Judit
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Otra
vez nos encontramos ante un relato didáctico, con un marco histórico
completamente imaginario, del que sólo se conservan las versiones
griega y latina. Probablemente, fue escrito en el siglo II a. C.,
para mantener el ánimo de la pequeña comunidad judía que luchaba
tenazmente por conservar su independencia frente al avance
helenista.
Este Libro refleja cierta influencia de la literatura
"apocalíptica", tan en boga en esa época, según la cual las luchas
del tiempo presente no son sino la manifestación del combate librado
continuamente entre las fuerzas del bien y del mal. Nabucodonosor y
Holofernes simbolizan a los eternos enemigos de Dios. Judit –que
significa "la Judía"– personifica el alma de su nación. Fiel a Dios
y a su pueblo, ella expone la vida para salvar a sus compatriotas.
A la prepotencia y la fuerza de un jefe militar, el Libro opone la
debilidad de una mujer, sin más armas que su fe en Dios y en el
poder de la oración. Los recursos que ella emplea no son del todo
ejemplares, pero más que dar una lección moral lo que pretende el
autor es poner de relieve que la aparente "debilidad de Dios es más
fuerte que la fortaleza de los hombres" (1 Cor. 1. 25). La astucia
decidida de Judit triunfa sobre el opresor del Pueblo elegido, como
en otra ocasión pudo más la honda de David que la insolencia y la
espada de Goliat.
La liturgia cristiana ha visto en el triunfo de Judit algo así como
la contrapartida de la victoria de la serpiente sobre la mujer, al
comienzo del género humano (Gn. 3. 15). Por eso aquella valiente
mujer se convirtió en figura de María, la nueva Eva, por quien
recibimos al vencedor del espíritu del mal. Y el Canto de la Virgen
María, como el de Judit, celebra el triunfo de los débiles sobre los
poderosos de este mundo (Lc. 1. 46-55).
Fuente: Catholic.net