Sabiduría
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La
SABIDURÍA es el Libro más reciente del Antiguo Testamento. Fue
escrito en griego, muy probablemente entre los años 50 y 30 a. C.,
por un judío de Alejandría, la gran ciudad egipcia convertida en el
primer centro cultural del mundo mediterráneo. El autor, sobre todo
cuando habla en primera persona (caps. 7 - 9), se presenta como si
fuera Salomón. Este artificio literario le sirve para mostrar que su
enseñanza, a pesar de estar presentada de manera nueva y original,
coincide con la auténtica tradición sapiencial de Israel,
representada por el más célebre de sus "sabios" .
La obra está dirigida en primer lugar a la numerosa y floreciente
comunidad judía radicada en aquella ciudad. Lejos de su patria y en
estrecho contacto con una cultura brillante y ecléctica, ella corría
el riesgo de dejarse seducir por los atractivos del paganismo.
Consciente de esto, el autor se propone demostrar a sus compatriotas
que no tienen nada que envidiar a los paganos y, por lo tanto, sería
una insensatez despreciar los bienes que la Sabiduría divina les
había dispensado tan generosamente. Al mismo tiempo, les recuerda el
incomparable privilegio del Pueblo elegido por Dios para comunicar a
los demás pueblos "la luz incorruptible de la Ley" (18. 4).
Sin embargo, también los paganos son indirectamente destinatarios
del mensaje contenido en este Libro. El autor se dirige a ellos para
hacerles ver que Israel no es un pueblo "bárbaro", ni un "enemigo
del genero humano", como se lo consideraba con frecuencia. Su Dios
es el Señor misericordioso, que ama a todas sus criaturas (11.
24-25) y las gobierna "con gran indulgencia" (12. 18). Ese Dios creó
el mundo con Sabiduría y se manifiesta a todos los hombres a través
de sus obras. Sin embargo, los paganos no supieron reconocer en las
cosas creadas al Artífice y Soberano del universo. Para dar más
valor a esta requisitoria contra el paganismo, el autor usa el
lenguaje de sus propios pensadores, con intención no sólo polémica
sino también misionera.
El libro de la Sabiduría es una obra de síntesis. Su autor meditó
profundamente los escritos del Antiguo Testamento -especialmente el
Génesis, el Éxodo, Isaías, los Proverbios y el Eclesiástico- que sin
duda había leído en la versión griega de los "Setenta", compuesta
precisamente en Alejandría a partir del siglo III a. C. Pero luego
repensó y desarrolló esos temas bíblicos con la ayuda de expresiones
y conceptos tomados de la filosofía griega. En este "diálogo de dos
culturas" -después del enfrentamiento violento de otras épocas- el
Judaísmo supo enriquecerse con los elementos asimilables del
Helenismo, sin perder su propia identidad. Así abrió el camino que
más tarde habrían de seguir los primeros cristianos en la
evangelización del mundo pagano.
Aunque el Nuevo Testamento no contiene ninguna cita explícita de
este escrito sapiencial, es indudable que san Juan y san Pablo se
inspiraron en él, sobre todo al hablar de Cristo como Palabra,
Sabiduría, Imagen y Resplandor de la gloria de Dios (Jn. 1. 1; 1
Cor. 1. 24, 30; Col. 1. 15; Heb. 1. 3; 1 Jn. 1. 1).
LA SABIDURÍA Y EL DESTINO HUMANO
"¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices?"
(Sal. 34. 13). Esta pregunta que tanto había inquietado a los
antiguos "sabios" de Israel, se vuelve a plantear en los primeros
capítulos del Libro. La respuesta tiene ahora otra dimensión. El
destino último de cada hombre se decide en la vida presente, pero su
retribución definitiva se obtiene más allá de la muerte. Los justos
pueden mantenerse firmes y confiados frente al sufrimiento y
afrontar serenamente la violencia de que son objeto por parte de los
impíos, porque la esperanza que han puesto en Dios está "colmada de
inmortalidad" (3. 4).
La fe en la resurrección de Jesucristo, "el primero que resucitó de
entre los muertos" (Col 1. 18), llevará a su plenitud el objeto de
esta esperanza.
"Cuando lo que es corruptible se revista de la incorruptibilidad y
lo que es mortal se revista de la inmortalidad, entonces se cumplirá
la Palabra de la Escritura: La muerte ha sido vencida. ¿Dónde está,
muerte, tu victoria? ¿Dónde está tu aguijón?" (1 Cor. 15. 54 - 55).
Fuente: Catholic.net