los Salmos 42 y
43 forman un mismo poema. En él se armonizan admirablemente la
hondura del sentimiento religioso y la eficacia de la expresión
lírica. El v. 7 indica que el autor del Salmo -probablemente un
levita- se encuentra lejos de la Tierra santa, en las cercanías del
monte Hermón, y suspira por volver a gozar de la presencia divina en
el Santuario de Sión. A pesar de sentirse olvidado de Dios (42. 10),
el salmista no ha perdido la esperanza, y confía en que el Señor
volverá a guiar sus pasos hasta su santa Montaña (43. 3).
Salmo 43 (42)
Salmo 44 (43)
En un momento de grave crisis nacional -consecuencia de una derrota-
Israel se dirige al Señor para implorar su ayuda. El recuerdo de las
antiguas victorias (vs. 2-9), y su contraposición con la calamidad
presente (vs. 10-17), confiere mayor dramatismo a la súplica. La
alternancia entre el singular y el plural (vs. 5-6, 7-8) indica que
el salmista, en alguna medida, encarna el destino de toda la nación.
Esta es una de las características propias del rey, y por eso se
puede pensar que es él quien pronuncia la súplica, como
representante de todo el pueblo.
Las audaces afirmaciones de los vs. 18-22 proporcionan un valioso
indicio para fijar la fecha de composición del Salmo: el Señor
permitió la derrota de su Pueblo en un momento en que este se
mantenía fiel a la Alianza. El momento histórico que mejor responde
a esta circunstancia es el largo reinado de Ezequías (2 Rey. 18 -
20), época de reforma religiosa y de tenaz oposición a la idolatría.
Salmo 45 (44)
Este bellísimo canto nupcial fue compuesto en ocasión del matrimonio
de un rey israelita con una princesa extranjera. En la primera parte
del Salmo (vs. 2-10), el poeta se dirige al rey para exaltar sus
virtudes y exhortarlo a luchar por la justicia, en defensa de su
pueblo. La segunda parte (vs. 11-17) está dedicada a la esposa:
luego de invitarla delicadamente a que sepa ganarse el corazón del
rey, el salmista describe su belleza y el esplendor de su cortejo.
El versículo final (18) tiene un sentido mesiánico y, sin duda, fue
agregado más tarde, cuando se "releyó" todo el Salmo como una
descripción profética del Mesías. Así lo utilizan el Nuevo
Testamento (Heb. 1. 8-9) y la tradición cristiana.
Salmo 46 (45)
Este canto triunfal contiene una admirable profesión de confianza en
el Señor, que está presente en medio de su Pueblo (vs. 4, 8, 12),
como una fortaleza inexpugnable (v. 2). El lugar privilegiado de esa
presencia divina es la "Ciudad de Dios" (v. 5) -Jerusalén, con su
Templo de Sión-que el mismo Señor eligió como Morada (Sal. 132. 13).
Desde allí él manifiesta su poder, para asegurar la prosperidad y la
paz de su Pueblo (vs. 5, 10), y para librarlo de todos los peligros
(vs. 3-4, 6).
Este Salmo -junto con los Salmos 48; 76; 87- pertenece a un grupo de
poemas cultuales, que celebran los privilegios de la Ciudad de Dios,
y por eso se denominan "Cantos de Sión".
Salmo 47 (46)
El tema de este himno es la realeza universal del Señor (vs. 3, 7-9)
puesta de manifiesto victoriosamente cuando él entregó en herencia a
su Pueblo la Tierra prometida (vs. 4-5). En la vibrante aclamación
del v. 6, se percibe el eco de una liturgia de entronización del
Arca de la Alianza en el Santuario de Sión. Cuando se fue perdiendo
el recuerdo de esta fiesta, el Salmo se aplicó al triunfo final de
Dios y a la implantación definitiva de su Reino.
En el Salterio, hay otros poemas litúrgicos que tienen una afinidad
temática con este Salmo, y por eso son llamados "Himnos a la realeza
del Señor" (Sal. 93; 96 - 99).
Salmo 48 (47)
Este vibrante poema -lo mismo que el Salmo 46- es una expresión de
fe y de confianza en el Señor, cuya presencia en el Templo de Sión
hacía de Jerusalén la "Ciudad de Dios" (v. 9) y era una garantía de
seguridad para Israel (v. 4). Los vs. 5-8 parecen ser, más que la
descripción de un hecho histórico determinado (2 Rey. l9. 35), la
representación poética de todos los peligros que podían amenazar a
la Ciudad santa, y que ella debía desafiar confiadamente, porque el
Señor era su baluarte inexpugnable. Los versículos finales (l3-l5)
son un canto procesional, dirigido a los peregrinos que iban a
Jerusalén con motivo de las grandes festividades (Éx. 23. l4-l7).
Este Salmo -junto con los Salmos 46; 76; 87- pertenece al grupo de
los llamados "Cantos de Sión".
Salmo 49 (48)
Este Salmo "didáctico" alude repetidamente al "temor" que
experimentan los pobres, cuando comparan su propia miseria con la
felicidad de los poderosos (vs. 6-7, 17). Dicho temor está motivado
por la aparente contradicción entre ese estado de cosas y la
justicia de Dios en el gobierno del mundo (Sal. 37; 73). Para
responder a esa inquietud, el salmista recuerda que nadie podrá
asegurarse la inmortalidad por medio de sus riquezas (vs. 8-10):
todos los hombres son iguales ante la muerte (v. 11) y los ricos no
llevarán sus bienes a la tumba (v. 18). Además, los justos se verán
libres de todo grave peligro (v. 16), mientras que un desastre final
espera a los malvados (vs. 12-15). El Salmo no contiene ninguna
referencia clara a la vida eterna: sólo esta proporcionará más tarde
la clave para resolver adecuadamente el "enigma" planteado en el v.
5.
Salmo 50 (49)
La parte central de este Salmo está constituida por la acusación que
Dios dirige a su Pueblo, para reprocharle su infidelidad a la
Alianza. El reproche está precedido por la descripción de la
teofanía cultual, en la que el Señor se manifiesta como acusador y
como Juez (vs. 1-6). El motivo de la acusación es la infidelidad de
Israel a las exigencias morales de la Alianza (vs. 16-20), no
compensada por la observancia de prácticas cultuales puramente
exteriores (vs. 8-15). La advertencia final (vs 21-23) es una
amenaza para los que se obstinan en el mal camino, y una promesa de
salvación para los fieles.
Salmo 51 (50)
Este Salmo -designado tradicionalmente con el nombre de Miserere- es
la súplica penitencial por excelencia. El salmista es consciente de
su profunda miseria (v. 7) y experimenta la necesidad de una total
transformación interior, para no dejarse arrastrar por su tendencia
al pecado (v. 4). Por eso, además de reconocer sus faltas y de
implorar el perdón divino, suplica al Señor que lo renueve
íntegramente, "creando" en su interior "un corazón puro" (v. 12).
El tono de la súplica es marcadamente personal, y en el contenido
del Salmo se percibe la influencia de los grandes profetas, en
especial de Jeremías (24. 7) y Ezequiel (36. 25-27). En él se
encuentra, además, el germen de la doctrina paulina acerca del
"hombre nuevo" (Col. 3. 10; Ef. 4. 24).
Este es uno de los Salmos llamados "penitenciales" (Sal. 6; 32; 38;
102; 130; 143).
Salmo 52 (51)
El comienzo de este Salmo es una vigorosa acusación contra los que
promueven la injusticia, valiéndose del poder que les confiere su
puesto relevante en la sociedad (vs. 3-6). En la denuncia se percibe
un acento profético, y la culminación de la misma es el anuncio del
castigo que el Señor tiene reservado a los que obran de esa manera
(v. 7). El justo, en cambio, puede vivir confiadamente bajo la
protección de Dios (v. 10).
Salmo 53 (52)
Con algunas leves modificaciones (v. 6), este Salmo es una
repetición del Salmo 14, y en él se describen los pecados que
corrompen a la sociedad (vs. I -4) y se lanza una invectiva contra
los opresores de los pobres (vs. 5-6).
Salmo 54 (53)
Esta breve oración es una súplica para pedir la protección divina en
medio de la opresión (v. 5). La petición está acompañada de una
profesión de fe y de confianza en el Señor, que es el "sostén" y el
defensor de sus fieles (v. 6). El salmista concluye con la promesa
de ofrecer un sacrificio de acción de gracias y de testimoniar
públicamente la bondad del Señor (v. 8).
Salmo 55 (54)
En esta lamentación, un hombre calumniado y perseguido manifiesta su
dolor, más que por el odio de sus adversarios, por la traición de un
amigo (vs. 13-15). Los vs. 7-9 contienen una exclamación bellamente
poética, en la que el salmista expresa su deseo de encontrar un
refugio en la soledad, para verse libre de los males que lo afligen.
En la parte final del Salmo, predominan los sentimientos de
confianza en Dios (vs. 17-19, 23).
Salmo 56 (55)
Un hombre perseguido implacablemente (v. 9) apela al poder de Dios
para que lo libre de sus adversarios. No obstante la gravedad del
peligro (vs. 2-3, 6-7), el salmista no pierde la fe en el Señor (v.
5) y espera confiadamente el momento de su liberación (vs. 10-12).
En la seguridad de ser escuchado por Dios, promete darle gracias
públicamente por el beneficio recibido (vs. 13-14).
Salmo 57 (56)
El estribillo de los vs. 6 y 12 sirve de conclusión a la dos partes
que componen este Salmo. La primera (vs. 2-5) es la súplica de un
hombre perseguido, que se refugia en el Señor para verse libre del
peligro. La segunda (vs. 7-11) es un canto de acción de gracias: una
vez pasada la adversidad, el salmista quiere anticiparse a la aurora
(v. 9), para alabar el amor y la fidelidad del Señor (v. 11). La
parte final de este Salmo (vs. 8-12) se vuelve a encontrar, casi sin
ninguna variante, en el Salmo 108. 2-6.
Salmo 58 (57)
Este poema es un severo reproche contra los jueces inicuos, que con
sus decisiones arbitrarias fomentan la violencia y la injusticia en
la sociedad. Después de una invectiva llena de sarcasmo (vs. 2-3),
el Salmo describe la inconducta de los jueces y su obstinación en el
mal (vs. 4-6), y lanza contra ellos enérgicas imprecaciones (vs.
7-10). Por último, anuncia la alegría que experimentarán los justos
cuando se manifieste la justicia de Dios (vs. 11-12).
Salmo 59 (58)
Este Salmo es la súplica de un hombre perseguido y acusado
injustamente. Seguro de su inocencia (v. 5), el salmista pide que
sus enemigos sean exterminados (v. 12), para que se ponga de
manifiesto el justo gobierno de Dios sobre el mundo (v. 14). El odio
y la crueldad de los perseguidores (vs. 7-8, 15-16) explican de
alguna manera la violencia de ciertos sentimientos expresados en el
Salmo.
Salmo 60 (59)
En esta lamentación, aparecen reflejados los diversos momentos de
una acción litúrgica, celebrada con motivo de una grave derrota
nacional. En la primera parte (vs. 3-7), la comunidad se queja ante
el Señor por la dura prueba a que se vio sometida. Luego viene un
oráculo del Señor (vs. 8-10), que promete a su Pueblo la total
recuperación de sus antiguos dominios. Este oráculo divino se
caracteriza por sus audaces antropomorfismos y por su estilo épico.
La parte final del Salmo es una reiteración de la lamentación y de
la súplica (vs 11- 13), y una profesión de confianza en el poder de
Dios (v. 14). Los vs. 7-14 se vuelven a encontrar en el Salmo 108.
7-14.
Salmo 61 (60)
Un hombre desterrado -probablemente un levita- suspira por volver a
gozar de la presencia divina, viviendo constantemente junto al
Santuario de Dios (v.5). En los vs. 7-8 se inserta una oración por
el rey, cuya vinculación con el resto del Salmo no aparece con
claridad.
Salmo 62 (61)
La característica dominante de este Salmo es la absoluta confianza
en el Señor, a pesar de la hostilidad y la persecución. El salmista
se siente plenamente seguro bajo la protección de Dios (vs. 2-3,
6-8). Por eso interpela decididamente a sus adversarios (vs. 4-5),
se reconforta a sí mismo (vs. 6-7) y exhorta a todos los fieles a
que compartan sus mismos sentimientos (v. 9). La reflexión
sapiencial de los vs. 10-11 y el oráculo divino de los vs. 12-13, le
sirven para confirmar su enseñanza.
Salmo 63 (62)
Un profundo anhelo de Dios -bellamente expresado con la imagen de la
tierra sedienta (v. 2)- es el sentimiento que domina todo este
Salmo. Su autor podría ser un levita desterrado, que recuerda el
tiempo en que vivía junto al Santuario, gozando de la intimidad con
el Señor. En el silencio de la noche rememora aquellas horas
felices, y ese recuerdo le sirve de consuelo (vs. 7-9). El versículo
final indica que el salmista identifica su propia suerte con la de
todo su Pueblo, representado en la persona del rey.
Salmo 64 (63)
Esta súplica se caracteriza por las expresivas imágenes con que el
salmista describe las insidias de sus adversarios (vs. 2-7), y la
intervención victoriosa del Señor en defensa de la justicia (vs.
8-9). En la parte final del Salmo, se presenta el castigo de los
malvados como un saludable llamado a la reflexión (v. 10), y como un
motivo de alegría y seguridad para los que viven rectamente (v. 11).
Salmo 65 (64)
En este canto de acción de gracias, la comunidad expresa su
ferviente alabanza y reconocimiento al Señor por todos los
beneficios recibidos, de sus manos. La primera parte (vs. 2-5)
insiste en la bondad de Dios, que escucha desde su Templo las
oraciones de los fieles (v. 3) y se muestra siempre dispuesto a
perdonarlos (v. 4). La segunda (vs. 6-9) evoca el poder creador del
Señor y sus obras admirables en la naturaleza y en la historia, con
acentos marcadamente universalistas (v. 6). La parte final del Salmo
(vs. 10-14) es de un delicado lirismo, y celebra al Señor como
fuente de vida e inagotable fecundidad.
Salmo 66 (65)
La primera parte de este Salmo consta de un himno coral (vs. 1-7) y
de un canto comunitario de acción de gracias (vs. 8-12), cuyo tema
central son las maravillas que realizó el Señor en el Mar Rojo y en
el río Jordán (v. 6). La segunda parte (vs. 13-20) difiere
sensiblemente de la anterior: ya no habla la comunidad, sino un
individuo, que se presenta delante del Señor en el Templo, para
ofrecer un sacrificio de acción de gracias y dar testimonio de los
favores recibidos.
Salmo 67 (66)
En esta hermosa oración -compuesta para celebrar la recolección de
las cosechas (Éx. 23. 16)- la comunidad agradece al Señor los frutos
de la tierra (v. 7). Además, le suplica que renueve constantemente
sus bendiciones, a fin de que todos los pueblos reconozcan en el
Dios de Israel al único Dios (vs. 2-3). Esta perspectiva
universalista se destaca particularmente en el estribillo, que se
repite en los vs. 4 y 6.
Salmo 68 (67)
Este canto de victoria rememora la gesta que realizó el Señor,
cuando condujo triunfalmente a su Pueblo desde el Sinaí hasta el
monte Sión (vs. 8-9, 18-19). En torno de esta idea central, se
agrupan varios temas afines, expresados en un lenguaje
acentuadamente poético y cargado de alusiones mitológicas. Las
estrofas se suceden sin conexión aparente; pero esto se debe, en
parte, a que el texto del Salmo corresponde a las diversas etapas de
una liturgia procesional.
Salmo 69 (68)
Esta angustiosa lamentación tiene muchos rasgos comunes con el Salmo
22, en especial, la dramática descripción de la enfermedad y los
sufrimientos que dan motivo a la súplica (vs. 2-5). Entre estos
últimos, el salmista menciona particularmente el desprecio de que es
objeto por su fidelidad a la causa de Dios y su amor hacia el Templo
(vs. 8-13). Así hace presente al Señor que su enfermedad pone en
juego el honor divino, porque si él muere, todos los fieles quedarán
expuestos a la burla de sus enemigos (v. 7).
Los vs. 36-37 indican que el Salmo fue compuesto poco tiempo después
del exilio babilónico.
Salmo 70 (69)
En este Salmo se repite, con muy pocas variantes, la súplica del
Salmo 40. 14-18.
Salmo 71 (70)
Un anciano gravemente enfermo acude al Señor para que no lo abandone
en los penosos días de su vejez (vs. 9, 18). En lugar de describir
minuciosamente los dolores que lo afligen, el salmista reitera sus
expresiones de fidelidad y confianza en Dios (vs. 3, 5-8, 19), y su
promesa de proclamar los beneficios recibidos, para ejemplo de los
más jóvenes (v. 18).
Salmo 72 (71)
Esta súplica en favor del rey (v. 1) fue compuesta probablemente
para el día de su entronización. En ella se describe, con imágenes
muy expresivas, la función vital del rey en el seno de la comunidad:
la nación no podía gozar de bienestar y prosperidad, si el rey no
aseguraba el orden social mediante un gobierno justo. Su "justicia"
debía beneficiar, sobre todo, a los miembros más indigentes de la
comunidad (vs. 2, 4, 7, 12-14).
Posteriormente el Salmo recibió una interpretación mesiánica, y se
"releyó" como una descripción profética del Rey Mesías.
Salmo 73 (72)
El tema central de este Salmo es el doloroso enigma que plantea a
los justos la comparación entre sus propios sufrimientos (vs. 13-14)
y la felicidad de que gozan los impíos (vs. 4-12). El mismo tema
-característico de los escritos sapienciales- es tratado también en
los Salmos 37; 49. Pero aquí el autor del Salmo no se expresa con la
serena objetividad de los sabios. sino que da un testimonio de su
experiencia personal: exasperado por lo que consideraba una
injusticia de parte de Dios (vs. 21-22), estuvo a punto de
extraviarse (v. 2), hasta que una visita al Santuario (v. 17) le
hizo experimentar con extraordinaria intensidad la cercanía de Dios,
y así comprendió lo que significa estar alejado de él (v. 27). El
final del Salmo es de un contenido casi místico: el salmista
manifiesta que su único anhelo es vivir en intimidad con Dios.
Salmo 74 (73)
Ante el Templo devastado y profanado por los enemigos de Israel, la
comunidad suplica al Señor que se acuerde de su Alianza (v.20) y se
apresure a reparar las afrentas de su Pueblo (v. 21). Para hacer más
apremiante la súplica, se evocan las proezas que realizó el Señor,
cuando rescató a Israel de la esclavitud y lo convirtió en su
herencia (v. 2). En medio de la súplica, se intercala un himno al
Dios creador (vs. 12-17), que tiene por finalidad contraponer el
poder manifestado en el momento de la creación y su desconcertante
silencio presente.
Salmo 75 (74)
El Juicio de Dios (v. 8), que asegurará definitivamente el triunfo
de la justicia (v. 11), es el tema central de este Salmo. Luego de
una exclamación de carácter litúrgico (v. 2), se escucha un oráculo
del Señor, quien se manifestará como Juez supremo cuando él mismo lo
decida (vs. 3-4). A este anuncio sigue una última advertencia
dirigida a los impíos, para que cambien de actitud (vs. 5-9). El
Salmo concluye con un tono hímnico, porque la victoria de la
justicia divina será un motivo de alegría para los justos.
Salmo 76 (75)
Este poema -como los demás "Cantos de Sión" (Sal 46; 48; 87)-
expresa el amor y la admiración de los israelitas por su Ciudad
santa. Al elegir a Jerusalén como Morada (v. 3), el Señor la
convirtió en escenario de sus victorias (vs. 4-7). Estos resonantes
triunfos confirman el renombre del Señor como guerrero invencible
(vs. 2, 8) y son, a la vez, la manifestación de su justicia en favor
de los humildes (vs. 9-11).
Salmo 77 (76)
En un momento de extrema aflicción para Israel, el salmista se
interroga angustiosamente sobre la desconcertante actitud del Señor,
que parece haber rechazado para siempre a su Pueblo (vs. 8-11). A
pesar de sus esfuerzos (vs. 3- 7), no alcanza a comprender los
misteriosos caminos de Dios, y sus preguntas quedan sin respuesta.
Pero el recuerdo de las antiguas maravillas del Señor -evocadas
hímnicamente en la parte final del Salmo (vs. 12-21)- permite mirar
hacia el futuro con una cierta esperanza.
Por las circunstancias a que se hace alusión, es probable que el
Salmo haya sido compuesto durante el exilio babilónico.
Salmo 78 (77)
Esta larga meditación de estilo sapiencial evoca la historia de
Israel, desde el Éxodo hasta la institución de la monarquía
davídica. El relato histórico sirve de soporte a una enseñanza para
el presente: en el recuerdo de su propio pasado, Israel debe
encontrar un motivo de gratitud y fidelidad al Dios de la Alianza
(vs. 6-7). Esta preocupación didáctica se manifiesta, sobre todo, en
la presentación de la historia como una permanente contraposición
entre la misericordia del Señor y las rebeldías de su Pueblo.
Salmo 79 (78)
El motivo de esta súplica nacional es la deplorable situación en que
se encuentra Israel: los paganos han devastado y profanado la
herencia del Señor (v. 1); muchos fieles han caído bajo la espada,
sus cadáveres han sido abandonados a las aves de rapiña y los
pueblos vecinos celebran esa derrota (vs. 2-4). El salmista reconoce
que la tragedia nacional es el justo castigo de reiteradas
infidelidades (v. 8); pero hace presente al Señor que esa derrota
compromete la gloria de su Nombre (v. 9), ya que Israel es su Pueblo
y su "rebaño" (v. 13). Si no escucha el llanto de los cautivos, los
paganos pensarán que es inútil servir al Señor (v. 10).
Salmo 80 (79)
Este Salmo es una súplica que toda la nación dirige al "Pastor de
Israel" (v. 2), en un momento de grave calamidad. El lirismo que
caracteriza a todo el poema aparece con particular relieve en los
vs. 9-12, donde Israel es presentado como una "vid" que el Señor
sacó de Egipto y plantó cuidadosamente en la Tierra prometida. El
recuerdo de aquella solicitud hace más angustiosa la situación
presente (vs. 5-7, 13-14) y confiere mayor intensidad a la súplica
de toda la comunidad, expresada particularmente en el estribillo de
los vs. 4, 8 y 20.
Salmo 81 (80)
La primera parte de este Salmo (vs. 2-6) es un preludio hímnico, que
invita a celebrar jubilosamente una de las grandes fiestas anuales.
La segunda (vs. 7-17) contiene un oráculo que el Señor dirige a
Israel, en un tono de reproche y de promesa. En èl, le recuerda sus
beneficios y sus exigencias (vs. 9-11), lo amonesta por su
obstinación (vs. 12-13) y le promete toda clase de bendiciones si
escucha su Palabra (vs. 14-17).
Salmo 82 (81)
Este poema ilustra uno de los aspectos de la prolongada lucha que
Israel mantuvo contra la idolatría y contra las concepciones del
paganismo circundante. En algunas ocasiones, los Profetas -para dar
una mayor fuerza persuasiva a sus palabras- interpelaban a los
dioses paganos y les reprochaban su incapacidad para hacer alguna
cosa, sea buena o mala (Is. 41. 21-29). Mediante un procedimiento
literario similar, este Salmo presenta al Señor alzándose como Juez
en medio de los dioses, para condenarlos a la impotencia total,
después de haberlos acusado de fomentar la injusticia entre los
hombres.
Posteriormente, este Salmo se interpretó como un apóstrofe contra
los jueces y gobernantes injustos.
Salmo 83 (82)
Israel pide al Señor que repita sus hazañas del pasado (vs. 10-13) y
manifieste su dominio sobre toda la tierra (v. 19), derrotando a los
enemigos de su Pueblo (vs. 14-18). La coalición mencionada en los
vs. 3-6 no se refiere a un hecho histórico determinado, sino que
representa simbólicamente la constante oposición de los paganos
contra Israel. Esta afirmación se funda en el carácter artificial de
la lista que enumera a las naciones coaligadas (vs. 7-9): en ella
aparecen reunidos diez de los enemigos tradicionales de Israel,
pertenecientes a épocas diversas.
Salmo 84 (83)
Al llegar a Jerusalén, un peregrino entona esta alabanza al Templo
de Sión, Morada del Señor y lugar donde se manifiesta su presencia.
Con profundo lirismo, evoca su ansia de Dios que lo trajo hasta el
Santuario (v. 3), las etapas recorridas por los peregrinos (vs. 7-8)
y la felicidad de encontrarse en la Casa del Señor (vs. 5, 11).
Salmo 85 (84)
En esta oración se refleja la situación espiritual de los que ya han
pasado la prueba del exilio en Babilonia. La repatriación de los
cautivos "ha cambiado la suerte" de Israel (v. 2) y es una prueba
del amor del Señor hacia su Pueblo. Pero los vaticinios proféticos
(Is. 60. 2) no se han cumplido plenamente, y la reconstrucción
nacional se realiza en medio de las más duras penalidades. Por eso
la comunidad suplica al Señor que manifieste su misericordia y le
conceda la salvación (v. 8), es decir, que lleve a su pleno
cumplimiento la obra comenzada. La última parte del Salmo (vs. 9-14)
es un oráculo profético, que contiene la respuesta divina a la
súplica del Pueblo y anuncia la definitiva restauración de Israel,
en una era de justicia y prosperidad.
Salmo 86 (85)
Este Salmo es la oración de un "pobre" (v. 1), que se abandona a la
misericordia y al poder de Dios en medio de un grave peligro (vs.
7-14). Para fundamentar su petición, el salmista no describe
dramáticamente la intensidad de sus sufrimientos -como suele suceder
en las súplicas del Salterio (Sal 22; 41; 69; 88)- sino que apela
con esperanzada insistencia a la bondad infinita de Dios (vs. 5, 13,
15-17).
Salmo 87 (86)
Es probable que este "Canto de Sión" (Sal. 46; 48; 76) haya sido
interpretado de distintas maneras en épocas diversas. En su forma
original, parece estar dirigido a los peregrinos que llegaban a Sión
(vs. 1-2) de todas las regiones de la diáspora judía, para
anunciarles que también ellos debían sentirse como nacidos en
Jerusalén. Más tarde, por influencia de algunos oráculos proféticos
(Is. 2. 2-4; Zac. 8. 20-23), el Salmo fue "releído" con una
perspectiva mesiánica y universalista: Jerusalén estaba llamada a
ser el centro espiritual de todas las naciones, y hasta los más
encarnizados enemigos del Pueblo elegido -Egipto, Babilonia, Tiro,
Filistea y Etiopía (v. 4)- tendrían que reconocer al Dios de Israel
y considerarse ciudadanos de la Ciudad santa (v. 6).
Salmo 88 (87)
Esta lamentación -sin duda, la más triste de todo el Salterio-
refleja admirablemente las ideas del Antiguo Testamento sobre la
enfermedad, la muerte y el más allá. Entre la enfermedad y la muerte
hay sólo una diferencia de grado, porque en ambos casos están
obrando los mismos poderes hostiles a la vida (vs. 16-18). Al verse
privado de todos los motivos de felicidad y, en especial, de la
comunión con los demás (vs. 9, 19), el enfermo se siente sumergido
en el "reino de la muerte" (v. 12), cuyas características describen
los vs. 6-8. En esta penosa situación, y sin manifestar ningún
sentimiento de esperanza, el salmista pide al Señor que le devuelva
la vida porque los muertos no pueden alabar a Dios (vs. 11 -13).
La fe en la resurrección y en la vida futura ilumina con una nueva
perspectiva el misterio del dolor, tan elocuentemente expresado en
este Salmo, que pertenece a los llamados "Oraciones de los enfermos"
(Sal. 6; 38; 41; 102. 2-12).
Salmo 89 (88)
La evocación de las promesas hechas por el Señor a David - que
constituye la parte central de este magnífico poema- sirve de base a
la súplica por el rey, en un momento de grave humillación para la
dinastía davídica. Con esta visión global del Salmo, es fácil
percibir la conexión entre sus diversas partes. El breve preludio
(v. 2) -seguido de una alusión a la alianza davídica (vs. 3-5) y de
un himno al Creador (vs. 6-19)- introduce un oráculo divino (vs.
20-38), que anuncia los privilegios de David y su dinastía-. La
situación que describen los versículos siguientes (39-46) es el
reverso de esas antiguas promesas, y por eso el rey suplica al Señor
que vuelva a manifestarle su amor y su fidelidad (vs. 47-52).
Salmo 90 (89)
La súplica contenida en este Salmo está motivada por largos años de
penosos sufrimientos. En ella, la comunidad de Israel ruega al Señor
que le conceda una alegría comparable a las tribulaciones vividas
hasta el presente (vs. 13-15).El Salmo no apunta específicamente a
una situación particular -hambre, sequía o guerra- sino que parece
referirse, de manera general, a las penalidades cotidianas, tanto de
los individuos como de la nación. Por eso, la súplica va precedida
de una profunda meditación sobre la precariedad y la miseria de la
vida humana, contrapuesta a la eternidad y soberanía de Dios (vs.
2-10). La conclusión del salmista es que la verdadera sabiduría
consiste en reconocer la brevedad de la vida (v. 12). El verso
inicial confiere a todo el Salmo un tono de esperanzada confianza.
Salmo 91 (90)
Una sola idea se repite a lo largo de todo este Salmo: los que se
refugian en el Señor pueden afrontar confiadamente cualquier
dificultad, porque cuentan con la constante y eficaz protección
divina. Muchas expresiones tienen evidentemente un carácter
hiperbólico, por ejemplo la del v. 13, y sólo pretenden destacar la
excepcional providencia con que el Señor cuida de sus fieles. En la
parte final del Salmo (vs. 14-16), un oráculo divino confirma la
enseñanza del salmista.
Salmo 92 (91)
En este canto de acción de gracias, el salmista descubre en su caso
personal (vs. 5, 11-12) una manifestación de los designios
providenciales de Dios (v. 6). La suerte reservada a los impíos (vs.
8-10) y a los justos (vs. 13-16) revela la profundidad y la justicia
de esos designios, que el "insensato" es incapaz de comprender (v.
7). Sin plantear expresamente el problema -como sucede en los Salmos
37; 49; 73- este Salmo da una respuesta a los interrogantes que
suscita el aparente triunfo del mal.
Salmo 93 (92)
El tema central de este himno se vuelve a encontrar en un grupo de
salmos cultuales, denominados habitualmente "Himnos a la realeza del
Señor" (Sal. 47; 96 - 99). Todos estos poemas proclaman al Señor
como Rey universal, destacando los diversos motivos en que se funda
su realeza. En este caso, la soberanía del Señor aparece fundada en
el acto de la creación y afianzamiento del mundo, que los vs. 3-4
describen -con evidentes reminiscencias mitológicas- como una
victoria divina sobre las fuerzas del caos. El versículo final alude
a la Revelación concedida a Israel, porque la obra creadora de Dios
es inseparable de sus manifestaciones salvíficas en la historia.
Salmo 94 (93)
El salmista comienza con una angustiosa invocación al Señor, para
que se manifieste como Juez de la tierra y castigue a los opresores
de su Pueblo (vs 1-7). La segunda parte del Salmo tiene un tono
sapiencial, y es un severo reproche a los que ponen en duda el
triunfo final de la justicia (vs. 8-15). Por último, el salmista se
reconforta a sí mismo, fundado en su propia experiencia de la
intervención salvadora de Dios (vs. 16-19) y en la seguridad de que
el Señor no puede estar de parte de la injusticia (vs. 20-23).
Salmo 95 (94)
Las dos partes que componen este Salmo corresponden a otros tantos
momentos de una solemne acción litúrgica. La primera (vs. 1-7) es un
canto procesional dirigido a la com
Fuente: Catholic.net