Lamentaciones
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Este
Libro consta de cinco poemas que evocan la ruina de Jerusalén,
acaecida en el 587 a. C., y están escritos en el estilo de las
elegías fúnebres de esa época. Aunque se inspiran en las ideas y las
expresiones de Jeremías y suelen llevar su nombre, las
LAMENTACIONES
Al dolor provocado por la destrucción de la Ciudad santa y a las
quejas desgarradoras frente a la triste situación en que se
encontraban sus habitantes, sigue una profunda reflexión, madurada a
la luz de esa misma desgracia. "Jerusalén ha pecado gravemente y se
ha convertido en algo inmundo" (1. 8). "Examinemos a fondo nuestra
conducta y volvamos al Señor" (3. 40). Este humilde reconocimiento
de las propias culpas, tantas veces denunciadas por los profetas
anteriores al exilio, está acompañado de una ardiente súplica por la
restauración de Israel, que se apoya a su vez en las predicciones
mesiánicas de los profetas y es muy semejante a la de los Salmos 44;
80; 89.
Las Lamentaciones son utilizadas por la liturgia judía en cada
aniversario de la destrucción de Jerusalén, y es muy natural que el
Cristianismo las haya incorporado a la liturgia de la Semana Santa,
para evocar la Muerte de Jesús.
PRIMERA LAMENTACIÓN
Jerusalén, "!a Ciudad del gran Rey" (Sal. 48. 3), está en ruinas y
se parece a una reina convertida en esclava. Abandonada por sus
antiguos amantes, desolada y privada de su primitivo esplendor,
profanada y despreciada, ella reclama la piedad de los hombres: "
¡Todos ustedes, los que pasan por el camino, fíjense bien y miren si
hay un dolor comparable al mío! " (1. 12). Desde el fondo de su
amargura, la Ciudad infiel reconoce su culpa y pide humildemente a
Dios que le haga justicia contra sus enemigos.
Fuente: Catholic.net