Epístola a los Hebreos
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A
pesar de su conclusión en estilo epistolar, este largo escrito
presenta el aspecto de una homilía o sermón litúrgico. Sus
destinatarios tenían necesidad de unas "palabras de exhortación"
(13. 22), porque su fe estaba en peligro. Después del primer
entusiasmo de la conversión, se habían dejado arrastrar por la
fatiga y el desaliento. Algunos desertaban de las asambleas
cultuales, y su formación cristiana dejaba mucho que desear. Por
otra parte, las pruebas y persecuciones habían provocado el
desconcierto.
Para exhortar a los cristianos a seguir el camino que conduce de
este mundo perecedero al mundo celestial, el autor presenta a
Jesucristo como el Sumo Sacerdote que con su muerte selló la Nueva
Alianza entre Dios y los hombres, y que ahora ejerce en el cielo una
mediación eterna. A la vez, describe el itinerario del nuevo Pueblo
de Dios en marcha hacia la Tierra prometida, bajo la guía del mismo
Jesucristo. La comparación con los personajes e instituciones del
Antiguo Testamento destaca la suprema grandeza de Cristo y la
superioridad de la Nueva Alianza con respecto a la Antigua.
En esta CARTA A LOS HEBREOS no hay nada que no esté de acuerdo con
el pensamiento de Pablo, pero el estilo, el vocabulario y la manera
de interpretar el Antiguo Testamento reflejan una personalidad que
no es la del Apóstol. Al respecto, son muy acertadas las palabras de
Orígenes, escritor cristiano del siglo II: "Los pensamientos son de
Pablo, pero las frases y la redacción son de otra persona...
Unicamente Dios sabe quién escribió esta Carta". Lo que sí puede
establecerse con certeza es que el autor es un judío helenista, muy
buen conocedor de la traducción griega del Antiguo Testamento, cuyos
destinatarios son cristianos provenientes del Judaísmo. En cuanto al
lugar y fecha de composición, es muy probable que la misma haya sido
escrita en Roma (13. 24), entre los años 70 y 80.
Fuente: Catholic.net